Presidente Santos, el clima es de guerra
El proceso de paz requiere un clima adecuado sin amenazas, sin amedrentamientos, con tolerancia, con verdad, con justicia, pero sobre todo con respeto a la vida de todos los colombianos, incluyendo los insurgentes.
Aída Avella
La intolerancia, la discriminación y la persecución política en Colombia empujaron a miles de personas al exilio. Mujeres y hombres cruzaron las fronteras para salvar la vida. Presenciamos desde lejos cómo los métodos para asesinar, desaparecer, torturar, superaban con creces los horrores que la humanidad había conocido.
La criminalización de la protesta y el inconformismo social tomaron dimensiones enormes, condicionando la libertad de pensamiento, de opinión y de opciones ideológicas y políticas. Las lecturas de los grandes medios y la manipulación oficial, sesgadas la mayoría de las veces hasta llegar a la perversidad, cruzaron la política y la manera de ganar votos. Si tenían que matar para quitar un adversario de en medio, lo hicieron, y si debían anular personerías jurídicas también. Sembraron los odios, llenaron de traumas esta sociedad, desplazaron no solo los habitantes sino sus culturas y sus sueños.
Después de algunos meses de recorrer este país, encuentro las secuelas de la guerra y del desgobierno. Zonas altamente militarizadas: tanques de guerra, trincheras, militares fuertemente armados, con paramilitares que se mueven y parecen convivir con las fuerzas del “orden” y del desorden.
Las amenazas pululan en todo el territorio. En la zona Caribe son objeto de ellas los defensores de derechos humanos, los reclamantes de tierras, los militantes de oposición y periodistas. Merece especial atención el caso de Magangué, corregimiento de Sitio Nuevo, donde reparten panfletos amenazantes contra siete miembros del Sindicato de Pequeños Agricultores; desde el 7 de marzo ronda el pueblo un grupo de cinco personas vestidas de negro de contextura fuerte, con armas pesadas, se detienen frente a las viviendas de los amenazados. Hay que recordar que en 1996 se produjo en este sitio una masacre contra militantes de izquierda.
En el Meta, hacen operativos extraños donde resultan muertos campesinos. El 5 de marzo, en la vereda Caño Lindo, del municipio de El Castillo (Meta), Ever López y su hijo de 10 años son detenidos por hombres de civil, pertenecientes al Ejército. Los desaparecen. En horas de la tarde aparece el niño. Con los militares, llega un helicóptero militar con personal de la Fiscalía y de la Oficina de Instrucción Penal Militar, se llevan el cadáver, ante los ojos de los habitantes de la vereda. Lo han asesinado.
En el sur del país tienen un método especial: Judicializan a quienes creen que tienen una opción para ganar en las elecciones. Lo vimos con la detención de un candidato a la cámara por la UP en Nariño, a quien detienen por rebelión; pasan las elecciones, recobra su libertad y hace pocos días nuevamente ordenan su captura. Lo quieren obligar a declararse culpable para cerrar el proceso.
En el Cauca, en el mes de febrero, el Ejército detiene a los campesinos Diego Armando Córdoba y al menor de edad Juan Felipe Águila, cuando se dirigían a trabajar en la vereda Planada del municipio de El Bordo, los trasladan en un helicóptero y los judicializan.
El proceso de paz requiere un clima adecuado sin amenazas, sin amedrentamientos, con tolerancia, con verdad, con justicia, pero sobre todo con respeto a la vida de todos los colombianos, incluyendo los insurgentes. Para nada ayudan las declaraciones de Mindefensa cargadas de odio, de retaliación y a veces de triunfalismos absurdos ante la muerte de guerrilleros.
¿Se respeta la tregua unilateral o no se respeta? ¿Las Fuerzas Militares están preparadas para la paz o continuarán considerando a cada ciudadano que protesta o hacen parte de listas para las elecciones por la oposición su enemigo interno?
Muy poco han cambiado las cosas. Ahora que se anuncia la venida del Papa, esperamos que todo esto se pueda superar. Construyamos entre todos caminos de entendimiento. La paz no se hace para aniquilar ni física ni políticamente al adversario. Están en diálogos o continúa la guerra.
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