La lucha de Gramsci contra el bordiguismo
Socialdemócratas y revisionistas, tanto eurocomunistas como trotskistas, todos han manipulado desvergonzadamente su pensamiento para presentarlo como favorable a ellos. Gramsci, sin embargo, fue un firme marxista-leninista
Aurrera Langileria
Antonio Gramsci, el que sería el famoso militante y dirigente comunista, nació en la isla de Cerdeña en 1891. Su familia era muy pobre y tuvo que trabajar de niño, lo que compaginaba con los estudios, en unas condiciones muy precarias. Desde pequeño padeció varias enfermedades (incluida una dolencia de la columna vertebral que le impidió crecer lo suficiente), aunque no fueran muy graves. En 1911 logró una beca para poder estudiar en la universidad de Turín. Allí abandonó su independentismo sardo de juventud e ingresó en el Partido Socialista de Italia (PSI) en 1913.
En el año 1914 le hizo frente por primera vez a Benito Mussolini, entonces miembro del PSI, en el artículo “Neutralidad activa y operante”: a pesar de que el PSI estuviera en la II Internacional adoptó una posición neutra en la I Guerra Mundial interimperialista. Mussolini, en cambio, defendió la postura de los oportunistas que se pusieron del lado de la burguesía imperialista, es decir, entrar en la guerra. Frente a esto, Gramsci apoyó convertir esa neutralidad en revolución proletaria.
Turín era una ciudad muy industrializada (las fábricas FIAT y demás) y allí estaba la clase obrera más combativa de Italia. En 1917 el eco de la revolución en Rusia llegó a Turín, y a la enésima huelga contra la guerra y el hambre se le sumó el levantamiento armado del proletariado. Por desgracia, no se extendió a las demás ciudades y tras estar militarmente sitiada los trabajadores tuvieron que rendirse. Después de que fracasara la insurrección detuvieron en masa a los dirigentes socialistas y nombraron a Gramsci secretario del PSI de esta ciudad.
Gramsci apoyó desde el primer momento a Lenin y a la revolución soviética de Octubre, pero al analizar esta última cometió errores de tendencia idealista, que más adelante superaría. Esto puede observarse en el artículo “La revolución contra El Capital”, por ejemplo, donde contrapone los bolcheviques al marxismo (por influencia del filosofo burgués Benedetto Croce mayormente, pero también como consecuencia de las desfiguraciones introducidas en éste por la socialdemocracia). Sin embargo, expresaba un punto de vista correcto sobre la construcción del socialismo y las fases que deben darse en la revolución.
En 1919, tras terminar la guerra, Gramsci junto a otros compañeros (Togliatti, Tasca, Terracini…) publicó la revista L’Ordine Nuovo (LON), que tuvo un gran éxito en el movimiento obrero (los invitaban a dar charlas y todo). Esto le dio un gran impulso al movimiento de los comités de fábrica, ganándose la denominación de “la revista de los comités de fábrica”.
Los comités de fábrica y los sóviets
En el año 1919 se creó en la República soviética la III Internacional (Internacional Comunista o Komintern). El PSI decidió dejar la II Internacional podrida por el revisionismo y entrar en la Komintern. Ante esto, Gramsci hizo una defensa de la dictadura del proletariado basada en los sóviets (asambleas de obreros, campesinos y soldados) en LON:
“Este nuevo gobierno es la dictadura del proletariado industrial y de los campesinos pobres, que debe ser el instrumento de la supresión sistemática de las clases explotadoras y de su expropiación.
El tipo de Estado proletario no es la falsa democracia burguesa, forma hipócrita de la dominación oligárquica financiera, sino la democracia proletaria, que realizará la libertad de las masas trabajadoras; no el parlamentarismo, sino el autogobierno de las masas a través de sus propios órganos electivos; no la burocracia de carrera, sino órganos administrativos creados por las propias masas, con participación real de las masas en la administración del país y en la tarea socialista de construcción. La forma concreta del Estado proletario es el poder de los Consejos y de las organizaciones similares”.
La Internacional Comunista (1919) – Gramsci
Pero lo que dio verdadero éxito a LON fue la publicación del artículo “Democracia obrera” escrito junto con Togliatti, donde se mostraron claramente a favor de la idea de los comités de fábrica: estos eran comités formados por representantes elegidos por los trabajadores, que contraponían a la dirección del centro de trabajo o la empresa (ya como representante de la oligarquía financiera o del capital monopolista). Además los concebían junto a comités de campesinos y a nivel de barrio, como forma particular de los sóviets en la situación de Italia.
“Ya desde hoy los obreros deberían proceder a elegir amplias asambleas de delegados, seleccionados entre los compañeros mejores y más conscientes, en torno a la consigna: «Todo el poder de la fábrica a los comités de fábrica», coordinada con esta otra: «Todo el poder del Estado a los consejos obreros y campesinos». (…) La fórmula «dictadura del proletariado» tiene que dejar de ser una mera fórmula, una ocasión para desahogarse con la fraseología revolucionaria.
El que quiera el fin, tiene que querer también los medios. La dictadura del proletariado es la instauración de un nuevo Estado, típicamente proletario, en el cual confluyen las experiencias institucionales de la clase obrera, en el cual la vida social de la clase obrera y campesina se convierta en sistema general, fuertemente organizado”.
Democracia obrera (1919) – Gramsci
El partido, que incluía a la parte más consciente y disciplinada del proletariado, debía colocarse en la dirección de este movimiento para poder darle carácter revolucionario. Por eso debían desarrollarse instituciones de múltiples tipos que incluirían y organizarían a todo el pueblo trabajador.
“Es preciso imprimir un mayor desarrollo y conferir mayores poderes a las instituciones proletarias de fábrica ya existentes, y estimular la aparición de instituciones análogas en los pueblos, conseguir que los hombres que las integran sean comunistas conscientes de la misión revolucionaria que tales organizaciones deben cumplir. De lo contrario, todo nuestro entusiasmo, toda la fe de las masas trabajadoras no logrará impedir que la revolución degenere miserablemente en un nuevo Parlamento de embrollones, de fulleros, necios e irresponsables, y que sean por tanto necesarios nuevos y más espantosos sacrificios para el advenimiento del Estado de los proletarios”.
La conquista del Estado (1919) – Gramsci
La mayoría socialdemócrata del PSI estaba en contra de los comités de fábrica. Pero la oposición no venía solamente desde la derecha. Amadeo Bordiga, jefe de la “fracción abstencionista” (debido a sus actitud respecto a las elecciones) en el interior del PSI, se mostró contrario a éstos y criticó la línea de LON. Ha de mencionarse que a raíz del asesinato de Liebknecht y Luxemburgo escribió que “todas las religiones necesitan sus mártires” y que “el socialismo era la religión de la nueva era”, lo cual es expresión de las concepciones místicas disfrazadas de marxismo que defendió durante toda su vida.
Desde su dogmático punto de vista, únicamente los sóviets podían ser la forma política de la dictadura del proletariado porque así era en Rusia. Además, estos debían organizarse a nivel territorial solamente, relegando el hecho de que en Rusia los sóviets que tenían base de producción estaban sobrerrepresentados en el consejo general (es decir, tenían mayor peso). De esta manera ocultaba que la base del Estado socialista eran estos últimos.
“En la jerarquía superior urbana y de distrito (en el campo), debe darse representación al consejo urbano o de distrito, así como a los centros de producción, es decir, así como a la masa trabajadora como tal, a las secciones del partido, a los círculos, a los sindicatos, a las asociaciones proletarias, a las cooperativas. La mayoría socialista sería notable en estos poderes locales y sería abrumadora en las grandes ciudades industriales, que es donde el Estado obrero es verdaderamente una dictadura proletaria (de los obreros de las fábricas) y supera las más arduas dificultades, porque se apodera de los centros capitalistas, de los organismos capitalistas que estremecen sus tentáculos por toda la nación”.
El problema del poder (1919) – Gramsci
Según Bordiga el Partido Comunista debía crear los sóviets (o consejos) unilateralmente y solamente con el objetivo de preparar la insurrección armada (de palabra, al menos). En otras palabras, los consejos eran una extensión del Partido, y no la base del nuevo poder constituido por las capas del pueblo trabajador que formaban el sujeto revolucionario, donde el Partido debía ganarse el apoyo de la mayoría.
Gramsci, frente al sectarismo y a la rigidez de la táctica (o a la falta de ella) de Bordiga, veía los comités de fábrica como forma de transición para sacar a la luz la necesidad del sóviet político.
“Por eso, la construcción de los sóviets políticos comunistas tiene por fuerza que suceder históricamente a un florecimiento y una primera organización de los consejos de fábrica. El consejo de fábrica y el sistema de los consejos de fábrica ensayan y revelan en primera instancia las nuevas posiciones que ocupa la clase obrera en el campo de la producción; dan a la clase obrera conciencia de su valor actual, de su real función, de su responsabilidad, de su porvenir. La clase obrera saca las consecuencias de la suma de experiencias positivas personalmente realizadas por los diversos individuos, adquiere la psicología y el carácter de clase dominante y se organiza como tal, o sea, crea el sóviet político, instaura su dictadura”.
El instrumento de trabajo (1920) – Gramsci
Al final, Bordiga acusó a los miembros de LON de “reformismo”, “sindicalismo” o incluso “proudhonismo” (!) por supuestamente abandonar la dictadura del proletariado y querer utilizar los comités de fábrica para gestionar el capitalismo (!). Ha de tenerse en cuenta que para Bordiga el proletariado existía solo en la medida en que se organizaba en el Partido Comunista, siendo éste una “síntesis” de la clase. Esto es, proletariado sería solamente el que estaba organizado en el Partido, aun siendo de cualquier clase, y fuera de éste no existía. De esta forma negaba el ser social objetivo de la clase obrera, lo cual es una evidente desviación ideológica de la aristocracia obrera.
Para Gramsci, en cambio, una de las ventajas de los comités de fábrica frente a los sindicatos era que los primeros incluían a todos los trabajadores del centro de trabajo, mientras que en los sindicatos se organizaba una minoría. Por su propia naturaleza también tenían la tendencia de incitar el choque de poderes, mientras que los sindicatos eran organizaciones para la negociación. Por eso debía establecerse una relación entre ellos que alimentara el movimiento revolucionario, dirigido por el Partido.
“El consejo es la negación de la legalidad industrial, tiende a anunciarla a cada instante, tiende necesariamente a conducir a la clase obrera a la conquista del poder industrial, a convertir a la clase obrera en la fuente del poder industrial. El sindicato es un elemento de la legalidad, y debe proponerse hacerla respetar por sus miembros. El sindicato es responsable ante los industriales, pero es responsable ante los industriales en cuanto es responsable ante sus propios miembros: garantiza la continuidad del trabajo y del salario, es decir del pan y del techo al obrero y a la familia del obrero.
El consejo tiende, por su espontaneidad revolucionaria, a desencadenar en todo momento la guerra de clases; el sindicato, por su estructura burocrática, tiende a que la guerra de clases no se desencadene nunca. Las relaciones entre las dos instituciones deben tender a crear una situación en la que no suceda que un impulso caprichoso del consejo determine un paso hacia atrás de la clase obrera, determine su desorganización, determine una situación por la que el consejo acepte y haga propia la disciplina del sindicato, y debe tender a crear una situación por la que el carácter revolucionario del consejo tenga influencia sobre el sindicato, sea un reactivo que disuelva la burocracia y el funcionamiento sindical”.
Sindicatos y Consejos (1920) – Gramsci
A finales de 1919 comenzaron a crearse comités de fábrica en varios centros de trabajo de Turín y al cabo de unos meses se extendieron a todos. La mayoría de los sindicatos aceptaron su reivindicación también (en especial los metalúrgicos). En 1920 los comités de fábrica, a pesar de la oposición de los sindicalistas y los anarquistas, comenzaron una huelga general revolucionaria en Turín, pero no se extendió más allá de la región del Piamonte. El Congreso Nacional del PSI debía celebrarse allí pero debido a la situación lo cambiaron a Milán, donde discutieron sobre las formas de transformar los consejos en el poder político del proletariado, mientras dejaban que la burguesía destruyera lo ya conseguido en Turín.
Los miembros de LON propusieron crear células del Partido en las fábricas a la dirección del PSI, que lo rechazó con la excusa de que eso sería sustituir a los sindicatos. Entonces por orden de la sección de Turín Gramsci fue al congreso de la “fracción abstencionista” para proponer la creación de la fracción comunista, basada en los principios de los comités de fábrica y las células. Pero allí también lo rechazaron argumentando que “las simples formas de organización” eran inútiles (según parece era suficiente con las proclamas en torno al abstencionismo electoral). Así las ocupaciones de fábricas comenzaron sin dirección revolucionaria y los reformistas pudieron desviarlas de nuevo.
El II Congreso de la Komintern también se mostró favorable a los comités de fábrica porque la lucha a favor del control obrero en las fábricas sacaba a la superficie la necesidad de la dictadura del proletariado y los establecía como base para la economía socialista del futuro. Es más, Lenin se mostró expresamente favorable a la propuesta publicada en LON, que se aprobó en las tesis finales.
“Debemos sencillamente decir a los camaradas italianos que es la tendencia de los miembros de L’Ordine Nuovo, y no la mayoría actual de los dirigentes del Partido Socialista y de su grupo parlamentario, la que corresponde a la tendencia de la Internacional Comunista”.
Discurso sobre la condiciones de ingreso en la Internacional Comunista (1920) – Lenin
La postura en torno a las elecciones
En julio de 1920 se celebró el II. Congreso de la Komintern en Moscú. Allí, entre otras cosas, los representantes de distintos países discutieron sobre la postura que los comunistas debían tomar ante las elecciones burguesas. Lenin presentó La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo en el cual, sobre la postura de la “fracción abstencionista” de Bordiga, dijo:
“Han sido demasiado pocas las posibilidades que he tenido para conocer el comunismo “de izquierda” de Italia. Es indudable que el camarada Bordiga y su fracción de “comunistas boicoteadores” (comunista abstencionista) no están en lo cierto al defender la no participación en el parlamento. (…) Esa actitud errónea, inconsecuente o falta de carácter con respecto a los parlamentarios oportunistas, de una parte, engendra el comunismo “de izquierda” y, de otra, justifica hasta cierto punto su existencia”.
La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo (1920) – Lenin
En opinión de Bordiga la creación del Partido Comunista, la preparación de la revolución proletaria y la lucha por los sóviets solamente podía llevarse adelante negándose a participar en las elecciones y los parlamentos burgueses, valiéndose de palabrería pseudorrevolucionaria para defenderlo. En el 4º punto del anexo de esta obra Lenin añadió:
“Pero de su justa crítica a los señores Turati y cía., el camarada Bordiga y sus amigos “izquierdistas” sacan la errónea conclusión de que es perjudicial en general participar en el parlamento. Los “izquierdistas” italianos no pueden aportar ni sombra de argumentos serios en defensa de esta opinión. Simplemente desconocen (o tratan de olvidar) los modelos internacionales de utilización verdaderamente revolucionaria y comunista de los parlamentos burgueses, provechosa de modo indiscutible para preparar la revolución proletaria. (…)
La puerilidad de “negar” la participación en el parlamento consiste, precisamente, en que con ese método tan “sencillo”, “fácil” y pseudorrevolucionario quieren “resolver” la difícil tarea de luchar contra las influencias democrático-burguesas en el seno del movimiento obrero y, en realidad, lo único que hacen es huir de su propia sombra, cerrar los ojos ante las dificultades y desembarazarse de ellas sólo con palabras. (…)
Os parece, queridos boicoteadores y antiparlamentaristas, que sois “terriblemente revolucionarios”, pero en realidad os habéis asustado de las dificultades relativamente pequeñas que presenta la lucha contra la influencia burguesa en el seno del movimiento obrero, en tanto que vuestra victoria, es decir, el derrocamiento de la burguesía y la conquista del poder político por el proletariado, creará estas mismas dificultades en proporciones mayores, inconmensurablemente mayores. Os habéis asustado como niños de la pequeña dificultad que se alza hoy ante vosotros, sin comprender que mañana y pasado mañana tendréis, de todos modos, que aprender, y aprender por completo, a vencer las mismas dificultades, pero en proporciones inmensamente más considerables.
(…) Bajo el poder soviético, esas mismas tareas que el antiparlamentario aparta ahora de un manotazo con tanto orgullo, altanería, ligereza y puerilidad, esas mismas tareas resurgirán dentro de los sóviets, dentro de la administración soviética (…)
Si los camaradas “izquierdistas” y antiparlamentarios no aprenden a vencer ahora una dificultad incluso tan pequeña, puede decirse con seguridad que o no estarán en condiciones de realizar la dictadura del proletariado, no podrán subordinar y transformar en vasta escala a los intelectuales burgueses y las instituciones burguesas, o deberán terminar de aprender a toda prisa, y con semejante premura causarán un gran daño a la causa proletaria, cometerán más errores que de ordinario, darán muestras de debilidad y de incapacidad más que regular, etc., etc.”.
La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo (1920) – Lenin
No solo eso, viendo la tozudez de Bordiga, al final del Congreso Lenin ofreció un discurso poniendo nuevamente de relieve sus errores:
“El camarada Bordiga quería, por lo visto, defender aquí el punto de vista de los marxistas italianos; pero, sin embargo, no ha contestado ni a uno solo de los argumentos aducidos aquí por otros marxistas en defensa de la actividad parlamentaria.
El camarada Bordiga ha reconocido que la experiencia histórica no se crea artificialmente. Acaba de decirnos que es preciso trasladar la lucha a otro terreno. ¿No sabe, acaso, que toda crisis revolucionaria va acompañada de una crisis parlamentaria? Ha dicho, es cierto, que la lucha debe ser trasladada a otro terreno, a los sóviets. Pero el propio camarada Bordiga ha reconocido que los sóviets no pueden ser creados artificialmente. El ejemplo de Rusia demuestra que los sóviets pueden ser organizados o durante la revolución o inmediatamente antes de la revolución. Ya en tiempos de Kerenski, los sóviets –exactamente, los sóviets mencheviques– fueron organizados de tal manera que no podían en modo alguno formar parte del poder proletario.
El parlamento es un producto del desarrollo histórico que no podremos suprimir de la vida mientras no seamos tan fuertes que estemos en condiciones de disolver el parlamento burgués. Únicamente siendo miembro del parlamento burgués se puede, partiendo de las condiciones históricas concretas, luchar contra la sociedad y el parlamentarismo burgueses. El mismo medio que emplea la burguesía en la lucha debe ser empleado también por el proletariado, como es natural, con fines completamente distintos. No puede usted afirmar que esto no es así, y si quiere impugnarlo, tendrá que tachar de un plumazo la experiencia de todos los acontecimientos revolucionarios del mundo.
Ha dicho usted que los sindicatos son también oportunistas, que también ellos representan un peligro; pero, por otro lado, ha dicho que es preciso hacer una excepción con los sindicatos, pues son una organización obrera. Mas eso es justo sólo hasta cierto punto. También en los sindicatos hay elementos muy atrasados. Una parte de la pequeña burguesía proletarizada, los obreros atrasados y los pequeños campesinos, todos esos elementos piensan, efectivamente, que en el parlamento están representados sus intereses; hay que luchar contra eso actuando en el parlamento y mostrando con hechos la verdad a las masas. A las masas atrasadas no se las puede convencer con la teoría: necesitan la experiencia.
(…) El camarada Souchy, que es sindicalista revolucionario, ha defendido las mismas teorías, pero la lógica no está de su parte. Ha dicho que no es marxista y, por ello, se comprende que ocurra eso. Pero si usted, camarada Bordiga, afirma que es marxista, se le puede exigir más lógica. Hay que saber cómo se puede destruir el parlamento. Si puede usted hacerlo por medio de una insurrección armada en todos los países, eso estará muy bien. Usted sabe que nosotros hemos demostrado en Rusia, no sólo en teoría, sino también en la práctica, nuestra voluntad de destruir el parlamento burgués. Sin embargo, ha perdido de vista que eso es imposible sin una preparación bastante larga y que en la mayoría de los países no es posible todavía destruir de un solo golpe el parlamento.
Nos vemos obligados a librar la lucha en el parlamento para destruir el parlamento. Usted sustituye con su voluntad revolucionaria las condiciones que determinan la línea política de todas las clases de la sociedad contemporánea y, por eso, olvida que nosotros, para destruir el parlamento burgués en Rusia, tuvimos primero que convocar la Asamblea Constituyente incluso después de nuestra victoria. Usted ha dicho: «Es cierto que la revolución rusa es un ejemplo que no corresponde a las condiciones de Europa Occidental».
Pero no ha aducido ni un solo argumento de peso para demostrarlo. Nosotros pasamos por el período de la democracia burguesa. Pasamos por él rápidamente en unos momentos en que nos veíamos obligados a hacer agitación en favor de las elecciones a la Asamblea Constituyente. Y más tarde, cuando la clase obrera tuvo ya posibilidad de tomar el poder, los campesinos siguieron creyendo aún en la necesidad del parlamento burgués.
(…) Creo que por eso no queréis reconocer que precisamente la debilidad de muchísimos partidos comunistas nuevos es lo que les obliga a negar la labor parlamentaria. Estoy convencido de que la inmensa mayoría de los obreros auténticamente revolucionarios nos seguirá y se pronunciará contra vuestras tesis antiparlamentaristas”.
Discurso acerca del parlamentarismo (1920) – Lenin
Gramsci, por otra parte, ya en 1919 vio que podía utilizarse el parlamento burgués a favor de la lucha revolucionaria, estando incluso la democracia burguesa en fase imperialista y siendo el PSI un partido de masas:
“La revolución comunista no puede realizarse de un solo golpe. Si incluso una minoría revolucionaria lograra, por la violencia, tomar el poder, esta minoría sería al día siguiente derribada por el contragolpe de las fuerzas mercenarias del capitalismo, porque la mayoría indolente dejaría que fuera masacrada la flor del poder revolucionario, dejaría desbordar todas las malas pasiones y barbaridades excitadas por la corrupción y el oro capitalista.
Es necesario, pues, que la vanguardia proletaria organice material y espiritualmente a esta mayoría indolente y retardada, es necesario que la vanguardia proletaria provoque, con sus métodos y sus sistemas, las condiciones materiales y espirituales en las que la clase propietaria no consiga ya gobernar pacíficamente a las grandes masas de hombres, sino que se vea obligada, por la intransigencia de los diputados socialistas controlados y disciplinados por el partido, a aterrorizar a las grandes masas, a golpearlas ciegamente y a hacerlas rebelarse.
Un fin de este tipo sólo puede perseguirse hoy mediante la acción parlamentaria, entendida como la acción que tiende a inmovilizar al Parlamento, a arrancar la máscara democrática de la doble cara de la dictadura burguesa y mostrarla en todo su horror y su repugnante fealdad.
(…) Sólo por estas razones revolucionarias la vanguardia consciente del proletariado italiano ha descendido a las listas electorales, se ha plantado sólidamente en el mercado parlamentario. No por una ilusión democrática, no por una ternura reformista: para crear las condiciones del triunfo del proletariado, para asegurar el buen resultado del esfuerzo revolucionario que se dirige a instalar la dictadura proletaria encarnada en el sistema extraparlamentario y antiparlamentario de los consejos”.
Los revolucionarios y las elecciones (1919) – Gramsci
Frente a los alaridos sectarios de Bordiga en torno al “fetichismo de la mayoría”, que rechazaba ganarse el apoyo de la mayoría con la excusa de que el Partido de vanguardia de la clase obrera es una minoría del proletariado o que bajo el capitalismo la totalidad del pueblo trabajador no puede adquirir conciencia revolucionaria, Gramsci veía las elecciones como un medio para atraer a amplias masas y dar a conocer el programa comunista.
Esto no significa que para Gramsci la actividad parlamentaria fuera la única forma de lucha del movimiento revolucionario, ni siquiera la principal o la más importante. Precisamente por eso criticó la actuación del PSI, que no pasaba de ser un partido parlamentario:
“Incluso después del Congreso de Bolonia, el Partido Socialista ha seguido siendo un partido meramente parlamentario, que se mantiene inmóvil dentro de los estrechos límites de la democracia burguesa, que se preocupa sólo de las superficiales afirmaciones políticas de la casta de gobierno; no ha adquirido una figura autónoma de partido característica del proletariado revolucionario y sólo del proletariado revolucionario”.
Por una renovación del Partido Socialista (1920) – Gramsci
A consecuencia de esto Gramsci empezó a ver la necesidad de crear del seno del PSI un Partido Comunista que cumpliera las directrices de la III Internacional, que debería materializarse en el siguiente Congreso. Entonces se acercó a la “fracción abstencionista” de los bordiguistas para prepararlo, a pesar de que su concepción sobre el Partido Comunista fuera de otro tipo:
“El Partido Comunista es el instrumento y la forma histórica del proceso de liberación íntima por el cual el obrero pasa de ser ejecutor a ser iniciador, de ser masa a ser jefe y guía; de ser brazo a ser cerebro y voluntad, en la formación del Partido Comunista puede sorprenderse el germen de libertad que tendrá su desarrollo y su expansión plena una vez que el Estado obrero haya organizado las condiciones materiales necesarias”.
El Partido Comunista (1920) – Gramsci
En enero del año 1921 se celebró el XVII Congreso del PSI en la ciudad de Florencia. Como la mayoría se mostró contraria a expulsar a Turati y su fracción reformista, cosa que la Komintern exigía para continuar siendo miembro suyo, los comunistas dejaron el Congreso y crearon en Livorno el Partido Comunista de Italia (PCI) como sección de la Internacional Comunista en Italia. Aunque Gramsci consiguió entrar en el Comité Central, la dirección quedó en manos de los bordiguistas, lo que fue una calamidad para el devenir del PCI y del movimiento revolucionario en Italia. Togliatti, por otro lado, se quedó en el PSI.
En abril, aun y todo, Gramsci volvió a mostrarse a favor de participar en las elecciones burguesas en LON:
“Para dar una respuesta concluyente y concreta, una que pueda ser verificada en el futuro porque ha sido documentada, el Partido Comunista se presenta a las elecciones. Cuando las fuerzas sociales se distribuyan en las elecciones, también el Partido Comunista querrá saber quiénes son sus tropas, contar las cifras que lo respaldan. Este es un paso necesario en el proceso histórico que debe conducir a la dictadura del proletariado y a la creación de un Estado de la clase obrera. Para los comunistas, las elecciones son una de las muchas formas de organización política propias de la sociedad moderna.
El partido es la mejor forma de organización; los sindicatos y los consejos son formas intermedias de organización, en las que los miembros más conscientes del proletariado se posicionan en la lucha contra el capital y en las que el reclutamiento tiene lugar en una plataforma sindical. En las elecciones, las masas declaran sus objetivos políticos generales, sus ideas sobre el Estado, que la clase obrera debería ser autorizada como clase dominante. El Partido Comunista es, en esencia, el partido del proletariado revolucionario, de los obreros resignados a la industria urbana; sin embargo, no podrán alcanzar su objetivo sin el apoyo y el consenso de otras capas, como los campesinos empobrecidos y el proletariado intelectual”.
Los comunistas y las elecciones (1921) – Gramsci
El frente único proletario
En junio de año 1921 se celebró el III Congreso de la Komintern en Moscú. En este, en el contexto de la estabilización del capitalismo y la contraofensiva de la burguesía, se aprobó la táctica del frente único proletario. El objetivo de éste era acordar la unidad de acción en torno a reivindicaciones inmediatas o luchas parciales con las organizaciones que tuvieran implantación en el seno del proletariado, para quitar la careta a los jefes socialdemócratas y atraer a los mejores elementos del sindicalismo y el anarquismo mediante la práctica.
Bordiga, al contrario, rechazaba toda colaboración o alianza con quienes tuvieran discrepancias en los objetivos finales y toda institución o frente en el que participaran otras clases. Es más, luchar por reivindicaciones inmediatas llevaba a la colaboración entre clases, al parecer. Por tanto el Partido debía limitarse a prepararse de cara a la revolución que debía inevitablemente llegar, solamente mediante propaganda y proselitismo en torno a los objetivos finales.
Además, valiéndose de mil excusas sobre “aritmética”, desestimaba que el Partido consiguiera influencia sobre la mayoría del proletariado (lo que según parece era oportunismo y “herejía”). De esta manera descartaba lograr la hegemonía en el movimiento obrero, y ni que decir en el movimiento popular. Llegó incluso a equiparar la dictadura del proletariado a la dictadura del Partido (lo que no sorprende, si la “clase” era únicamente los miembros de su partido-secta…).
En consecuencia, los representantes bordiguistas del PCI votaron contra el frente único proletario. Por eso Lenin le dedicó un discurso a Terracini (entonces a favor de los bordiguistas) denunciando su errónea postura:
“Si el Congreso no realiza una vigorosa ofensiva contra estos errores, contra estas tonterías “izquierdistas”, todo el movimiento está sentenciado a muerte. (…) Así, pues, en lugar de “principios”, proponen la palabra “objetivos”, y que la palabra “mayoría” sea tachada. ¡Muchas gracias! No lo haremos. (…)
(…) Teme la palabra “masas” y quiere hacerla desaparecer. El camarada Terracini entendió muy poco de la revolución rusa.
En Rusia éramos un partido pequeño, pero, además estaba con nosotros la mayoría de los sóviets de diputados obreros y campesinos de todo el país. (Voces: “Es cierto”). ¿Tienen ustedes algo parecido? De nuestro lado estaba casi la mitad del ejército, que tenía entonces, por lo menos, diez millones de hombres. ¿Los sigue realmente la mayoría del ejército? ¡Muéstrenme tal país! (…)
(…) Ustedes tienen una masa cuando algunos miles de obreros apartidistas, apegados a sus hábitos pequeñoburgueses, que arrastran una miserable existencia y que jamás han oído hablar de política, comienzan a actuar en forma revolucionaria. Si el movimiento se extiende y se intensifica, va transformándose paulatinamente en una verdadera revolución.
(…) Pero para la victoria debemos tener la simpatía de las masas. No siempre es necesaria la mayoría absoluta; pero lo que es necesario para triunfar, para retener el poder, es no sólo la mayoría de la clase obrera —empleo aquí la expresión “clase obrera” en el sentido que se le da en Europa occidental, es decir, en el sentido de proletariado industrial—, sino también la mayoría de la población trabajadora y explotada rural. ¿Han pensado ustedes en esto? ¿Encuentran ustedes en el discurso de Terracini aunque sea una insinuación de este pensamiento? (…)”
Discurso en defensa de la táctica de la Internacional Comunista (1921) – Lenin
En opinión de Bordiga el desenmascaramiento de los jefes oportunistas debía hacerse solamente mediante la critica literaria (es decir, mediante sermones), y no mediante la acción unificada. Y aunque se perdiera el apoyo de las masas, la propaganda en torno al programa del Partido provocaría que volvieran por su cuenta tarde o temprano. Bordiga elevaba este miedo a los compromisos a principio, lo que llevaba al Partido Comunista a una especie de mesianismo, a la espera del advenimiento de la revolución y las masas.
Más adelante, en una carta enviada a Togliatti que hablaba de que los bordiguistas continuaban actuando como fracción en el PCI y de la necesidad de luchar contra ésta (en ésta también le dijo a Togliatti que lo escrito por él “fortalecía al PSI en vez de disgregarlo”), Gramsci escribió que contra la influencia de la socialdemocracia sobre las masas trabajadoras era necesaria no únicamente la palabra sino también la acción política.
“(…) Tres años de experiencia nos han enseñado, no sólo en Italia, lo mucho que están enraizadas las tradiciones socialdemócratas y cómo es difícil destruir los residuos del pasado con la simple polémica ideológica. Es necesaria una vasta y detallada acción política, que disgregue, día por día, esta tradición, disgregando al organismo que la personifica. La táctica de la Internacional es adecuada para ello”.
Carta a Togliatti (1923) – Gramsci
Al final tuvieron que aceptarla de mala gana, pero diciendo que la aplicarían solamente en el campo sindical.
Gramsci, en cambio, saludó con alegría la aprobación de la táctica del frente único proletario y se puso a trabajar a favor de ésta. Frente a las concepciones sectarias y mecanicistas de Bordiga que condenaban al Partido Comunista a la pasividad, Gramsci extendió la llamada para la lucha:
“Los comunistas tiene esbozado el plan de acción proletaria de la canalización de todas las luchas en una única acción del frente único de los trabajadores, que tiene como base todo el conjunto de las conquistas obreras que la ofensiva burguesa está acechando. Este plan se viene trazando en los mismos acontecimientos, que de manera casi automática conducen a los trabajadores a ampliar la base de los conflictos, fundiéndolos con aquellos a los que se ven provocados otras categorías y reuniendo reivindicaciones políticas y económicas.
Mientras esta síntesis de los esfuerzos se ve programáticamente completa en la consigna del Partido Comunista, que debe servir como guía a la acción proletaria, en la realidad ahí están los factores que se oponen a su realización, y como el principal de estos la actitud de los jefes de derecha. La acción hacia el frente único proletario aparece así como una doble lucha: contra la burguesía en el frente determinado por sus ataques y contra los socialdemócratas que impiden a la organización proletaria responder con la ampliación del frente a la táctica burguesa, que consiste en batir sucesiva y separadamente las fuerzas obreras.
(…) Por esto, los comunistas tienen una tarea precisa, incluso si no se acepta por sus adversarios la forma de acción que ellos propugnan y que es la única que presenta verdaderas probabilidades de una victoria proletaria. Ellos no se hacen de la menguada realización final del principio, y por parte de todas las masas, de su táctica, una razón de pasividad o una coartada para su responsabilidad; están ante todo por la lucha, la lucha en dos frentes, contra el abierto adversario burgués y contra el derrotismo interno de los oportunistas”.
El Partido Comunista y la agitación obrera en curso (1921) – Gramsci
Pero el capitalismo imperialista ya había puesto en marcha el nuevo fenómeno reaccionario para establecer su dictadura mediante el terror: el fascismo. La negativa a la política del frente único proletario, como era de prever, acarreó nefastas consecuencias. Esto fue a peor cuando el PSI firmó el Pacto de Roma con los fascistas (lo que Gramsci llamó “crimen”), dando pie a la violencia contra los comunistas y el proletariado a éstos últimos.
“Los hechos demuestran claramente que la propuesta del comité sindical comunista por un frente unido -para preparar a los obreros y campesinos para una defensa contra el asalto de los capitalistas- ofrece la única posibilidad de victoria.
(…) Sólo los obreros son capaces de detener la táctica desastrosa y ruinosa del Partido Socialista. Son sus intereses los que están directamente en juego. En la lucha contra el terror blanco y los ataques a sus salarios deben exigir que el llamamiento del comité sindical comunista se convierta en la base de la acción unitaria del proletariado”.
La táctica del fracaso (1921) – Gramsci
En marzo del año 1922 se celebró el II. Congreso del PCI en Roma. En éste los bordiguistas no fueron denunciados y expulsados de la dirección por dos razones principales: por un lado, porque la lucha de supervivencia contra el fascismo llevaba a apartar todos las cuestiones que no fueran organizativas, y por el otro, porque la mayoría de la militancia y los responsables tampoco sabía que hubiera discrepancias profundas entre la dirección del PCI y la Komintern.
En este Congreso Bordiga presentó las tesis en torno a la táctica (Gramsci desarrolló las referentes a los sindicatos) en las que ahondó en su línea ultraizquierdista y sectaria. En éstas se decía que debía rechazarse la alianza que ofrecieran los partidos de izquierda o un Gobierno burgués contra el fascismo, ya que las armas debían tomarse solamente para la revolución proletaria. No solo eso, se decía que era imposible un golpe de Estado fascista o la implantación de una dictadura militar en Italia, lo que gracias a la lucha de Gramsci se logró que no apareciera por escrito.
La lucha antifascista
Ya en 1920 Gramsci hablaba sobre el peligro de un fenómeno reaccionario como el del fascismo en LON:
“El capitalismo se ve reducido a no tener representación política más que en los grandes periódicos (400 000 ejemplares de tirada y mil electores) y en el Senado, inmune como formación a las acciones y reacciones de las grandes masas populares, pero sin autoridad ni prestigio en el país; por eso la fuerza política del capitalismo tiende a identificarse cada vez más con la alta jerarquía militar, con la guardia real, con los múltiples aventureros que pululan desde el armisticio y que aspiran, cada cual contra los demás, a convertirse en el Kornilov y en el Bonaparte italiano, y por eso la fuerza política del capitalismo no puede realizarse hoy más que en un golpe de Estado militar y en el intento de imponer una férrea dictadura nacionalista que lleve a las embrutecidas masas italianas a restaurar la economía mediante el saqueo a mano armada de los países próximos”.
El Partido Comunista (1920) – Gramsci
En 1921, cuando comenzaron a generalizarse los ataques de los grupos fascistas, Gramsci situó su base social en la pequeña burguesía (aristocracia obrera, tenderos, artesanos…), aunque como movimiento estuviera bajo el poder de la oligarquía de la ciudad y del campo. En el campo, además, tomaba un carácter mas severo.
“Esta pequeña burguesía, desde ese momento, trata de organizarse y de acomodarse en torno de patrones más ricos y más seguros que el poder de estado oficial, debilitado y agotado por la guerra. (…) Aún en esta su última encarnación política del “fascismo”, la pequeña burguesía se ha mostrado definitivamente en su verdadera naturaleza de sierva del capitalismo y de la propiedad terrateniente, de agente de la contrarrevolución”.
El pueblo de los simios (1921) – Gramsci
En este contexto se creó la organización armada antifascista Arditi del Popolo. Los Arditi eran fuerzas especiales del ejército italiano que lucharon en la I Guerra Mundial interimperialista. A pesar de que la mayoría se posicionara a favor de los fascistas, otros crearon los Arditi del Popolo populares. En estos podían entrar anarquistas, sindicalistas, socialdemócratas o comunistas.
“Ay de la clase obrera si permite, aunque sea por un instante, que los fascistas lleven a cabo su plan en Turín, como han hecho en otras ciudades. Incluso la más mínima debilidad, el más mínimo indicio de indecisión podría ser fatal. La respuesta de los trabajadores a la primera tentativa de los fascistas debe ser inmediata, brusca, despiadada; la respuesta debe ser tal que el recuerdo de la misma se transmita a los bisnietos de los amos capitalistas. A fin de cuentas, la guerra es la guerra y en la guerra no se acuerda cuándo se darán los golpes”.
La guerra es la guerra (1921) – Gramsci
Bordiga, cómo no, se mostró en contra de estos porque aborrecía toda colaboración con quienes no fueran comunistas y porque “el encuadramiento militar del proletariado” debía hacerse sobre la base del partido. Además, “el antifascismo era el peor producto del fascismo” porque al parecer desviaba al proletariado de la lucha anticapitalista. Es difícil saber si se creía verdaderamente estas estupideces o si las decía por pura cobardía (o las dos).
En julio de 1921, tras la exitosa manifestación que el movimiento antifascista había convocado en Roma, Lenin escribió un artículo en Pravda, revista oficial del Partido bolchevique, elogiando a los Arditi del Popolo y criticando la actitud bordiguista que se posicionaba contra el antifascismo militante. Unos días más tarde Gramsci les dedicó un artículo animando a los comunistas a entrar en éstos:
“¿Se oponen los comunistas a los Arditi del Popolo? Al contrario. Aspiran al armamento del proletariado, a la creación de una fuerza armada proletaria capaz de derrotar a la burguesía —y de vigilar la organización y el desarrollo de las nuevas fuerzas productivas generadas por el capitalismo”.
Arditi del Popolo (1921) – Gramsci
Entonces la dirección bordiguista del PCI, fiel a su izquierdismo sectario, prohibió a sus militantes entrar en los Arditi del Popolo y creó su propio grupo, Squadre comuniste d’azione, que no sacó adelante ninguna acción considerable y que siguió una estrategia legalista y no-violenta. El PSI tampoco apoyó a los Arditi de Popolo y desaparecieron en los primeros años del fascismo.
“En cambio, hoy está la burguesía con una serie de armas bien templadas que mueve contra el proletariado y lo ataca en el terreno político con la reacción y el fascismo, y en el terreno económico con el cierre de fábricas y las denuncias de los convenios de trabajo antes conquistados. (…) En realidad, el único medio de impedir hoy la reaparición de la ofensiva burguesa es el desarme del aparato burgués de gobierno y de la propia burguesía y de la acción directa del poder y de la fuerza armada del proletariado; o sea, la dictadura revolucionaria de éste.
En la situación actual, en la que la burguesía tiende a una dictadura económica y política suya, que deje inmutable la forma de su régimen, pero que destruya las fortalezas de las organizaciones obreras y empuje al proletariado a la condición de anteguerra o más atrás aún, los exponentes de la socialdemocracia, para quienes tampoco puede regir la cómoda coartada con la que respondían hasta ahora, no osan ya formular ningún programa. Sostienen o más bien realizan el repliegue sin lucha para no verse obligados a admitir la necesidad del armamento, no sólo ideal, sino también material, del proletariado para la lucha de clase, con la que consigue necesariamente el programa de consolidación de este aparato de lucha en un aparato de poder revolucionario”.
El Partido Comunista y la agitación obrera en curso (1921)
Bordiga, después de haber usado mucha palabrería en torno a acabar con los guardias blancos (los grupos fascistas) y tomar las armas a favor de la revolución proletaria (no habiendo hecho ni lo uno ni lo otro), empezó a decir que en una situación desfavorable era imposible llevar adelante la lucha revolucionaria y que pensar que las cosas podían cambiarse era un “error voluntarista”, llevando al Partido a un comportamiento pasivo que confundía al proletariado.
En el 1 de mayo de 1922, a pesar de las amenazas del Gobierno y los fascistas, hubo multitudinarias movilizaciones y paros llamados por la coalición sindical Alleanza del Lavoro. En este día hubo violentos choques entre obreros y fascistas, dejando muertos en ambos lados. Mientras Bordiga solo se quejaba de que los socialdemócratas hubiesen rechazado el llamamiento a la huelga general, Gramsci defendía la política del frente único proletario y llamaba a luchar contra los fascistas:
“Con la táctica de la unidad del frente se han podido unir en los comicios del 1 de Mayo grandes multitudes obreras aunque estaba bien claro en la conciencia del último que intervenía que no se trataba de la acostumbrada y tradicional coreografía, sino de una jornada de lucha. Pero esta demostración de la aversión del proletariado a la reacción y al fascismo, del espíritu de clase que siempre anima a las grandes multitudes de trabajadores, no es bastante para poder contener al fascismo y la reacción.
El fascismo no será sofocado por la unanimidad platónica: el revólver y los puños no se volverán impotentes arrojándolos sobre un colchón. El fascismo no tiene el número, pero tiene la organización, unitaria y centralizada, y esa es su fuerza, integrada en la centralización del poder oficial burgués.
(…) No obstante, es ya una gran ventaja el haber podido tener reuniones comunes de masas, porque eso eleva la moral proletaria y permite a los comunistas llevar a todo el proletariado su palabra clara. Todo un ulterior desarrollo del interesante experimento italiano de la táctica del frente único conducirá a integrar con ventaja innegable la efectiva e íntima unidad de organización”.
Enseñanzas (1922) – Gramsci
En octubre del año 1922 los camisas negras fascistas iniciaron la “marcha sobre Roma” y fueron tomando las autoridades locales en todo el país con la complicidad del Estado burgués, la Policía y el Ejército. Una vez llegaron a Roma, el rey de Italia le pidió a Mussolini que fuera primer ministro y que formara gobierno. A pesar de todo todavía mantuvieron el parlamento, aunque cada vez tuviera menos poderes. La línea sectaria y antileninista impuesta en el PCI por Bordiga y sus seguidores le facilitó el camino al fascismo para esto.
La táctica revolucionaria bajo el fascismo
En noviembre de 1922 se celebró el IV Congreso de la Komintern, en Moscú. En representación del PCI fueron Bordiga y, por primera vez, Gramsci.
Allí Bordiga dio un discurso sobre el fascismo en el que para justificarse a si mismo echo la culpa de todo al PSI y, aún entonces, dijo que el fascismo no era diferente de la democracia burguesa. A pesar de ello dijo que en aquella situación el proletariado no tenía ninguna función significativa y que debía actuar de manera pasiva, haciendo una lamentable apología de su impotencia.
Además, declaró sin vergüenza alguna que “entonces podrían trabajar mejor que antes”, expresando claramente que no tenía ninguna intención de cambiar sus erróneas tácticas. La Komintern, por el contrario, resolvió que el fascismo iba en contra de las bases de la democracia burguesa y que los comunistas debían poner al proletariado a la cabeza de la lucha contra éste (incluidos los métodos ilegales).
En este Congreso se aprobó la nueva política del Gobierno obrero (o Gobierno obrero y campesino) como extensión de la táctica del frente único proletario, para apartar a los socialdemócratas de la burguesía mediante esta proclama y promover luchas revolucionarias mediante medidas a favor del proletariado. Bordiga se mostró contrario a ésta pero al final la aceptó, aunque fuera de palabra.
Gramsci, en cambio, comprendió rápidamente la utilidad que la táctica del Gobierno obrero y campesino podía tener en la situación de Italia. Más aun cuando el fascismo permitía cierto nivel de lucha en el campo sindical pero lo cortaba de raíz en el político. A la hora de elegir el nombre de la revista oficial del PCI que la Komintern le había ordenado poner en marcha, escribió lo siguiente:
“Yo propongo como título l’Unità puro y simple, que tendrá un significado para los obreros y otro significado más general, porque creo que después de la decisión del Ejecutivo Ampliado [de la internacional Comunista] sobre el gobierno obrero y campesino, nosotros debemos dar una importancia especial a la cuestión meridional, es decir a la cuestión en la cual el problema de las relaciones entre obreros y campesinos se plantea no sólo como un problema de relación de clases, sino también y especialmente como un problema territorial, es decir como uno de los aspectos de la cuestión nacional.
Personalmente creo que la consigna “gobierno obrero y campesino” debe ser adaptada en Italia del siguiente modo: “República federal de los obreros y campesinos”. No sé si el momento actual es favorable para esto, pero creo no obstante que la situación que el fascismo va careando y la política corporativa y proteccionista de los confederales conducirá a nuestro partido a esta consigna (…)”.
Al CE del PCI [L’Unita] (1923) – Gramsci
Bordiga concebía la cuestión nacional solamente como burguesa y llegó a equiparar las guerras de liberación nacional y las guerra de rapiña, es decir, defendía el (tan combatido por Lenin) economismo imperialista: negar el derecho de autodeterminación en el centro imperialista y reivindicar directamente la independencia en las colonias, pero solo porque esto debía facilitar el desarrollo del capitalismo.
Por eso, calificaba de “reaccionarias” las proclamas a favor de la autonomía de las islas y del Sur y decía que se debían dejar de lado al analizar la cuestión campesina. Esto lo adornaba con palabrería muy “internacionalista”, por supuesto.
Gramsci, en cambio, siempre tuvo en cuenta la situación de colonialismo interno que la burguesía del Norte había producido en el país, que en el caso de las islas tomaba incluso carácter nacional. Relacionado con esto, ya en 1920 habló sobre la necesidad de la unión entre obreros y campesinos (tanto jornaleros como pequeño burgueses):
“La burguesía septentrional ha sojuzgado a la Italia meridional y a las islas y las ha reducido a colonias explotadas; el proletariado septentrional, emancipándose de la esclavitud capitalista, emancipará a las masas campesinas meridionales sometidas por la banca y el parasitismo industrial del Norte. La regeneración económica y política de los campesinos no debe buscarse en un reparto de las tierras incultas o mal cultivadas, sino en la solidaridad del proletariado industrial, que necesita, a su vez, de la solidaridad de los campesinos, cuyos “intereses” son que el capitalismo no renazca de la propiedad terrateniente y que la Italia meridional y las islas no se conviertan en una base militar de la contrarrevolución capitalista”.
Obreros y campesinos (1920) – Gramsci
Gramsci subrayaba que, en el sujeto revolucionario que el proletariado debía dirigir, también debía incluirse al resto de clases oprimidas de la población (incluyendo los pequeños burgueses del campo y la ciudad), adquiriendo una extraordinaria importancia el campesinado y sus reivindicaciones en la revolución de Italia. En la obra sobre la cuestión meridional que escribió (y que quedó sin acabar) más adelante, dijo:
“Los comunistas turineses se plantearon concretamente la cuestión de la “hegemonía del proletariado”, o sea de la base social de la dictadura proletaria y del estado obrero. El proletariado puede convertirse en clase dirigente y dominante en la medida en que consigue crear un sistema de alianzas de clase que le permita movilizar contra el capitalismo y el estado burgués a la mayoría de la población trabajadora, lo cual quiere decir en Italia, dadas las reales relaciones de clase existentes en Italia, en la medida en que consigue obtener el consenso de las amplias masas campesinas.
Pero la cuestión campesina está en Italia históricamente determinada, no es la “cuestión campesina y agraria en general”; en Italia la cuestión campesina tiene, por la determinada tradición italiana, por el determinado desarrollo de la historia italiana, dos formas típicas y peculiares: la cuestión meridional y la cuestión vaticana. Conquistar la mayoría de las masas campesinas significa, por tanto, para el proletariado italiano dominar esas dos cuestiones desde el punto de vista social, comprender las exigencias de clase que representan, incorporar esas exigencias a su programa revolucionario de transición, plantear esas exigencias entre sus reivindicaciones de lucha”.
Algunos temas sobre la cuestión meridional (1926) – Gramsci
Bordiga, por el contrario, subestimaba el movimiento campesino y las alianzas a establecer con éste, criticando los intentos que Gramsci había hecho de acercarse a éste con intención de librarlos de la influencia de los terratenientes y la Iglesia. Él desestimaba las luchas democráticas (proclamas que incluyen a todo el pueblo y que no son específicamente socialistas, incluyendo en algunas ocasiones a clases burguesas) llamándolas “interclasistas”. Además, rechazaba las fases que deben darse en un proceso revolucionario, las cuales van abriendo escenarios para poder alcanzar los objetivos finales y durante las cuales las proclamas y las alianzas entre clases deben modificarse.
Para justificar su concepción rígida y metafísica trataba de valerse de Marx y Lenin diciendo que éstos habían desecho esta “actitud oportunista”, lo cual es una grave mentira revisionista (no hay más que ver el último capítulo del mismo Manifiesto Comunista para darse cuenta de esto). En el caso de Marx, por ejemplo, es conocido que hablara sobre la necesidad en la revolución de Alemania contra el absolutismo de que el proletariado, una vez logradas las proclamas democráticas que satisficieran a la pequeña burguesía, deshiciera la alianza establecida con ésta y destruyera toda la maquinaria del Estado de los opresores.
En el caso de Lenin, expresó claramente la necesidad de establecer una alianza con todos los campesinos en la revolución de Rusia para derrocar al zarismo y dar comienzo a la fase democrático-burguesa, mientras que a la hora de pasar a la fase socialista debía establecerse solamente con los campesinos pobres. Esto le ocasionó tener que hacer frente a Trotsky, quien despreciaba la alianza con los campesinos y decía que la revolución debía ser directamente socialista.
“Tiene que reflejar la situación objetiva de hoy, con las posibilidades que se ofrecen al proletariado para una acción autónoma, de clase independiente; tiene que continuar, con los términos políticos actuales, la tradición de intérprete fiel e integral del programa de la Internacional comunista. El problema urgente, la consigna necesaria hoy es la del gobierno obrero y campesino.
Se trata de popularizarla, de adecuarla a las condiciones concretas italianas, de demostrar que se desprende de cada episodio de nuestra vida nacional, que resume y contiene en sí todas las reivindicaciones de la multiplicidad de partidos y de tendencias en la cual el fascismo ha disgregado la voluntad política de la clase obrera, pero especialmente la de las masas campesinas. Eso no significa, naturalmente, que debamos descuidar las cuestiones más propiamente obreras e industriales, sino al contrario.
La experiencia ha probado, también en Italia, la importancia que tienen en el período actual las organizaciones de fábrica, desde la célula del partido hasta la comisión interna, hasta la representación de toda la masa. (…) Al trabajo, pues: nuestros mejores camaradas deben convencerse de que se trata también de una afirmación política, de una manifestación de la vitalidad y la capacidad de desarrollo de nuestro movimiento, de una demostración, por tanto, antifascista y revolucionaria”.
El programa de L’Ordine Nuovo (1924) – Gramsci
A la vuelta del IV Congreso comenzaron las detenciones en masa de comunistas y apresaron a Bordiga (también había una orden de detención contra Gramsci pero continuaba en Moscú, en un sanatorio). Entonces la Komintern envió una carta a la dirección del PCI revocando las tesis sobre táctica de Bordiga y diciendo que esta concepción estaba en discordancia con la línea de la Internacional Comunista.
En respuesta a esto, Bordiga escribió un manifiesto en la cárcel desestimando la política del frente único proletario y del Gobierno obrero y campesino: según él esto llevaba al oportunismo porque era contrario a los principios y el programa comunista y el Partido no debía realizar acción política sino únicamente agitación a favor de la dictadura del proletariado, esperando al “día de salvación” en el que el proletariado se levantara militarmente. A continuación dimitió del Comité Central del PCI. De allí unos meses lo absolvieron mientras que Gramsci tuvo que ir al exilio, a Viena, por orden de la Komintern.
Gramsci se negó a firmar este manifiesto porque no estaba de acuerdo con lo que decía y porque “no quería parecer un perfecto payaso”. Ahí vio Gramsci que era necesario luchar contra los “extremistas de izquierda” si se quería desarrollar el Partido Comunista y “dejar de ser una simple fracción externa del Partido Socialista”. Según lo dicho en otra carta, hasta entonces no había hecho frente a Bordiga para evitar la fractura que la egolatría de éste habría provocado en el seno del PCI, pero ya no podía continuar así. Los bordiguistas escribieron una segunda versión, pero Gramsci también la rechazó. Al final el PCI decidió no publicar este manifiesto.
“En primer lugar, porque la concepción política de los comunistas rusos se ha formado en un terreno internacional, y no en el nacional; en segundo lugar, porque en la Europa central y occidental el desarrollo del capitalismo ha determinado no sólo la formación de amplios estratos proletarios, sino también, y por lo mismo, la aristocracia obrera, con sus anexos de burocracia sindical y de grupos socialdemócratas.
La determinación, que en Rusia era directa y lanzaba las masas a la calle, al asalto revolucionario, en Europa central y occidental se complica con todas estas superestructuras políticas creadas por el superior desarrollo del capitalismo, hace más lenta y más prudente la acción de las masas y exige, por tanto, al partido revolucionario toda una estrategia y una táctica mucho más complicadas y de más respiro que las que necesitaron los bolcheviques en el período comprendido entre marzo y noviembre de 1917”.
Carta a Togliatti, Terracini y otros (1924) – Gramsci
En abril de 1924 se celebraron elecciones bajo el fascismo, donde el bloque de las derechas consiguió la mayoría absoluta. El PCI también consiguió unos pocos escaños y Gramsci fue elegido diputado, pudiendo volver a Roma gracias a la inmunidad que esto le confería. Pero en junio los fascistas asesinaron al diputado del PSI Matteotti, quien había denunciado irregularidades en las elecciones. Esto provocó la “crisis Matteotti”: paros parciales, la opinión publica del lado de los antifascistas, la pequeña burguesía redujo su apoyo… y los diputados antifascistas decidieron salir del parlamento. Los bordiguistas criticaron esto (bajo el fascismo sí era necesario estar en el parlamento, por lo visto).
“De la actitud y de la conducta de los diversos partidos dispuestos hoy en el frente de la lucha antifascista se puede en seguida hacer una primera afirmación: la impotencia de la oposición constitucional. Estos partidos, en el pasado, con la oposición al fascismo tendían evidentemente a atraer hacia sí a la pequeña burguesía y en parte a aquellas capas de la burguesía que, viviendo al margen de la plutocracia dominante, padecen en parte las consecuencias de su predominio absoluto y aplastante en la vida económica y financiera del país. Aquéllos tienden hacia sistemas menos dictatoriales de gobierno.
Estos partidos pueden hoy decir que han logrado su objetivo, que constituye para ellos la premisa para conducir a fondo la lucha contra el fascismo. Su acción, sin embargo, que en la situación actual debería tener un valor decisivo, se muestra incierta, equívoca e insuficiente. Refleja en su sustancia la impotencia de la pequeña burguesía para afrontar por sí sola la lucha contra el fascismo, impotencia determinada por un complejo de razones, de las que deriva también la actitud característica de estas capas eternamente oscilantes entre el capitalismo y el proletariado.
Estas cultivan la ilusión de resolver la lucha contra el fascismo en el terreno parlamentario, olvidando que la naturaleza fundamental del gobierno fascista es la de una dictadura armada, a pesar de todos los adornos constitucionales que trata de aplicar a la milicia nacional. Esta, por otra parte, no ha eliminado la acción del escuadrismo y de la ilegalidad: el fascismo en su verdadera esencia está constituido por las fuerzas armadas que operan directamente por cuenta de la plutocracia capitalista y de los agrarios. Abatir al fascismo significa en definitiva aplastar definitivamente estas fuerzas, y esto no se puede conseguir sino en el terreno de la acción directa.
Cualquier solución parlamentaria resultará impotente. Cualquiera que sea el carácter del gobierno que de tal solución pudiera derivarse, se trate de la recomposición del gobierno de Mussolini o de la formación de un gobierno llamado democrático (lo que por otra parte es bastante difícil), ninguna garantía podrá tener la clase obrera de que sus intereses y sus derechos más elementales se vean asegurados, aun en los límites que permite un Estado burgués y capitalista, mientras aquellas fuerzas no sean eliminadas. (…) El hecho de que fuerzas no obreras convergen en el frente antifascista no cambia nuestra afirmación según la cual las clase obrera es la única clase que pueda y deba ser el guía dirigente en esta lucha”.
La crisis de la pequeña burguesía (1924) – Gramsci
En octubre, después de que el CC del PCI lo eligiera secretario general, Gramsci lanzó la propuesta de crear un antiparlamento a los partidos de la oposición con intención de utilizar la fisura que el fascismo había provocado en el bloque dominante de la burguesía. Los bordiguistas también criticaron esto porque tenía objetivos “democráticos y burgueses”, cuando precisamente servía para aflorar que las fuerzas democrático-burguesas no tenían capacidad para hacer frente de verdad al fascismo. Gramsci calificó esto de “rigidez formalista de la izquierda bordiguiana indígena” que se contraponía al leninismo.
“En el movimiento de oposición al fascismo la parte más importante ha pasado al Partido Liberal porque el bloque no tiene otro programa que oponer al fascismo que el viejo programa liberal de la democracia burguesa parlamentaria, el retorno a la Constitución, a la legalidad, a la democracia. En la discusión sobre la sucesión al fascismo, según el congreso del Partido Liberal, la oposición pone al pueblo italiano ante una disyuntiva: o el fascismo o el liberalismo; o un gobierno de Mussolini de dictadura sangrienta o un gobierno de Slandri, Gioliotti, Amendola, Turati, don Sturzo o Vella tendente al restablecimiento de la buena y vieja democracia liberal italiana, bajo cuya máscara la burguesía seguirá ejerciendo su dominio explotador.
(…) La acción de la masa de los proletarios industriales y de los campesinos es necesaria para la derrota del fascismo, para la lucha de clases con todas sus consecuencias. Sin duda, el proletariado debe y tiene que utilizar, en su lucha contra el fascismo, las contradicciones y las luchas que se han desarrollado en el seno de la burguesía y la pequeña burguesía. Pero sin la acción directa el fascismo nunca podrá ser derribado.
Plantear el problema de esta manera significaría, al mismo tiempo, plantear claramente la cuestión de la sucesión del fascismo. Con la derrota del fascismo por la acción de las masas obreras y campesinas el liberalismo no tendrá ningún papel en la sucesión: este derecho pertenece al gobierno de los obreros y campesinos que será el único capaz y tendrá la sincera determinación de desarmar a las milicias fascistas, armando a la clase obrera y a los campesinos”.
Ni fascismo ni liberalismo: ¡sovietismo! (1924) – Gramsci
Pero los partidos de oposición rechazaron la propuesta de antiparlamento porque no querían apoyar aquello que de veras era necesario para luchar contra el fascismo, esto es, la movilización revolucionaria de las masas trabajadoras, de los obreros y los campesinos. Entonces los comunistas tuvieron que volver al parlamento (y entonces los bordiguistas en contra también). Para final de año el PCI alcanzó a tener treinta mil miembros (más que el PSI), tres veces más que cuando el fascismo llegó al poder. Esto planteó el desafío de limpiar de bordiguismo y “bolchevizar” el Partido Comunista.
La lucha por la “bolchevización” del PCI
En junio del año 1924 se celebró el V Congreso de la Komintern en Moscú, el primero tras la muerte de Lenin. En éste, además de ratificar la política del frente único proletario y del Gobierno obrero y campesino, se aprobó la política de “bolchevizar” los Partidos Comunistas. Bujarin dio un discurso en contra de Bordiga, llamándolo “revisionista” por desfigurar la teoría de Marx, echándole en cara “olvidarse de las masas”, denunciando sus intenciones de “convertir al partido en secta”, diciendo que su línea era la de “la minoría terrorista” y calificando a sus seguidores de “fracción anticomunista”. Al final del Congreso la Komintern reorganizó el Comité Ejecutivo del PCI y expulsó de éste a Bordiga.
El punto de vista de Bordiga en torno al Partido nunca fue el de los bolcheviques: estaba en contra del centralismo democrático y en vez de éste proponía el centralismo “orgánico” (porque quedaba mal decir directamente burocrático), donde el comité de “sabios” (¿o era de majaras?) elegido por la “Mano de Dios” era amo y señor. Para justificar esto decía que la democracia era cosa de la burguesía y que los comunistas debían abandonarla (llegó a decir que por ser antidemocrático la minoría tenía un punto de vista más revolucionario que la mayoría…).
En este partido aristocrático y burocrático cualquiera podía entrar o salir en cualquier momento, ya que al no haber democracia interna daba igual ser miembro del partido o no, puesto que solamente quienes obedecían las órdenes de la asamblea de majaras eran considerados militantes (¡e incluso “trabajadores”!). Esto no tenía nada que ver con la disciplina bolchevique, situándose en el campo organizativo más cerca de los mencheviques (¡o del anarquismo!).
A pesar de que Bordiga no pudiera imponer del todo su concepción reaccionaria en el PCI, sí que tuvo influencia en el funcionamiento de sus primeros años. Así describió Gramsci sus consecuencias:
“Como reacción al funcionamiento habitual en el Partido Socialista, en el que se discutía mucho y se resolvía poco, cuya unidad por el choque continuo de las fracciones, de las tendencias y con frecuencia de las camarillas personales se rompía en una infinidad de fragmentos desunidos, en nuestro Partido habíamos llegado a un punto en el que ya no se discutía nada. La centralización, la unidad de dirección y unidad de concepción se había convertido en un estancamiento intelectual.
A ello contribuyó la necesidad de la lucha incesante contra el fascismo, que ya en la fundación de nuestro Partido había pasado a su fase activa y ofensiva, pero contribuyeron también la errónea concepción del Partido, tal como fue expuesta en las Tesis sobre la táctica presentadas al Congreso de Roma. La centralización y la unidad eran concebidas mecánicamente: el Comité Central, y más bien el Comité Ejecutivo era todo el Partido, en lugar de representarlo y dirigirlo. Si esta concepción fuera permanentemente aplicada, el Partido perdería su carácter político distintivo y se convertiría, en el mejor de los casos, en un ejército (y un ejército de tipo burgués); perdería su fuerza de atracción y se separaría de las masas”.
La preparación ideológica de la masa (1925) – Gramsci
En el campo del nivel teórico de los miembros del Partido, tras criticar las “universidades sin color de partido” en la formación de los militantes también denunció la influencia que tuvo el bordiguismo:
“Falta en nuestro Partido un profundo conocimiento de la doctrina del marxismo y por consiguiente, también del leninismo. Sabemos que esto se halla relacionada con la tradición del movimiento socialista italiano, en cuyo seno faltó toda discusión teórica que interesase profundamente a las masas y contribuyese a su formación ideológica.
Sin embargo, también es verdad que nuestro Partido no ha contribuido hasta hoy a superar este estado de cosas y que el camarada Bordiga contribuye a mantenerlo confundiendo la postura reformista tendente a sustituir la acción revolucionaria de las masas por una indeterminada actividad cultural, con la actividad interna del Partido dirigida a elevar el nivel de todos sus miembros hasta el completo conocimiento de los fines inmediatos y lejanos del movimiento revolucionario”.
La situación interna de nuestro Partido y las tareas del próximo Congreso (1925) – Gramsci
Hacia finales de marzo de 1925 Gramsci viajó a Moscú a la V Reunión ampliada del Comité Ejecutivo de la Komintern. En esta reunión Zinoviev acusó a Bordiga de haberse pasado a “la extrema derecha”. Allí Gramsci tuvo que escuchar acusaciones de “carbonarismo” (la tendencia no salir de la clandestinidad). Ante esto defendió la actividad que el PCI llevaba adelante utilizando la legalidad y la ilegalidad (ha de recordarse que de allí a unos meses Gramsci dio un discurso en el parlamento fascista, donde entre continuas interrupciones defendió que la nueva ley contra los masones sería utilizada contra los comunistas). En esta reunión también denunció la tendencia liquidacionista a basar la organización del Partido en asambleas amplias en lugar de en células.
“Es cierto que la situación en que nos encontramos es mucho más difícil que en la que se encontraban los bolcheviques rusos, ya que nosotros debemos luchar no sólo contra la reacción del Estado fascista, sino también contra la reacción de los reformistas en los sindicatos. Precisamente porque es más difícil la situación, más fuertes deben ser nuestras células tanto organizativa como ideológicamente. En todo caso, la bolchevización, por lo que ha reflejado en el campo organizativo, es una necesidad imprescindible.
Nadie osará decir que los criterios leninistas de organización del Partido sean propios de la situación rusa y que sea un hecho puramente mecánico su aplicación a la Europa occidental. Oponerse a la organización del Partido por célula significa estar aún ligado a la vieja concepción socialdemocrática, significa encontrarse realmente en el terreno de derecha, esto es, en un terreno en el que no se quiere luchar contra la socialdemocracia”.
La situación interna de nuestro Partido y las tareas del próximo Congreso (1925) – Gramsci
Bordiga coincidía con el socialdemócrata Serrati en esta cuestión: en lugar de las células defendía las asambleas amplias, donde los intelectuales “orgánicos” (los burócratas) podían controlar mejor el partido. Frente a las células a nivel de fábrica que Gramsci apoyaba para que el Partido Comunista tuviera como base mayormente a la clase obrera, Bordiga defendía las asambleas amplias en las que participaban miembros de todas las clases, para que los “sacerdotes” de origen pequeñoburgués (como Bordiga) tuvieran más fácil mantener bajo control a la “parroquia”.
“La gran importancia de estas cuestiones y las graves repercusiones que pueden acarrear si son resueltas incorrectamente (“originalmente”, diría el Comité de Enlace), puede apreciare en la cuestión de las células, que el Partido pretende constituir como su base, en lugar de las viejas secciones o asambleas territoriales. El Comité de Enlace está en contra de las células. ¿Por qué? Está claro: las células de fábrica están constituidas, o deben tender a estarlo, sólo por obreros: pero el obrero no puede ser revolucionario; por el contrario, es revolucionario en la asamblea territorial, evidentemente porque en ésta hay también abogados, profesores…
Todo el espacio que el Comité de Enlace dedica a los sistemas organizativos del Partido es un cúmulo de errores y afirmaciones ridículas (…).”
El Partido se refuerza combatiendo las desviaciones antileninistas (1925) – Gramsci
Para dejar de lado la organización basada en células, Bordiga empezó a decir que la situación de Rusia era diferente a la de Italia. Esto no tenía sentido, por un lado, porque la situación de Italia bajo el fascismo no era tan diferente de la autocracia zarista, y por otro, porque si eso fuera así no tendría sentido que la base organizativa del Partido bolchevique, aun estando en el poder, siguiera siendo de células. Más tarde dijo que las células no eran útiles en una situación de democracia burguesa, refiriéndose a Italia…
Para hacer frente a esto Gramsci trajo a colación el discurso que Lenin ofreció en el III Congreso de la Komintern, en el que explicó que los partidos comunistas occidentales también debían organizarse en base a células (no confundir con las directrices sobre crear células en sindicatos y organizaciones de masas).
Entonces Bordiga dijo que era un “descubrimiento” (algún bordiguista incluso dijo que era un “invento”) y que no era válido, cuando Lenin había dado ese discurso precisamente porque no había quedado claro en el anterior Congreso. Bordiga, totalmente derrotado, acabó diciendo que las contradeducciones de Lenin no lo habían satisfecho y usando como excusa que las células no eran una solución completa contra el oportunismo. Al fin y al cabo, más allá de ser una cuestión organizativa, era una cuestión política.
“Todo este párrafo sobre las células es un montón de tonterías sin sentido común y sin fundamentos de perspectiva histórica. En realidad, la concepción que el Comité de Enlace tiene del Partido Comunista es una concepción retardataria, propia del periodo inicial del capitalismo mientras que la concepción leninista, tal como se refleja en el sistema organizativo de las células, es la concepción propia de la fase imperialista, es decir, de la fase en que se organiza la revolución”.
El Partido se refuerza combatiendo las desviaciones antileninistas (1925) – Gramsci
Pero el embrollo provocado por el bordiguismo no era solo de escala nacional, sino también internacional. Y no es de extrañar, ya que según Bordiga que los partidos comunistas se dividieran en fracciones y que éstas lucharan entre ellas y contra la Komintern era la norma (sobre todo cuando es uno mismo el que se dedica a hacerlo), lo que una vez más está en oposición al bolchevismo.
“En este sentido, solamente hay que decir que el espíritu internacionalista no se practica mucho en el sentido general de la solidaridad internacional. Esta era una situación existente en el Partido Socialista y que se reflejó en perjuicio nuestro en el Congreso de Liorna. Persistió en parte bajo otras formas con la tendencia suscitada por el camarada Bordiga a reivindicar especiales títulos de nobleza al llamarse seguidores de una pretendida “izquierda italiana”. (…) Pero la debilidad mayor de nuestro Partido es la que señala Lenin en el punto tercero: el gusto por los ademanes revolucionarios y por las superficiales frases “rojas” es el rasgo más relevante, no de Bordiga mismo, sino de los elementos que dicen seguirlo”.
La situación interna de nuestro Partido y las tareas del próximo Congreso (1925) – Gramsci
En opinión de Gramsci, la base del bordiguismo era, por un lado, que en Italia la clase obrera fuera minoritaria en el pueblo trabajador y que estuviera principalmente en el Norte, y por otro, la infiltración de la pequeña burguesía que, a pesar de tener intereses contra el capitalismo, no quería llevar la lucha hasta el final. Esto se vio reforzado por la situación que Lenin expuso en La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo: cuando hay un Turati, y un Serrati que no lucha contra éste, es normal que aparezca un Bordiga. Pero cuando ya no está ni el uno ni el otro, ¿qué pinta un Bordiga ahí? – pregunta Gramsci.
“Evidentemente, el elemento de la situación nacional era preponderante en la formación política del camarada Bordiga y había cristalizado en él un estado permanente de pesimismo sobre la posibilidad de que el proletariado y su partido pudiesen salir inmunes de las infiltraciones de la ideología pequeñoburguesa sin la aplicación de una táctica política extremadamente sectaria, que hacía imposible la aplicación y la realización de los dos principios que caracterizan el bolchevismo: la alianza entre obreros y campesinos y la hegemonía del proletariado en el movimiento revolucionario anticapitalista.
La línea a adoptar para combatir estas debilidades de nuestro Partido es la de la lucha por la bolchevización. La acción a emprender debe ser predominantemente ideológica, pero debe convertirse en política por lo que respecta a la extrema izquierda, es decir, la tendencia representada por el camarada Bordiga, que del fraccionalismo latente pasará necesariamente al fraccionalismo abierto y en el Congreso tratará de cambiar la dirección política de la Internacional”.
La situación interna de nuestro Partido y las tareas del próximo Congreso (1925) – Gramsci
En junio, tras andar negándolo durante meses, hicieron público en una carta a L’Unita que existía el “Comité de Enlace de la Izquierda” dirigido por Bordiga. A pesar de que el manifiesto no llevara su firma, al día siguiente reconoció que era parte de éste (lo que no sorprendió a nadie) pero que no lo firmó por “practicismo” (es decir, por conveniencia). Además, ¡se quejaba de que la dirección del PCI diera voz solo “a una de las partes” y de que pusieran en su boca cosas que no había dicho!
El propósito del “Comité de Fracción” (así lo llamó Gramsci) era desviar el debate que debía darse para el siguiente Congreso del Partido y utilizarlo para alimentar sus objetivos divisionistas, lo que los situaba directamente fuera del PCI y de la Komintern. Bordiga llegó a acusar a la dirección del PCI de “envenenar el ambiente” por hacer frente a sus insultos y mentiras. La Komintern condenó esta fracción y ordenó su disolución.
En esta carta los bordiguistas reivindicaron otro punto importante de su concepción antileninista en torno al Partido: el de que fuera una “síntesis” del proletariado, y no una parte de la clase, la más consciente y disciplinada concretamente.
“Según la doctrina del leninismo, el Partido Comunista es la vanguardia del proletariado y, por tanto, la parte más avanzada de una clase determinada, y sólo de ésta. Naturalmente, en el Partido pueden entrar también otros elementos sociales (intelectuales y campesinos), pero debe quedar bien claro que el Partido es orgánicamente una parte del proletariado.
Según el Comité de Enlace, el Partido no es una parte de una clase, sino una “síntesis” de proletarios, campesinos, desertores de la clase burguesa e incluso de otras (este es un etcétera muy misterioso en las “tesis”). Para el Comité de Enlace el Partido es, pues, una organización interclasista, una síntesis de intereses que no puede sintetizarse de ningún modo; naturalmente, este “pastiche” original trata de pasar por marxismo”.
El Partido se refuerza combatiendo las desviaciones antileninistas (1925) – Gramsci
Gramsci reconocía que los intelectuales eran necesarios para introducir en el movimiento obrero la conciencia de clase revolucionaria, la de conquistar el poder político para superar el capitalismo, sustituyendo a la ideología sindicalista que se desarrolla espontáneamente. Pero como clase es el proletariado el que deviene revolucionario mediante su Partido de vanguardia de nuevo tipo.
“Esta concepción está impregnada de un fuerte pesimismo con respecto a la capacidad de los obreros como tales. Sólo los intelectuales pueden ser “verdaderamente” revolucionarios comunistas, sólo los intelectuales pueden ser “hombres políticos”. Los obreros son obreros y no pueden dejar de serlo mientras el capitalismo les oprime: bajo la opresión capitalista el obrero no puede desarrollarse por completo, no puede salir del estrecho espíritu corporativo. ¿Qué es entonces el Partido? Sólo el restringido grupo de sus dirigentes (en este caso sólo el Comité de Enlace) que “reflejan” y “sintetizan” los intereses y las aspiraciones generales de las masas, incluso del Partido”.
El Partido se refuerza combatiendo las desviaciones antileninistas (1925) – Gramsci
Para Gramsci, en cambio, los obreros entraban al Partido Comunista como individuos políticos y teóricos del socialismo, y se desarrollaban continuamente mediante su actividad en el seno de éste hasta convertirse en jefes del movimiento revolucionario (no como en el sindicato, donde entraban solamente como trabajadores). La concepción de Bordiga era la concepción de los pequeños grupos de intelectuales pequeñoburgueses, que ven a la clase obrera como inferior e incapaz de liberarse a sí misma, como objeto y no sujeto de la revolución.
“Hasta la Comuna de Paris podía decirse que “el Partido es el órgano que sintetiza y unifica los impulsos individuales y de grupo provocados por la lucha de clases”, es decir, que el Partido se limita a registrar los progresos de la clase obrera y a hacer labor de propaganda ideológica; pero hoy no estamos en 1848, hoy existe un profundo y amplio movimiento revolucionario de masas, y el Partido guía a las masas, dirige la lucha de clases, y no se limita a levantar acta. Es bastante “original” que se tome por “izquierdismo” una concepción tan retardataria y reaccionaria”.
El Partido se refuerza combatiendo las desviaciones antileninistas (1925) – Gramsci
Tras aguantar tanta palabrería y demagogia, Gramsci terminó su respuesta con una opinión general sobre la carta de la fracción de Bordiga:
“No hay en este documento nada nuevo ni original. Se trata de un cúmulo indigesto de viejos errores y desviaciones del marxismo, que pueden parecer “originalidades” sólo a quien no conozca la historia del movimiento obrero. Lo que impresiona en este documento no es tanto el error político como la decadencia intelectual de quien lo ha redactado”.
El Partido se refuerza combatiendo las desviaciones antileninistas (1925) – Gramsci
Después de todas estas discusiones, a pesar de saber que éstas estaban “históricamente ya ganadas”, quedo muy claro para Gramsci que no se podía dejar caer de nuevo el PCI en manos de Bordiga y su equipo de “obispos”:
“Afirmamos que sólo la táctica que ha seguido el Comité Central, en conformidad con las deliberaciones de los congresos mundiales de los dos últimos años, le ha permitido plantear en términos reales el problema de crear en Italia el partido de la clase obrera como un partido de masas y no como una secta completamente aislada de las masas y fosilizada en la repetición de una vacía fraseología revolucionaria. Es más, afirmamos que una vuelta a las tácticas “bordiguianas” nos haría perder rápidamente todo lo que hemos obtenido, y tendría las más graves consecuencias no sólo para el partido, sino también para la clase obrera.
Colocada entre la organización sectaria “bordiguiana” y las formaciones contrarrevolucionarias en estado de ruina (Maximalistas, Unitaristas, Aventianas y similares) la clase obrera caería en la pasividad, en la inercia, en la desintegración, de la que en cambio nosotros hemos rescatado”.
Sobre el funcionamiento del Comité Central del Partido (1925) – Gramsci
Gramsci, junto con Togliatti, comenzó a escribir las tesis para el III Congreso del PCI: en éstas trataban temas como el análisis concreto de la historia y la situación de la lucha de clases de Italia, el carácter del Partido, la cuestión de las células, la alianza entre obreros y campesinos y la conquista de la mayoría. Tras reunirse más de una vez con Bordiga y sus seguidores, éste le dijo a Gramsci que iba a presentar sus propias tesis. Para escoger a los delegados que irían a este Congreso, se realizaron entre dos y tres mil reuniones y más de cien juntas provinciales, siendo al fin elegidos unos sesenta.
La victoria de los marxista-leninistas en Lyon
A finales del año 1926 se celebró el III Congreso del PCI en la ciudad francesa de Lyon, debido a la situación de clandestinidad. Por eso se le conoce como el Congreso de Lyon. En éste, el primero en el que se le dio a la militancia la oportunidad de elegir directamente, se enfrentaron cara a cara las tesis de la dirección marxista-leninista del PCI y de la fracción extremista de Bordiga.
Nada más comenzar los bordiguistas presentaron una moción con intención de invalidar las resoluciones que se tomaran en el Congreso, lo que después de tantos esfuerzos para prepararlo fue rechazado a una voz. Como pudo verse durante el Congreso, a medida que los verdaderos comunistas fueron haciendo su trabajo la fuerza de los bordiguistas fue decayendo, algunos de ellos pasándose incluso al lado de Gramsci y los otros.
En la obra La situación de Italia y las tareas del PCI (las tesis de Lyon), después de explicar la historia de la lucha de clases en Italia, la caracterización del fascismo y las bases del Partido Comunista, Gramsci acometió la critica al bordiguismo:
“27. Existe igualmente un riesgo de desviación de izquierda de la ideología marxista y leninista, ligado a los orígenes del partido y a la situación general del país. Está representado por la tendencia extremista conducida por el compañero Bordiga. (…) reaccionó la extrema izquierda con una ideología particular, es decir, con una concepción de la naturaleza del partido, de su función y de su táctica que es contraria a la del marxismo y el leninismo:
a) la extrema izquierda define al partido, subestimando o pasando por alto su contenido social, como un “órgano” de la clase obrera, que se constituye por síntesis de elementos heterogéneos. El partido debe ser definido, en cambio, poniendo de relieve sobre todo el hecho de que es una “parte” de la clase obrera. El error en la definición del partido lleva a formular equivocadamente los problemas organizativos y los problemas tácticos;
b) para la extrema izquierda la función del partido no consiste en guiar en todo momento a la clase esforzándose por mantenerse en contacto con ella a través de todas las modificaciones de la situación objetiva, sino en elaborar cuadros preparados para conducir a la masa cuando el desarrollo de la situación la haga acercarse al partido, haciéndole aceptar las posiciones programáticas y de principio fijadas por él;
c) en lo que se refiere a la táctica, la extrema izquierda sostiene que esta no debe estar determinada respecto a la situación objetiva y a la posición de las masas, de manera que adhiera siempre a la realidad manteniendo un contacto permanente con las capas más amplias de la población trabajadora, sino que debe definirse en base a preocupaciones formalistas (…) imponiendo a la táctica límites rígidos y formales de carácter exterior (en el campo organizativo: la “adhesión individual”, o sea el rechazo de las “fusiones”, las cuales, no obstante, siempre pueden ser, en determinadas condiciones, un medio muy eficaz para que el partido extienda su influencia; en el campo político: encubrimiento de los términos del problema de la conquista de la mayoría, frente único sindical y no político, ninguna diferenciación en la manera de luchar contra la democracia en función del grado de adhesión de las masas a formaciones democráticas contrarrevolucionarias y de la inminencia y gravedad de una amenaza reaccionaria, rechazo de la consigna de un gobierno obrero y campesino).
Se apela pues a un análisis de la situación de los movimientos de masa únicamente para controlar una línea deducida en base a preocupaciones formalistas y sectarias: en la determinación de la política del partido nunca se tiene en cuenta el elemento particular; se quiebra la visión unitaria y global que es propia de nuestro método de investigación política (dialéctica); la actividad del partido y sus consignas pierden eficacia y valor, reduciéndose a actividades y consignas de simple propaganda.
La pasividad política del partido es una consecuencia inevitable de esa posición. Un aspecto de ella fue, en el pasado, el “abstencionismo”, lo que permite acercar al extremismo de izquierda y al maximalismo a las desviaciones de derecha. Tal como las tendencias de derecha, es expresión de un escepticismo sobre la posibilidad de que la masa obrera organice por sí misma un partido de clase que sea capaz de conducir a las grandes masas esforzándose por mantenerse en todo momento ligado a ella”.
La situación italiana y las tareas del PCI (1926) – Gramsci
Tras defender la línea de la Komintern, Gramsci pasó a tratar la cuestión de las células:
“29. (…) Todas las objeciones al principio que funda la organización del partido sobre la base de la producción parten de concepciones que están ligadas a clases ajenas al proletariado, aunque sean defendidas por compañeros y grupos que se dicen de “extrema izquierda”. Se basan en una consideración pesimista de las capacidades revolucionarias del obrero y del obrero comunista, y expresan el espíritu antiproletario del pequeño burgués intelectual, que cree ser la sal de la tierra y ve en el obrero el instrumento material del trastrocamiento social y no el protagonista consciente e inteligente de la revolución”.
La situación italiana y las tareas del PCI (1926) – Gramsci
Gramsci se mostró contra el fraccionalismo y a favor de la democracia interna, defendiendo las bases del centralismo democrático. Entonces se acordó del “Comité de Enlace”:
“33. (…) Entre los diversos grupos que han dado origen al Partido Comunista de Italia subsisten algunas divergencias que deben desaparecer mediante una profundización de la común ideología marxista y leninista. Sólo entre los partidarios de la ideología antimarxista de extrema izquierda se ha mantenido durante largo tiempo una homogeneidad y una solidaridad de carácter fraccionista. Hubo incluso, con la creación del llamado “comité de enlace”, un intento de pasar del fraccionismo larvado a la lucha abierta de fracción. La amplitud de la reacción del partido ante este nefasto intento de dividir sus fuerzas es la prueba más convincente de que, en este campo, todo intento de volver a los hábitos de la socialdemocracia está condenado al fracaso”.
La situación italiana y las tareas del PCI (1926) – Gramsci
Después de decir que en el funcionamiento interno había que estimular la iniciativa de la militancia y hacer trabajo ilegal, Gramsci analizó las tareas de dirección del Partido:
“36. El principio de que el partido dirige a la clase obrera no debe ser interpretado mecánicamente. No hay que creer que el partido puede dirigir a la clase obrera mediante una imposición autoritaria externa; esto no es válido ni para el período precedente a la conquista del poder ni para el que le sigue. El error de una interpretación mecánica de este principio debe ser combatido en el partido italiano como una posible consecuencia de las desviaciones ideológicas de extrema izquierda; estas desviaciones conducen de hecho a una arbitraria sobrestimación formal del partido en lo que se refiere a la función de conducción de la clase.
Afirmamos que la capacidad de dirigir a la clase no está en relación con el hecho de que el partido se “proclame” órgano revolucionario de la misma sino con que “efectivamente” logre, como una parte de la clase obrera, ligarse con todos los sectores de la clase e imprimir a la masa un movimiento en la dirección deseada y favorecida por las condiciones objetivas. Sólo como consecuencia de su acción entre las masas el partido podrá obtener que lo reconozcan como “su” partido (conquista de la mayoría) y sólo una vez cumplida esta condición puede afirmar que la clase obrera lo sigue. Las exigencias de esta acción entre las masas son superiores a todo “patriotismo” de partido”.
La situación italiana y las tareas del PCI (1926) – Gramsci
Tras analizar el papel de vanguardia del Partido y su relación con las organizaciones de masas y subrayar el trabajo en los sindicatos, pasó a analizar la utilización revolucionaria de las luchas parciales y las reivindicaciones inmediatas:
“39. (…) El partido combate la concepción según la cual debería abstenerse de apoyar o de tomar parte en acciones parciales puesto que los problemas que interesan a la clase trabajadora sólo pueden resolverse con el derrocamiento del régimen capitalista y con una acción general de todas las fuerzas anticapitalistas. Es consciente de la imposibilidad de mejorar seria y duraderamente la condición de los trabajadores en el período del imperialismo y antes de que sea derrocado el régimen capitalista.
La agitación de un programa de reivindicaciones inmediatas y el apoyo a las luchas parciales es, no obstante, la única manera de ganar a las grandes masas y de movilizarlas contra el capital. Por otra parte, toda agitación o victoria de las categorías obreras en el campo de las reivindicaciones inmediatas hace más aguda la crisis del capitalismo y acelera subjetivamente su caída en la medida en que vulnera el inestable equilibrio económico sobre el cual hoy basa su poder”.
La situación italiana y las tareas del PCI (1926) – Gramsci
Gramsci relacionaba esto con el frente único proletario, subrayando su carácter político, anticapitalista y antifascista, y que incluiría también a los campesinos. También reivindicó la necesidad de soluciones intermedias en las tareas de dirección de las masas para quitar el disfraz a los partidos burgueses. Por último expresó la necesidad de reivindicar el Gobierno obrero y campesino, pero dejando claro que era una lucha preliminar a favor de la dictadura del proletariado.
La votación final del Congreso dejó el siguiente resultado: con una participación del 81,1 % (debido a la situación clandestina), las tesis de Gramsci tuvieron el apoyo del 90,8 %, mientras que las de Bordiga recibieron un 9,2 %. Todo el nuevo Comité Central del PCI elegido era favorable a la línea marxista-leninista, quedándose los bordiguistas fuera de él. Gramsci fue elegido secretario general del Partido. Después del Congreso Gramsci escribió un informe sobre éste, donde hizo un resumen de las discusiones que se dieron y las resoluciones que se adoptaron en él:
“Ciertamente hubo resistencias en el congreso y el episodio culminante, que todos los compañeros recuerdan, fue la constitución del Comité de Enlace, es decir, el intento de constituir una fracción organizada que se enfrentara al CC en la dirección del Partido. En realidad la constitución del comité de enlace fue el síntoma más relevante de la disgregación de la extrema izquierda, la cual, ya que sentía que perdía progresivamente terreno en las filas del Partido, intentó galvanizar las pocas fuerzas que le quedaban, con un acto clamoroso de rebelión.
Es notable el hecho de que después de la derrota ideológica y política sufrida por la extrema izquierda, ya en el período preparatorio del congreso, su núcleo más resistente haya ido asumiendo posiciones cada vez más sectarias y de hostilidad hacia el Partido, del cual se sentía cada día más lejano y separado. Estos compañeros no sólo siguieron manteniéndose en el terreno de la más obstinada oposición sobre determinados puntos concretos de la ideología y de la política del Partido y de la Internacional, sino que buscaron sistemáticamente motivos de oposición sobre todos los puntos, para poder presentarse en bloque, casi como un partido en el Partido.
Es fácil imaginar que partiendo de una posición semejante se debería llegar, durante el desarrollo del congreso, a actitudes teóricas y prácticas en las que lo dramático, que era reflejo de la situación general en que se debe mover el Partido, difícilmente se distinguía de una cierta actuación que aparecía como pose a quienes realmente habían luchado y se habían sacrificado por la clase proletaria”.
Cinco años de vida del Partido (1926) – Gramsci
En el Congreso los bordiguistas acusaron a Gramsci de compartir la concepción del filosofo burgués Benedetto Croce en lugar del materialismo histórico de Marx y Engels. El Congreso, sin embargo, decidió elevar el nivel de la teoría del socialismo científico en el seno del Partido y no ahondar en datos biográficos sobre el desarrollo intelectual de sus miembros.
“Hay que decir que la oposición no intentó enfrentar al análisis de la situación italiana hecho por el CC en las tesis para el congreso, ningún otro análisis que llevara a establecer una táctica, ni correcciones parciales que justificaran una oposición de principio. Al contrario, fue característico de la falsa posición de la extrema izquierda el hecho de que nunca sus observaciones ni sus críticas se hayan basado sobre un examen profundo y ni siquiera superficial de las relaciones de fuerza y de las condiciones generales existentes en la sociedad italiana.
Resultó así claramente que el método propio de la extrema izquierda y que ella sostiene que es dialéctico, no es el método de la dialéctica materialista de Marx, sino el viejo método de la dialéctica conceptual propio de la filosofía premarxista y hasta prehegeliana”.
Cinco años de vida del Partido (1926) – Gramsci
Frente a esto, los bordiguistas afirmaron tener un especial y misterioso “olfato” para dirigir al Partido, lo que el Congreso consideró extremadamente peligroso y destructivo.
“En las sesiones plenarias del congreso la oposición de extrema izquierda fue la única oposición oficial y declarada. La actitud de oposición sobre la cuestión sindical, asumida por dos miembros del viejo CC, por su carácter impulsivo y de improvisación, debe considerarse más bien como un fenómeno individual de histerismo político y no como oposición de sentido sistemático. (…) Un orador sostuvo que el sindicato está históricamente superado, y que por tanto la única acción de masas del partido debe ser la que se desarrolla en las fábricas. Esta tesis, ligada a las más absurdas posiciones del infantilismo extremista, fue neta y enérgicamente rechazada por el congreso”.
Cinco años de vida del Partido (1926) – Gramsci
En la cuestión de los sindicatos, los bordiguistas contrapusieron disparates a fortalecer la Confederación General del Trabajo de Italia y promover la unificación de las masas, como que había que abandonar los sindicatos por ser oportunistas o que Gramsci era “proudhoniano”.
“La oposición de la extrema izquierda estaba guiada por dos directrices fundamentales: la primera de carácter esencialmente congresual, tendía a la demostración de que la táctica de las organizaciones de fábrica, sostenida por el CC y por la mayoría del congreso, está ligada a la concepción de L’Ordine Nuovo, semanario que, según la extrema izquierda, era proudhoniano y no marxista; la segunda está ligada a la cuestión de principio en la que la extrema izquierda se enfrenta netamente al leninismo: el leninismo sostiene que el partido guía a la clase a través de las organizaciones de masas y sostiene por tanto como una de las tareas esenciales del partido el desarrollo de la organización de masas; para la extrema izquierda en cambio, este problema no existe y se dan al partido funciones que pueden llevar por una parte a las peores catástrofes y por la otra a los más peligrosos aventurerismos”.
Cinco años de vida del Partido (1926) – Gramsci
Al analizar la cuestión agraria, se decidió comenzar a organizar a los campesinos para librarlos de la influencia de la Iglesia y los fascistas, teniendo en cuenta la situación especial del Sur y las islas como consecuencia del colonialismo interno.
“Sobre toda esta serie de problemas, la oposición de extrema izquierda no logró decir mas que bromas y lugares comunes. Su posición esencial fue la de negar a priori que existan estos problemas concretos, sin ningún análisis o demostración ni siquiera potencial. Es más, se puede decir que precisamente con respecto a la cuestión agraria, apareció la verdadera esencia de la concepción de la extrema izquierda, que consiste en una especie de corporativismo que espera mecánicamente del mero desarrollo de las condiciones objetivas generales la realización de los fines revolucionarios. Tal concepción, como dijimos antes, fue netamente rechazada por la inmensa mayoría del congreso”.
Cinco años de vida del Partido (1926) – Gramsci
Al final, Gramsci escribió que el Congreso no se había ocupado de varios problemas esenciales para el movimiento revolucionario, como la organización en el campo femenino (el momento en el que Bordiga estuvo más cerca de esto fue cuando puso a la familia patriarcal como base de la humanidad).
En la Reunión Ejecutiva ampliada de la Komintern Bordiga presentó un recurso contra el III Congreso del PCI y una moción para que se pudieran formar fracciones. La Komintern rechazó ambas. En ésta, tras pronunciarse una vez más contra el frente único proletario y el Gobierno obrero y campesino, denunció el “terror” en el seno de la Internacional Comunista y se alineó totalmente con Trotsky.
La actitud hacia el trotskismo
En febrero del año 1925 Bordiga escribió una carta a favor de Trotsky, donde defendió las manipulaciones que reveló en el prólogo Lecciones de la revolución de Octubre, publicado tras la muerte de Lenin para revisar su pensamiento, e intentó arreglar las mentiras que eran demasiado evidentes. El Partido bolchevique al completo reprobó este intento de sustituir el leninismo por el trotskismo. El mismo Bordiga puso a disposición de la aprobación de la dirección de la Komintern su publicación. Pero cuando llegó la reunión ampliada donde esto debía discutirse, Bordiga se negó a participar.
“Es absurdo y deplorable desde todo punto de vista que el camarada Bordiga no haya querido participar personalmente en la discusión de la cuestión Trotsky, no haya querido conocer directamente todo el material sobre el asunto, no haya querido exponer sus opiniones y sus informaciones en un debate internacional. Ciertamente no es con estas actitudes como se puede demostrar tener la cualidad y las dotes necesarias para plantear una lucha que debería prácticamente tener como resultado un cambio, no sólo en la dirección, sino también de personas en la dirección de la Internacional Comunista”.
La situación interna de nuestro Partido y las tareas del próximo Congreso (1925) – Gramsci
En julio, en medio de la discusión con la fracción del “Comité de Enlace” de Bordiga, esta carta fue publicada en L’Unita, la revista del PCI. Gramsci remarcó el culto a la personalidad que practicaban los seguidores de Bordiga, al igual que en el caso de Trotsky. Sorprendentemente, para Bordiga la “degeneración” no comenzó después de la muerte de Lenin, como decía Trotsky, sino ya en el III Congreso de la Komintern… En sus “tesis de Lyon” también escribió que Trotsky estaba indudablemente en lo cierto.
“Es natural que se hable siempre de Bordiga. Todo este párrafo parece calcado de un artículo de Serrati de antes de Livorno, con el solo cambio de nombre. También entonces se hablaba de “individualismo”, confundiendo el hecho simple y de utilidad práctica consistente en tomar a un individuo como expresión de una tendencia que sería muy difícil de definir de otro modo, con la concepción individualista, que es propia del camarada Bordiga, como también de Trotski, y se manifiesta en la afirmación de que con la muerte de Lenin toda una concepción táctica y estratégica debe ser revisada y modificada porque no existen ya garantías, etc.”
Los puntos sobre las íes (1925) – Gramsci
Gramsci, por otro lado, en un principio se creyó las mentiras de la propaganda trotskista: como puede observarse en una carta de 1924, a pesar de reconocer que la mayoría de las veces Trotsky se posicionó con los mencheviques, decía que la dictadura democrática de obreros y campesinos defendida por los bolcheviques quería establecer el capitalismo, que Lenin hizo suyo el punto de vista de la “revolución permanente” de Trotsky, que la revolución de Octubre fue un golpe de Estado, que Trotsky luchaba contra la burocracia, etcétera. Pero gracias a los debates en el seno de la Komintern Gramsci superó sus erróneas opiniones iniciales y se posicionó contra éste.
En octubre de 1926 Gramsci escribió por orden de la dirección del PCI una carta al Comité Central del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, en la que mostró su apoyo a éste y pidió al bloque de oposición formado por Trotsky, Zinoviev y Kamenev que respetara la disciplina y que mantuviera la unidad del Partido.
“Es fácil hacer demagogia en este terreno y es difícil no hacerla cuando la cuestión ha sido planteada en los términos del espíritu corporativista y no en los del leninismo, de la doctrina de la hegemonía del proletariado que se sitúa en una determinada posición y no en otra.
Este es para nosotros el elemento esencial de vuestra discusión, donde reside la raíz de los errores del bloque de las oposiciones y el origen de los peligros latentes contenidos en su actividad. En la ideología y en la práctica del bloque de las oposiciones renace toda la tradición de la socialdemocracia y del sindicalismo, tradición que ha impedido, hasta el momento, al proletariado occidental organizarse en clase dirigente”.
Carta al Comité Central del Partido Comunista de la URSS (1926) – Gramsci
Gramsci escribió a Togliatti pidiéndole que se la diera al Partido bolchevique, pero éste le respondió haciéndole unas críticas sin razón. Gramsci volvió a escribir a Togliatti diciéndole que no había entendido su carta y tras expresar que “toda su argumentación estaba podrida de burocratismo”, le dijo que iba claramente en contra de la fracción creada por Trotsky. Al final Togliatti decidió por su cuenta no entregar la carta.
En noviembre el fascismo anuló los partidos políticos de oposición y la libertad de prensa y apresó a Gramsci, a pesar de su inmunidad como parlamentario, quedándose a medias el artículo “Algunos temas sobre la cuestión meridional” que estaba escribiendo. Un mes más tarde Bordiga también fue detenido.
Después de estar recluido en la isla de Ustica (donde estuvo con Bordiga) Gramsci fue llevado a la prisión de Milán para ser juzgado. Allí lo acusaron de “actividad conspirativa”, “instigación a la guerra civil”, “apología del delito” e “incitación al odio de clase” y el Tribunal Especial fascista le impuso una condena de veinte años de cárcel. El ministro público declaró “por veinte años debemos impedir a este cerebro funcionar”. Entonces comenzaron sus incesantes traslados entre distintos centros penitenciarios, en condiciones infrahumanas y recibiendo malos tratos (un médico llegó a decirle que su misión no era mantenerlo con vida), una situación bajo tortura al fin y al cabo.
En enero de 1929, tras varias luchas, Gramsci consiguió el derecho a escribir. Pero para evitar la censura de los carceleros mussolinianos tuvo que utilizar un estilo metafórico y complicado (que él denominó “modo de escribir ‘carcelario’”), que a la postre ha dado pie a burdas manipulaciones de su pensamiento. Tras leer el libro Mi vida, la autobiografía de Trotsky, que los nazi-fascistas usaban para quebrar la moral de los presos comunistas, Gramsci expresó que “Trotsky es la puta del fascismo” y le hizo más de una crítica en sus cuadernos de la cárcel.
En 1930 escribió sobre la teoría de la “revolución permanente” de Trotsky. Esta teoría, contrariamente a lo que decía Lenin, negaba la necesidad de una fase democrático-burguesa en la revolución de Rusia, donde tendría gran importancia la alianza con los campesinos, y decía que tenía que ser directamente socialista. Además, decía que para que ésta se diera la revolución socialista debía producirse primero en el desarrollado Occidente, especialmente en Alemania. Más adelante, la utilizó para declarar que era imposible la construcción del socialismo en la URSS. En este caso ‘Ilici’ sería Lenin (Vladimir Ilich Ulianov) y ‘Bronstein’ sería Trotsky (Lev Davidovich Bronstein).
“Habrá que ver si la famosa teoría de Bronstein sobre la permanencia del movimiento no es el reflejo político de la teoría de la guerra de movimiento o maniobra (…) En este caso se podría decir que Bronstein, que se presenta como un “occidentalista”, era, en cambio, un cosmopolita, o sea, superficialmente nacional y superficialmente occidentalista o europeo. En cambio, Ilici era profundamente nacional y profundamente europeo.
Bronstein recuerda en sus memorias que de su teoría dijeron que había demostrado su bondad… al cabo de quince años, y contesta a ese epigrama con otro. En realidad, su teoría como tal no era buena ni quince años antes ni quince años después; como les ocurre a los testarudos de que habla Guicciardini. Bronstein adivinó en general, o sea, tuvo razón en cuanto a la previsión práctica más general; lo cual es como predecir a una niña de cuatro años que llegará a ser madre y luego, cuando es realmente madre, concluir: “ya os lo había dicho yo”, sin recordar que cuando tenía cuatro años quería estuprar a la niña, seguro de que se habría convertido en madre”.
El hombre individuo y el hombre masa (1930) – Gramsci
Al final de este escrito equiparó la teoría de Trotsky a la teoría de Rosa (Luxemburgo). Más adelante criticó de manera más clara su economicismo y su culto a la espontaneidad en el libro Huelga de masas, partido político y sindicatos:
“En el librito se teorizan un poco precipitada y hasta superficialmente las experiencias históricas de 1905: pues Rosa descuidó los elementos «voluntarios» y organizativos que en aquellos acontecimientos fueron mucho más numerosos y eficaces de lo que ella tendía a creer, por cierto prejuicio suyo «economicista» y espontaneista. (…) Era ésta una forma de férreo determinismo economicista, con el agravante de que sus efectos se creían rapidísimos en el tiempo y en el espacio; por eso se trataba de un misticismo histórico propiamente dicho, expectativa de una especie de fulguración milagrosa”.
Análisis de las situaciones. Correlaciones de fuerza (1932) – Gramsci
En 1932 analizó la militarización de los sindicatos que Trotsky trató de implantar en la República soviética: en opinión de Trotsky en un Estado socialista los sindicatos no tenían el deber de defender los intereses de los trabajadores pero sí el de hacer cumplir los objetivos económicos, y para esto debía utilizarse el Ejército (también para la represión). Aquí a Trotsky le llama ‘Leone Davidovi’:
“La tendencia de Leone Davidovi estaba íntimamente relacionada con esta serie de problemas, y me parece que esa relación no se ha puesto suficientemente de manifiesto. El contenido esencial de su tendencia consistía, desde este punto de vista, en una voluntad “demasiado” resuelta (y, por tanto, no racionalizada) de conceder la supremacía en la vida nacional a la industria y a los métodos industriales, acelerar con medios coactivos externos la disciplina y el orden de la producción, adecuar las costumbres a las necesidades del trabajo.
Dado el planteamiento general de todos los problemas relacionados con su tendencia, ésta tenía que desembocar necesariamente en una forma de bonapartismo: de aquí la necesidad inexorable de aplastar su tendencia. Sus preocupaciones eran justas, pero sus soluciones prácticas eran profundamente equivocadas; en este desequilibrio entre su teoría y su práctica arraigaba el peligro, peligro, por lo demás, manifiesto ya antes, en 1921. El principio de la coacción directa e indirecta en la ordenación de la producción y del trabajo es justo, pero la forma que tomó era equivocada; el modelo militar se había convertido en él en un prejuicio funesto, y los ejércitos del trabajo fueron un fracaso”.
Racionalización de la producción y del trabajo (1932) – Gramsci
En el mismo año escribió sobre la discusión en torno a “la construcción del socialismo en un solo país (o conjunto de países)”, posicionándose a favor de ésta. Trotsky acusaba a Stalin y el resto de dirigentes bolcheviques de “nacionalistas”, porque en base a su concepción economista imperialista hasta que la dictadura del proletariado mandara en “todo el mundo” (sobre todo en Occidente) era imposible comenzar a construir el socialismo en ningún lado, y aún menos en los de escaso desarrollo capitalista, como las colonias o la misma Rusia.
Aquí hay varias palabras en clave: “la filosofía de la práctica” es el socialismo científico, “su creador” Marx, “su gran teórico más reciente” Lenin, los “mayoritarios” son los bolcheviques, “Giussepe Bessarione” es Stalin (Jósif Visariónovich Dzhugashvili) y “Leone Davidovici” Trotsky.
“(…) según la filosofía de la práctica (en su manifestación política), ya en la formulación de su fundador, pero especialmente en las precisiones de su gran teórico más reciente, la situación internacional tiene que considerarse en su aspecto nacional. (…) En este punto me parece estar la discrepancia fundamental entre Leone Davidovici y Bessarione como intérprete del movimiento mayoritario. Las acusaciones de nacionalismo son inepcias si se refieren al núcleo de la cuestión.
(…) Una clase de carácter internacional, en cuanto guía estratos sociales estrictamente nacionales (los intelectuales) e incluso, muchas veces, menos aun que nacionales, particularistas y municipalistas (los campesinos), tiene que “nacionalizarse” en cierto sentido, y este sentido no es, por lo demás, muy estrecho, porque antes de que se formen las condiciones de una economía según un plan mundial es necesario atravesar múltiples fases en las cuales las combinaciones regionales (de grupos de naciones) pueden ser varias.
(…) Los conceptos no-nacionales (o sea, no referibles a cada país singular) son erróneos, como se ve por su absurdo final: esos conceptos han llevado a la inercia y a la pasividad en dos fases bien diferenciadas: 1) en la primera fase, nadie se creía obligado a empezar, o sea, pensaba cada uno que si empezaba se encontraría aislado; esperando que se movieran todos juntos, no se movía nadie ni organizaba el movimiento; 2) la segunda fase es tal vez peor, porque se espera una forma de “napoleonismo” anacrónico y antinatural (puesto que no todas las fases históricas se repiten de la misma forma).
Las debilidades teóricas de esta forma moderna del viejo mecanicismo quedan enmascaradas por la teoría general de la revolución permanente, que no es sino una previsión genérica presentada como dogma, y que se destruye por sí misma, por el hecho de que no se manifiesta fáctica y efectivamente”.
Internacionalismo y política nacional (1932) – Gramsci
La Internacional Comunista envió siempre todo lo que pudo a Gramsci a través de sus familiares, e incluso propusieron intercambiarlo por unos clérigos que estaban en la URSS, pero no lo consiguieron. Tuvo también la oportunidad de lograr la libertad condicional, pero para ello los fascistas le exigían un arrepentimiento y lo rechazó, debido a lo cual lo incomunicaron. En su periodo de cautiverio a Gramsci se le desarrollaron muchas enfermedades y empeoraron las que tenía anteriormente (pérdida de dientes, insomnio, trastornos digestivos, tuberculosis pulmonar, arteriosclerosis, mal de Pott…) y al final tuvieron que hospitalizarle. En 1937 murió allí estando todavía encarcelado.
Bordiga, por su parte, quedó libre en 1929 a cambio de rendirse ante los fascistas. A pesar de que no hiciera ningún gesto para volver al Partido, el PCI lo expulsó por apoyar el trotskismo. Abandonó totalmente la política y se limitó a trabajar en su estudio: decía a sus seres cercanos que estaba feliz de vivir apartado de semejantes naderías y de cultivar su espíritu. Es un misterio saber si coincidiría con Trotsky cuando éste fue a Nápoles (lugar de residencia de Bordiga) en 1932 a pedir a los fascistas italianos que le pusieran en contacto con el Eje Tokyo-Berlín…
Pero la policía secreta recogió que alrededor de 1940 le dijo a su ex abogado: “Los grandes y auténticos revolucionarios del mundo son dos: Hitler y Mussolini” por enfrentarse al imperialismo británico y yanqui y que “Stalin ha traicionado la causa del proletariado” aliándose con éstos. Aunque sus seguidores digan que Bordiga era “más leninista que Lenin”, podemos decir que en realidad era más trotskista que el mismo Trotsky. Bueno, Trotsky por lo menos ocultaba su apoyo al nazi-fascismo…
El legado de Gramsci y los estertores del bordiguismo
Aunque Gramsci no lo viera, la táctica del Frente Popular contra el fascismo aprobada en el VII Congreso de la Komintern dio grandes victorias al Movimiento Comunista Internacional. En Italia concretamente se materializó en los Comités de Liberación Nacional y en el movimiento guerrillero de los partisanos. Por desgracia, tras la victoria Togliatti (quien más adelante apoyaría la “desestalinización” de Jruschov) impuso el “giro de Salerno” (el abandono de la revolución socialista y la integración en el Estado burgués), lo que fue una auténtica traición para los partisanos comunistas. Esto lo presentaron con la envoltura del “camino pacífico” al socialismo, valiéndose de la desfiguración del pensamiento de Gramsci para ello.
Puede decirse que como consecuencia de esto Gramsci se ha convertido (después de Marx y Lenin) en el teórico comunista que más ha sido manipulado: socialdemócratas y revisionistas, tanto eurocomunistas como trotskistas, todos han manipulado desvergonzadamente su pensamiento para presentarlo como favorable a ellos. Gramsci, sin embargo, fue un firme marxista-leninista, el hombre más seguro de la III Internacional en Italia, y hoy en día solamente los verdaderos comunistas pueden reivindicar su contribución tanto política como teórica al desarrollo del socialismo científico.
Antes de morir, empero, Gramsci dejó algunas reflexiones sobre el bordiguismo en sus cuadernos de la cárcel.
Gramsci criticó el determinismo economicista o el ansia de explicar toda variación en la superestructura como consecuencia de la influencia directa de la infraestructura (lo que denominó “infantilismo primitivo”), que no tiene en cuenta el error como hecho histórico tampoco, y a continuación dijo sobre Bordiga:
“La afirmación de Feuerbach: “El hombre es lo que come”, puede interpretarse de diversos modos si se la toma en sí misma. Interpretación burda y estúpida: el hombre es en cada momento lo que materialmente come, o sea, los alimentos tienen una inmediata influencia determinante en su modo de pensar.
Recordar la afirmación de Amadeo, según la cual, si se supiera lo que ha comido un hombre antes de pronunciar un discurso, por ejemplo, se podría interpretar mejor el discurso mismo. Afirmación infantil e incluso ajena, de hecho, a la misma ciencia positiva, porque el cerebro no se alimenta de habas ni de trufas, sino que los alimentos llegan a reconstituir las moléculas del cerebro una vez transformados en sustancias homogéneas y asimilables, que tienen ya, esto es, la “misma naturaleza” potencial que las moléculas cerebrales. Si esa afirmación fuese verdadera la historia tendría su matriz determinante en la cocina y las revoluciones coincidirían con los cambios radicales de la alimentación de las masas”.
Economía e ideología (1929) – Gramsci
Después reflexionó en torno a la naturaleza humana, concluyendo que ésta se encontraba contenida en las relaciones sociales. Relacionado con esto, realizó una crítica al teórico burgués-revisionista Lukács en las notas (que escribió a vuelapluma) de otro escrito, quien decía que la dialéctica actuaba en la sociedad pero no en la naturaleza, descartando la importancia del trabajo en esta relación y negando la universalidad de la dialéctica (Lukács escribió en la revista ultraizquierdista Kommunismus, en la que también colaboró Bordiga, que cuya línea el mismo Lukács reconoció que apoyaba el “sectarismo mesiánico y utópico”). El Ensayo Popular que menciona aquí sería la obra de Bujarin sobre el materialismo histórico.
“Si su afirmación presupone un dualismo entre la naturaleza y el hombre está equivocado porque cae en una concepción de la naturaleza propia de la religión y de la filosofía greco-cristiana e incluso propia del idealismo, que realmente no logra unificar y poner en relación al hombre y a la naturaleza más que verbalmente. Pero si la historia humana debe concebirse también como historia de la naturaleza (incluso a través de la historia de la ciencia), ¿cómo puede la dialéctica ser apartada de la naturaleza? Seguramente Lukács, por reacción contra las teorías barrocas del Ensayo Popular, ha caído en el error opuesto, en una forma de idealismo”.
La objetividad del mundo externo (1933) – Gramsci
En otro escrito, meditando en torno a la espontaneidad y la conciencia, dijo que ésta última siempre aparecía, aunque fuera la conciencia “en sí” o del seno de la ideología dominante. Criticó el rechazo a incorporar a los movimientos espontáneos al movimiento revolucionario través de la dirección política, diciendo que semejantes actitudes daban ventaja a las fuerzas reaccionarias, y sobre el teoricismo de Bordiga dijo:
“Concepción histórico-política escolástica y académica, para la cual no es real y digno sino el movimiento consciente al ciento por ciento y hasta determinado por un plano trazado previamente con todo detalle o que corresponde (cosa idéntica) a la teoría abstracta. Pero la realidad abunda en combinaciones de lo más raro, y es el teórico el que debe identificar en esas rarezas la confirmación de su teoría, «traducir» a lenguaje teórico los elementos de la vida histórica, y no al revés, exigir que la realidad se presente según el esquema abstracto. Esto no ocurrirá nunca y, por tanto, esa concepción no es sino una expresión de pasividad”.
Espontaneidad y dirección consciente (1930) – Gramsci
Más adelante, criticó a los charlatanes que gustan de repetir frases ostentosas y locuciones tormentosas, como Bordiga, subrayando la necesidad de la gestión, la táctica y la organización para ser un buen revolucionario.
“Las grandes ideas y las fórmulas vagas. Las ideas son grandes en cuanto son realizables, o sea, en cuanto aclaran una relación real inmanente a la situación, y la aclaran en cuanto muestran concretamente el proceso de actos a través de los cuales una voluntad colectiva organizada da a luz esa relación (la crea ) o, una vez manifiesta, la destruye y la sustituye.
Los grandes proyectistas charlatanes son charlatanes precisamente porque no saben ver los vínculos de la “gran idea” lanzada con la realidad concreta, no saben establecer el proceso real de actuación. El estadista de categoría intuye simultáneamente la idea y el proceso real de actuación: redacta el proyecto junto con el “reglamento” para la ejecución. El proyectista charlatán procede tentando y volviendo a probar: son las “idas y venidas” de la fábula”.
Las grandes ideas (1931) – Gramsci
También escribió sobre el “bizantinismo”, lo que en lenguaje popular se conoce como “discutir sobre el sexo de los ángeles” y que conduce a riñas interminables, la mayoría de las veces muy pesadas y además sin conexión con el movimiento real. Aquí Gramsci subrayó la incapacidad de Bordiga para comprender la relación entre lo particular y lo universal:
“Puede llamarse “bizantinismo” o “escolasticismo” la tendencia degenerativa a tratar las cuestiones llamadas teóricas como si tuvieran valor por sí mismas, independientemente de toda práctica determinada. Un ejemplo típico de bizantinismo son las llamadas tesis de Roma, en las cuales se aplica a las cuestiones el método matemático, como en la economía pura. Se plantea la cuestión de si una verdad teórica descubierta en correspondencia con una determinada práctica puede generalizarse y considerarse universal en una época histórica.
La prueba de su universalidad consiste precisamente en que esa verdad se convierta: 1) en estímulo para conocer mejor la realidad de hecho en un ambiente distinto de aquel en el cual se descubrió, y en esto estriba su primer grado de fecundidad; 2) una vez estimulada y ayudada esa mejor comprensión de la realidad de hecho, en incorporarse a esta realidad como si fuera expresión suya originaria. En esta incorporación estriba la universalidad concreta de aquella verdad y no meramente en su coherencia lógica y formal, o en el hecho de ser un instrumento polémico útil para confundir al adversario.
En suma: ha de estar siempre vigente el principio de que las ideas no nacen de otras ideas, que las filosofías no engendran otras filosofías, sino que son expresión siempre renovada del desarrollo histórico real. La unidad de la historia, lo que los idealistas llaman unidad del espíritu, no es un presupuesto, sino un continuo hacerse progresivo. La igualdad de realidad fáctica determina identidad de pensamiento, y no al revés.
De ello se infiere, además, que toda verdad, aun siendo universal y aun pudiendo expresarse en una fórmula abstracta, de tipo matemático (para la tribu de los teóricos), debe su eficacia al hecho de expresarse en los lenguajes de las situaciones concretas particulares: si no es expresable en lenguas particulares, entonces es una expresión bizantina y escolástica, útil a lo sumo para solaz de los remasticadores de frases”.
Contra el bizantinismo (1932) – Gramsci
Bordiga no volvió a la política hasta que el fascismo fue completamente derrotado, y entonces ingresó en el marginal “Partido Comunista Internacionalista” creado por sus seguidores afincados mayoritariamente en Francia (a los pocos años se escindiría y él crearía el aún más marginal “Partido Comunista Internacional”). Allí se dio a su teoricismo y pudo profundizar en su dogmatismo (llegó a decir que el marxismo era “invariable” y “no enriquecible”, lo que refleja una ignorancia supina en torno a la relación entre la verdad relativa y la absoluta), haciéndose el sabihondo cuando no decía más que auténticas imbecilidades, a veces incluso rozando la locura.
Continuó repitiendo todos sus errores políticos, presentándolos como acertados cuando fueron siempre derrotados tanto en la teoría como en la práctica, profiriendo en más de una ocasión insultos contra Gramsci en esta labor intoxicadora. Entre otras majaderías, dijo que en el fascismo había un nivel de represión menor que en la democracia burguesa y que no era peligroso para los verdaderos jefes comunistas (¿como él, o que?), o que los partisanos habían cometido “traición” al actuar junto a otros partidos en el movimiento antifascista (“burgués” de por sí), ya que según parece todos los imperialismos eran fascistas y totalitarios en la misma medida.
También empezó a decir que en la URSS no había socialismo, aparte de los habituales exabruptos sobre el “estalinismo”, porque en ésta perduraba la circulación de mercancías y por tanto todavía había dinero (lo que es obligatorio hasta la completa socialización de todos los medios de producción). Esto era consecuencia de la existencia de las cooperativas agrícolas, ya que las cosas producidas por ellas no eran parte del sector estatal.
La solución de Bordiga era desarrollar el capitalismo en el campo mediante métodos industriales, obligando a los campesinos a trabajar en éste con los métodos de militarización del “profeta” Trotsky. Hasta que la dictadura del proletariado mandara en todo el mundo (sobre todo en Occidente) no podía haber socialismo, claro, y hasta entones debía impulsarse el capitalismo, mostrando un menchevismo peor que el de su amiguito.
Para justificar esto se basó en la manipulación de los Grundisse (planos de planta en alemán), valiéndose de fragmentos desfigurados de estos esbozos que Marx utilizó para escribir El Capital (al que Bordiga llamaba “nuestra Biblia”). De esta manera convertía en imposible el periodo histórico de transición del capitalismo al comunismo completo (negaba que pudiera haber construcción del socialismo, un clásico del punto de vista místico y mecanicista de Bordiga), lo que era idóneo para justificar su pasividad contrarrevolucionaria. Esto lo sazonaba con la teoría del colapso del capitalismo, la “construcción mediante el desastre” y algunas otras absurdas ocurrencias. Una auténtica boñiga incomestible.
Además de a la manipulación revisionista de Marx (y de Engels), también se dedicó a contar mentiras sobre Lenin para aparentar que éste estuvo de su parte, las cuales solo pueden compararse a las de Trotsky (o más aún). En el caso del bordiguismo, sin embargo, detrás de su palabrería ultraizquierdista, más que una línea derechista, se encuentra una línea ultraderechista: este “partido” explicó que el genocidio de judíos perpetrado por el III Reich fue porque eran de clase pequeñoburguesa (en la obra Auschwitz o la gran coartada), lo que en otro artículo (“Vae victis, Alemania”) Bordiga llamó “la solución lógica hitleriana”.
De cualquier manera, puede decirse que el bordiguismo murió con su creador. Hubo intentos de resucitarlo en el movimiento autónomo a pesar de todo, aunque con poco éxito… Pero siempre habrá algún “apóstol” que seguirá usando la palabra del “mesías” para crearse su secta particular (si es de jovencitos mejor), ¿verdad?
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