Lepra: estigma, dominación y exterminio en Colombia
Por Alberto Pinzón Sánchez
La lepra llega a Colombia en la mano que trae la cruz y la espada: Jiménez de Quesada su capitán, junto con dos curas doctrineros y un soldado de apellido Zárate, quienes vienen en la expedición conquistadora que remonta el río Opón y llega en marzo de 1537 hasta el hermoso y feraz valle del río Saravita, en los territorios de los indios chipatáes y agátes, tienen lepra.
Y desde este valle bautizado del río Suárez en honor al caballo ahogado de uno de los capitanes españoles, por las características climáticas de la región, al ciclo de lluvias, a la acidez y poca humedad del suelo, pero por sobre todo por las miserables condiciones de vida que tienen los indios y los pobladores, se asienta definitivamente en su suelo el bacilo de la lepra, que al expandirse rápidamente a las áridas montañas del río Chicamocha, se convierte en uno de los reservorios naturales más persistentes de Colombia..
En esta privilegiada y feraz región, hacia finales del siglo XVIII, a pesar del flagelo de la lepra, y como parte de la gran crisis económico-fiscal y social del decadente imperio español (convertido en intermediario del sistema mundial del colonialismo que ya empieza a ser dominado por la naciente industrializada Inglaterra), se ha desarrollado una combinación económica adecuada de manufactura urbana y agrícola, que al ser asfixiada por innumerables trabas e impuestos coloniales se rebela contra ellas y al grito de «muera el mal gobierno», 25 mil comuneros armados de palos y machetes al mando de José Antonio Galán llegan a las goteras de Bogotá, la cual para entonces tenía la misma población de los insurrectos.
El virrey español de apellido Caballero es un arzobispo político diestro en la perfidia: engaña a los rebeldes con misas y maitines, los desarma en las manos y en la conciencia, y los hace volver mansamente a sus batanes, artesanías y parcelas. Se inicia la contraofensiva colonial, y Galán, junto a cuatro de sus compañeros más esclarecidos y radicales, son desmembrados vivos y descuartizados y sus extremidades exhibidas ejemplarmente en diferentes poblaciones del virreinato neogranadino.
Sin embargo también el germen de la insurrección se propaga y llega a oídos de negros esclavos e indígenas tributarios en el resto del país, e incluso llega hasta la vecina Venezuela.
La paz militar colonial se debe complementar y justificar con escarnio social. El poder colonial se inventa la terrible quimera de que la “región comunera” rebelde e insurrecta es una pila o alberca de leprosos, quienes con sus muñones producen paños y lienzos, sombreros, alpargates, dulces, panelas y bocadillos y otras manufacturas y con ellas están propagando por todo el virreinato “la elefancia”, que es el nombre colonial que le dan a la lepra, en un país donde no hay elefantes.
Y para evitar el contagio y proteger al resto de la población se hace necesario traer esas mercancías importadas de Europa y exterminar a los elefanciacos “internándolos” en unos campos de concentración llamados lazaretos. Uno de ellos a construir en las cercanías de la población del Socorro, epicentro de la insurrección comunera.
José Celestino Mutis, el “humanitario” sabio español de la expedición botánica, con su autoridad religiosa y científica da forma a la monstruosa criatura y dice que “la hoguera ha comenzado en las industriosas villas de Socorro y San Gil”.
La quimera va tomando cuerpo real: el elefancíaco o leoncíco es un humano con mezcla de león y elefante que tuvo su origen en el antiquísimo río Nilo.
Tiene los ojos brotados y opacos como de vidrio pulido, con una pequeña pupila oscura en el centro. No tiene ni cejas ni pestañas, sino unas manchas oscuras que resaltan los huesos de la orbita y le dan esa mirada característica intensa y desconcertante. La nariz es chata y aplanada, con las fosas nasales como cavidades negras grandes al descubierto. La boca es una gran línea oscura que ha perdido los labios y atraviesa la cara desde una mejilla a la otra, y en las encías protuberantes y violáceas se destacan por su blancura los colmillos.
El cabello ha sido remplazado por un pelo hirsuto y desordenado con implantación baja, y las orejas redondeadas, brillantes y paradas como si estuvieran en atención permanente. Las extremidades o patas, no tienen dedos sino unos rudimentos de garras planas y gruesas que parecen pezuñas de elefante. La piel de la cara que exhiben de entre los harapos y la indolencia, es gruesa, infiltrada con nódulos o protuberancias brillantes y sebáceas acartonadas.
Y cuando se les despoja de sus vestimentas lo primero que se observa es la piel de elefante o paquidérmica, gruesa, escamosa y cuya mas destacada característica es su insensibilidad. Veteada por múltiples manchas blanquecinas hundidas y sin vellos, que se alternan con ulceraciones húmedas y redondeadas como monedas del color rojizo como carne ajamonada y con una emanación olorosa inolvidable: son los llamados chancros.
Los órganos genitales en la mujer son descarnados y protuberantes como el de las grandes bestias paquidérmicas en celo, y en el hombre son descomunales y negros constituyendo una ofensa para la vista. La naturaleza los ha dividido en dos: los que tienen tuberculomas blancos, benignos y los que tienen chancros de color negro, malignos. Así los ha dividido desde hace miles de años San Areteo de Capadocia.
La región comunera y oriental de Colombia nunca jamás se recuperará, ni económica ni moralmente, del estigma y el exterminio. Los latifundistas unidos con los grandes comerciantes ligados a los negocios de importación y exportación, y por ende al librecambio, ganaron la cruel batalla social, exterminando para siempre a los artesanos comuneros.
La historia se repite 110 años después, cuando otro proceso de estigmatización y exterminio de los artesanos y campesinos se generaliza, impuesto por el avance de desarrollo capitalista en todo el territorio de Colombia, esta vez liderado por dos dignos representantes del conservatismo oscurantista colombiano: el vicepresidente Miguel A. Caro, eximio representante del latifundismo sabanero, y el comerciante exportador de caucho que devino en dictador civil Rafael Reyes.
Apenas pasada la guerra civil de 1895, cuyas principales batallas se dieron en esta rebelde región comunera, Rafael Reyes, el explotador inmisericorde de los indígenas amazónicos, cauchero amazónico convertido en general por el regenerador Rafael Núñez, montado sobre su triunfo y su rencor, dice que los leprosos internados en el lazareto de Agua de Dios, la mayoría miembros de la insurrección radical, bajo el mando de un tal capitán Urrea lo habían atacado en su hermosa y extensa finca ganadera de Tocaima, llamada la Andorra.
Mientras el padre Evasio Rabagliati, nombrado por el Vaticano capellán de los lazaretos del país, conocido como el “apóstol de los leprosos”, dicta una conferencia sobre el Gran Lazareto Nacional, que imprime y posteriormente reparte por todo el país, y el Arzobispo de Bogotá, a nombre de la Iglesia y la Patria, recomienda “encarecidamente tan santa empresa”, el vicepresidente en ejercicio don Miguel Antonio Caro hace versos y aprueba la iniciativa del padre Rabagliati, pidiendo a las autoridades su apoyo para “echar las bases de un Gran Lazareto Nacional, cual lo demanda con carácter de urgencia, dada la alarmante propagación de la lepra en varias comarcas del territorio”.
El 21 de julio de 1895, respondiendo a una invitación del general Rafael Reyes, el cura Rabagliati y Juan Manuel Restrepo se reúnen en su casa con otras 21 personalidades entre las que se encuentran el presbítero Leopoldo Medina; Carlos Cuervo Márquez; Carlos Calderón Reyes, ex ministro del Tesoro Público; Bernardino Medina Calderón, médico boyacense; y el industrial alemán Leo S. Kopp.
En palabras del general Reyes, quien preside la reunión, “con el fin de decidir si en Colombia hay suficiente caridad, patriotismo e instinto de la propia conservación para que la salvemos del terrible mal que nos amenaza e impedir que nuestra patria se convierta en un inmenso lazareto”. Y continúa: “Según la última estadística existen en Colombia 27.250 leprosos, mayor número que en el resto de América y de Europa”.
En consecuencia invita a los asistentes a conformar una junta, en asocio del padre Rabagliati y “con la colaboración decidida y entusiasta del clero y de las sociedades de beneficencia”, con el fin de recaudar fondos para la fundación del Gran Lazareto Nacional. Con la construcción del gran campo de concentración el oscurantismo ha ganado la batalla de las ideas en Colombia.
La cifra de leprosos sigue creciendo: En 1896, la junta del Gran Lazareto Nacional dirige una circular al país. Ya son 30 mil y los colombianos conmovidos deberán ayudar con dinero para solucionar el flagelo, pero esta vez recurriendo a la razón de un irracional cálculo matemático:
“Si se mantuviere la misma proporción: el número de elefancíacos que había en el país hace cien años era de 60 individuos y hoy son 30 mil. Es decir, por cada diez enfermos en 1796, hay cinco mil en 1895, y si el crecimiento continúa en la misma proporción resultarían dentro de un siglo, 15 millones de elefancíacos”. Colombia aún no tiene cuatro millones de habitantes.
Agregan los miembros de la poderosa junta para aumentar el terror psicológico, que además de los 30 mil leprosos existentes en el país y son enfermos evidentes, hay numerosos elefancíacos latentes, lo que aumenta la “pavorosa catástrofe. La formidable calamidad de la lepra. ¿Cuántos individuos hay en el país, ya contaminados y en período de incubación? Imposible saberlo”.
Pero según estos cálculos, 27 mil elefancíacos no están aislados e internados, y éstos ponen en peligro a la población sana. “Con excepción de unos tres mil que habrá en Agua de Dios y Contratación, el resto, es decir más de 27 mil elefancíacos, están diseminados por todo el país constituyendo un peligro gravísimo para los sanos”.
Y continúa: “no hay nación ninguna en el mundo que esté tan gravemente amenazada, como lo está Colombia, de la universal invasión de la elefancia, y si no se hace un esfuerzo sobrehumano, la lepra dominará muy pronto como soberana, y de esta región por muchos aspectos privilegiada huirán las naciones y las gentes, como se huye de los focos de infección y de muerte”.
Así Colombia, por efectos del estigma, se convierte a nivel internacional, en “la primera potencia leprosa del mundo”. En consecuencia, la Junta Directiva del Gran Lazareto Nacional afirma que es necesario que a los leprosos “se les prohíba y se les impida el libre comercio y el libre roce con los sanos”.
El académico colombiano Roberto Azuero publica su trabajo “Lepra griega y lazaretos circunscritos”, fechado en 1898 en Moniquirá, donde se refiere a las “desconsoladoras proporciones” que ha alcanzado la lepra en los departamentos orientales de Boyacá y Santander (ubicados en la región comunera antes descrita) y avanza aún más pidiendo reglamentar las relaciones sexuales en Colombia: “porque la mujer que se ha entregado a un leproso es una vacunadora ambulante que está prodigando la lepra a todo aquel que incautamente cae en sus garras”. Las prostitutas han sido incluidas en el estigma.
El médico noruego descubridor en 1873 del bacilo de la lepra, A. Hansen, considera, con razón, que para inicios del siglo XX el número de leprosos en Colombia es “fabuloso” en comparación con los 600 leprosos existentes en Noruega, país nada tropical y calificado como el más leproso de Europa: “Me niego a creer -dice, que en un país con cuatro millones de habitantes, haya un número tan extraordinario de leprosos”.
La guerra civil entre liberales y conservadores de 1895 se continúa tras una breve pausa con la guerra de los Mil Días, que concluye en 1903 dejando cien mil muertos y a todo el país sumido en una profunda miseria y desolación.
La patética imagen de miles de leprosos deambulando por los caminos de Colombia rápidamente se internacionaliza, y en la exposición de París de 1901 aparece Colombia como el país con más casos de lepra en todo el continente americano: ”La parte correspondiente a Colombia en el mapamundi estaba señalada con una gran mancha roja”, dice en su informe el refinado embajador colombiano en Paris: La lepra se ha asociado al color rojo y Colombia se ha convertido en un país paria.
En 1904, el exportador de caucho Rafael Reyes, elegido fraudulentamente presidente y luego declarado dictador, escribe este nítido retrato: “Este asunto es para mi país más importante que el papel moneda, que los ferrocarriles, que la instrucción pública o que cualquier otro, y solamente es comparable en su importancia, a la conservación de la paz. El dilema es acometer y coronar esta obra en la forma dicha, para que Colombia no sea dentro de pocos años una inmensa leprosería de la cual huirá la humanidad como de tierra maldita, en la cual nadie invertirá un dólar”.
En septiembre de 1904, el dictador Reyes envía al Congreso una circular urgente con el fin de “extirpar la lepra” por medio del aislamiento de los enfermos: “Ha llegado el momento de que el Poder Legislativo, el Poder Ejecutivo y la Nación entera, dice el dictador, se unan, con el objeto de acometer la obra nacional de extirpar la lepra por medio del aislamiento de los enfermos en los lazaretos”.
Finalizando 1906, el doctor Julio Manrique Convers es enviado a Noruega por el dictador Reyes para estudiar la organización de los hospitales de leprosos. Allí se da cuenta de la imagen que tiene Colombia en el mundo noratlántico. Escribe:
“El país está sufriendo real y verdaderos problemas causados por los datos exagerados en demasía, suministrados por indoctos en la materia y que a diario se publican en libros y periódicos extranjeros. En los mapas que indican la distribución de la Lepra en el mundo y que figuran en todas las obras clásicas, nuestro país está todo teñido con rojo, color escogido para marcar la abundancia de la enfermedad. Ni en la India, que cuenta con miles de leprosos, ni en las Islas Sándwich, ni en Hawai; la mancha que estigmatiza es tan grande ni de color tan subido como la que marca nuestro país”.
La quimera se ha volteado contra sus creadores.
Colombia es país agroexportador por excelencia y la posibilidad de que los productos que exporta a los mercados europeos o norteamericanos estén contaminados con el bacilo “empieza a causar pánico en los mercados europeos con relación a nuestros frutos, mirándose con recelo lo que procede de Colombia. ¡El nombre de colombiano es sinónimo de elefancíaco!”, agrega alarmado el médico Manrique. Entonces comienza la marcha atrás:
“Rafael Reyes, Presidente de la República, acompaña a ustedes un ejemplar de la rectificación que el señor doctor Julio Manrique, médico jefe de los lazaretos de Colombia, hace a la aseveración de Le Courrier des Etats Unis de Nueva York, respecto de que en Colombia hay más de 60 mil elefancíacos”.
El Presidente encarga hacer publicar dicha rectificación en los diarios locales y ordena al cónsul en Nueva York “dirigir una nota a la dirección del periódico con la rectificación del doctor Manrique exigiéndole que la publique y si no quisiere hacerlo gratuitamente, se le debe pagar la inserción”, dice en circular oficial.
El dictador Reyes, ahora alarmado con la aciaga quimera que ha creado, pide a embajadores y cónsules colombianos publicar en el mayor número de periódicos europeos la rectificación que demuestra que Colombia no es “el país del mundo en donde hay más leprosos” y agrega que “estas exageraciones causan problemas al país y detienen la inmigración”.
Además les pide “enviar al Presidente en Bogotá las publicaciones para elaborar un folleto de ellas y hacerlo circular abundantemente, a fin de corregir por este medio el error que se ha cometido, que causa inmensos males y podría detener la inmigración que viniera al país”.
Anexa el documento del médico jefe de los lazaretos nacionales, dr. Manrique, donde asevera que no hay más de cuatro mil leprosos en Colombia, la mayor parte aislados. Que la lepra ataca a los pobres y que no hay casos de lepra en las familias de los ministros colombianos:
“La lepra aquí como en todas partes, ataca de preferencia la clase desvalida y son raros los casos en la clase rica. Existe en Colombia como en todos los países tropicales y se puede asegurar que en muchos de aquellos el número de leprosos con relación a la masa de población es muy superior al uno por mil, que es el porcentaje de enfermos en Colombia”.
Pero la nefasta quimera creada sigue creciendo y la cifra de leprosos colombianos en los escenarios internacionales llega ya a cien mil. El médico cubano Manuel Alfonso afirma en la Sexta Conferencia de Beneficencia y Corrección de Cuba en 1907 que: “Colombia bien pudiera llamarse la tierra de los leprosos, pues con una población de cuatro millones de habitantes, cuenta con cerca de cien mil”.
El dictador civil, en un último gesto para limpiar el estigma creado, atraer los capitales extranjeros y la emigración blanco-europea, muestra enérgicamente que los frutos de la tierra están totalmente aislados del germen de la elefancia. Entonces presiona a la Asamblea Constituyente de bolsillo que ha creado con miembros prestigiosos del Partido Liberal y Conservador ahora unidos, convocándola para que expida la Ley 14 de 1907, que reza así:
“Considerase como calamidad pública la presencia y propagación de la lepra en el país y corresponde la obligación al Gobierno Nacional de impedir su propagación, reduciendo a colonias o lazaretos a los individuos atacados de ella”.
Esta ley será, durante un siglo, la base para el manejo (dizque científico) de esta enfermedad en Colombia; hasta la actualidad cuando en el Noratlántico imperial arbitrariamente se ha creado en reemplazo de la lepra otra quimera y estigma igual de ominosa, catalogando como “terrorista” una parte del pueblo trabajador colombiano, para justificar, como ultima razón, su exterminio físico.
(Última corrección 16.11. 2009)
Saludo Cordial:
Muy interesante su articulo.Le agradezco cualquier información sobre el tema en la época de la guerra de los mil días y centrado en Agua de Dios.Soy realizador de documentales y estoy investigando,su colaboración seria de mucha importancia. Gracias
Jorge Camelo
ME PUEDEN DECIR EN QUE PAIS HAY MAS LEPROSOS NECESITO ESA RESPUESTA URGENTE ME PUEDE HAYUDAR
conozco un caso de lepra en el dpto del magdalena y la flia no tiene recursos para sacarlo a la ciudad de sta marta a quien debo acudir para iniciar tratamiento favor comuniquese urgente
Hola a todos quicira saber cuantos afectodos actual hay en colombia de lepra gracias
Hola quiciera saber cuantos están contagiados en colombiano actualmente por la lepra