Martré: el fascinante facineroso que se burla fantomescamente del fascismo globalizado
Presentación de la novela El regreso de Fantomas
Juan Carlos Castrillón
Despojar a los ricos debería ser el undécimo mandamiento.
Lo ultimo que la usurocracia desea es un público consciente e informado, capaz de tener pensamiento crítico. Por eso un continuo y fraudulento zeigeist es emitido vía de la religión, medios masivos y el sistema educativo. Buscan mantener al ciudadano dentro de una distraída burbuja inocente, y están haciendo un tremendo buen trabajo.
Gonzalo Martré, El regreso de Fantomas
Hace más de veinte años finalmente pude conseguir la novela original de Fantomas —la de los franceses Marcel Allain y Paul Souvestre, publicada en el lejano 1911. No estaba de oferta en aquella librería, y su precio no era muy accesible debido a ser edición española, muy bonita, por cierto; así que no me quedó de otra que aplicar los justos medios expropiatorios, consistentes en adquirir algún libro de a diez pesos —sí, por aquella época aún se podían conseguir a ese precio— y llevarme como bono extra la tan apreciada novela. La operación fue un éxito y comencé a leer el volumen con avidez. Admiraba al elegante y justiciero enmascarado vía los cómics que circulaban profusamente en los puestos de periódicos, así que me dispuse a darme un banquete literario.
Pero, ¡oh decepción! Al terminar la narración de unas 200 páginas, quedé parcialmente decepcionado: no encontré lo que estaba buscando. Por el contrario hallé un personaje decimonónico, oscuro, dark, algo de acción, intriga, cierto suspenso, y mucho art decó; las maldades del tiempo hicieron de las suyas sobre el relato fantomesco, que más me pareció una pieza de museo. Extrañé sobremanera esa audacia, esa insolencia y picardía bienhechoras, ese brillante sarcasmo y humor maldito, esa chispa incendiaria que consumía alevosamente en las historietas. Tuvieron que pasar décadas para que este anhelado héroe quijotesco-guevaresco-bakuniniano reapareciera en su deslumbrante magnitud gracias a la magia negrísima de su autor, el escritor de culto Gonzalo Martré.
El caso de Martré (el Mandarín de Malandrines) es emblemático para todo aquel que pretenda hacer literatura de trascendencia: Continuador y heredero de esos Titanes de las Letras que aún pretenden inútilmente ser ninguneados por el poder, como: Renato Leduc, Ermilo Abreu Gómez, Juan de la Cabada, Aurora Reyes, José Revueltas o Ramón Martínez Ocaranza (autores que merecen un mucho mayor reconocimiento —y de hecho lo tienen, pero a nivel subterráneo— que los mediocres promovidos por el Estado), Don Gonzalo ha llevado a cabo su impactante labor en la oscuridad conspirativa del viejo topo, minando, derrotando desde adentro la inhumana sociedad capitalista en su brutal etapa de fascismo globalizado:
La globalización es, entonces, un estadio previo, pero muy cercano, al tipo de sociedad que resulta apetecible al paladar de estas aristocracias rapaces. Una sociedad compuesta de sólo dos clases sociales: los miembros de la élite, liderados por La Hermandad, y los demás. las masas, igualados lo más posible, casi indiferenciadas…
Este ligero volumen está estructurado en capas —ocho, para ser precisos— que se expanden como burbujas de conciencia, estrictamente cuánticas, ya que sorprendente gratamente que en su sabia brevedad puedan contarnos tantas cosas de manera tan divertida. Además de burlarse sanamente de los “poderosos”, ponerles adecuados apodos a políticos de necia actualidad, inventar aparatos tecnológicos de dudosa inverosimilitud, narrarnos aventuras de impecable justicia, también eróticas, claro está, y, por si fuera poco, explicarnos con detalle apasionantes asuntos que afectan negativamente nuestra frágil cotidianidad, como por ejemplo:
¿Quién domina el mercado cervecero en nuestro país? ¿Es adulterado el tequila que bebemos los mexicanos? ¿Cómo obtuvo su fortuna el tipo más rico del continente? ¿Cómo funcionan las guerras financiadas por Estados Unidos? ¿Qué es en verdad el mentado T-MEC? ¿En qué consiste el Grupo de Bildelberg?… Etcétera.
Las certeras respuestas a estos trágicos cuestionamientos —y varios más (como: ¿quién fue Camille Claudel? por ejemplo)— quedarán atendidos a plenitud después de la gozosa lectura de esta novela semigráfica, a la que no dudo en calificar rotundamente de choforoscosa y masmodélica, para utilizar dos adjetivos relevantes y muy actuales en el vasto y delicioso vocabulario martreano que, por cierto anuncio públicamente, será motivo de un estudio y de su correspondiente diccionario de mi parte, para las nuevas generaciones.
Martré es el mero mero, el Rey del Barrio, General Brigadier del Underground, un hombre de acero, sobreviviente destacado de crisis económicas, perennes devaluaciones, pandemias variopintas, nefastos presidentes, voraces empresarios, infartos fulminantes y hasta vicios y viciosos legendarios; de todo eso se ha pitorreado este señor, chanfallescamente gandalla, pa más señas, se ha burlado, elegantemente, por supuesto, con ese proverbial lenguaje poéticamente popular, apetitosamente culto, un cilicio enchilado que el autor de la célebre novela antipoliciaca El Agente de la DEA utiliza sádicamente para zaherir sabrosamente al potentado y despertar con urgencia al enajenado.
Para terminar debo señalar que Martré es el AntiChespirito por excelencia. Ya que frente a ese humorismo ñoño, mandilón y estupidizante (¡A poco ño?) de este y otros bien remunerados payasitos de la tele, el susodicho responde con un corrosivo ingenio diabólico, reduciendo a tristes cenizas la pueril “corrección política” y provocando carcajadas dinamiteras que te obligarán a pensar subversivamente por muchas épocas. ¡Me cae! ¡Es la mera netáfora!
Suena interesante. Lo buscaré. Buena reseña.