Damasco: doctrina de guerra
Fuerzas Militares para la paz y no para la guerra, respetuosas de los derechos humanos y por la democracia y la buena vecindad con los países hermanos son las que necesita Colombia
Carlos A. Lozano Guillén
En mayo de 2016 el Ministerio de Defensa presentó el Plan Estratégico del sector Defensa y Seguridad, 2016-2018, acompañado de la Guía de Planeamiento Estratégico, con los siguientes principios: “Prepararnos para la guerra, porque estamos listos para la paz; no hay que temer a la estrategia del enemigo sino a nuestros propios errores; el presupuesto es hijo de la estrategia y no la estrategia hija del presupuesto; no hay en este ministerio persona o unidad que no tenga una misión conocida y medible; el Ministerio hace la política, la Fuerza Pública las operaciones; el sector Defensa trabaja para los jóvenes, para el futuro, no para el pasado”.
Este plan estratégico que contempla como el primero de sus principios “prepararnos para la guerra, porque estamos listos para la paz”, fue presentado cuando se adelantaban viento en popa los diálogos de La Habana con el propósito definido en el Acuerdo General de La Habana de buscar la paz estable y duradera.
Fue, además, el antecedente de la Doctrina Damasco, presentada en sociedad el pasado 5 de agosto, en presencia de militares norteamericanos, británicos y de otros países europeos, definida como el “paso de la guerra fría al posconflicto caliente” en artículo de Roberto Pombo, director de El Tiempo, porque deja atrás, según dice, las teorías contrainsurgentes y de la Guerra Fría, posteriores a la guerra de Corea, como la de la Seguridad Nacional –con evidente sello estadounidense-, para combatir lo que se conoció entonces como el ‘frente interno’. Para Pombo estas doctrinas anticomunistas las asumió de “manera indirecta y no formal”.
Operaciones de tierra arrasada
Pero, contrario a lo que cree el director de El Tiempo, la Doctrina Damasco plantea una transformación del Ejército en los próximos cuatro años sobre la base de operaciones terrestres unificadas, adornadas del acento social, aunque en el fondo son operativos militares para copar vastas regiones agrarias colombianas. Como quien dice: más de lo mismo. No hay ninguna transformación. Lo curioso es que se plantea como un plan en el posconflicto. ¿Operativos militares contra quién?
El acento social novedoso no es un nuevo componente, es casi tan viejo como los planes contrainsurgentes de la Doctrina de Seguridad Nacional, porque en el pasado se presentaron como acciones cívico-militares con el acompañamiento de los Cuerpos de Paz de la Alianza para el Progreso del Gobierno del entonces John F. Kennedy. También los introdujo el Plan Espada de Honor cuya estrategia se fundamentaba en el control territorial del Ejército y la consolidación social del Estado en las regiones, que nunca se produjo, porque tras la tierra arrasada quedaron siempre la desolación, la muerte y el abandono del poder.
Son 17 nuevos manuales del Ejército los que hacen parte de la Doctrina Damasco, según lo explicó el general Alberto José Mejía, comandante de la institución. Buscan, a pesar del “posconflicto”, conservar la esencia del cuerpo armado y la fuerte presencia militar en el país como en los tiempos de guerra.
Manuales made in USA
Los 17 manuales pretenden colocar al Ejército al nivel de los estándares internacionales y de la OTAN. Estos establecen tácticas y procedimientos operacionales, educación y equipamiento, respecto de la primera fase. En la segunda están los manuales de referencia, la tercera los de campaña y la cuarta las técnicas. Están proyectados para cuatro años que es el tiempo que durará la implementación de la llamada transformación del Ejército.
La Doctrina Damasco, según lo reconocen los mandos del Ejército, en definitiva los alinea con la OTAN, alianza estratégica militar de las grandes potencias, responsable de invasiones y agresiones a numerosos países y de adelantar guerras de rapiña a nombre de la “democracia occidental”. Según lo reconocen los arquitectos de la “nueva cara”, el modelo es el Ejército de los Estados Unidos que tiene “estructuras de avanzada”. Tampoco tiene nada de nuevo: la Doctrina de Seguridad Nacional la enseñaron los militares gringos, así como fueron estos los artífices del Plan LASO y el Plan Colombia, entre otros.
El general Mejía define los 17 manuales como el contenido de los conceptos y principios inherentes a la guerra terrestre del siglo XXI. Con razón, el alto oficial le dice a Yamid Amat en reciente entrevista en El Tiempo, que “viene un tiempo prudencial (después de la firma del acuerdo final) para conquistar la paz; recuerde que hay lo que denominamos el sistema de amenaza persistente”. Y dice más adelante: “Con el fin de esta amenaza (las FARC) se inicia una nueva campaña para estabilizar y consolidar el país y para conquistar la paz”.
El fundamento es la guerra
La Doctrina Damasco está fundamentada en la guerra, no queda la menor duda. Lo reconoce el coronel Pedro Javier Rojas Guevara, director del Centro de Doctrina del Ejército (Cedoe): “Hoy, estamos ante un momento histórico: el Ejército Nacional de Colombia presenta la renovada Doctrina Damasco, materializada en 17 manuales fundamentales del Ejército (MFE), que representan una doctrina construida sobre la enorme experiencia en décadas de guerra y que marca un antes y un después en la forma de generar y difundir la doctrina de la Fuerza Terrestre de la Nación”.
En la llamada transformación para nada se modifican las unidades tradicionales de la guerra. La Fuerza de Despliegue Rápido (Fudra), especializada en acciones de contrainsurgencia y conocida por desafueros y violaciones de los derechos humanos en Arauca, será fortalecida en el nuevo diseño a través del desdoblamiento en Fuerzas de Despliegue Territorial, los Comandos de Apoyo de Combate y las Fuerzas de Despliegue Estratégico. Surgirán nuevos comandos tácticos y estratégicos.
A través de la Dirección de Relaciones Internacionales del Ejército (Dirie) se buscará la cooperación con “ejércitos amigos”. Cinco mil integrantes del “nuevo” ejército estarán listos para cumplir misiones en el exterior al servicio de propósitos guerreristas e imperialistas que agencian Estados Unidos y sus aliados. Participarán en aventuras militares, en guerras de rapiña, en propósitos ajenos: son las guerras del siglo XXI. Algunos historiadores ya hablan de la Tercera Guerra Mundial que orienta Estados Unidos en el Medio Oriente para favorecer la agresión israelí contra el pueblo palestino, entre otras aspiraciones como la de controlar la producción petrolera.
Una verdadera reforma
Lo que requiere Colombia en las condiciones del posacuerdo y en el clima de la paz estable y duradera son unas fuerzas militares para la democracia y las soluciones sociales. Los nuevos componentes militares (militaristas) exigirán un mayor presupuesto en los tiempos de déficit fiscal y de recortes en la inversión social. El presupuesto de defensa aumenta de forma considerable, mientras se reducen los de salud y educación, entre otros. Nada conmueve al Ministerio de Hacienda, el ajuste continúa de forma inmisericorde, mientras la Doctrina Damasco y el Plan Estratégico de Seguridad y Defensa exigen mayores gastos, en una carrera armamentista para sostener el aparato bélico que ya no tiene razón de ser.
La asamblea nacional constituyente en el camino de los cambios democráticos exige unas fuerzas militares democráticas, para la reconciliación, ajenas a la Doctrina de Seguridad Nacional, a la concepción del “enemigo interno” y de toda expresión anticomunista, forma secular de la represión histórica contra la izquierda y las organizaciones populares en el país. Los militares deben comprometerse a estar en sus cuarteles, a respetar la democracia, a vigilar las fronteras para preservar las buenas relaciones con los vecinos y a reducir su fuerza a las condiciones de la paz y del progreso social.
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