Natura y Salamanca
Por Alberto Pinzón Sánchez
Las frías y procelosas aguas del Noratlántico, que calan las costas de la mayoría de las potencias capitalistas más desarrollados de la actualidad, ha servido de escenario a dos eventos trascendentales y que, al relacionarlos, nos ayudan a descifrar (en algo) la crisis en la que se debate nuestra dolida civilización; la cumbre sobre la inminente catástrofe climática del planeta Tierra celebrada en Copenhague, y la entrega del Premio Nobel de la Paz 2009 al presidente Obama en Oslo. Eventos que paradójicamente remiten al genial pensamiento de Karl Marx:
1- El afán irrefrenable de ganancias inmediatas de los capitalistas no se detendrá nunca (ni ante nadie) frente a los daños irreparables producidos en la naturaleza, mucho menos ahora cuando toda su sofisticada tecnología de producción y transporte de mercancías (incluida la fuerza de trabajo y de las pavorosas máquinas de guerra) dependen exclusivamente del petróleo.
2- La teoría medieval de Santo Tomás del “Bellum Justum” o guerra justa con los justos títulos del rey de España sobre los infieles de América, cuya apología “moral” fue desarrollada en el siglo XVI por el cura Vitoria, en aquel “think-tank” o tanque de pensamiento que poseía el imperio colonial español en la Universidad de Salamanca, y que fue hoy revivida con absoluto desprecio por la humanidad, en su memorable discurso de la Paz, por el presidente de los Estados Unidos Barack Obama.
Argumentos sofísticos y escolásticos de la burguesía europea medieval en ascenso, que posteriormente en la modernidad fueron total y oportunamente refutados en la praxis clasista y proletaria por Marx y Lenin y por las carnicerías históricas de las guerras imperialistas mundiales y por sus secuelas de guerras de baja intensidad (para conquistar mercados, materias primas y esferas de influencia) que siguieron a continuación en todo el globo terrestre: como China, Corea, Vietnam, Sudeste asiático, Argelia, Cuba, África negra, Centroamérica, etc., así como las actuales guerras imperialistas en Asia Central por apoderarse del petróleo.
Hoy el viejo aforismo salmantino para significar la estupidez humana, “lo que Natura no da Salamanca no lo presta”, ha quedado convertido en su negación:
La estupidez y mezquindad de la dirigencia imperialista anunciando y justificando “guerras justas” de rapiña por todo el globo ha tenido que regresar con su precaria filosofía y su moral a la Salamanca medieval, a que le preste argumentos enmohecidos, pero despejando las dudas de aquellos que aún se resistían a creer que la terrible y actual crisis económica (de la cual no parece haber fin) es una crisis de la civilización humana entera y sobre todo, que confirma aún más el aserto de Marx y Lenin de que las crisis capitalistas de sobreproducción necesitan, como necesidad económica e histórica, de las guerras para destruir y matar parte de las fuerzas productivas sobrantes (incluyendo la fuerza de trabajo) con el fin de hacer después grandes inversiones en su reconstrucción.
Esos son los ejemplos históricos positivos, pero inhumanos, de Europa y Japón, entre otros, que ofrece en su celebrado discurso el presidente Obama.
De inmediato, el ex director del gremio exportador cafetero de Colombia, ahora ministro de Defensa de Colombia Silva Luján, sintiendo todo el respaldo que le da el discurso de su jefe mayor Obama y toda la panoplia tecnológica de las siete megabases militares, exorbitado por la emoción grita a través de todo el aparato de propaganda del régimen militarista de los gremios, que tan honrosamente representa: “En Venezuela temen un ataque como el realizado en Ecuador contra Raúl Reyes”, con lo cual anuncia desde ya lo que será el paso de una guerra de baja intensidad (GBI) con acciones encubiertas en la frontera y guerra psicológica mediática como la que viene realizando el ejercito colombo-estadounidense contra Venezuela, y su transformación en una guerra de mediana intensidad, es decir: entre estados.
Recordemos que la guerra de alta intensidad (GAI) según la definición dada por el ejército estadounidense es una confrontación atómica.
Definitivamente, y me duele tener que aceptarlo, Salamanca, esa bella y añeja ciudad castellana, de la que Cervantes dijera “Salamanca que enhechiza la voluntad de volver a ella a todos los que de la apacibilidad de su vivienda han gustado”, ya no presta ninguna solución a la estupidez humana.
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