El cese bilateral de fuegos es urgente
Organizaciones populares y sociales insisten en el cese bilateral de fuegos para proteger los diálogos de paz. Gobierno Nacional ordena reanudar bombardeos. No se puede seguir jugando a la guerra y a la paz
Hernando López
El presidente Juan Manuel Santos y los voceros del Gobierno Nacional, incluyendo los altos mandos militares, han reclamado el derecho a mantener operativos militares y los bombardeos aéreos, por pocos días suspendidos y ahora reanudados, en la negativa a los acuerdos bilaterales de tregua y cese de fuegos y en el entendido de que ambas partes aceptaron dialogar en medio del conflicto. O mejor dicho: en medio de la guerra.
Es la vieja pretensión de la clase dominante de derrotar a la guerrilla y someterla en la mesa de diálogos a la rendición, desmovilización y entrega de las armas. Y de ñapa llevar a sus principales dirigentes a la cárcel. Como quien dice: la paz de los sepulcros o la paz romana, también conocida como la paz Augusta, de largos periodos de paz impuestos a sangre y fuego a los pueblos dominados por el imperio romano.
En el caso colombiano, con el maniqueísmo de la clase dominante, es válida toda acción contrainsurgente, hasta el punto de celebrar los éxitos con champaña en los cuarteles y en los clubes sociales de la oligarquía, mientras montan en cólera cuando ocurre lo contrario, en los hechos previsibles de la guerra. Es la ley del embudo. Dialogar en medio del conflicto pero solo son válidos los actos de los militares, porque los de la guerrilla son consideradas acciones deliberadas o terroristas.
Cuando bombardean un campamento guerrillero y caen en estado de indefensión decenas de insurgentes, “son terroristas abatidos o dados de baja por los héroes de la patria”. Cuando una patrulla del Ejército o de la Policía es emboscada por la guerrilla, la califican de acción criminal, con el coro de la “gran prensa” y de todo el establecimiento. Todos convocan a la guerra, y eso que fue el gobierno de Santos el que impuso el procedimiento de dialogar en medio del conflicto.
Hasta el fiscal general de la Nación, Eduardo Montealegre, quien ha tenido posiciones avanzadas y progresistas para ayudar al proceso de paz, lanza la exótica tesis de que los guerrilleros que atacan a los militares cometen homicidio en persona protegida. Absurdo, pues todos son combatientes, unos legales y otros ilegales, a la luz del Derecho Internacional Humanitario.
Los acontecimientos del Cauca
Estas reflexiones, con todo el riesgo que implican, están motivadas por los recientes acontecimientos en el norte del Cauca, en un caserío del municipio de Buenos Aires, el pasado 15 de abril, cuando en un enfrentamiento con unidades de las FARC-EP, murieron once soldados profesionales y varios quedaron heridos en el cruento desenlace. Un cuadro desolador que a nadie debe alegrar.
Todo el establecimiento, con débil comprensión de la paz, se unió para lanzar rayos y centellas contra la guerrilla, mientras Santos decía que fue una masacre y el fiscal lo calificó de delito de lesa humanidad. No faltaron los belicistas de siempre que pidieron la ruptura de los diálogos y el Partido Liberal exigió el ultimátum en La Habana. Para no registrar, por lo ordinarias, las andanadas en los grandes medios de comunicación. Ninguno recordó que en situaciones similares cuando los muertos son de la guerrilla, siempre justifican las muertes con que “estamos dialogando en medio de conflicto”. Tampoco recuerdan que Alfonso Cano fue asesinado con tufillo a traición cuando se adelantaban los primeros contactos con el gobierno de Juan Manuel Santos.
Toda la oligarquía se une. Santos, Uribe y Ordóñez piensan igual, olvidan sus contradicciones, jamás de fondo. Tapan la responsabilidad histórica del Estado en el conflicto, principal actor de la degradación del mismo. Y eluden el debate de fondo: la necesidad de bajar la intensidad de la confrontación y de pactar el cese bilateral de fuegos, que eliminaría del escenario de la confrontación estos actos bárbaros de la misma.
Acabar la guerra
Esta es la guerra y por eso hay que acabarla y por ende es absurdo dialogar en medio de los tiros. Mientras ese sea el procedimiento, al cual está aferrado con terquedad el Gobierno Nacional, seguirán presentándose estos hechos crueles de la guerra. Caen guerrilleros, caen soldados, caen civiles.
La izquierda esgrimió el 9 de abril la bandera de la tregua y el cese bilateral de fuegos, porque es conciente de la humanización de la confrontación, es humanista por naturaleza, no se alegra de la muerte de ningún colombiano.
El Gobierno argumenta que las FARC-EP violaron la decisión de cese unilateral de fuegos y por eso da la orden de reanudar los bombardeos aéreos.
Sin embargo hay contradicciones, porque los oficiales de la Fuerza de Tarea Apolo reconocieron que estaban patrullando hace varios días en la región que es de fuerte presencia guerrillera. “Difícil creer que un patrullaje en esas condiciones no es ofensivo en medio de la presencia guerrillera”, le dijo a VOZ un conocido analista que pidió la reserva de su identidad porque no quiere que lo maten. Soldados que dieron declaraciones hablan de combates y dicen que hubo “bajas” en las filas guerrilleras. ¿De dónde saca el presidente Santos que fue a mansalva? ¿De dónde sacan los medios que fue una masacre contra militares dormidos? Está confirmado que desde el 12 de abril hubo combates en Buenos Aires y Suárez (Cauca).
El Gobierno Nacional no puede seguir haciendo la guerra mientras habla de paz en La Habana y en el territorio colombiano reprime las luchas populares, aprueba el fuero militar y no asume la solución de acuciantes problemas sociales que agobian a la población.
Las FARC-EP se pronuncian
La Delegación de Paz de las FARC-EP, en La Habana, consignó en una declaración: “(…)deploramos profundamente las consecuencias de la ofensiva permanente de las tropas oficiales contra nuestras unidades en tregua unilateral. Como resultado del asedio militar del Ejército, la reacción legítima de las FARC derivó en la muerte de 10 militares y lesiones a 18, en el municipio de Buenos Aires (Cauca). Las declaraciones públicas de altos oficiales ponen en evidencia que los hechos se produjeron en el marco del desenvolvimiento de intensos operativos contraguerrilleros que vienen incrementándose por tierra, desde la fecha misma de la declaración de la tregua”.
El comandante Pastor Alape lamentó la muerte de los soldados en el Cauca. Tales hechos, dijo, a todas luces, son consecuencia de la incoherencia gubernamental de estar ordenando operativos militares contra una guerrilla en tregua:
“Sea emboscada, contraemboscada, asalto… lo que importa es que hay colombianos muertos, eso es lo que hay que parar. No se explica que en medio de un proceso de paz, en medio de un cese al fuego unilateral, haya ataques. Recordemos también a Gilberto Becerro, guerrillero de las FARC-EP, entre muchos otros que han muerto en este mismo escenario del cese al fuego unilateral. Hay que parar eso”. Hizo un llamado al presidente Santos para que entienda que el cese al fuego bilateral es urgente para la nación, que está esperando esa noticia.
El comandante Pablo Catatumbo llamó a una reflexión nacional sobre la necesidad de parar la guerra, si realmente se quiere avanzar en la construcción de un acuerdo.
Recordó que “en reciente debate en el Congreso sobre la reforma constitucional del fuero penal militar, todos los poderes públicos estuvieron de acuerdo para que sean las normas del Derecho Internacional Humanitario (DIH) las que se apliquen a las conductas de los miembros de la Fuerza Pública en relación con el conflicto armado. ¿De dónde saca entonces el fiscal Montealegre la tesis de que los miembros del Ejército entran en la categoría de persona protegida? ¿De qué crimen internacional nos habla?”.
Llamó a parar la guerra si realmente se quiere avanzar en la construcción de un acuerdo de paz. “Que no hayan más madres que tengan que llevar sus hijos a los cementerios”, dijo. Timoleón Jiménez, comandante de las FARC-EP, con palabras tajantes escribió que “los diálogos de paz no deben acabarse”.
En Bogotá y otras capitales del país, organizaciones populares y sociales se pronunciaron en favor del cese bilateral de fuegos. Sobre Santos hay una enorme presión de los enemigos de la paz, que quieren la ruptura de los diálogos. Son los que se lucran de la guerra, controlan el presupuesto de Defensa y son los que despojan a los campesinos.
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