Las cabañuelas anticipadas de Luis Carlos Villegas
Por Alberto Pinzón Sánchez
En diciembre, lo corriente en los hogares populares de Colombia, y según la tradición española, era en medio de villancicos y novenas y ante una improvisada pesebrera, esperar la llegada del Niño Dios. En los de la clases medias citadinas con más capacidad de compra en los centros comerciales y profundamente influenciadas por el “American way of life”, era la llegada de Papá Noel. Sin embargo, la noche del 31 en ambos hogares, ricos y pobres abrazaba a los suyos, hacían votos por un nuevo año de paz y prosperidad según la “repetidera” del lema publicitario.
Pero la dura y sangrienta realidad colombiana ha ido enseñado a todos que el duende Noel ya no viene en un trineo tirado por renos desde Alaska USA; ni el Niño Dios cae de lo alto como bienhechor rocío, sino que ahora viene lleno de nuevas “sorpresitas estratégicas” y montado en una potranca zaina desde Envigado (Antioquia).
Los pronósticos para el Año Nuevo había que esperarlos el 13 de enero en el periódico El Tiempo, cuando después de observar el comportamiento de los primeros 12 días del año, el ceñudo Alfredo Rangel en su columna titulada precisamente “Las cabañuelas para este año” hiciera torcidos malabares estadísticos y convenciera a todos que los hechos de sangre en Colombia habían disminuido en un 5% con respecto a los de otros años o que la corrupción, como lo había sentenciado el papa negro Turbay Ayala en 1974, había sido reducida a sus mínimas proporciones.
Bueno, hay sorpresas. Con el titular “Lo grave de la crisis ya pasó”, apareció la siguiente noticia el 12 de agosto de 2009 en caracol.com: “El presidente de la ANDI, Luis Carlos Villegas Echeverri, explicó que aunque técnicamente se mantiene los niveles de recesión, con una caída de la producción del 6% y una rebaja en las ventas de 5%, la proyección de crecimiento económico al finalizar el año arrojará una tasa positiva de 0,6%”.
No ocurrió así. Finalmente golpeado por la terrible realidad y por la “hecatombe” económica, social y hasta política en la que se debate Colombia, “el gran oficial de la orden militar colombiana de la Torre de Castilla” y cerebro gris del ultrapoderoso gremio empresarial de Colombia (ANDI) se retracta de lo dicho, y como cualquier Alfredo Rangel hace malabares estadísticos, y retorciéndose como buen paisa, se desdice de sus vaticinios anteriores para saltar a tiempo del barco del uribismo.
Y en lugar de darles, desde su altísima autoridad económica, a los hogares colombianos un alentador saludo de Nochebuena, les anticipa una muy realista y desolada cabañuela para el próximo año: “El 2010 será un año difícil”, dice en la portada de la revista de Planeta Cambio.com.co (edición del 03 de diciembre 2009) y argumenta en extenso desde su punto de vista de gran autoridad del gobierno militarista de los gremios el porqué.
Sin embargo, en su extensa entrevista (que recomiendo) llaman la atención dos cosas:
1- Ante la pregunta sobre el impuesto a los empresarios para financiar la guerra de la «seguridad democrática», aclara cómo ve “la cosa” de la externalización del conflicto interno colombiano:
”La seguridad tiene dos componentes inexorables. Uno, el de seguridad urbana, que a nadie puede sorprenderle que aparezca después de haber desmontado en lo rural fenómenos tan horribles como el paramilitarismo. Yo dije hace cinco años que íbamos para más violencia urbana simplemente porque los que se quedan sin su oficio rural, migran. Eso sucedió en Centroamérica, en Chile y en otros países donde ha habido narcotráfico. Y dos, hay que tener una posición estratégica ahora que las amenazas externa e interna parecen ser la misma cosa”.
2- Ante la pregunta de si están vacunados contra la demagogia y el populismo, responde con grandes seguridades para la clase que representa:
“Ninguno de los candidatos, desde el del Polo hasta los precandidatos conservadores y los independientes, está proponiendo una política económica populista, o de subsidios totales, o de nacionalizaciones, o de crecimiento de la nómina del Estado. Tenemos un debate muy civilizado. Creo, sin embargo, que habrá más discusión sobre la política exterior y veo con satisfacción que sea así después de muchos años en los que no se hablaba del tema y por eso se decía que todo era de consenso”.
Por último concluye algo que le hará a ganar en “Paracio” la antipatía que producen los renegados: Que la «seguridad democrática» es una incertidumbre total. Lo cual ya lo había escrito en 1830 el general von Clausewitz en su clásico libro Sobre la Guerra, que tantas veces cita sin haber leído el columnista Alfredo Rangel: Que en la guerra la única ley que rige plenamente es la del azar. ¡Haberlo sabido antes! ¿No?
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