La justicia fascista en Colombia
Es difícil dejar pasar inadvertido lo que puede ser el retrato más realista del régimen colombiano, valga decir, la representación más clara de ese nudo contradictorio de clases dominantes que finalmente se ha apoderado del poder e impone su hegemonía al pueblo trabajador con el nombre de seguridad democrática.
Mirémoslo como enseñaron los maestros de la pintura renacentista en triangulo: Un equilátero conformado en primera línea por el presidente de Colombia Uribe Vélez y su micrófono. El rústico energúmeno gritón más genuino del Latifundismo emergente, desarrollado desde hace 40 años a sangre y fuego, en los fértiles valles de la llanura costeña y las llanuras orientales, en simbiosis con la inversión del capital financiero y transnacional de los diversos megaproyectos mineros y agroindustriales como la palma aceitera, la caña de azúcar, el banano, etc., destinados a la exportación hacia las metrópolis noratlánticas. ¡Inversión y exportación¡ Parece estar gritando.
Un poco detrás del hombro derecho del caudillo (con esa mirada oblicua tan característica de los perros cuando echan para atrás las orejas, contraen los músculos de la quijada y de la frente y se preparan a morder), está su ministro de Defensa Juan Manuel Santos.
El más esclarecido y destacado representante de lo que Jorge Eliécer Gaitán llamara “la rancia oligarquía bogotana”, conformada desde la época de la Colonia española por unas cuantas familias privilegiadas ubicadas en la cúspide de la pirámide etno-social y quienes después de la gesta bolivariana (malograda y entregada por FP Santander al colonialismo anglosajón con la justificación del librecambio), consolidaron una estrecha y carnal alianza económica, política y militar primero con Inglaterra y después con EEUU, además de un efectivo y perdurable aparato violento de estado para la dominación y explotación social en Colombia y la transferencia familiar del poder a sus hijos “delfines”, que la ciencia social ha denominado “santanderismo liberal-conservador”.
Juan Manuel debe estar recordando los versitos de su antecesor Rafael Pombo: “Voy a volverme pateta y el que a impedirlo se meta, en el acto morirá”.
En un tercer plano como sombras, se ven las figuras de dos altos militares vestidos con uniformes camuflados, arneses de guerra y gorras caladas hasta las orejas. Detrás del Presidente, con gesto sombrío, mirada oscurecida por la distancia y sin medallas o condecoraciones, está el general Fredy Padilla de León, comandante general de las Fuerzas Armadas, originario de las llanuras costeñas y aventajado alumno de la Escuela de las Américas del US Army.
A su lado, con cara chupada de preocupación, también en traje de guerra sin cruces, está el general Mario Montoya, compañero de curso en la escuela yanqui, a quien el presidente Uribe debió “refugiar como embajador” en la República Dominicana, poco después de las denuncias de los capos narco-paramilitares de esa región hicieron sobre su participación directa con el bloque paramilitar Nutibara en la recuperación militar de las comunas de Medellín en el 2002 y, las revelaciones sobre el terrorismo de estado que mostraron las ejecuciones a sangre fría de jóvenes desempleados presentados ante los micrófonos de la propaganda como guerrilleros dados de baja en combate. Un verdadero triangulo de cuatro.
Por fortuna son muy pocos quienes no aceptan que el fascismo fue un fenómeno de la estructura económica (la dictadura más terrorista y sangrienta del capital imperialista, para destruir y exterminar físicamente los derechos y las organizaciones de los trabajadores, no sólo comunistas, sino socialdemócratas, judías, liberales y católicas), que también tuvo grandes repercusiones en toda la supraestructura jurídico-política de la sociedades donde se instauró, y cuyo desarrollo constituiría materia de varios libros.
Sin embargo, trataré de resumir los elementos más importantes que hacen relación a la justicia fascista en Colombia, como un tema de actualidad surgido a raíz de la orden de captura contra el pateta Juan Manuel Santos, proferida oficialmente por un juez ecuatoriano.
Primero debe tenerse muy en cuenta que el fascismo se instaló paso a paso allí donde existía una situación previa de reflujo y derrota de los movimientos obreros y populares. Segundo, una profunda crisis económica que recortó radicalmente las ganancias de los grandes capitalistas y empobreció y desesperó a amplios sectores de la pequeña burguesía (las llamadas capas medias) que corrieron a brindar su masivo apoyo electoral a quien les ofreció una redención inmediata y providencial, y venía triunfante del combate armado callejero contra los pocos y aislados comunistas que les hicieron frente: los cuerpos de asalto paramilitares ejecutores de la voluntad totalitaria y arbitraria de su führer o caudillo.
Tercero, una vez impuesto violentamente desde afuera y siempre por la vía electoral, comenzó a través de la propaganda mediática el copamiento ideológico y político de la sociedad con las teorías irracionales y racistas del siglo anterior que enarbolaba el partido nazi: los bolcheviques rusos son de una raza subordinada del Oriente, y los prestamistas y banqueros judíos tan repudiados por su actividad usurera, son de una raza asiática inferior. Lenin ruso, Trotsky judío, sirvieron de base a la satanización que hicieron los nazis “de la conspiración judío-bolchevique contra Europa Occidental y cristiana”.
Cuarto, la conformación de un nuevo orden jurídico o justicia politica convertida inicialmente en un arma de combate contra el enemigo judío-bolchevique y luego contra cualquier opositor (mensaje del poema de Bertold Brecht o plegaria del obispo Niemöller), y que tuvo varias características, aún observables en la actual Colombia:
a) Su arbitrariedad, es decir, dictada por el capricho del caudillo y en contra evidencia, o para buscar impunidad, como por ejemplo el secuestro de Granda en Caracas y luego su liberación caprichosa por “razones de estado”. La orden “política” de bombardeo al Ecuador, y que hoy tiene en aprietos a su ministro de Defensa Santos, calificada como asunto de estado; o el nombramiento antojadizo de Karina como gestora de paz; o la afanada extradición a USA de los capos paramilitares para callarlos en Colombia («¡Jijueputas, nos traicionaron!», gritó impotente Jorgito 40); o el caso reciente de las sonadas absoluciones de la Procuraduría, o el irracional archivo en la Fiscalía de miles de investigaciones una de ellas la de los Araújo Noguera.
b) La espectacularidad mediática o justicia espectáculo y de micrófono.
c) Presentada como mentira: Granda fue capturado en Cúcuta. Al presidente del Ecuador se le informó después del bombardeo ect.
d) Mentira no penalizada que no tiene responsabilidades ni consecuencias.
e) La cosificación del enemigo o su satanización, que justifica cualquier medio de exterminio. Matar “terroristas”.
f) La cooptación y burocratización de las principales instancias judiciales con personas escogidas en el bolsillo de las “amistades” del caudillo, como el caso de su viceministro de Justicia Iguarán colocado como fiscal general, o Nilson Pinilla en la Corte Constitucional o a Ordóñez en la Procuraduría, o el fiscal de Antioquia Valencia Cossio, hermano del ministro de Justicia e Interior, y muchos otros casos de importantes nombramientos o designaciones en el aparato judicial del Estado, con el único fin de combatir y exterminar a sus opositores.
Y si se vuelve a mirar la foto, se puede finalmente entender que mientras el caudillo grita su voluntad y Santos mira oblicuo tensando los músculos, los altos militares le hacen la sombra protectora prestos a ejecutar las órdenes. Esa es la luz de la fotografía que aclara aún más el fascismo colombiano.
Comentarios recientes