Hombres conDón
Se queja hoy con añoranza el presidente de la SIP, Enrique Santos Calderón, en el diario El Tiempo (el que otrora fuera de su omnipotente familia pero ahora es de la transnacional española Planeta), se queja digo, de sus viejos amigos y recurre para titular su editorial inane a un conocido dicho antioqueño de la jerga provinciana y pugnaz del presidente de Colombia (y sus asesores obdulianos), que dice que “con amigos así pa qué enemigos”.
Recuerda ahora, con una tristeza que desmorona los huesos, “la mal disimulada frialdad de la Casa Blanca ante el presidente Uribe, que evoca toda una tradición de dejar a sus aliados colgados de la brocha; de dejar plantados sin pudor ni vergüenza a quienes pusieron a pelear por ellos” (sic).
Algo que don Enrique siempre supo pero que invariablemente ocultó con su refinada hipocresía bogotana: Que los EEUU no tienen amigos sino intereses, lo que confirma a continuación con la manida cita del cínico genocida universal Henry Kissinger, a quien antes citaba en sus dogmas de “Contra-escape” como fuente de gran autoridad: “En este mundo es a veces peligroso ser enemigo de Estados Unidos, pero ser amigo es fatal”.
A continuación trae una galería de admirados hombres abandonados, o tirados a la basura sin ningún escrúpulo, después de haber sido usados y a quienes la sabiduría popular ha dado en llamar ¡hombres condón! Solamente que menciona tan solo unos cuantos de ellos, escogidos cuidadosamente de las santas guerras imperiales, desatadas contra el fantasma del comunismo: Chiang Kai Shek contra Mao Zedong. El títere Diem contra el gran Ho Chi Min. El aliado fiel camboyano Lon Nol quien derrocó a Norodom Sihanuk y sumió a ese país en una orgía de sangre.
“Los regímenes democráticos centroamericanos que nunca recibieron la ayuda posconflicto prometida” (claro que sin mencionar a nuestro HP Somoza, ni a los salvadoreños Duarte y Cristiani) y concluye citando al mafioso y “desahuciado mandatario de Afganistán, Hamid Karzai, colocado por EEUU para presidir una guerra inganable, ya descalificado por inepto y corrupto”.
Son muchos más los estimados hombres públicos latinoamericanos que ganaron todas las encuestas durante sus respectivos mandatos, quienes no hace mucho prestaron innegables servicios a sus amigos antes de que les quitaran la escalera dejándolos colgados de la brocha, y a quienes don Enrique deliberadamente deja en el tintero.
Por ejemplo, no dice nada de reconocidos “hombres condón”, tales como Pinochet y su carnal Manuel Contreras el jefe de su Policía política. Nada sobre Castello Branco y sus gorilas brasileños. Menos aún sobre Videla y sus generales argentinos, o el uruguayo Bordaberry, o el boliviano Hugo Bánzer, para no citar al panameño Noriega, o el haitiano Cedrás, o Fujimori o el superagente Osama Bin Laden.
Ni una palabra sobre Carlos Castaño y Mancuso, los celebrados amigotes de pactos y aventuras de su hermano Juan Manuel en la patriótica tarea positiva de “refundar a Colombia”, y de su primo hermano el vicepresidente colombiano, en la no menos humanitaria misión de montar el Bloque Capital en Bogotá.
Pero lo que más llama la atención en el lamento o sentido “de profundis” de don Enrique es el manto de oscuridad y silencio con el cual cubre sutilmente la biografía de Uribe 82, haciendo creer a sus lectores (desprevenidos) que el Pentágono norteamericano y los gobernantes de los EEUU no tienen razones serias y de peso para tratar ahora de quitarse de encima semejante aliado; precisamente después de que, como le dijo el propio presidente Bush, “hizo más de lo que le pedimos”.
Como si esos sus amigos entrañables no supieran o conocieran al dedillo la vida y obra de Uribe Vélez (no sólo lo que escribieron Contreras y Fernando Garavito en la biografía no autorizada de El señor de las sombras), sino de fuentes oficiales propias y de confianza.
Los gobernantes gringos, parece ser, ya consiguieron lo que deseaban o necesitaban (las siete bases militares) y ahora desde una posición de fuerza se disponen a negociar con el resto de países de Latinoamérica con una carta o MAAN que antes no tenían.
Argumentarán o dirán poco más o menos una cosa así: “Reduciremos, o controlaremos, o limitaremos nuestras actividades en Colombia; pero… Ustedes señores… (aquí viene el nombre del país que está frente a ellos negociando) deberán hacer esto… (aquí viene la demanda o pedida gringa)….o en caso contrario la negociación no prosperará y como en lo sucedido con Norcorea o Irán, nos veremos en la odiosa faena de tener que recurrir a la presión internacional”.
Así las cosas, uno se ve tentado a preguntarle a don Enrique: ¿A que se debe el inusitado lamento borincano? ¿De verdad cree don Enrique que sus amigos ya tiraron a la basura a Uribe 82 y a sus compinches, cuando apenas se va a iniciar la negociación internacional?
En ese caso es mejor que don Enrique recuerde en sus próximos editoriales y asesorías aquella máxima que más bien es mínima de que: “El enemigo de mi enemigo es mi amigo”.
que lastima uribe que te traten como a un perro perdistes todo que lastima
que lastima locomocho que lo traten asui pailas