Limitaciones del marxismo clásico en la teoría del valor (II)
El marxismo clásico ha reconocido la importancia de lo subjetivo en lo político y en lo ideológico pero no en el área económica. Hoy estamos pagando las consecuencias de ello.

Mario Alberto Bobadilla Pérez
En esta segunda parte analizaremos el valor de la fuerza de trabajo en la concepción clásica marxista del salario subsistencia, señalaremos sus limitaciones para interpretar el rol de las clases medias en el consumo, someteremos a consideración el concepto de salario plusvalía para suplir esas falencias.
Igualmente desarrollaremos la diferencia existente entre la mercancía como fruto del proceso productivo y el producto mercantil que es lo que realmente consumen las personas. Discreparemos de la tesis clásica del marxismo de que solo se produce valor y plusvalía en la agricultura y la industria, señalando que en el comercio y en el sector servicios igual ocurre.
Finalmente, al considerar la importancia de los fenómenos subjetivos en los procesos económicos que el marxismo clásico ha soslayado nos apartaremos de la escuela austriaca y los conceptos de la utilidad marginal que afirman que el valor de un producto está dado por su grado de utilidad y necesidad (valoración subjetiva) y no por el trabajo socialmente invertido en él (valoración objetiva).
El valor de la fuerza de trabajo
Las distintas escuelas de pensamiento económico en el capitalismo tienen como común denominador la teoría del salario-subsistencia. Lo que ha llamado Lasalle la ley del bronce de los salarios. Por ejemplo Petty señala: “La ley sólo debería conceder al obrero lo estrictamente necesario para vivir; si se le concede el doble no rendiría más que la mitad del trabajo que es capaz y que de otro modo suministraría. De donde resultará que el público saldrá perjudicado en una cantidad igual de trabajo”. “La alimentación de un día de un hombre adulto, en término medio y no los días de trabajo, es la medida del valor” (Tratado sobre los impuestos y contribuciones).
Para Ricardo Cantillón, financista de origen irlandés (1680-1734) que vivió gran parte de su vida en Francia, el salario debe medirse por la cantidad de tierra que puede producir las subsistencias necesarias para el trabajador y dos hijos: ”Si el propietario emplea en sus trabajos vasallos o aldeanos libres, probablemente les dará mejor trato que a los esclavos, siguiendo en esto la costumbre del lugar, pero aun en este supuesto el trabajo del trabajador libre debe corresponder, en valor, al doble del producto de la tierra necesario para su sustento” (Historia de las Doctrinas Económicas).
El fisiócrata Roberto Jacobo Turgot (1721-1781) ministro de Finanzas de Luis XVI (1774-1776) afirma: “En toda clase de trabajo tiene que ocurrir y ocurre en efecto que el salario del obrero se limite a lo que necesita para ganarse el sustento” (Reflexiones sobre la formación y la distribución de las riquezas).
Adam Smith afirma que el salario natural del trabajo, salvo ciertas circunstancias que proporcionan una situación de ventaja a los trabajadores, podrá ser menor de lo que un hombre necesita para vivir y crear una familia:
“Pero aun cuando en las disputas con los trabajadores gocen generalmente de ventaja los patronos, hay no obstante, un cierto nivel por bajo del cual parece imposible que baje a lo largo del tiempo, el salario corriente de las ocupaciones de inferior categoría. El hombre ha de vivir de su trabajo y los salarios han de ser, por lo menos lo suficientemente elevados para mantenerlo. En la mayor parte de las ocasiones es indispensable que gane más del sustento, porque de otro modo sería imposible mantener una familia y la raza de esos trabajadores no pasaría de la primera generación”.
“Los salarios pagados a los jornaleros y criados, de cualquier clase que sea, deben ser de tal magnitud que basten por término medio, para que su raza se perpetúe, de acuerdo con los requerimientos planteados en la sociedad, por una demanda creciente, decreciente o estacionaria de mano de obra” (La Riqueza de las Naciones).
Smith, al igual que otros clásicos, se anticipa de cierta manera a la ley de Malthus de la población que sostiene que el número de personas crece o decrece de acuerdo al nivel de las subsistencias pero no es pesimista como aquel ya que considera que el desarrollo de la población es un síntoma de la riqueza de un país. Smith incluye dentro de la magnitud del salario la mayor o menor demanda de trabajadores por parte del capital. El capital constituye la demanda, la población la oferta. Sin embargo era partidario de mejores salarios ya que no teme que aumente los precios de las mercancías, púes el mismo aumento de capital que incrementa los salarios determina una mayor productividad del trabajo y con ello la disminución del precio del producto:
“Los salarios del trabajo son un estimulante de la actividad productiva, la cual, como cualquier otra cualidad humana, mejora proporcionalmente al estímulo que recibe. Una manutención abundante aumenta la fortaleza corporal del trabajador, y la agradable confianza de mejorar su condición, así como la de acabar sus días en plenitud y desahogo, le animan a movilizar todos sus esfuerzos. En consecuencia, nos encontramos que allí donde los salarios del trabajador son crecidos, los obreros son más activos, diligentes y expeditivos que donde son bajos”.
“Pero la misma causa que hace subir los salarios —el aumento del capital— tiende a incrementar sus facultades productivas y hace que una cantidad más pequeña de trabajo produzca mayor cantidad de obra. El dueño del capital, que emplea un gran número de obreros, procura por su propia ventaja hacer una distribución y división de ocupaciones que le procure la mayor cantidad de obra posible. Por la misma razón procura adquirir la mejor maquinaria que tanto él como los operarios consideran necesaria… Hay, pues, muchos artículos que, debido a esos adelantos, se producen con menos trabajo que antes, de tal suerte que la subida del precio de éste se compensa con creces por la disminución en la cantidad de obreros necesarios” (ídem).
Aquí Smith se diferencia de Petty que abogaba por salarios bajos. Ahora consideremos los conceptos de David Ricardo sobre el salario que impropiamente llama el valor del trabajo. Primeramente diferencia entre el precio natural y precio de mercado:
“La mano de obra, al igual que las demás cosas que se compran y se venden, y que puede aumentar o disminuir en cantidad tiene su precio natural y su precio de mercado. El precio natural de la mano de obra es el precio necesario que permite a los trabajadores, uno con otro, subsistir y perpetuar su raza, sin incremento ni disminución…
La aptitud del trabajador para sostenerse a sí mismo y a su familia, que puede revelarse como necesaria para mantener el número de trabajadores, no depende de la cantidad de dinero que pueda percibir por concepto de salarios, sino de la cantidad de alimentos, productos necesarios y comodidades de que por costumbre disfruta, adquiriéndolas con dinero.
Por tanto, el precio natural de la mano de obra depende del precio de los alimentos, de los productos necesarios y de las comodidades para el sostén de trabajador y su familia. Al aumentar el precio de los alimentos y de los productos esenciales, el precio natural de la mano de obra aumentará; al disminuir el precio de aquellas, baja el precio natural de la mano de obra” (Principios de Economía Política y Tributación).
Al respecto dice Marx: “Si prescindimos de la confusión del trabajo con la fuerza del trabajo, hay que reconocer que Ricardo determina exactamente el salario medio o el valor del trabajo. En efecto, nos dice que éste no se determina ni por el dinero ni por los medios de vida que recibe el obrero, sino por el tiempo de trabajo que cuesta producirlos, por la cantidad de trabajo materializada en los medios de vida del obrero. Es lo que él llama salario real” (Historia crítica de la teoría de la plusvalía).
Ricardo al igual que Smith constata la presión del capital sobre la mayor demanda de trabajadores y este hecho permite en determinado momento un aumento en el precio natural del salario o una disminución de éste cuando el capital es escaso:
“Cuando el precio de mercado de la mano de obra excede su precio natural, la condición del trabajador es floreciente y dichosa, y puede disponer en mayor proporción de los productos esenciales y de los goces de la vida y, por ende, crear una familia sana y numerosa. Por el contrario, cuando los salarios elevados estimulan el crecimiento de la población, crece el número de trabajadores, los salarios caen hasta su precio natural y, a veces, debido a una reacción, se sitúan a un nivel todavía inferior al primitivo.
Cuando el precio de mercado de la mano de obra es inferior a su precio natural, la condición de los trabajadores es de lo más mísera: la pobreza los priva de aquellas comodidades que la costumbre convierte en necesidades absolutas. Solo después de que sus privaciones han reducido su número, de que la demanda de mano de obra haya aumentado, o de que el precio de mercado del trabajo haya elevado hasta su precio natural, tendrá el trabajador las comodidades moderadas que le proporcionará la tasa natural de salario” (Principios de Economía Política y Tributación).
Ricardo introduce erróneamente como lo hará posteriormente Marx dentro del salario subsistencia un elemento histórico social, o sea, los hábitos y costumbres: “Esto no quiere decir que el precio natural de la mano de obra, aun estimado en alimentos y productos necesarios, sea absolutamente fijo y constante. En un mismo país varía en distintas épocas, y difiere cuantiosamente de un país a otro. Depende esencialmente de los hábitos y de las costumbres de la gente” (Ídem).
Ahora veamos los conceptos de Marx acerca del valor de la fuerza de trabajo expresados en El Capital:
“El valor de la fuerza de trabajo, como el de otra mercancía, lo determina el tiempo de trabajo necesario para la producción, incluyendo, por tanto, la reproducción de este artículo específico”. “…el valor de la fuerza de trabajo es el valor de los medios de vida necesarios para asegurar la subsistencia de su poseedor”.
“El poseedor de la fuerza de trabajo es un ser mortal. Por tanto, para que su presencia en el mercado sea continua, como lo requiere la transformación continua de dinero en capital, es necesario que el vendedor de la fuerza de trabajo se perpetúe, como se perpetúa todo ser viviente, por la procreación (William Petty). Por lo menos, habrán de reponerse por un número igual de fuerzas nuevas de trabajo las que retiran del mercado el desgaste y la muerte. La suma de los medios de vida necesarios para la producción de la fuerza de trabajo incluye, por tanto, los medios de vida de los sustitutos, es decir, de los hijos de los obreros, para que esta raza especial de poseedores de mercancías pueda perpetuarse en el mercado”.
“El valor de la fuerza de trabajo se reduce al valor de una determinada suma de medios de vida. Cambia, por tanto, al cambiar el valor de éstos, es decir, al aumentar o disminuir el tiempo de trabajo necesario para su producción”.
“El límite último o mínimo del valor de la fuerza de trabajo lo señala el valor de aquella masa de mercancía cuyo diario aprovisionamiento es indispensable para el poseedor de la fuerza de trabajo, para el hombre, ya que sin ella no podría renovar su proceso de vida; es decir, el valor de los medios de vida físicamente indispensable. Si el precio de la fuerza es inferior a este mínimo, descenderá por debajo de su valor, ya que, en estas en condiciones, sólo podrá mantenerse y desarrollarse de un modo raquítico”.
Aquí Marx continúa en la línea del salario subsistencia al igual que sus predecesores. Introduce, como veremos ahora, dos elementos dentro de esa misma canasta: la preparación de la mano de obra y las condiciones “histórico-morales”, planteamiento que a nuestro juicio tiene su desarrollo en un nuevo concepto, el salario plusvalía.
“Para modificar la naturaleza humana corriente y desarrollar la habilidad y la destreza del hombre para un trabajo determinado, desarrollando y especializando su fuerza de trabajo, hácese necesaria una determinada cultura o instrucción, que a su vez, exige una suma mayor o menor de equivalentes de mercancías. Los gastos de educación de la fuerza de trabajo varían según el carácter más o menos calificados de ésta. Por tanto, estos gastos de aprendizaje que son insignificantes tratándose de la fuerza de trabajo corriente, entran en la suma de los valores invertidos en su producción”.
De Ricardo toma Marx lo de los “hábitos y costumbres de la gente” en su concepto de los “elementos históricos morales que entran en el valor de la fuerza de trabajo”.
“Las necesidades naturales, el alimento, el vestido, la calefacción, la vivienda, etc., varían con arreglo a las condiciones del clima y a las demás condiciones naturales de cada país. Además, el volumen de las llamadas necesidades naturales, así como el modo de satisfacerlas, son de suyo un producto histórico que depende, por tanto, en gran parte, del nivel de cultura de un país y, sobre todo, entre otras cosas, de las condiciones, los hábitos y las exigencias en que se hayan formado las clases de los obreros libres.
A diferencia de las otras mercancías, la valoración de la fuerza de trabajo encierra, pues, un elemento histórico moral. Sin embargo, en un país y en una época determinados, la suma media de los medios de vida necesarios constituye un factor fijo”.
Comenzaremos por el “elemento histórico moral” que Marx señala. La burguesía no tiene consideraciones culturales, morales ni históricas cuando va a la caza de una magnitud abultada de plusvalía o cuando ésta es exigua. Por ejemplo, en los comienzos del capitalismo eran normales las hambrunas en Europa y por ello Irlanda perdió un tercio de su población en 1846.
Entre 1769 y 1770 los ingleses especularon con el precio del arroz que originaron una epidemia de hambre en la India e igualmente destruyeron el sistema de irrigación de aguas provocando en 1866 en la provincia de Orissa la muerte de más de un millón de personas, todo esto acompañado de la destrucción de su organización económica ancestral tanto en el resto de la India como en el sudeste asiático. En la época contemporánea tanto en la crisis mexicana de 1994-1995 como en la de Argentina de 2002 vastos sectores de las clases medias fueron reducidas a la pobreza. Caso similar ocurrió en la restauración capitalista de la antigua URSS y en la crisis europea, especialmente en Grecia y España.
Por consiguiente no hay tal “consideraciones de hábitos y costumbres” que planteara Ricardo ni “histórico morales” que señalara Marx. Cuando en una sociedad la productividad ha aumentado, ha requerido de trabajadores más capacitados con una producción de plusvalía mucho mayor lo que le permite a capas extensas de ellos gozar de ciertas comodidades y un mayor nivel de consumo, claro está, conseguido, sobra decirlo, con su organización y sus luchas. Los capitalistas no dan nada gratis. Ello es lo que crea las condiciones “histórico morales” a través del tiempo. Por ello desarrollaremos más adelante el concepto del salario plusvalía.
Marx incluye impropiamente dentro del salario subsistencia los gastos de preparación y capacitación de los trabajadores, limitándose éstos simplemente a recuperar su inversión. Así como el capitalista no aspira a recuperar igual dinero que invirtió en el proceso productivo sin obtener ganancia, igual ocurre con el trabajador que trata que su capacitación le reporte, a más de su recuperación de lo invertido, un excedente que le permita mejorar sus condiciones de vida. Este proceso hace parte del salario plusvalía, no del salario subsistencia. Para desarrollar el concepto del salario plusvalía primeramente enumeraremos algunos conceptos previos de Marx señalados en El Capital.
La cuota de plusvalía es la relación entre el trabajo excedente y el trabajo necesario, o lo que es lo mismo entre la plusvalía y el capital variable c= p / v. El trabajo simple y el trabajo complejo Marx los define así: “El trabajo humano es el empleo de esa simple fuerza de trabajo que todo hombre común y corriente, por término medio, posee en su organismo corpóreo, sin necesidad de una especial educación. El simple trabajo medio cambia, indudablemente, de carácter según los países y la cultura de cada época, pero existe siempre, dentro de una sociedad determinada. El trabajo complejo no es más que el trabajo simple potenciado o, mejor dicho, multiplicado: por donde una pequeña cantidad de trabajo complejo puede equivaler a una cantidad grande de trabajo simple”.
Detengámonos en lo que afirma el Manual de Economía Política de la Academia de Ciencias de la URSS: “En la producción de mercancías intervienen trabajadores con diverso grado de preparación. El trabajo de quienes no poseen preparación especial alguna se llama trabajo simple. El que requiere de una preparación especial se denomina trabajo complejo o calificado” (Manual de Economía Política, Academia de Ciencias de la URSS, 1957).
Repasaremos también el concepto de valor de uso de las mercancías. Algunos teóricos como Hilferding (Dokumente des Sozialismus, 1904) y Sweezy (Teoría de desarrollo capitalista, 1942) critican a Marx por prestarle escasa atención y prácticamente expulsarlo de la economía política. Aunque el filósofo norteamericano Herbert Marcuse defiende a Marx y afirma que el valor de uso se halla fuera de los alcances de la teoría económica. No nos detendremos en esta discusión pero sí prestaremos atención al concepto del valor de uso de la mercancía fuerza de trabajo señalado por Marx, que posee “la peregrina cualidad de ser fuente de valor, cuyo consumo efectivo fuese, pues, al propio tiempo materialización de trabajo, y, por tanto creación de valor” (El Capital).
Aquí Marx únicamente tiene en cuenta la mercancía fuerza de trabajo en su aspecto de producción de valor y plusvalía que consume capital. Omite otro tipo de valor de uso de la mercancía fuerza de trabajo que satisface una necesidad de orden material o espiritual directamente sin producir plusvalía y que consume beneficio o renta. Se trata del trabajo doméstico o personalizado a domicilio efectuado por el propio productor sin intermediarios. Desde el punto de vista del trabajador su fórmula es M – D y desde el lado del consumidor D – M. Se puede decir que esta fórmula es la célula básica de la economía mercantil.
Adam Smith asimilaba erróneamente este tipo de trabajo al de los vasallos y lo consideraba improductivo por el hecho de no producir valor (La Riqueza de las Naciones). Al capitalista le interesa la obtención de plusvalía y la maximización de las ganancias, por consiguiente en la fórmula c= p/v la plusvalía (p) tiende a aumentar incrementándose de esta manera la cuota de plusvalía (c).
Marx en La Miseria de la Filosofía afirma que el obrero ingles de 1840 produce 27 veces más que el de 1770 debido a un mayor desarrollo de las fuerzas productivas. Por lo tanto es innegable la tendencia al consumo mayoritariamente de fuerza de trabajo complejo y donde el salario subsistencia no es motivante para el trabajador.
Requiere entonces tasar el salario de acuerdo a la magnitud de la plusvalía producida, originándose el concepto de salario plusvalía, clasificándose a los trabajadores de baja, media o alta producción de plusvalía. Ello es válido también para los trabajadores independientes (profesionales, artistas, deportistas de mediano y alto rendimiento, intelectuales, etc.).
Tomemos nota de lo que Marx señala en 1848 en el Manifiesto del Partido Comunista: “El obrero moderno, por el contrario, lejos de elevarse con el progreso de la industria, desciende siempre más y más por debajo de las condiciones de vida de su propia clase. El trabajador cae en la miseria, y el pauperismo crece más rápidamente todavía que la población y la riqueza”.
Pero ya en 1867 en El Capital indica “…la órbita de explotación e imperio del capital se va extendiendo con su propio volumen y con la cifra de sus súbditos. Estos, al acumularse el producto excedente convirtiéndose incesantemente en nuevo capital acumulado, perciben una parte mayor de lo producido, bajo la forma de medios de pago, lo que les permite vivir un poco mejor, alimentar con un poco más de amplitud su fondo de consumo, dotándolo de ropas, muebles, etc., y formar un pequeño fondo de reserva en dinero”. Es decir: hay capas de obreros que empiezan a mejorar su situación económica. Paradójicamente, entre más alto sea el salario plusvalía, mayor es la explotación capitalista, ya que la cuota de plusvalía aumenta.
En el marxismo clásico existe un gran vacío acerca de la importancia de las clases medias y los trabajadores que la integran. No ha asimilado que existen trabajadores de alta producción de plusvalía que tienen un nivel de consumo similar a la burguesía, como son los deportistas de alto rendimiento, artistas, intelectuales, etc. No ha captado que la tendencia de las clases medias es aumentar relativamente a nivel global. Por eso a los partidos y teóricos marxistas los coge desprevenidos la participación impetuosa de ellas en las luchas sociales y políticas que se presentan actualmente en nuestra América Latina tanto en gobiernos de izquierda como de derecha.
Mercancía y producto mercantil
El marxismo clásico ha considerado el consumo por debajo del proceso productivo. De allí que haya tenido limitaciones para explicar el rol del consumo en las repúblicas del socialismo real, especialmente en sus postrimerías, y en la sociedad actual. Inicialmente analizaremos unos conceptos de Marx y Engels al respecto en la Ideología Alemana: “Podemos distinguir los hombres de los animales por la conciencia, por la religión o por lo que se quiera. Pero los hombres mismos comienzan a ver la diferencia entre ellos y los animales tan pronto comienzan a producir sus medios de vida, paso este que se halla condicionado por su organización corpórea”.
Esta afirmación es cierta pero no hay que desconocer que los antecesores del hombre como primates de la familia homínidos eran ya consumidores y conseguían sus alimentos así sea instintivamente.
“Tratándose de los alemanes, situados al margen de toda premisa, debemos comenzar señalando que la primera premisa de toda existencia humana, y por tanto, de toda historia, es que los hombres se hallen, para ‘hacer historia’ en condiciones de poder vivir. Ahora bien, para vivir hacen falta ante todo comida, bebida, vivienda, ropa y algunas cosas más. El primer hecho histórico es, por consiguiente, la producción de los medios indispensables para la satisfacción de estas necesidades, es decir, la producción de la vida material misma, y no cabe duda de que es éste un hecho histórico, una condición fundamental de toda historia, que lo mismo hoy que hace miles de años, necesita cumplirse todos los días y a todas horas, simplemente para asegurar la vida de los hombres”.
“Lo segundo es que la satisfacción de esta primera necesidad, la acción de satisfacerla y la adquisición del instrumento necesario para ello conduce a nuevas necesidades, y esta creación de necesidades nuevas constituye el primer hecho histórico”.
Aquí observaremos que Marx y Engels consideran la interacción de la producción y el consumo, al igual que su carácter evolutivo y ascendente de este último. Sin embargo siempre consideran al consumo subordinado a la producción.
El marxismo clásico profundizó bastante en el proceso de producción pero soslayó el del consumo. Era natural que ello sucediera, ya que en las sociedades preindustriales en que se desenvolvieron, el consumo para el grueso de la población no estaba tan desarrollado y no podían captar su complejidad y las relaciones sociales que engendran. Marx ubicó el consumo en su conocida división de la economía en cuatro grandes capítulos: Producción, Circulación, Distribución y Consumo (Grundrisse, volumen I), esquema que someteremos a crítica. Los trabajadores producen mercancías pero la sociedad consume productos mercantiles.
Al salir de la producción determinada mercancía y recorrer el camino hacia el consumo se añaden otros valores que el marxismo clásico desconoce. No es un simple traslado mecánico como creían los fisiócratas y Marx. De paso insistimos en la ascendencia de F. Quesnay, líder teórico de estos últimos, en Marx en el desarrollo de algunos de sus conceptos. En el esquema de Producción, Circulación, Distribución y Consumo, se nota la fuerte influencia del Tableau Economique del jefe de los fisiócratas. Veamos como concebía Marx la Producción, Circulación, Distribución y Consumo en los Grundrisse (1857-1858).
“En la producción los miembros de la sociedad hacen que los productos de la naturaleza resulten apropiados a las necesidades humanas (los elaboran, los conforman); la distribución determina la proporción en que el individuo participa de estos productos; el cambio le aporta los productos particulares por los que él desea cambiar la cuota que le ha correspondido a través de la distribución; finalmente en el consumo los productos se convierte en objetos de disfrute, de apropiación individual.
La producción crea los objetos que responden a las necesidades; la distribución los reparte según las leyes sociales; el cambio reparte lo ya repartido según las necesidades individuales; finalmente en el consumo, el producto abandona este movimiento social, se convierte directamente en servidor y objeto de la necesidad individual, a la que satisface en el acto del disfrute.
La producción aparece así como punto de partida, el consumo como el punto terminal, la distribución y el cambio como el término medio, término que a su vez es doble ya que la distribución está determinada como momento que parte de la sociedad, y el cambio, como momento que parte de los individuos. En la producción, la persona se objetiva, en el consumo la cosa se subjetiva. En la distribución, la sociedad asume la mediación entre la producción y el consumo por medio de determinaciones generales y rectoras; en el cambio, la mediación se opera a través del fortuito carácter determinado del individuo”.
“La distribución determina la proporción (el cuanto), en que los productos corresponden al individuo; el cambio determina la producción, de la cual el individuo desea obtener la parte que la distribución le asigna. Producción, distribución, cambio y consumo forman así un silogismo con todas las reglas, la producción es el término universal; la distribución y el cambio son el término particular; y el consumo es el término singular con el cual el todo se completa”.
“De este modo, el consumo aparece como un momento de la producción”. “La distribución existe como una esfera autónoma, junto a la producción y fuera de ella”. “La organización de la distribución está totalmente determinado por la organización de la producción. La distribución es ella misma un producto de la producción, no sólo en lo que se refiere al objeto-solamente puede distribuirse los resultados de la producción-, sino también en lo que se refiere a la forma, ya que el modo determinado de la participación en la producción determina las formas particulares de la distribución, el modo bajo el cual se participa en la distribución”.
“Según la comparación más superficial, la distribución aparece como distribución de los productos y de tal modo como más alejado de la producción y casi independiente de ella. Pero antes de ser distribución de los productos, ella es: 1) distribución de los instrumentos de producción; 2) distribución de los miembros de la sociedad entre las distintas ramas de la producción —lo cual es una definición más amplia de la misma relación— (subsunción de los individuos en determinadas relaciones de producción)”.
“La circulación misma no es más que un movimiento determinado del cambio considerado en su totalidad”. “En tanto el cambio es solo un movimiento mediador entre la producción y la distribución que ella determina, por un lado, y el consumo por el otro, y en cuanto al propio consumo aparece también como un momento de la producción, es evidente que el cambio está incluido en la producción como uno de sus momentos”.
“En primer lugar, resulta claro que el cambio de actividades y de capacidades, que se opera en la propia producción, pertenece a la producción directamente y es algo constitutivo de ésta. Esto es válido también, en segundo lugar, respecto del cambio de los productos, en la medida en que éste un medio para suministrar el producto acabado, preparado para el consumo inmediato. En lo visto hasta ahora el cambio es un acto incluido en la producción”.
“En tercer lugar, el llamado exchange (intercambio, traducción) entre dealers y dealers (comerciantes, traducción) en razón misma de su organización está completamente determinado por la producción como actividad también productiva. El cambio sólo aparece como independiente junto a la producción e indiferente con respecto a ella en el último estadio, en el cual el producto se cambia directamente para ser consumido”.
Ya en El Capital (1867), Marx se interesa poco por el fenómeno del consumo.
“El proceso de cambio, al transferir las mercancías de manos de aquel para quien son no-valores de uso a manos del que las busca y apetece como valores de uso, es un proceso de metabolismo social. El producto de un trabajo útil suple el del otro. Al llegar al sitio en que desempeña funciones de valor de uso, la mercancía sale de la órbita del cambio y entra en la órbita del consumo. Por el momento, ésta no nos interesa. Hemos de limitarnos, pues, a investigar todo este proceso en su aspecto formal, fijándonos solamente en el cambio de forma o metamorfosis de las mercancías, que sirve de cauce al proceso del metabolismo social”.
“El proceso de cambio de la mercancía se opera, por tanto, mediante dos metamorfosis antagónicas y que se complementan recíprocamente: transformación de la mercancía en dinero y nueva transformación de éste en dinero”.
“La metamorfosis total de una mercancía encierra, en su forma más simple, cuatro extremos y tres personajes. En primer lugar, la mercancía se enfrenta con el dinero como su forma de valor, forma que posee realidad corpórea y tangible de otro lado de la raya, en el bolsillo ajeno. El poseedor de la mercancía se enfrenta, por tanto, con el poseedor del dinero.
Pero, tan pronto como la mercancía se convierte en dinero, éste pasa a ser su forma equivalencial llamada a desaparecer, forma cuyo valor de uso o contenido existe del lado de acá de la raya, en otras mercancías materiales. El dinero, punto final de la primera metamorfosis de la mercancía es, a la vez, punto de arranque de la segunda. El vendedor del primer acto se convierte en el segundo acto en comprador, al encontrarse con un tercer poseedor de mercancías que le sale al paso como vendedor”.
“Las dos fases opuestas de este proceso de metamorfosis de las mercancías componen un ciclo: forma de mercancía, abandono de esta forma y retorno a ella. Cierto es que la mercancía, en cuanto tal mercancía, interviene aquí como un objeto antitéticamente condicionado. En el punto de arranque del proceso, la mercancía es un no-valor de uso para su poseedor, en el punto final, es ya un valor de uso para quien la posee. Y lo mismo el dinero, que empieza siendo la cristalización fija de valor en que se convierte la mercancía, para diluirse luego en su simple forma equivalencial”.
“Las dos metamorfosis que integran el ciclo de una mercancía forman, al mismo tiempo las metamorfosis parciales opuestas de otras dos mercancías. La misma mercancía (lienzo) encabeza la serie de sus propias metamorfosis y pone punto final a la metamorfosis total de otra mercancía (del trigo). Durante su primera metamorfosis, o sea la venta, desempeña en persona estos dos papeles. En cambio, como crisálida oro, que es el camino de todos los mortales, cierra al mismo tiempo la metamorfosis inicial de una tercera mercancía. El ciclo recorrido por la serie de metamorfosis de una mercancía cualquiera se enreda, por tanto, en la madeja inextricable de los ciclos de otras mercancías. El proceso total constituye la circulación de mercancías”.
“La circulación de mercancías se distingue, y no sólo formalmente, sino de un modo sustancial, del intercambio de productos”.
A nuestro juicio, la fórmula de producción, circulación, distribución y consumo es mecánica. Cuando se produce una mercancía no va directamente al cambio o a la circulación inmediatamente sino que previamente se producen otras mercancías que le agregan nuevos valores a la mercancía básica. Por ejemplo: un perfume requiere de un envase, de un empaque al exterior del envase, de transporte para colocarlo a la mano del consumidor, de una campaña publicitaria que dé a conocerlo y refuerce su valor de uso subjetivo, de una instalación locativa y unos trabajadores del área del comercio que lo promocionan. Por consiguiente se producen mercancías independientemente que, junto con el líquido perfume, constituyen el producto mercantil.
Los trabajadores producen mercancías pero la sociedad consume productos mercantiles. Es la fase del preconsumo que prepara el escenario del consumo. Para ser consumido el producto mercantil requiere de ciertas condiciones y un entorno adecuado. Es un conglomerado de mercancías. Lo que Marx llama la etapa de la circulación es en esencia la adición de nuevas mercancías a la mercancía básica y por consiguiente la producción tanto de nuevos valores de uso (objetivos y subjetivos) como de valor de cambio. En la circulación sigue desarrollándose producción de valor en el sector de la industria, servicios y comercio.
Ya los marxistas soviéticos en la década de los cincuenta del siglo pasado a regañadientes se ven obligados a reconocer la continuación del proceso productivo y la adición de valor en el sector servicio en la esfera de la circulación así no lo manifiesten abiertamente:
“El proceso de la circulación capitalista de las mercancías requiere de determinados desembolsos. Estos desembolsos hechos en la esfera de la circulación de mercancías son los gastos de circulación. Hay que distinguir dos clases de gastos capitalistas en la esfera comercial: unos son los gastos netos de circulación, directamente enlazados con el proceso de compra venta de las mercancías y con las características del régimen capitalista; otros son los gastos impuestos por la necesidad de proseguir, en la esfera de la circulación, el proceso de producción de las mercancías” (Manual de Economía Política, Academia de Ciencias de la URSS, 1957).
Agreguemos ahora el pensamiento de N. Nikitin:
“El proceso de realización de las mercancías requiere determinados desembolsos. Estos se denominan gastos de circulación. Hay que distinguir dos clases de gastos capitalistas de circulación. Los gastos netos de circulación están directamente enlazados con el proceso de compraventa de las mercancías. Figuran entre estos gastos los desembolsos relacionados con la conversión de las mercancías en dinero y de éste en mercancía.
Figura en esta categoría una gran parte de los gastos destinados a remunerar el trabajo del personal comercial, sostener las oficinas comerciales, la propaganda y los gastos originados por la competencia y la especulación. Los gastos netos de circulación no añaden valor alguno a la mercancía, y los capitalistas comerciales los cubren a cuenta de una parte de la plusvalía que les ceden los industriales. La mayoría absoluta de los gastos de circulación del comercio capitalista se componen de gastos netos de circulación.
Entre los gastos impuestos por la necesidad de proseguir en la esfera de la circulación el proceso de producción figuran los desembolsos necesarios para el acabado, el almacenamiento, el transporte y embalaje de las mercancías, que son imprescindibles a la sociedad y, no dependen de las peculiaridades de la economía capitalista. Cualquier producto sólo puede ser consumido cuando llega a manos del consumidor. El trabajo invertido en el acabado, transporte y embalaje de las mercancías agrega al valor de éstas un nuevo valor, por cuya razón estos gastos de circulación no se diferencian en absoluto de los gastos de producción.
Bajo el capitalismo crecen sin cesar los gastos de circulación, ante todos los gastos netos, y principalmente los relacionados con la propaganda. El aumento de los gastos de circulación es una prueba del incremento del parasitismo en la sociedad burguesa. Los gastos de circulación constituyen en los países capitalistas la tercera parte, aproximadamente del total del comercio al por menor, y gravitan pesadamente sobre los trabajadores” (Economía Política, 1959).
Los teóricos marxistas soviéticos prefieren sacrificar “el entronque material de mundo” del que hablara Marx que salirse del esquema de la producción, circulación, distribución y consumo. Un producto mercantil para ser consumido requiere de ciertos condicionamientos. Ante todo ser conocido. Nadie consume lo que no conoce. El conocimiento de un producto mercantil constituye un valor de uso subjetivo. Además el producto mercantil necesita diferenciarse de los otros producidos por la competencia resaltando sus presuntas o reales ventajas de acuerdo a su menor o mayor complejidad (mayor durabilidad, mejor precio, servicio postventa, plan de financiación asequible, servicio a domicilio, atención al cliente, garantía, etc.).
El conocimiento de todo lo anterior hace parte del producto mercantil como valor de uso subjetivo y su trabajo social necesario para producirlo le agrega valor (sector servicios). Igualmente es necesaria su ubicación para que el consumidor pueda acceder a él. Aquí estamos necesitando del transporte (valor de uso objetivo, sector servicios). Por consiguiente, en el área del comercio, el cambio por sí sólo no genera valor de cambio ni riqueza como era el concepto de los mercantilistas de los siglos XV al XVII, pero el comercio visto como un proceso de adición de valores de uso (objetivo y subjetivo) con su correspondiente trabajo social necesario para lograrlos sí produce valor de cambio y plusvalía.
Podemos afirmar entonces que, contrario al marxismo clásico que reconocía la producción de valor de cambio solamente en la industria y la agricultura, en el sector servicios y el comercio ocurre igual. La tesis de Marx que el capitalista industrial es el que reparte la plusvalía a sus socios comerciales, bancarios y agrícolas es totalmente absurda. Es forzada para mantenerse fiel al esquema de producción, circulación, distribución y consumo.
Los distintos capitalistas (agrarios, industriales, sector servicios, comercio) únicamente ceden parte de su plusvalía al sector financiero y en el caso de la burguesía agraria al dueño de la tierra. Y en lo que respecta al rol de la propaganda como un factor que encarece los productos mercantiles según Nikitin, ello no es cierto. En una economía mercantil no monopolista ni cartelizada, la propaganda, al inducir un consumo masivo de un producto en una economía de escala, consigue menores costos por unidad en su producción, conllevando menores precios y logrando su competitividad.
La escuela austriaca y la utilidad marginal
El lector se preguntará qué tiene que ver el tema de las limitaciones del marxismo clásico en la teoría del valor con la escuela austriaca y la tesis de la utilidad marginal. Nuestra tesis del valor de uso subjetivo puede inducir a nuestros potenciales contradictores a afirmar que es igual al concepto del valor que se produce atendiendo únicamente al elemento subjetivo y no al trabajo social necesario, enunciado propio de la escuela austriaca y del marginalismo. Son dos ideas diferentes, como sustentaremos más adelante.
La escuela austriaca tuvo sus orígenes a fines del siglo XIX, cuando Austria pertenecía al Imperio Austrohúngaro. Fue denominada así en forma despectiva por sus contradictores, la escuela clásica alemana o prusiana, para denotar su carácter provinciano y anacrónico, mote que fue acogido con agrado por sus integrantes. Fue célebre el debate que ambas escuelas sostuvieron en la llamada disputa por el método.
La escuela austriaca, al igual que el marginalismo, es estructuralmente subjetivista. Parten del individuo aislado como eje de la actividad económica y es el grado de utilidad de un producto el que determina su valor de cambio. Tiene un enfoque subjetivista del valor de cambio. Su iniciador fue Karl Menger con sus Principios de Economía Política (1871). Además de él se destacaron Friedrich Von Wieser, Eugen Von Böhm Bawer y Ludwig Von Mises. En la década de los setenta del siglo pasado tuvo un resurgimiento la escuela austriaca con el Premio Nobel de Economía compartido a uno de sus seguidores, Friedrich Hayek (1974).
Karl Menger (1840-1921) fue el precursor del marginalismo, que sostiene que la utilidad es la que determina el valor de cambio. A igual conclusión llegaron en forma separada el economista francés León Walras (1834-1910) y el inglés William Stanley Jevons (1835-1910) con su libro La Teoría de Economía Política (1871). La teoría del valor de cambio subjetivo no está determinada por las propiedades de los productos, ni por la cantidad de trabajo social necesario para producirlos sino por la importancia y el grado de utilidad que el individuo les da para lograr sus objetivos o deseos.
Observemos lo que afirma W.S. Jevons:
“Una verdadera teoría de la economía sólo puede lograrse volviendo a las grandes fuentes de la acción humana: los sentimientos de placer y dolor. Una gran parte de tales sentimientos surgen primordialmente de los deseos ordinarios del cuerpo o la mente y del esfuerzo doloroso nos incita continuamente a pasar para que podamos satisfacer nuestros deseos.
La economía investiga las relaciones de placeres y dolores ordinarios que surgen, y tiene un campo de investigación suficientemente amplio. Pero la economía no trata de todos los motivos humanos. Hay motivos casi siempre presentes con nosotros, que surgen de la conciencia, la compasión o de alguna fuente moral o religiosa, que la economía no puede ni pretende tratar. Estos nos quedaran como fuerzas sobresalientes y perturbadoras, deben ser tratados, si es que lo hacen por otras ramas apropiadas de conocimientos. El placer y el dolor son indudablemente los objetos últimos del cálculo económico. Satisfacer nuestras necesidades al máximo con el mínimo esfuerzo es el problema de la economía” (La Teoría de la Economía Política, 1871).
Para Marx, indudablemente la escuela austriaca y las tesis marginalistas pasaron desapercibidas al igual que “el debate metodológico” entre ella y la escuela clásica alemana. De otra manera, a no dudarlo, hubiera sentado su postura. Era el tiempo en que estaba más dedicado al levantamiento de la comuna de París, los problemas de la Internacional y especialmente la promoción de El Capital y su traducción al ruso y el francés.
Analicemos a continuación la crítica que hace N. Bujarin.
“La economía política es una ciencia social y su presupuesto, ya sean conscientes los teóricos de la política económica de ello o no, es alguna concepción u otra de la sociedad y de sus leyes evolutivas. En otras palabras, cualquier teoría económica depende de ciertos presupuestos que tienen un carácter sociológico y que sirve como fundamento de la investigación de la fase ‘económica’ de la vida social. Esos presupuestos pueden expresarse con claridad o pueden quedar sin expresar. Puede enunciarse como un sistema ordenado o permanecer ‘una cosmovisión indefinida’ pero no puede quedar ausente en absoluto. La economía política de Karl Marx posee tal fundamento en la teoría sociológica del materialismo histórico.
La escuela austriaca, sin embargo, no posee un fundamento sociológico bien acabado o sencillamente bien definido; es necesario reconstruir los vestigios de tales fundamentos a partir de la teoría económica de los austriacos. En el proceso encontramos contradicciones entre los pensamientos generales fundamentales sobre la naturaleza de la ‘política económica’ y los fundamentos reales de la teoría económica austriaca. Son los anteriores, por lo tanto, los que recibirán nuestra principal atención.
Los siguientes fundamentos sociológicos de la ciencia económica son características del marxismo: reconocimiento de la prioridad de la sociedad sobre el individuo; reconocimiento de la naturaleza histórica y temporal de cualquier estructura social, y finalmente, reconocimiento del papel desempeñado por la producción. La escuela austriaca, por otro lado, se caracteriza por un extremo individualismo metodológico; por un punto de vista no histórico; y por tanto el consumo como punto de partida.
Werner Sombart, en un bien conocido artículo en el que comentaba el tercer volumen de El Capital de Marx, después de haber contrastado las dos economías de la economía política, el método subjetivo y el objetivo, señaló que el sistema alemán era una extensión del ‘objetivismo extremo’, mientras que la escuela austriaca, en su criterio, era el desarrollo más coherente en la dirección opuesta. Consideramos que esta presentación es perfectamente adecuada.
Es cierto que el estudio de los fenómenos sociales en general y de los económicos en particular puede ser abordado de una de esas dos maneras.
Podemos asumir que la ciencia parte del análisis de la sociedad como un todo, en el cual cualquier momento dado determina las manifestaciones de la vida económica del individuo, en cuyo caso la tarea de la ciencia es revelar las conexiones y la cadena causal obtenida de los distintos fenómenos de tipo social y que son determinantes en los fenómenos individuales; o se puede asumir que la ciencia debe proceder a partir del análisis del nexo causal de la vida individual, puesto que los fenómenos sociales no son sino la resultante de los fenómenos individuales, en cuyo caso ha de ser la tarea de la ciencia comenzar con los fenómenos de las relaciones causales de la vida individual a partir de los cuales debe derivarse los fenómenos y la causalidad de la economía social.
No hay duda que Marx era un ‘objetivista extremo’ en tal sentido, y no solo en sociología sino también en política económica.
…podemos hablar de la independencia de los fenómenos sociales de la voluntad, la conciencia y la intenciones de los hombres; pero esa independencia no debería entenderse que implica dos fenómenos diferentes, completamente independientes uno de los otros. Sería absurdo presumir que la voluntad humana no hace la historia, el problema es no tener en consideración a la historia (esa ‘concepción materialista’ de la historia es una vulgar caricatura burguesa del marxismo). La verdad es lo contrario. Ambas series de fenómenos, las transacciones individuales y los fenómenos sociales están en una íntima conexión genética” (Fundamentos metodológicos de la Teoría de la Utilidad Marginal y del Marxismo, 1927).
Resumiendo este capítulo, podemos afirmar que la teoría clásica marxista es ‘objetivista extrema’ en lo que respecta al desconocimiento del elemento subjetivo en el valor de uso de los productos mercantiles, hecho que ha llevado a no poder interpretar y a subvalorar el amplio mundo del consumo. El marxismo clásico ha reconocido la importancia de lo subjetivo en lo político y en lo ideológico pero no en el área económica. Hoy estamos pagando las consecuencias de ello. El reconocimiento de lo anterior no nos lleva a colocarnos en la barricada de la escuela austriaca en su desconocimiento de la teoría del valor de cambio marxista que tiene como fundamento el trabajo social necesario, el trabajo abstracto, que es la sustancia del valor.
Barranquilla, febrero de 2022
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