Sobre las protestas contra la ley de restitución de tierras
Es una total paradoja dotada de un completo cinismo que los grandes terratenientes y los defensores cómplices de sus intereses inicien una campaña para mantener un modelo fracasado.
Cristhian Ayala Garcia
Rebelión
Pobrecitos ganaderos, sin nadita que comer…
Las vacas que se atraviesan en el camino de la paz
“…Érase una viejecita
Sin nadita que comer
Sino carnes, frutas, dulces,
Tortas, huevos, pan y pez…”
Rafael Pombo
Lo acontecido en los últimos días respecto a las diferencias que se adjudican algunos sectores en relación a la “ley de víctimas y restitución de tierras” ha mostrado que Colombia, lejos de parecerse a un simple verso de Rafael Pombo, se basa en una realidad compleja y difícil de entender, al mejor estilo de una prosa de Kafka. Esta vez las cabezas de nuestra increíble historia son nada más y nada menos que el mismísimo representante de dios en la tierra, el Procurador Ordóñez, y el presidente de la Federación Nacional de Ganaderos José Felix Lafaurie, que han decidido entre otras cosas emprender una fuerte cruzada “anti-restitución” para no permitir que las grandes hectáreas de tierra que hoy poseen muchas personas de bien denominadas “terceros de buena fe” sean arrebatadas por una delirante “conspiración” que se lleva hoy a cabo en La Habana (Y ahora en Ecuador) que en palabras del presidente de Fedegán son la “cuota inicial del control territorial” de las insurgencias y por supuesto esto va en contra de las costumbres y los buenos modales que enarbolan humildes narco-ganaderos.
Sin embargo, la pregunta no deja de girar en torno a la razón de porque altos cargos estatales dejan de rezar el rosario en latín, abandonan su oficina y viajan a organizar encuentros en la Costa Caribe para “defender los derechos” de los actuales ocupantes de muchos predios que podrían ser objeto de restitución. Aquí por supuesto no solo está la clave del cruento conflicto colombiano como lo señalan varios ensayos de la comisión histórica del conflicto y sus víctimas sino el nudo a desatar para construir la paz. ¿Qué es lo que les preocupa de la solución política a Lafaurie y Ordóñez?
El modelo rural del fracaso en Colombia
No sobra decir que en nuestros últimos años de vida republicana, el debate frente a la tenencia y el uso de la tierra ha derivado en diferentes luchas en torno a esta, desde fuertes movilizaciones agrarias, hasta la caracterización de la configuración actual del conflicto colombiano partiendo de sus orígenes. Sin embargo, estas tensiones se han resuelto hacia el lado de los grandes latifundistas, gracias a las políticas estatales y el uso desmedido de la fuerza de manera legal e ilegal por parte de las elites y los grandes terratenientes, sumado al gran desinterés de estas por modernizar el campo colombiano.
Hoy entre el gran latifundio y la tierra extranjerizada se ha mantenido un índice de concentración de la tierra por encima de 0.851, poniendo de presente que mientras las grandes sociedades pasaron por una redistribución de la tierra a partir de la disolución de las grandes propiedades, en Colombia se sigue manteniendo un modelo cavernario, con la ingrata noticia que hay quienes aún se atreven a defender este sistema a ultranza.
Mientras el 59.27 % de los campesinos poseen el 2.13 % de la propiedad rural, el 1,05 % de propietarios poseen el 48, 13 % de nuestras tierras 2, hoy la realidad colombiana es que de 13 millones de habitantes rurales, 8 no tienen ni siquiera acceso a la tierra y el 78 % de los propietarios minifundistas viven por debajo de la línea de pobreza.
Resulta gracioso y tenebroso a la vez escuchar a Lafaurie defendiendo las 39,2 millones de hectáreas que hoy son usadas en ganadería (cuando solo 21 millones son aptas para tal propósito) bajo el argumento de “la entrega del país al terrorismo” u otras metáforas salidas del rincón más turbio del oscurantismo colombiano que solo ve tinieblas donde puede haber luz, donde se prefiere la guerra a la posibilidad de la paz. De 21 millones de hectáreas que componen hoy los territorios cultivables solo 4,9 millones son utilizadas para tal fin, no hay que ser un gran estadista para saber que estas cifras ameritan un replanteamiento del uso de los suelos, cosa que nuestros ilustrados terratenientes tal vez olvidaron por casualidad.
La violencia como principal forma de adquisición de la tierra
Lo triste de todo este panorama es el papel que ha jugado la violencia en cabeza de los diferentes grupos paramilitares en las formas de adquisición de la tierra por parte del gamonalismo. Según cifras de Naciones Unidas, aproximadamente unas 6.638.195 hectáreas de tierra han sido despojadas al campesinado colombiano. El latifundio ha terminado siendo promotor y aliado de ejércitos parainstitucionales en esta guerra de posiciones por el territorio que ha significado la ocupación de terrenos a partir de la política de “sangre y fuego”.
Si bien la ley de víctimas no resuelve a totalidad el problema de más de 5 décadas de violencia por una gran cantidad de problemas a la hora de su formulación como lo es el concepto reducido de “victima”, es una total paradoja dotada de un completo cinismo que los grandes terratenientes y los defensores cómplices de sus intereses inicien una campaña para mantener un modelo fracasado, en ultimas esto solo profundiza el carácter retardatario de este sector y su papel de “piedra en el zapato” en el camino del desarrollo integral y la paz territorial. Esto acompasado de los ejércitos “anti-restitución” que han surgido desde la aplicación de la normatividad, lo que ganaron con la violencia está dispuestos a mantenerlo hasta con la violencia. Hoy aunque son pocas las tierras que han sido producto de restitución se ha asesinado un líder social por semana3.
Los acuerdos de Paz como puerta para modernizar el campo colombiano
La insurgencia, particularmente el caso FARC-EP, ha justificado su surgimiento en el conflicto por la tierra como aspecto fundamental. Resulta interesante ver como las propuestas más avanzadas y realizables con respecto al campo colombiano surgen del seno de este sector, esto solo muestra su voluntad de paz y su interés común con una nueva concepción del territorio que se aparte de las formas vetustas que representa el gran latifundio que Lafaurie, Ordóñez y otros grandes voceros defienden sin siquiera sonrojarse.
Sigue siendo un imperativo de las sociedades modernas la democratización de la tierra y la propiedad de la misma, es por esto que debe ser grato para la sociedad colombiana que los diferentes acuerdos con las insurgencias no solo contribuyan al fin del conflicto armado sino a la posibilidad de concebir un campo diferente. El “Fondo de tierras” del acuerdo agrario de La Habana se basa en el criterio de un “acceso integral” para el conjunto de habitantes rurales, que con acompañamiento, subsidios y créditos constituye un paso importante hacia la resolución de un problema que hoy persiste en forma de guerra y desigualdad.
El compromiso de regular y mejorar el uso de la tierra también es una urgencia en un país donde casi 23 millones de cabezas de ganado pastan en un poco más de 39 millones de hectáreas4, los acuerdos de La Habana podrían cerrar paso a la ganadería extensiva como uno de los principales fenómenos improductivos del país, esto junto a los diferentes planes de acción regional para que las tierras productivas en Colombia sean un hecho.
Aunque los acuerdos siguen con tensiones como la de la dicotomía entre seguridad y soberanía alimentaria, en paralelo a la actual dinámica de la tierra en Colombia representan un avance sin antecedente alguno en esa disputa por la tierra y los territorios. Habrá que seguir presionando la firma y ejecución de estos acuerdos, pero sobre todo cerrar filas ante intereses vetustos como los de los grandes voceros “anti-restitución”, en últimas ellos muestran infinidad de quejas por que parafraseando ese popular rap español saben que hoy en Colombia los ricos también lloran… pero de risa.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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