Un nuevo movimiento surge en EEUU. ¿Hacia dónde se dirige?
Hay signos de simpatía entre el movimiento de lucha contra la brutalidad policial y los movimientos en Palestina y contra la guerra imperialista. Hay una cierta identificación con las luchas de los trabajadores con bajos salarios por salarios más altos y una organización sindical.
John Catalinotto
Cuando 2014 llega a su fin, un nuevo movimiento político surge en EEUU. Este movimiento apenas se está iniciando. Es demasiado pronto para predecir a qué velocidad va a desarrollarse o qué va a hacer la clase dirigente para intentar pararlo. Pero este movimiento ya ha despertado a una nueva generación para la lucha. Y lo ha hecho sobre una base de solidaridad de clase más firme que el movimiento Occupy Wall Street en 2011. Este movimiento surge en EEUU durante el último verano como repuesta a los asesinatos racistas de afroamericanos por la Policía.
El 13 de diciembre, centenares de miles de personas, sobre todo jóvenes, blancos, negros o morenos bajaron a las calles de 200 ciudades y localidades a lo largo y ancho de todo el país, bloqueando la circulación y haciendo “die-in” [gente tirándose al suelo como si estuvieran muertos. NdT], para decir no a la impunidad policial. En general, la masa de manifestantes seguía el liderazgo de organizaciones y de individuos afroamericanos que daban el tono a estas manifestaciones.
Este nuevo movimiento se desarrolla sobre el mismo telón de fondo sobre el que discurre la política mundial desde 2008: una crisis sistémica del capitalismo mundial que va, mucho más allá del ciclo “normal” del capitalismo de expansión y de recesión, hacia un estancamiento permanente. A pesar de una recuperación de los negocios en EEUU, la crisis ha entrado en otra fase de recesión en Europa y en los países del Brics. Una recesión permanente para todos los trabajadores que se acompaña de una crisis medioambiental que pone la existencia de los seres vivos sobre la Tierra en peligro. Además de los miedos existenciales, una agresividad en aumento de los países imperialistas, dirigidos por Washington, hace planear el espectro de nuevas guerras desastrosas.
Recientemente la OTAN debía retirarse de Afganistán. Ahora el Pentágono prepara el envío de mil nuevos soldados. Obama ha ordenado la vuelta de 3.200 soldados a Irak y ha renovado los bombardeos en Irak y Siria con el pretexto de atacar al Estado Islámico. Drones made in USA sobrevuelan haciendo llover misiles sobre Pakistán, Yemen y otras regiones de África. Y más peligroso aun: la provocación occidental a Rusia en Ucrania, donde Washington organizó un golpe de Estado apoyándose en elementos pro fascistas y antirrusos.
A pesar del anuncio de Obama de restablecer las relaciones diplomáticas con Cuba, Washington prosigue su incitación a la subversión en Venezuela y otros países del ALBA. Durante todo este tiempo, el Senado de EEUU denunciaba las torturas de la CIA pero se abstenía de castigar a los criminales, desde la cúpula de la administración de George W. Bush a los sádicos de Guantánamo.
Subrayamos estos fenómenos sobre todo para mostrar cómo este nuevo movimiento despierta en un momento en el que el fracaso del capitalismo en resolver las grandes crisis que vive la humanidad, prácticamente ha golpeado a los jóvenes en la cabeza. Son ahora más escépticos en cuanto al papel del imperialismo USA que en ningún otro momento desde el hundimiento del campo socialista en 1989-1991
Lucha contra el racismo y la brutalidad policial
El asesinato por un policía del joven Michael Brown, que tenía 18 años y no iba armado, en Ferguson, Misuri, el último 9 de agosto, marcó un giro en la lucha contra la represión policial racista. Hizo estallar una rebelión de afroamericanos de este barrio pobre de San Luis. En vez de una llamarada que se extingue rápidamente, esta rebelión se transformó en una demanda continua por la justicia y los derechos civiles. Ganó el apoyo nacional, particularmente después de que las tropas de la Guardia Nacional con fusiles de asalto, de chalecos antibalas y vehículos blindados hubieran apuntado con sus armas a civiles desarmados y de que la gente les hubiera hecho frente.
Todo el país tomó conciencia de que desde 2001, el Pentágono, a través del nuevo ministerio de la Seguridad Interior, había suministrado miles de millones de dólares en armas pesadas a cientos de puestos de policía locales. Y no solamente en Nueva York con sus 35 mil policías, cientos de ciudades tienen sus propios equipos de SWAT [Armas y Tácticas Especiales, equipos o unidades de élite entrenados para llevar a cabo operaciones «de alto riesgo», NdT].
Cuando el procurador manipuló al gran jurado para que no inculpase al policía asesino, y así lo anunció el 24 de noviembre, se desencadenó al día siguiente una nueva serie de manifestaciones a nivel nacional afectando a más de 170 ciudades. Esta respuesta tuvo una repercusión sin precedentes. Fue mucho más allá de este asesinato reciente pues impugnaba a la Policía como fuerza en primera línea de un Estado racista y capitalista. La Policía es una fuerza de ocupación racista allí donde haya una comunidad de gente oprimida, negros, latinos, asiáticos, musulmanes o nativos (“indios”). La impunidad de los polis es el objetivo principal del nuevo movimiento cuyo eslogan principal es “¡La vida de los negros cuenta!”
Inmediatamente después, una nueva parodia de justicia tuvo lugar el 3 de diciembre cuando un gran jurado de Nueva York decidió no imputar a ninguno de los policías implicados en el asesinato de un afroamericano desarmado de 43 años, Eric Garner, el verano pasado. Un joven latino había filmado a los polis cuando mataban a Garner y decenas de millones vieron en el video, al principio en las redes sociales y más tarde varias veces en los programas informativos de las televisiones comerciales, cómo Garner suplicaba a los polis repitiendo hasta 11 veces: “¡No puedo respirar!”.
Papel histórico del racismo
Es casi imposible exagerar el papel central del racismo en el capitalismo estadounidense. El impacto histórico de 400 años de esclavitud sigue oprimiendo a la población afroamericana y afecta a las otras poblaciones de color. Incluso después de que la Guerra Civil pusiera fin a la esclavitud legal en 1865, la clase dirigente esclavista del Sur y los capitalistas del Norte se pusieron de acuerdo para despojar a los afroamericanos de los derechos políticos y económicos que se les prometían. Hizo falta un movimiento de derechos cívicos en los años 1960 y varias rebeliones en las ciudades para que se pusiera fin a la segregación legal.
Es aleccionador comparar las tasas históricas de paro entre los afroamericanos y los blancos. El gráfico que acompaña muestra cómo durante 60 años, la tasa de paro de los trabajadores negros era de manera casi constante, dos veces superior a la de los trabajadores blancos. Y la misma diferencia en cuanto a la pobreza y la proporción de gente empleada con bajos salarios: las personas afroamericanas son dos veces más pobres y tienen el doble de empleos con salarios bajos.
Las estadísticas son igualmente desproporcionadas para los latinos y para las personas autóctonas. En cuanto a represión del Estado, el contrate es aun más impresionante: la tasa de encarcelados afroamericanos es seis veces mayor que la de los blancos. Más de la mitad de los 2,3 millones de presos del país son gente de color. En cuanto a los muertos por la Policía, la tasa es 21 veces superior para los afroamericanos. Hay que saber que la Policía mata unas 400 personas al año (www.propublica.org/article/deadly-force-in-black-and-white).
Michel Alexander, en su libro «The New Jim Crow: Mass Incarceration in the Age of Colorblindness», insiste en el hecho de que entre 1970 y 1995, el encarcelamiento de afroamericanos se multiplicó por siete, lo que significa una forma modificada de esclavitud.
La rápida evolución de la demografía, sobre todo debido a la inmigración, ha hecho que 100 de los 320 millones de la población de EEUU sean personas de color. Esta proporción dentro de la clase obrera es aun más elevada. En algunas de las zonas donde los trabajadores han empezado a luchar contra el ataque implacable de la clase dirigente –por ejemplo, en el curso de los intentos de organización de los trabajadores con salarios bajos en la industria de la comida rápida (McDonald) o en las cadenas de grandes superficies (Walmart)- son generalmente la gente trabajadora de color y las mujeres quienes están a la cabeza.
En razón de sus diferentes experiencias vitales, este sector de la clase obrera tiende a ser más crítico hacia el sistema y más políticamente consciente que la parte de la población blanca que es también pobre. La solidaridad entre todos los sectores de trabajadores pobres es esencial para que las luchas triunfen.
¿Cómo va a continuar?
No importa lo que vaya a suceder; un gran cambio ya ha tenido lugar. Muchísimas decenas de miles de personas han participado en prolongadas acciones militantes. Muchísima rabia e indignación se han suscitado no sólo en Ferguson y en Nueva York, sino a cada nuevo ejemplo de impunidad concedida por el sistema judicial a los policías asesinos. La fuerza de este movimiento está en la solidaridad entre sus participantes negros, morenos y blancos siguiendo todos la dirección de las mujeres y hombres afroamericanos, generalmente jóvenes, que han asumido la mayor responsabilidad.
Es un nuevo movimiento con un nuevo liderazgo aún no del todo definido. Hay signos de simpatía entre el movimiento de lucha contra la brutalidad policial de aquí y los movimientos en Palestina y contra la guerra imperialista, aunque se encuentre todavía en un estadio inicial. Hay una cierta identificación con las luchas de los trabajadores con bajos salarios por salarios más altos y una organización sindical. Es una lucha, como diría José Martí, en el “vientre de la bestia” y, por lo menos, le va a dar una mala digestión al imperialismo estadounidense.
* John Catalinotto, jefe de redacción del periódico Workers World/Mundo obrero, New York
Traducción Red Roja, enero 2015
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