Una inusual "guerra comunista al hampa" en el corazón del río Yangtsé
Batallas del poder en el seno del Partido Comunista, casinos ilegales, juicios televisados y condenas a muerte son los ingredientes del escándalo de Chongqing, una metrópoli a orillas del río Yangtsé en la que se ha destapado el mayor escándalo mafioso de China en años.
En esta urbe del corazón de China se ha descubierto una truculenta historia de «sociedades negras» -mafias del país asiático- que ha salpicado a los estamentos más poderosos y a toda clase de negocios de la ciudad, una «Gomorra china» no muy diferente del Nápoles que revelan los libros de Roberto Saviano.
La condena a muerte de seis implicados en el escándalo, el pasado miércoles, es sólo el principio de la campaña contra la red mafiosa, ya que los detenidos desde junio por su participación en el escándalo son más de dos mil, y todavía queda por procesar a los principales implicados.
Entre ellos la cabeza más visible, Wen Qiang, jefe del Buró de Justicia de Chongqing.
Respetado alto cargo de la policía local durante casi dos décadas, ahora está acusado de proteger a los líderes del gansterismo de la ciudad, entre ellos su propia cuñada, Xie Caiping, dueña de 20 casinos ilegales y una de las grandes «capos» de la urbe.
En China operan centenares de miles de «sociedades negras», casi siempre en connivencia con líderes comunistas corruptos y Policía, y en contadas ocasiones la Justicia decide caer sobre ellos, pero la novedad esta vez es que los detenidos han sido los «peces gordos» de la red, miembros muy conocidos de la alta sociedad chongqinesa.
Otra sorpresa en esta ocasión ha sido el raro seguimiento mediático que los medios -incluidos los oficiales- presta al escándalo, con imágenes de los juicios en la televisión estatal CCTV y un despliegue de detalles sobre mafiosos que nunca antes se había visto en la normalmente opaca información china sobre estos temas.
¿A qué se debe este nuevo enfoque del problema? La respuesta parece estar en la presencia en la ciudad de uno de los políticos más carismáticos -y ambiciosos- de China, el ex ministro de Comercio Bo Xilai.
Bo, uno de los «príncipes comunistas» -hijos de líderes revolucionarios que lucharon con Mao Zedong y después compartieron altas cotas de poder- asumió en diciembre de 2007 la dirección del Partido en la municipalidad de Chongqing.
A Bo se le encomendó una de las ciudades «mimadas» por el gobierno chino, la que debe convertirse en motor del desarrollo del oeste del país y principal encargada del macroproyecto de las Tres Gargantas, que será completado en breve.
Pero el ex ministro, con un gran bagaje internacional (fue un exitoso negociador en el conflicto textil con EEUU y la UE hace un lustro) no está dispuesto a ser olvidado en Pekín, a donde espera regresar con un alto cargo cuando la cúpula comunista se renueve en 2012.
Para ello, ha decidido lanzar una lucha sin cuartel contra las mafias que le haga regresar a la popularidad.
Bo colocó al frente de la guerra contra las mafias a Wang Lijun (nuevo jefe de policía de Chongqing tras la detención del inicuo Wen Qiang), un «incorruptible» por el que las mafias locales ya han ofrecido, según los medios locales, una recompensa de 12 millones de dólares por su cabeza.
Numerosos negocios estaban relacionados con la red mafiosa: desde los más habituales en estos casos (prostitución, juegos de azar, usura, extorsión a comerciantes) hasta otros más sorprendentes, como minas de carbón o hasta servicios de transporte público extraoficiales.
Las mafias de China tienen relaciones con las célebres tríadas de Hong Kong, Macao, Taiwán y las comunidades chinas en otros países, pero suelen actuar de forma aún más secreta, y por ello no suelen ponerse los sonoros nombres («Tigres Blancos», «Dragones Verdes» y otros similares) de sus colegas en el exterior.
Son herederas de las «sociedades secretas» presentes en China desde hace siglos, y que en algunos casos incluso ocasionaron la caída de dinastías o rebeliones que amenazaron al poder, como los famosos Boxers del siglo XIX.
El gobierno comunista central y la opinión pública china consideran no obstante que en este momento el poder de las «sociedades negras», aunque grande, es por ahora sólo local.
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