Lo que se juega en Brasil
“Nosotros vivimos una grave crisis económica y los capitalistas frente a esta crisis necesitan recomponer su tasa de ganancia, volviendo a los patrones del neoliberalismo. O sea, quitar derechos de los trabajadores y entregar nuestras riquezas a las empresas transnacionales”.
Fernando Vicente Prieto y Micaela Ryan
El domingo 17 de abril, la derecha brasileña dio un paso de avance que tributa no sólo a este sector político, sino fundamentalmente al proyecto estratégico orientado por EEUU para el continente al que considera su patio trasero.
La política exterior norteamericana puede tener matices en su instrumentación táctica, pero obedece, desde hace casi dos siglos, a un objetivo explícito: hacer del continente que va desde Alaska hasta Tierra del Fuego un espacio territorial bajo su estricto control geopolítico. Esto incluye, desde ya, al mar Caribe, zona de defensa privilegiada y al que considera de hecho su mar interior, como menciona Atilio Borón en su libro –no tan viejo, pero ya clásico- América Latina en la Geopolítica del Imperio.
Este objetivo de control territorial -ideológico, político, militar- se funda en diversos factores, de los cuales el más importante, desde ya, es el interés económico. América Latina y el Caribe es un territorio repleto de riquezas naturales: energía (petróleo, gas), minerales, biodiversidad y otros bienes que desde el punto de vista del capitalismo global representan insumos clave para la elaboración y distribución de mercancías.
Como la explotación bajo la lógica del capital implica la privatización creciente de esos bienes naturales -de carácter público, al provenir de la Naturaleza-, socializando al mismo tiempo los costos ambientales, esto entra en contradicción con las necesidades de la población que habita en esos territorios. Y tendencialmente -por el daño ecológico-, afecta las posibilidades para la reproducción de la vida, impactando en primer lugar sobre la comunidades locales pero cada vez más sobre el conjunto del sistema Tierra.
Por esta razón, las transnacionales que controlan el capitalismo necesitan garantizar, con diversas combinaciones de coerción y consenso, sistemas políticos y gobiernos locales que implementen medidas denominadas de “libre mercado”. Con mucho más énfasis, en una coyuntura como la actual, donde EEUU y Europa deben afrontar la competencia de nuevos actores globales en todos los terrenos, que están vinculados entre sí: el estrictamente económico, el diplomático, el militar y el ideológico cultural.
De modo que EEUU, principal garante del orden global bajo estos parámetros, necesita retomar control sobre América Latina y el Caribe para disputar con ventaja ante China, India, Rusia y eventualmente el propio Brasil, entre otros. La continuidad de gobiernos no alineados en forma parcial o total con sus intereses, se vuelven un obstáculo a esta estrategia. En particular, preocupa la relativa autonomía que supone un camino de integración Sur – Sur expresado principalmente por proyectos como ALBA – TCP, de carácter antagónico al ALCA, y en tiempos más recientes, la creación de mecanismos de integración como Unasur y Celac, que desplazan a EEUU como árbitro directo en el ámbito de la relación entre Estados del continente.
La contraofensiva en curso, entonces, tiene como principal meta inmediata desplazar a los gobiernos de izquierda y progresistas surgidos a consecuencia de las luchas antineoliberales durante la década de los 90 y principios del siglo XXI. Derrotados los intentos de golpe en Venezuela, Bolivia y Ecuador en la primera década de este siglo, la política exterior de EEUU se anotó triunfos en el golpe de Honduras (2009), Paraguay (2012) y en un recorrido que podría ser fulminante, al menos por algún tiempo, en el triunfo de Macri en las presidenciales argentinas (2015) y de concretarse, en la destitución de Dilma Rousseff en estos momentos.
De la mano de los gobiernos neoliberales surgidos de esos triunfos, EEUU pretende rápidamente aumentar la llamada libertad de comercio y la explotación de los recursos naturales, apelando para ello a la militarización de los territorios a través de sus agencias: el Pentágono, el FBI, la DEA. Precisamente lo que está pasando con el gobierno de Mauricio Macri: esos son los puntos en los que se está retomando, muy rápidamente, la cooperación con EEUU. Abrirse al mundo, se le llama eufemísticamente, con el auxilio de los medios privados de comunicación.
En esa clave lo entiende Joao Pedro Stedile, dirigente del Movimiento de trabajadores rurales Sin Tierra (MST) de Brasil, cuando explica, entrevistado en Telesur por Ernesto Villegas: “Nosotros vivimos una grave crisis económica y los capitalistas frente a esta crisis necesitan recomponer su tasa de ganancia, volviendo a los patrones del neoliberalismo. O sea, quitar derechos de los trabajadores, entregar nuestras riquezas como el petróleo, la minería, el agua y la biodiversidad a las empresas transnacionales. Y la presidenta era una traba ahí. [El vicepresidente] Temer no lo es, al contrario. Temer ya anunció su programa de gobierno, que es totalmente neoliberal. Por eso desde los movimientos populares decimos que es el Macri brasileño, con la diferencia de que Macri tuvo votos y Temer no”.
Este es el carácter central de esta disputa política institucional, que implica además al Poder Judicial y a los medios que controlan la información, como la Red Globo.
“Nuestros enemigos ganaron esa batalla, pero no la guerra”, dijo la brasileña Paola Estrada, de la secretaría operativa de ALBA Movimientos, en diálogo con Brasil de Fato. “Ellos tienen sus medios de comunicación que han actuado de forma muy organizada para, efectivamente, organizar los actos de calle y toda esa ofensiva de una forma distinta en la que veíamos en periodos anteriores”, añadió.
Asimismo subrayó: “Nosotros tenemos nuestros movimientos, nuestra lucha organizada, la gente, los trabajadores y trabajadoras de nuestros países para hacer la defensa de nuestras conquistas y la defensa de avances democráticos y populares en todo el continente. Tenemos que usar todas nuestras herramientas ahora. Y nuestra herramienta principal tiene que ser la lucha de calle, para dialogar con la gente que no es militante y que no está en las organizaciones. Nuestros medios, las redes sociales, son muy importantes, pensar una política de comunicación, y hacer movilización y mostrar que el pueblo organizado puede hacer presión, puede hacer diálogos, puede lograr conquistas”.
En estos terrenos se dirimirá lo que está en juego en Brasil y en todo el continente.
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