Los horrores de la “Nueva Libia” de Wall Street
Al igual que Irak, Afganistán y Siria, Libia ha sido destruida por una campaña de intervención occidental.
Caleb Maupin
El mundo, incluida la prensa de Estados Unidos, ve con horror los recientes acontecimientos en Libia. Ese país africano es ahora un centro de trata de personas, con seres humanos empaquetados en barcos con destino a Europa. Los libios están tan desesperados por escapar de su país, ahora destrozado por la guerra civil y por los niveles asombrosos de pobreza, que arriesgan sus vidas. Barcos llenos de seres humanos desesperados se han hundido, y muchos cadáveres llegan a las playas.
Por otra parte, la organización Estado Islámico, que ha estado aterrorizando y asesinando personas en Irak y Siria, empieza a actuar en el continente africano. Muchos cristianos libios han sido ejecutados por los combatientes de ISIS.
Human Rights Watch calcula en 400 mil los desplazados internos en Libia. Sólo en 2014, más de 250 periodistas, líderes religiosos y políticos, y jueces han sido asesinados.
¿Hay algún ser humano racional que pueda argumentar que la Libia de hoy es mejor que la de antes de 2011? ¿Se puede argumentar de manera racional y lógica que la financiación de los insurgentes contra el gobierno, y la campaña de bombardeos de la OTAN mejoraron las condiciones del pueblo libio?
Mientras que los medios de comunicación de Estados Unidos destacan a menudo historias falsas o exageradas de los cubanos que huyen a Miami en balsas, todo el mundo ve cómo miles de libios se amontonan en barcos, tratando desesperadamente de cruzar el Mediterráneo. Al igual que Irak, Afganistán y Siria, Libia ha sido destruida por una campaña de intervención occidental.
Antes del ataque de la OTAN
Antes de la guerra respaldada por países extranjeros y los bombardeos de 2011, Libia tenía la esperanza de vida más alta en el continente africano. El gobierno surgido de la revolución de 1969, dirigido por el coronel Muamar el Gadafi, había traducido en desarrollo los recursos petroleros nacionalizados.
Cada libio tenía una renta garantizada, sobre la base de una participación personal en las ganancias petroleras del país. La alimentación y la vivienda estaban fuertemente subvencionadas. Los libios recibían educación y atención médica gratuitas. El gobierno construyó el sistema de riego más eficiente del mundo, llevando agua a un país extremadamente seco.
Los enormes logros del desarrollo económico independiente de Libia maravillaron a personas de todo el mundo. El Libro Verde que explicaba la «Tercera Teoría Universal» de Gadafi fue estudiado en todo el mundo por gente inspirada en sus logros.
Libia financió a otros pueblos que luchaban por su liberación nacional. Envió dinero al Partido Pantera Negra y la Nación del Islam en EEUU. Dio armas y apoyo al Congreso Nacional Africano, al Ejército Republicano Irlandés Provisional, al Frente Popular para la Liberación de Palestina, y a muchos otros grupos armados antiimperialistas.
Lo sucedido en Libia desde 2011 es otro ejemplo de las intenciones siniestras tras la política exterior estadounidense. El caos que se desarrolla en Irak, la inestabilidad en Afganistán, la continua campaña de violencia y terrorismo en Siria, y el estado horrendo de Libia no son el resultado de errores de cálculo o equivocaciones de los gobiernos occidentales.
Una política deliberada de destrucción
Samantha Power, llamada la arquitecta de la intervención en Libia, ha sido promovida al rango de embajadora de Estados Unidos ante las Naciones Unidas. Muchos de los terroristas armados que lucharon para destruir Libia han sido transportados a Siria, y se les ha impulsado a continuar sus esfuerzos.
Las exportaciones de petróleo de Libia son apenas de un 11% de lo que eran antes de 2011.
La compañía petrolera estatal libia ha sido retirada del mercado mundial, y lo poco que queda de su infraestructura ahora está controlado por los capitalistas occidentales. Wall Street ha retomado Libia, derrocando a la revolución de 1969. La estabilidad, el desarrollo, y podría decirse que la sociedad más próspera en el continente africano, han sido destruidas.
Los resultados de la intervención de Estados Unidos en Libia están a la vista de todo el mundo. Cada vez que los medios de EEUU se rasgan las vestiduras hablando de «humanitarismo» y de la necesidad de «salvar a personas inocentes», la intervención resultante empeora la situación. La gente que los EEUU y sus aliados pretenden salvar, siempre termina mucho peor que antes.
Todos debemos mirar el horror de Libia, y darnos cuenta de que no podemos confiar en los funcionarios estadounidenses, y que todas las convocatorias a la intervención extranjera por parte de Estados Unidos y la Unión Europea deben recibir la más fuerte oposición de las fuerzas progresistas.
Caleb Maupin es un analista político y activista con sede en Nueva York. Estudió ciencias políticas en el Baldwin-Wallace College y participó en el movimiento Occupy Wall Street.
Fuente: New Eastern Outlook
Traducción de David Moreno
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