Yira Castro, mujer de mil batallas
Sus posturas en defensa de los principios de las mujeres y de la sociedad, por la construcción de un país socialista, la hicieron merecedora de la cárcel, el destierro, la clandestinidad, pero también le afianzaron el arrojo para ser una mujer gigante en el combate.
Ana Elsa Rojas Rey
Sus ojos grandes de mirada tierna, de sonrisa brillante y cristalina, como las aguas del manantial, de donde se puede beber para calmar la sed. Así era Yira Castro un ser fascínate, era una fuente inagotable de sabiduría y esperanza. Sus principios inquebrantables la hicieron merecedora del respeto de algunos los sectores políticos, incluso de la derecha, que ejercía el dominio en el país. Yira Castro es y será, la mujer de mil batallas.
Después de terminar su estudios, ingresó muy joven a la Juventud Comunista, fue responsable de la Unión Internacional de Estudiantes, Fundadora del Círculo de Periodistas de Bogotá, integrante de la Unión de Mujeres Demócratas de Colombia, concejala del Distrito Capital por la Unión Nacional de Oposición, integrante del Comité Central del PCC, estuvo como educadora popular en el CEIS, escritora, ferviente colaboradora del Semanario Voz Proletaria, desde donde hacía las denuncias de las mafias en ese entonces del cocinol, aquel combustible de los pobres, y de la vivienda, se destacó en la defensa del histórico barrio Policarpa Salavarrieta, ubicado en el centro de Bogotá, atacado ferozmente por la policía el 8 de abril de 1966, hechos estos que se conocieron como “Viernes Santo Sangriento”.
Lo que más le indignaba era la inequidad de la sociedad colombiana y la hipocresía de la burguesía, confrontó con fuerza y ahínco, la política demagógica de Alfonso López Michelsen, en el foro de la mujer colombiana, citado por López, ella dijo:
“Los políticos burgueses, renuevan sobre todo en épocas electorales, sus farragosas y vacuas disquisiciones, encaminadas a adular a la mujer, y atraerlas con ofrecimientos de cargos burocráticos. Tienen razón en tratar de atraer el electorado femenino. Las mujeres representan el 53% de la población colombiana y si esa gran fuerza se expresara políticamente con objetivos de avanzada, si se resolvieran a ponerse en marcha, muy distinta seria hoy la situación de nuestro país” (Lucha de masas y presencia femenina P.86 D.P).
Estas posturas, en defensa de los principios de las mujeres y de la sociedad, por la construcción de un país socialista, la hicieron merecedora de la cárcel, el destierro, la clandestinidad, pero también le afianzaron el arrojo para ser una mujer gigante en el combate y así conseguir la libertad de las mujeres oprimidas por el régimen burgués.
Yira enfermó y viajó a La Habana y Moscú para ser tratada. El Primero de Mayo de 1981, en un hospital de Moscú, desde su lecho de enferma, pronunció un elocuente discurso, en el que presagiaba, que la lucha en Colombia no iba a ser eterna y algún día, más temprano que tarde, los odios tendrían que ser cosa del pasado, porque así como el pueblo soviético había derrotado el fascismo, también el pueblo colombiano arrinconaría a la burguesía, para allanar el camino hacia una apertura democrática. Un mes después llamó a su compañero Manuel Cepeda, le dijo que por favor fuera por ella, que quería morir en su patria, junto a su hija e hijo, que era lo que más amaba, al igual que a su pueblo. Falleció en Bogotá el 9 de julio de 1981.
En ocasión del 86 aniversario del Partido Comunista Colombiano, el Departamento Nacional de Mujeres, y amigas, desde el cementerio, donde reposan sus restos rinden, un amoroso homenaje en el aniversario de su muerte. Saluda con igual cariño a Iván y María Cepeda Castro quienes, continúan al frente reivindicando la lucha de sus padres.
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