Reflexión sobre el denominador común entre vencedores y vencidos
Si los ejércitos fascistas y nazis fueron unas bestias sin escrúpulos no es un problema que nosotros podamos solucionar o corregir, en cambio, evitar y corregir estos actos de barbarie entre nuestras filas con toda la contundencia que se merecen es nuestro deber como personas libertarias.
Igor San José
De todos es sabida la práctica de los ejércitos fascistas en la cruzada contra la libertad, el bienestar social y la democracia (1936-39) cuando tomaban una población: fusilamiento de todos los “enemigos de la patria” y violación de todas las “enemigas de la patria”. Este hecho es innegable, y lo digo con conocimiento de causa, no presencial por obvias razones cronológicas, pero sí adquirido por los testimonios que pude escuchar de mi querida y difunta amona.
Los violadores eran un variopinto conjunto de borregos de distintas nacionalidades. Como ejemplo un botón: tras la caída de la comarca del Bidasoa violaciones y pillajes eran cometidos por navarros católico-fascistas que portaban orgullosos el “Detente” (es un escapulario, chapa o trozo de tela con la leyenda «Detente, bala» o «Tente, bala» que llevaban junto al corazón, acompañada por una representación del Sagrado Corazón de Jesús y que se asocia con el movimiento carlista), obviando los principios básicos de la sagrada Biblia, mientras que tras los mortíferos bombardeos en la zona vizcaína de Durango, Berango y Gernika, los soldados de la unidad militar de élite de origen marroquí, que ejerció las funciones de guardia personal de Francisco Franco durante la guerra civil española y los primeros años de su régimen, denominada “Guardia Mora”, violaban y mancillaban a toda mujer sin importar su edad, olvidando que este acto es considerado como si se violentase una tumba o una mezquita y que la pena de muerte está indicada para esta ofensa.
Pero tras esta “guerra” comenzó otra, y finalizó, y siempre fueron humilladas las mismas víctimas… Llámense Miren, Josefina, Nadezhda o Hildegard siempre ellas sufren la crueldad del vencedor…
Una investigación publicada este año por la historiadora Miriam Gebhgardt, de la Universidad de Constanza (suroccidente alemán), titulada Als die Soldaten Kamen (cuando llegaron los soldados) da cuenta de que 860 mil mujeres fueron víctimas de violaciones en los primeros tiempos de la posguerra.
El documento concluye que los abusos no fueron protagonizados solamente por soldados rusos, como se afirmaba hasta hace poco, sino que habrían sido una práctica común de los aliados (estadounidenses, británicos, belgas, franceses, polacos, etcétera).
“Las violaciones en masa de mujeres alemanas alcanzaron un índice histórico, pero hasta ahora ese crimen de guerra ha sido ignorado. Lo peor es que las afectadas nunca recibieron algún tipo de consideración, consuelo o reconocimiento, ni han sido tratadas como víctimas de la Segunda Guerra. A esas mujeres, la mayoría de las cuales murieron sin poder hablar del tema, no se les ha dedicado un memorial o algún tipo de ritual del recuerdo. Soportaron el trauma en solitario”, comenta la historiadora.
“Los soldados rusos y aliados se comportaron como los soldados alemanes en Polonia y otros países ocupados por los nazis: como bestias. El vencido no tenía honor. Lo único por lo cual vale la pena hablar de eso es para que no les ocurra a otras”, concluye Emma M, oriunda de Dánzig, quien durante su desplazamiento hacia el occidente alemán, en abril de 1945, fue violada unas 15 veces por soldados. Tenía 17 años y hoy se refiere al tema con tanta amargura que parece que le hubiese ocurrido ayer.
Si los ejércitos fascistas y nazis fueron unas bestias sin escrúpulos no es un problema que nosotros podamos solucionar o corregir, en cambio, evitar y corregir estos actos de barbarie entre nuestras filas con toda la contundencia que se merecen es nuestro deber como personas libertarias.
Y si no, ¿qué nos diferencia de nuestro enemigo?
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