De vuelta al kilómetro cero
La realidad del ELN pasa por la crítica de las armas y evitar el camino de los samuráis.
Yezid Arteta Dávila (*)
El pasado 7 de febrero, Angela Davis, la ex prisionera e ícono mundial de la lucha contra todas las formas de dominación y racismo, y una las mujeres más buscadas en los setenta por el FBI, no pudo visitar en el centro penitenciario de Logroño (España) a Arnoldo Otegui, el dirigente de la izquierda independentista vasca que fue condenado por la justicia española a seis años y medio de cárcel por pertenencia a banda armada. Asuntos Penitenciarios negó el ingreso al penal a Angela Davis quien tendrá que esperar hasta el 1 de marzo, día en que Otegui recobre la libertad por pena cumplida, para darle un abrazo.
Arnaldo Otegui, lideró la corriente dentro de la izquierda abertzale que llegó a la conclusión de que la violencia armada era un atroz lastre que obstaculizaba la acción política en el país vasco. La violencia se desactivó en el país vasco y esto permitió que la izquierda pudiera avanzar y ganar espacios por vías rigurosamente democráticas. Hasta los más feroces enemigos políticos de Otegui reconocen su valentía y lo juzgan como uno de los grandes protagonistas del presente y futuro político de España. Es paradójico que el hombre que lo condenara – el ex juez Baltazar Garzón- sea uno de los personajes que, junto a Desmond Tutu, Pepe Mujica y Adolfo Pérez Esquivel entre otros, reclamen la libertad del líder abertzale.
Comento este asunto porque son varias las personas del mundo de la izquierda colombiana y latinoamericana que esperaban con ilusión el salto del ELN al escenario de la negociación y el acuerdo y se han encontrado con una organización que, por sus últimas apariciones, parece haber elegido el camino de la bunkerización. Esto ocurre justo cuando se conmemoran los cincuenta años de la muerte del Camilo Torres en una acción de combate y los analistas empiezan a divagar sobre qué camino hubiera elegido el cura guerrillero si aún contara entre los vivos.
Joe Broderick -el biógrafo de Camilo-, por ejemplo, no se muerde la lengua y dice que Camilo Torres hubiese sido víctima del cainismo que entonces prevalecía en el seno de las organizaciones revolucionarias de toda América Latina. Los más optimistas, en cambio, imaginan a un avejentado Camilo Torres que, ante la penosa realidad de la guerra, se hubiera decantado por una negociación de paz similar a la que adelanta las FARC con el gobierno. Son todas versiones subjetivas porque, al día de hoy, la realidad de los elenos pasa por la crítica de las armas. Todas las organizaciones rebeldes que han poblado el planeta han pasado por un dilema: nos aferramos a nuestras siglas y morimos como los samuráis o vivimos para seguir en liza y ganar algo que compense el esfuerzo épico. No cabe una vía intermedia.
La continuación de la guerra con el ELN no permitirá que una figura profundamente idealista como la de Camilo Torres pueda ser recuperada por en toda su plenitud. Quienes fueron influenciados por la época del cura guerrillero tal vez quieran exponer y defender sin temor su legado político. Las nuevas generaciones que, se desmarcan de los narrativos oficiales, están buscando fuentes nativas que los inspiren y cuanto desearían lucir con orgullo una prenda con el rostro del mártir cristiano, así como lo hacen con las imágenes del «Che» Guevara o Buenaventura Durruti. La izquierda necesita de una gran pausa -cese del conflicto armado- para regenerarse políticamente. La izquierda es la gran damnificada con la continuación del conflicto.
La guerra con el ELN negreará los cielos. La «guerra total» afectará negativamente a todo el techado de las organizaciones políticas y sociales que están preparándose para un tiempo nuevo. La «lucha contra el terrorismo» desplazará al balbuceante lenguaje de la reconciliación. Las operaciones militares pondrán limites a los campesinos esperanzados en los acuerdos agrarios. La judicialización de la protesta social achicará los espacios de acción política. El asunto de las víctimas pasará al olvido y la memoria quedará reducida a meros folletines. Colombia perderá interés ante la comunidad internacional salvo para los países que llevan los negocios de armas. Volveremos al kilómetro cero. A comenzar de nuevo. En la historia no se pueden perder tantos trenes, compas.
En twitter: @Yezid_Ar_D
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