Marxismo y opresión de género
Respuesta a Jule Goikoetxea y Teresa Larruzea
Artículo de colaboración para Borroka garaia da!
Autor: Kolitza
Ayer en el periódico Berria Jule Goikoetxea y Teresa Larruzea publicaron un artículo (‘’Marxen kapitala egungo patriarkatuan’’) con el objetivo de ‘’hacer una crítica feminista de ‘El Capital’ de Marx’’. Esta pretensión es desde luego interesante. De hecho, Marx sólo escribió, como bien es sabido, la primera parte del tratado sobre el Capital, es decir, la parte más abstracta de su proyecto de crítica de la economía política. Ese tratado sobre el Capital debía incluir también un estudio de la competencia, del crédito, y finalmente del Capital por acciones. Después, los otros cinco tratados venían a ser: la renta de la tierra, el trabajo asalariado, el estado, el comercio exterior, y finalmente el mercado mundial. En la medida en que sólo escribió la primera parte del primer tratado, que llevaba por nombre ‘’el capital en general’’, Marx alcanzó a golpear de lleno a las categorías burguesas, pero no desarrolló todo el potencial del ataque. Evidentemente no investigó aquí la opresión de la mujer trabajadora, ni tampoco ninguna otra forma más concreta en la cual la clase obrera era dominada, ya que no era el tema de esta primera parte. Por lo tanto, a partir del tratado del Capital, se podría y se debería, de hecho, desarrollar el concepto hasta sus últimas consecuencias, para elaborar el mapa completo de la dominación burguesa. En el tratado tercero, sobre el trabajo asalariado, debía incorporar por lo tanto, como muchos han defendido, un apartado para la opresión de la mujer trabajadora, y la función que ésta cumple en la formación social capitalista. También debía incorporar un estudio pormenorizado sobre el alcance de la dominación de clase más allá del puesto de trabajo, sobre la subsunción de los espacios de vida de la clase obrera, de las actividades metabólicas no asalariadas, y sobre la subsunción también de los restos y vestigios opresivos de otros modos de producción bajo la hegemonía del modo de producción burgués.
Sin embargo, al leer ayer el artículo de Jule y Teresa, quedé muy desilusionado. No sólo no podía leerse en el escrito una crítica revolucionaria constructiva dirigida realmente al libro de Marx, sino que como viene siendo costumbre, se criticaba la caricatura, y junto con ella, al programa político (lucha de clases y comunismo revolucionario) del cual había surgido el aparato teórico (marxismo). Para postular un patriarcado, hay que reducir y falsear primero el potente concepto de Capital de la crítica de la economía política, que en potencia tiene claves poderosas para explicar la opresión de género y la subordinación de la mujer trabajadora. Cabe destacar que tanto la lucha de clases y el comunismo revolucionario, como la expresión teórica más acabada de ellas, el marxismo, han sido productos del proceso histórico que tanto hombres como mujeres proletarias han desarrollado en los últimos siglos. La obra de Marx, en la medida en que representa la más acabada expresión científica del comunismo revolucionario, recoge la aportación conceptual y político-histórica de todas esas luchas y esas reflexiones de hombres y mujeres de su generación y las anteriores.
Volviendo al escrito que nos ocupa, se utilizaban en él confusamente categorías analíticas que ya habían sido metódicamente determinadas por la crítica de la economía política con mayor precisión. Por último, las categorías confusas, fruto de una crítica poco rigurosa del texto marxiano, profundizaban en el escrito aparecido ayer en el Berria, como viene siendo la tónica general, en la desorientación ideológica, convirtiendo al feminismo en herramienta para la reforma burguesa, cuando debería de ser, precisamente, uno de los principales activos para desarticular el capitalismo y para enfrentar a la clase burguesa.
Todo ello me ha llevado a responder a esta carta, sin ánimo de ofender o descalificar a sus autoras. Aprovecho a su vez para pedir: 1- Que se critique la teoría marxista con el mismo rigor que se exige en la universidad a la hora de criticar a las escuelas teóricas de la burguesía y se deje de caricaturizar irresponsablemente; 2-Que no se aproveche el consenso doxástico y político impuesto contra el comunismo revolucionario en la academia burguesa para reforzar unas tesis que son el desarrollo teórico de opiniones políticas impuestas. Impuestas, digo, primero por una derrota militar y política del movimiento obrero internacional a lo largo del siglo XX, y después por un encubrimiento teórico-académico de la misma: 3-Que se actúe con responsabilidad y se abandone la pretensión de que las mujeres de la academia, que representan a un estrato privilegiado de las mujeres trabajadoras, sean la voz y las representantes de la opinión de las mujeres en general (y con ello de las mujeres proletarias, que son la mayoría aplastante de las mujeres en nuestra sociedad, y que sufren las consecuencias de la opresión de género de forma extremadamente diferente a las mujeres investigadoras bien posicionadas en la universidad). Que se reconozca que este feminismo académico no es el ‘’feminismo en general’’, y que muchas mujeres no están de acuerdo con esa forma de entender ni la opresión de género, ni la estrategia para superarla.
Va de suyo que yo no escribo esta respuesta en nombre o representación de las mujeres trabajadoras. Me limito a observar comparativamente, desde el programa comunista, a dar interlocución, en ese supuesto debate entre marxismo y feminismo, que es en realidad un debate entre el feminismo comunista y el feminismo radical burgués.
La respuesta la he dividido en cuatro tesis que identifico en el escrito aparecido en Berria, con el objetivo de clarificar las categorías que considero confusamente formuladas, los errores de interpretación de El Capital, y las desviaciones políticas que de todo ello se derivan.
1ª tesis: Marx dejaría fuera de la teoría del valor la esfera de la reproducción:
‘’(Marxek) balioa sortzen duen lana merkantzien produkzioan oinarritu izanak erreprodukzioaren esparrua balioaren teoriatik kanpo uzten du.’’ ‘’Marxismoak kapitalaren eta soldatapeko lanaren arteko gatazka ekoizpen modu kapitalistaren kosubstantzial gisa proposatzen bazuen, feminismoak, edo feminismo marxistak, lan produktibo zein erreproduktiboarekiko gatazkan kokatzen du kapitala’’
En primer lugar, no es Marx, sino la economía política burguesa y la sociedad burguesa misma la que defiende que ‘’el trabajo produce valor, y que esto adquiere la forma de la mercancía’’, y que por lo tanto el trabajo debe de ser pagado, trabajo asalariado, o mejor, trabajo para el mercado: de forma natural, espontánea y eterna. De este modo, por ejemplo, alguien que plantea que hay un trabajo que no está siendo pagado, o que no está siendo remunerado, cae de facto en el pensamiento categorial burgués, según el cual el trabajo del individuo crea valor, y por lo tanto, debe ser remunerado, objeto de compra (mercancía). Que si no, estaríamos ante una injusticia o un robo. Eso no lo dijo Marx, lo dice el mismo artículo de estas investigadoras cuando hablan de las actividades domésticas ‘’no pagadas’’ de las mujeres.
La cuestión es que Marx puso en evidencia que el meollo radica en la proporción entre trabajo necesario y plustrabajo, o mejor: la relación entre trabajo reproductivo y trabajo productivo (tasa de explotación). En definitiva: la proporción entre el trabajo que se hace para la familia obrera, y el trabajo que se hace para la acumulación de propiedad de la familia burguesa. El trabajo reproductivo reproduce el valor (incluida la fuerza de trabajo). El trabajo productivo crea la plusvalía y es el fundamento absoluto de la acumulación de propiedad (en manos de hombres y mujeres burgueses, y blindado con derecho de herencia). En definitiva, Marx de hecho dejó claro que la relación antagónica entre el trabajo asalariado y el capital, entre la clase obrera y la burguesía, raíz de todo antagonismo y opresión en la sociedad burguesa, tiene su expresión económica en la relación y proporción antagónica entre trabajo productivo y reproductivo, por lo tanto criticar a Marx por lo contrario que defendió parece poco serio, por no decir totalmente inadmisible.
Esa es por cierto la forma en la que la categoría burguesa de la mercancía es dinamitada por Marx, porque no explica por sí misma la dinámica del poder. Junto con la categoría de mercancía, es también desenmascarada la categoría burguesa misma de ‘’trabajo individual’’ que produce propiedad privada, ya que esconde la diferencia existente ente la reproducción y la producción, al uniformizar el todo bajo las formas del valor (mercancía y dinero), y esconder la existencia de El Capital, que descansa exclusivamente en la proporción entre la reproducción y la producción, y la subsunción de la primera en la segunda. Es evidente, por lo tanto, que es la producción capitalista, la producción de plusvalía, la que rige la formación social, y la que dicta las normas y determina en todo momento la esfera de la reproducción. Lo cual no quiere decir, ni mucho menos, que pueda existir producción sin reproducción.
La subsunción de la reproducción de la fuerza de trabajo bajo la dinámica de acumulación de capital es la clave que explica no sólo por qué la clase obrera está subordinada a la burguesía dentro del puesto de trabajo, sino la que explica también por qué la clase obrera está subordinada a la burguesía fuera del puesto de trabajo, ya que la totalidad de las actividades reproductivas de la clase obrera, fuera y dentro del puesto de trabajo, sirven de base para la producción de pluspropiedad para la burguesía. Hombres y mujeres que reproducen su miseria a la vez que producen el poder para otros hombres y mujeres.
Cuanto menor sea la proporción del trabajo necesario para reproducir la fuerza de trabajo frente a la proporción del plustrabajo, o trabajo productivo, más poderoso se vuelve el capital y su agente consciente, la burguesía. Es decir: la relación de acumulación está en proporción inversa a lo que defiende el feminismo radical burgués: cuanto mayor es la cantidad de trabajo productivo que pone en marcha una cantidad determinada de trabajo reproductivo, mayor es la tasa de plusvalía: cuanto mayor la magnitud del trabajo productivo frente al reproductivo, mayor el poder del Capital. La reproducción no es pues en ningún caso la fuente ni la substancia del poder, sino una condición necesaria y a ser posible minimizable. Cuanto más tiempo trabajen hombres y mujeres en producir pluspropiedad ajena, mejor, cuanto menos tiempo dediquen, dentro y fuera del puesto de trabajo, a sí mismos, a su propia familia, a su propia reproducción, mejor para la burguesía.
2ª tesis: Marx no tomaría en consideración el trabajo femenino, que sería primordialmente ‘’trabajo reproductivo’’, y además; el trabajo reproductivo es exclusivamente trabajo no remunerado y trabajo femenino. Todo ello supondría que Marx deja a la mujer fuera del análisis, y fuera de la posibilidad de constituirse en sujeto político:
‘’Marxek ez zuen lan erreproduktiboa, emakumeek soldatarik jaso gabe egiten duten lana, kapitalismoaren metaketaren zergatian edo nolakotasunean barneratu. (Ondorioz): Marxek, soldatak langileria klasean sortzen duen zatiketatik at utzi zituen emakumeak, eta horrekin, beren lana, bizitza, balioa, historia, eta subjektu politiko izateko aukera.’’ ‘’Kapitala obraren arabera, (…) lan indarraren balioa beharginek behar dituzten merkantzien (etxea, janaria, arropa, eta abarren) arabera neurtzen da, berauek sortzeko behar den lan-denboraren arabera, non lantzat gizonek egiten duten hori bakarrik hartzen den, merkantziek, beren baitan, lan indarraren merkantzia sortu ahal izango balute bezala.’’
En primer lugar, hay una confusión evidente: el trabajo reproductivo es definido como ‘’el trabajo que las mujeres hacen sin recibir un sueldo’’.
Primero: ya hemos dicho que el trabajo reproductivo es para Marx el conjunto de actividades que la clase obrera realiza para reponerse a sí misma, para eternizarse como clase al servicio del capital. Y no sólo lo es para Marx, sino que lo es para el capitalismo. Esas actividades se hacen tanto dentro del puesto de trabajo (trabajo necesario, para producir el sueldo), como fuera del puesto de trabajo (por ejemplo, el así llamado ‘’trabajo doméstico’’, pero toda actividad metabólica concreta que se haga, en la medida en que sirve para reproducir a la clase obrera: ya sea organizar fiestas, desarrollar actividad sindical reformista para que la plebe obedezca con entusiasmo, hacer una huerta y abaratar así el sueldo, ir a hacer las compras, llevar a los hijos a la puerta de la escuela, o el mero acto de dormir para trabajar al día siguiente. Todo ello es actividad que sirve para reproducir la herramienta principal de la burguesía, que es la clase obrera, en la medida en que se desarrolla bajo el poder de la burguesía y en el modo de producción capitalista.
Segundo: si las mujeres no reciben una parte del sueldo familiar, o como dice el artículo, trabajan realmente ‘’sin cobrar’’, entonces mueren de hambre, de frío, o de lo que sea. Por lo que es falso hablar de que las mujeres puedan llegar a hacer trabajo sin recibir sueldo, tan absurdo como decir que alguien puede vivir sin comida, sin ropa o sin casa. El sueldo es una categoría económica familiar, no individual. Es la forma en la que la clase obrera participa del producto social. El control sobre el sueldo, por otra parte, no depende de quién reciba el sueldo, sino de las relaciones de poder de género extrasalariales, heredadas de otros modos de producción y profundizadas por el modo de producción capitalista, y que sólo pueden ser combatidas mediante la transformación de las relaciones de producción capitalistas en relaciones de solidaridad comunistas. Que la mujer cobre el sueldo y lo lleve a casa, no garantiza el control sobre él frente al hombre. Por otra parte, el sueldo no paga ni un átomo de trabajo, ya sea este adquirido por el hombre o por la mujer. El sueldo paga la reproducción de la familia obrera, y a escala social, de la clase obrera, tanto de las partes que trabajan como de las que están desempleadas. ‘’Producir el sueldo’’ es trabajo reproductivo, lo mismo que colgar la ropa, o ir al cine. Que ir al cine sea más agradable que colgar la ropa, o colgar la ropa más agradable que bajar a la mina, no quita para que las tres sean actividades reproductivas. Los hijos van al cine, en Estados Unidos en los años setenta, con la ropa que limpia su madre, y con el dinero que gana su padre en la mina. Si la mujer no lava la ropa el hombre se pilla una infección y muere, si el hombre muere y no baja a la mina la mujer muere de hambre, si los hijos no van al cine los padres se suicidan por no aguantarlos en casa.
Si se prefiere entender las categorías exclusivamente en femenino: que colgar la ropa sea más agradable que dedicarse forzadamente a la prostitución, no quita para que ambas sean actividades reproductivas: la segunda permite comprar ropa, y la primera que la ropa esté limpia para poder venderse mejor a un cliente, lo cual vuelve a permitir comprar ropa, etc… y por el camino, la matrona se queda con ‘’la esfera de la producción’’ en su totalidad, con toda la plusvalía, y no porque sea mujer, sino porque es burguesa, o explotadora de trabajo ajeno. La mujer no limpia la ropa y se prostituye porque es mujer, sino porque es mujer trabajadora. Si fuera mujer burguesa, otra mujer le limpiaría la ropa, llevaría sus hijos (los vástagos que heredarán la propiedad enajenada) alquilándole su vientre, y trabajaría para que ella se compre ropa de 500 pavos. La mujer burguesa aparece de este modo como sujeto de opresión de género. Pero, si la mujer burguesa se aprovecha y desarrolla la opresión de género: ¿Cómo van a ser ‘’la mujer’’ y ‘’el hombre’’ en general, entendidos de forma interclasista, dos clases enfrentadas, o todavía peor: la polaridad específica creada por la opresión de género? Muy al contrario, es la burguesía el agente activo de la opresión de género que sufre la mujer trabajadora, no meramente por ser ‘mujer’ a secas, sino por ser mujer trabajadora, lo que en el modo de producción capitalista significa mujer indefensa e impotente, aislada y sola.
El marido en la familia proletaria, el violador en la calle de un barrio, son figuras privilegiadas de colaboración de clase, como el policía o el encargado de fábrica, que colaboran con el mando capitalista y reproducen la subordinación de la mujer a una división sexual y política del trabajo, división sexual que favorece en última instancia a toda la burguesía. De lo contrario no puede explicarse por qué una niña negra multimillonaria tiene más poder que un hombre blanco adulto vagabundo. Las consecuencias son extremas: si ‘’hombres’’ en general y ‘’mujeres’’ en general son clases sociales, entonces puede resolverse la opresión de género sin tocar las relaciones de producción capitalistas. Esa teoría, además de falsa, es una herramienta de la burguesía para extirpar la lucha de las mujeres del programa comunista, y enfrentarlas a los hombres proletarios ‘’en general’’ y no a las figuras de la dominación y colaboración.
Por otro lado, leemos en la cita de arriba que Marx dejó a la mujer fuera de la división que el salario genera en la clase trabajadora. Y se añade, que su trabajo, vida, valor, historia y posibilidad de ser sujeto político quedan suspendidas (por culpa de Marx, se entiende).
Respuesta: Cuando Marx habla de trabajo asalariado, está hablando principal y substancialmente del trabajo que mujeres y niños están obligados a realizar en los puestos de trabajo de la recién estructurada industria inglesa (siglo XIX). Las descripciones históricas que Marx da abundantemente en El Capital no dejan lugar a dudas, se trata de un trabajo asalariado mayoritariamente femenino e infantil. El capitalismo industrial y la producción industrial de plusvalía, o mejor, la producción capitalista sui generis, es inaugurada de hecho con trabajo asalariado femenino gracias a la introducción de la maquinaria. Esto el feminismo radical burgués lo ignora alegremente, para repetir sin parar y sin comprobación que medie lo de que Marx sólo investigó el trabajo asalariado, la forma mercancía, es decir el trabajo de los hombres, etc… Decir que el trabajo asalariado o el trabajo productor de mercancías es el trabajo que desempeñan únicamente los hombres es desconocer por completo tanto la Historia real del capitalismo como la crítica poderosa que las comunistas, hombres y mujeres, hicieron y siguen haciendo de él. Pero supone también un gigantesco vacío teórico para el feminismo, ya que la mujer trabajadora forma parte de la producción de mercancías igual que el hombre, desde los inicios del capitalismo.
No es que haya una división sexual del trabajo entre la esfera (femenina) de la reproducción (fuera del puesto de trabajo) y la (masculina) de la producción (forma mercancía). Es que hay una división sexual del trabajo tanto en la esfera de la reproducción (que se da tanto dentro como fuera del puesto de trabajo) como en la de la producción (que es producción de plusvalía). En la reproducción hombres y mujeres trabajadores tienen las tareas divididas, en general las mujeres trabajadoras hacen (por imperativo social) las tareas que se consideran de menor prestigio, y eso las subordina políticamente, mientras que el hombre trabajador considera ser más valioso por ello (por arreglar un enchufe, por ser el chofer de la familia, o por defender a la familia en el barrio, etc…), y considera que la mujer debe subordinarse a él. Esto conviene al mando capitalista, ya que así cada hombre trabajador se convierte en policía de mujeres, y cada mujer se convierte en un ser incompleto, fácilmente subordinable, incapaz de desarrollar todas sus capacidades. No todo hombre trabajador es, sin embargo, colaborador de clase en ese sentido. Es más, visto de manera completa, la subordinación de la mujer trabajadora es una lacra para toda la clase obrera, pues es uno de los fundamentos del poder de la burguesía. Es de hecho tarea de todo hombre trabajador comunista combatir en todos los campos la opresión de género y negarse a la colaboración machista de clase, como lo es no hacerse policía o encargado de fábrica a costa de sus compañeras. En lo que respecta a la esfera de la producción, las mujeres hacen una serie de trabajos productores de plusvalía, absoluta y relativa (medicina, ingenierías, educación, pero también limpieza de portales, prostitución, industria textil…) y esto es de una evidencia aplastante. Lo que hay que investigar son los fundamentos de esa división sexual del trabajo real en las dos esferas, y no los fundamentos de una división sexual del trabajo inventada.
Cabe añadir que el feminismo radical burgués, en la medida en que es un feminismo generalmente producido en la universidad, que observa los fenómenos capitalistas desde una óptica occidental y epocal (fase imperialista y standard de vida de la aristocracia obrera), ignora igualmente que en la revolución industrial las familias obreras no tenían trabajo doméstico que realizar, porque no tenían casa, ni ropa que limpiar, ni prácticamente comida que cocinar. Vivían en barracones, dormían en la misma cama, no tenían ropa para cambiarse, ni tiempo para cocinar, porque trabajaban, hombres mujeres y niños, hasta dieciséis horas al día, bajo el yugo del trabajo asalariado. Esa es la sociedad que Marx investiga, para abstraer las características generales del Capital, que se aplican igualmente a todas las épocas que sean dominadas por el modo de producción capitalista.
Es después, décadas más tarde, cuando a finales del XIX una pequeña parte de la clase obrera del centro imperialista comienza a disponer de unos recursos domésticos, y es entonces cuando esa labor recae sobre la mujer trabajadora, siendo de este modo subsumida bajo la forma reproductiva del Capital (es decir, después de instaurada ya la esfera de la producción de plusvalía mediante trabajo asalariado) la opresión patriarcal como instrumento del mando capitalista. Es cuando el sueldo se convierte en una herramienta política para dividir a la clase obrera, no sólo a los hombres y mujeres dentro del matrimonio, sino también a la aristocracia obrera de los proletarios y desempleadas en los centros imperialistas, o la clase obrera de centro de la clase obrera de las periferias mundiales, o a los adultos de los jóvenes trabajadores. Pero además, se añade todo un mundo de ‘’tiempo formalmente libre’’, de consumo, de educación, de cultura, que desde fuera del puesto de trabajo amplía la actividad metabólica reproductiva de la clase obrera. Y es entonces cuando el feminismo radical burgués, olvidando la concepción correcta del feminismo comunista, que identificaba en la dinámica de la plusvalía y la relación de clase el origen de la opresión moderna de género, de tantos miles de mujeres que veían con claridad los fundamentos de su subordinación, es entonces cuando este nuevo feminismo ‘’descubre’’ que la mujer hace un trabajo no remunerado, que la mercancía la produce el hombre, y todo el resto de categorías confusas para hacer análisis no menos más confusos de la opresión de género, y para acabar postulando la existencia del hombre abstracto interclasista y la mujer abstracta interclasista como categorías políticas y socioeconómicas de clase.
Por último, no es Marx quien niega con su análisis la historia, la vida, la posibilidad de ser sujeto político, etc… de la mujer. Muy al contrario, la mujer trabajadora es quien debe ser puesta en primer plano, y para eso es imprescindible no sólo ver los fenómenos, no sólo padecerlos, sino explicarlos y comprenderlos de forma adecuada, y para eso Marx es indispensable, las categorías de la crítica de la economía política son superiores a las categorías confusas de la academia burguesa. Así lo entendieron miles de mujeres trabajadoras que apostaron por el comunismo revolucionario y por la lucha de clases como motor de la lucha feminista, no sólo contra el privilegio cipayo del marido proletario, sino contra la burguesía entera y su producción de plusvalía, que es al fin y al cabo la última destinataria de la división sexual de género.
3ª tesis: El trabajo de los hombres sería trabajo remunerado, el de las mujeres ‘’no remunerado’’.
‘’Gizonek ez dute apenas ordaindu gabeko lanik egiten…’’ gizonek ez dute ordaindu gabeko lanik egiten gizonak direlako’’…
Se ha convertido en una falsedad repetida hasta la saciedad, esa famosa fórmula del feminismo académico italiano de los 60 y 70, según la cual existe algo así como ‘’el trabajo remunerado’’ frente al cual habría un ‘’trabajo no remunerado’’. A partir de ahí, se puede cometer el exceso de decir que ‘’los hombres no trabajan apenas sin remuneración’’, o que ‘’los hombres no trabajan sin remuneración porque son hombres’’. De golpe se legitima así toda la producción capitalista, lo que es lo mismo que legitimar todo el mecanismo económico que divide a una poderosa clase propietaria del mundo, de los medios de producción y de su población, propietaria de los procesos de trabajo, frente a una clase que sólo aspira, como máximo, a poseer un piso y un cochecillo para ir a trabajar. La cuestión es crucial: a los hombres trabajadores no se nos paga el trabajo. El trabajo se lo apropia la burguesía en su totalidad bajo la forma de la mercancía, según la ley de apropiación que se da en la esfera de la producción.
Afortunadamente Marx ya demostró que de hecho el trabajo asalariado es siempre y absolutamente trabajo no remunerado, es decir, trabajo expropiado y sin intercambio totalmente, pero bajo la apariencia de intercambio (mediante el sueldo). Que las y los trabajadores producen en el puesto de trabajo mercancías que pertenecen en su totalidad al capitalista, y que el capitalista extrae de su venta tanto la acumulación de propiedad y poder productivo, como el fondo de salarios que utiliza para volver a subordinar a los y las trabajadoras. Cuando hace ya ciento cincuenta años que la ciencia proletaria descubrió la ley del salario, querer volver a conceptos confusos, propios de los inicios del movimiento obrero, como el de ‘’trabajo remunerado’’, resulta un poco impropio viniendo de gente que se toma en serio el método científico.
La teoría feminista, de ser una herramienta para emancipar a la mujer trabajadora de la opresión de género, y para complementar la teoría y el programa comunista, se convierte de este modo en una herramienta para atar a la mujer trabajadora a su enemiga de clase (la mujer burguesa), para desviar a la mujer trabajadora de su programa de clase (la revolución comunista), en una herramienta para complementar el programa burgués y modernizar las relaciones de dominación capitalistas. Se transforma en mistificación y legitimación de las categorías burguesas. Y esto no es admisible.
4ª tesis: La desmercantilización supondría únicamente la libertad del hombre blanco, y la libertad de la mujer vendría con la ‘’desfamiliarización’’. La libertad del hombre blanco se obtendría mediante la lucha de clases, la de la mujer mediante la lucha de género.
‘’Horregatik daki ezkertiar orok zer den merkantilizazioa eta nola lortu desmerkantilizazioa, alegia, gizon zurien askatasuna eta duintasuna, baina inor gutxik daki zer den familiarizazioa eta nola lortu des-familiarizazioa, alegia, emakumeen askatasunerako eta duintasunerako baldintza ’’
Decir que todo izquierdista sabe lo que es la desmercantilización y cómo conseguirla es ocultar la más aplastante realidad: que el grueso del izquierdismo está totalmente desorientado teórica, comprensiva e ideológicamente, que ignora las determinaciones de la mercancía, la modalidad de poder de clase que se oculta tras esas determinaciones, y que además no hemos dado, ni siquiera los comunistas revolucionarios, con la fórmula estratégica para erradicar esa forma social autoritaria.
Decir que la desmercantilización es sinónimo de la libertad y dignidad del hombre blanco es una falacia enorme, que falta no sólo a la verdad, sino al respeto de los pueblos originarios que han sido exterminados por la dinámica capitalista, de las mujeres que han sido aplastadas por la opresión de género capitalista, de los inmigrantes que se ven obligados a trabajar por dos euros la hora, de los iraquíes que fueron exterminados por pisar un suelo preñado de petróleo, de tantas y tantas consecuencias de la dinámica capitalista, que encuentra su neutralidad y su consuelo en la forma mercantilizada del mundo. Y lo más grave, es que de golpe el programa comunista pasa de ser el programa de supresión de todos los antagonismos a ser el programa de liberación únicamente del ‘’hombre blanco’’.
La crítica a la familia burguesa, que no ‘’a la familia en general’’, no la han descubierto las feministas de universidad, sino las feministas comunistas en el siglo XIX. No se trata de destruir los lazos y vínculos familiares ‘’en general’’ e instituir al libre individuo burgués (sea mujer o hombre) con su dinero en el bolsillo y su libertad privada, sino de destruir el modelo autoritario burgués de familia, para implantar la solidaridad universal y el derrocamiento de toda autoridad impuesta, desde un nuevo modelo de familia que no sea base de opresiones, hasta la sociedad comunista mundial.
Lo que parece claro es que en general los izquierdistas saben poco sobre la forma mercancía, saben poco sobre una posible estrategia de enfrentamiento contra la burguesía, pero creen saber mucho sobre lo mala que es la familia, sobre lo malo que es tener hijas, sobre lo bueno que es estar sola y solo en este infierno. La crítica feminista comunista contra la familia burguesa se convierte en rechazo radical burgués e irreflexivo a la familia en general, a todo vínculo duradero y fuerte, allí donde conviene aislar e individualizar totalmente a la clase obrera; la reivindicación de un modelo comunista de crianza se convierte en rechazo radical burgués a la maternidad allí donde la burguesía no quiere reproducir a la clase obrera porque le sale más barato hacerlo en la periferia e importar mano de obra; la crítica comunista a las relaciones sociales burguesas, se convierte en exaltación del solipsismo, en aislamiento extremo de la clase obrera, en exterminio de la solidaridad y en disolución de todo vestigio de comunidad, y toda voluntad de construirla. Esas son las consecuencias del triunfo del feminismo académico radical burgués sobre el feminismo de las mujeres comunistas.
La lucha de clases y la construcción del comunismo son el fundamento tanto de la libertad del hombre trabajador como de la mujer trabajadora, son el proceso de abolición de todos los antagonismos. La lucha contra la opresión de género de las mujeres en la moderna sociedad burguesa, no puede sino ser una parte de la lucha de clases en contra de la burguesía, que es el agente, y contra el modo de producción capitalista, que es la estructura de poder que reproduce la opresión de la mujer trabajadora.
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