Martí, poeta y soldado
“José Martí, prócer e intelectual de su tiempo. Prefirió combatir desde el comienzo de la lucha, y no limitarse al papel de teórico y organizador”.
Libardo Muñoz
José Martí, prócer e intelectual de su tiempo, puede ser situado por su producción literaria y periodística entre el romanticismo y el modernismo, además de forjador de su propia estatura de hombre universal, patriota y faro de la lucha de Cuba contra el poder colonial español.
Se ajusta la figura de Martí a lo que Antonio Gramsci definió como el “intelectual orgánico”, pues de su ejercicio creativo y estético surge como tarea de honradez personal, la idea y la práctica de crear en 1892 el Partido Revolucionario Cubano, un escenario político desde donde inicia la campaña libertadora del poder español.
Martí nunca perdería de vista que la educación de los seres humanos corre pareja con los más legítimos componentes para la creación de un verdadero Estado social, de ahí la sorprendente vigencia de sus textos políticos y de su fresca poesía.
Exilios, deportaciones, cárcel, marcaron el sendero vital de José Martí, quien de manera infatigable dedica sus fuerzas a la lucha anticolonial hasta su caída temprana en la lucha en su isla, en la llanura de Dos Ríos.
Intelectual comprometido
Es Martí el más vivo y latente ejemplo del intelectual políticamente comprometido con el tiempo que la historia le tenía preparado para vivir.
Fue Martí una combinación perfecta de lo que significan el pensamiento y la acción, investigador y estudioso del agitado mar de hechos políticos y sociales de lo que llamó “Nuestra América”.
En una ocasión Martí lanzó la imborrable frase, refiriéndose al Libertador Simón Bolívar: “Lo que Bolívar no hizo, todavía está sin hacer”, demostración de su compromiso con un proyecto de unidad latinoamericana al cual dedicó sus energías y que hoy tiene más de realidad que nunca antes.
La obra política de Martí no puede analizarse separándola de su obra literaria. Su prosa combatiente estuvo al servicio de los más puros intereses de su pueblo y de América hasta su regreso a Cuba, el 11 de abril de 1895, marcado por la tragedia de su muerte física, cuando formaba parte del Comando Revolucionario en la retaguardia.
En la llanura de Dos Ríos, el 19 de mayo de 1895 Máximo Gómez comandaba una columna donde marchaba Martí y que estaba al acecho de un destacamento español. Martí se precipitó a caballo para tratar de enfrentar a los realistas pero desde unos arbustos de la orilla del camino salió una descarga mortal que lo derribó y le quitó la vida en el acto.
El cadáver de José Martí fue llevado a Santiago de Cuba donde fue sepultado el 27 de mayo.
Martí quiso combatir desde el comienzo de la lucha, no quiso limitarse al papel de teórico y organizador.
“Un país donde sólo unos pocos hombres tienen bienestar, no es rico”, escribió José Martí sobre la situación de su isla natal.
La vida de Martí fue breve pero en su corta franja de tiempo dejó señalado el camino para evitar las consecuencias de la colonización.
Para Bolívar, América Latina debía ser una fuerza de equilibrio para el mundo. Para Martí, todo el Nuevo Mundo, lograda la independencia real, debía ser un nuevo opositor contra cualquier proyecto colonialista de las potencias. Así lo dejó dicho en su famoso documento donde expresa haber vivido “en las entrañas del monstruo”.
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