Emancipación nacional y praxis científico-crítica
El capitalismo concentra y centraliza el desarrollo tecnológico y científico en un área cada vez más reducida, en EEUU, Unión Europea y Japón. A la vez, destruye todo desarrollo por pequeño que sea en el Cuarto y Tercer Mundos, y vigila muy atentamente su situación en el Segundo, países que sin haber caído todavía en la extrema pobreza, no tienen ya posibilidad alguna de incorporarse en el “núcleo de poder”.
En suma, el capitalismo es muy consciente, como lo era desde finales del siglo XIX y de todo el siglo XX, que bajo su control la ciencia y la tecnología son instrumentos de poder opresor. Pero también sabe que, al contrario, utilizadas en otras condiciones y estrategias, son instrumentos de poder emancipador. De ahí su necesidad férrea de controlar ese complejo y contradictorio instrumento.
Esta contradicción no surge de la naturaleza del pensamiento humano, de la capacidad de conocimiento de nuestra especie, sino precisamente de su escisión y alienación a partir del momento histórico en el que se imponen tres opresiones estructurales con desastrosos efectos sobre la capacidad humana de conocimiento. La opresión de la mujer por el hombre, de un pueblo por otro y de una clase por otra rompieron la unidad esencial del conocimiento humano e impusieron una escisión global entre pensamiento oprimido y pensamiento opresor.
Las diferencias cualitativas e irreconciliables entre la praxis científico-crítica y la institución tecnocientífica nos remiten en última instancia al antagonismo que entonces se impuso. Las tres opresiones son inseparables del proceso de extinción de la economía colectiva y no mercantil e imposición de la economía privada y mercantil, con la aparición y expansión del dinero que ha sido y es un factor negativo en la evolución del pensamiento humano, en el control represivo de la capacidad humana de conocer y transformar la realidad.
Nos han obnubilado tanto con el mito de la neutralidad de las instituciones que intervienen en la formación del conocimiento que somos incapaces de comprender su dialéctica social. Esta mitología no resiste un examen histórico pero es terriblemente eficaz para mantener el poder dominante combinando pasividad, miedo, engaño, alienación, egoísmo, colaboración, etc.
Para valorar la evolución del conocimiento es imprescindible el uso de una concepción global en la que los criterios estrictamente científicos estén lubricados y cohesionados con criterios socioeconómicos, filosóficos, políticos, ético-morales, culturales, etc., formando una visión dialéctica y materialista de nuestra especie capaz de bucear en sus contradicciones internas hasta descubrir sus causas sociales y superarlas mediante la acción consciente colectiva.
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Emancipacion nacional y praxis cientifico
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