Zarama y seguidores repasan lo más popular de sus vidas
Pablo Cabeza
30 años después de su formación, Zarama tocaron adecuadamente en Kafe Antzokia de Bilbo. De una parte sonaron como no pudo ser en su primer periodo activo, pues las condiciones técnicas, sociales y de locales cerrados no alcanzaban el equilibrio del presente. Además, ni en los 80 ni en los 90 existía un Kafe Antzokia ni los medios y experiencia de la actualidad. Puestos a comparar, ni siquiera los músicos salían a escena en las mejores condiciones. Roberto no era de los que más le pegaban a la botella, pero no cuesta mucho recordar conciertos destrozados (formalmente) por unas birras de más. El jueves, sin embargo, la cerveza fue sustituida por el agua embotellada y el necesario desmadre del pasado -pues en el rock había que ser un chico muy malo-, reemplazado por una dinámica controlada por la genuina voluntad.
Zarama podía haberse presentado con dos o tres alineaciones posibles, pero quienes dan vida al actual quinteto conforman una alineación histórica que no necesita mayores justificaciones. Así que de izquierda a derecha del oyente se fueron situando Tontxu con sus dos amplificadores Marshall, uno en color negro y otro en un sugerente naranja, culpables de la chicharra que aún tenemos en ambos oídos. Al fondo la batería de Ernesto, más comedido que en sus años de juventud, cuando le gustaba lucir palmo levantándose del taburete con el torso desnudo. No, no contó ningún chiste. Estuvo a lo suyo y cantando algunas canciones por lo bajito. A su lado, Joseba, que como señaló Roberto al presentar al grupo, aquello parecía el fortín de Keith Emerson, el de los Emerson Lake and Palmer. La retaguardia se completó con el bajo de Xabier, comedido, tranquilo y concentrado. Y por delante, Roberto Moso, un poco menos korrikalari que en la anterior etapa, pero dinámico, expresivo y con mejor tono vocal que en el pasado, curiosamente.
Por el lado del seguidor los tópicos de estos regresos: el público maduro; pero tan cierto como que allí estuvo. Aquellos que les siguieron en su periodo natural y que regresaron a sus pies con el deseo de revivir recuerdos y pasar una sesión repleta de emociones ligadas a cada letra, ritmo o melodía.
Tocaron alrededor de hora y tres cuartos. Espacio retroalimentado además de por los solos de Tontxu, músico en plena forma, por canciones que sitúan a Zarama entre los escasos grupos que pueden presumir de un repertorio cargado de buenos y populares títulos.
Para esta noche seleccionaron 24 canciones, por tanto un generoso repertorio donde no faltaron «Gazteiko gaua», que continúa siendo una espléndida composición, «Iñaki ze urrun dago Kamerun», que se adelantó a los acontecimientos sociales del presente y corte entre lo más logrado de toda su carrera. La canción da para plurales arreglos, así que fue una de las que retocaron con gusto y acierto en esta nueva etapa. Los nuevos arreglos, en general, tienden a modernizar el sonido, quizá girando más hacia el pop bailable (los teclados también ayudan en este sentido) que acrecentando su versión rockera, ya muy perfilada y elocuente al contar con un guitarra solista devoto del rock duro.
Con buen ambiente, pero con un público calmado y en cómodo y armónico vaivén, unos y otros fueron cantando hasta el final «Kostako bidea», de inicio, «Zaramaren erdian», «Edan ase arte», «Dena ongi dabil», dedicada a Josus Eskorbuto y que terminó con el público cantando «Eskorbuto al parlamento», otro notable hit de la noche, «Txatxo», muy sentida, «Soinu krudelak», «Nahiko», emblemática y fértil, «Bildur naiz», pletórica, «Ezkerralde»… y «Beti benetan».
Dos bises, un reencuentro y el hecho cierto de todos los regresos: menor actitud y pasión visceral en escena, pero mejores músicos, arreglos, sonido e interpretaciones.
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