Panamá: A 26 años de la genocida invasión yanqui
Editorial de Orientación y Lucha, órgano de los comunistas panameños
La genocida invasión norteamericana fue la culminación de una larga política represiva contra el movimiento de liberación nacional panameño, cuya meta era, y sigue siendo, la total soberanía sobre todo nuestro territorio, libre de colonialismo y neocolonialismo, este último fundamentado en el Tratado de Neutralidad Permanente vigente.
Este proceso patriótico tomó forma política, nacional liberadora, con el alzamiento revolucionario del pueblo panameño contra el ejército yanqui el 9 de enero de 1964, ocupante de la franja canalera, establecida bajo la jurisdicción norteamericana y nominada Zona del Canal. Era un Estado colonial dentro del territorio panameño; y fueron estos acontecimientos los que marcaron la ruta ulterior del contenido de la lucha liberadora del pueblo panameño.
Cuando al general Omar Torrijos le dieron el golpe militar en diciembre del 69, al recuperarlo entendió que la única forma de mantenerse en el poder era siguiendo el camino trazado por el movimiento del 9 de enero, reprimido por la oligarquía y la Guardia Nacional, cuerpo de contrainsurgencia hecho para perseguir a las fuerzas progresistas y a los comunistas. A partir de allí, el general Torrijos prosiguió la orientación de la liberación anticolonial de la Zona del Canal y la convirtió en política de Estado por la vía de la negociación pacifica con el gobierno norteamericano. Otro hecho notable es que la Guardia Nacional dejó de ser un cuerpo de las causas derechistas para transformarse en un componente más del proceso liberador.
La Zona del Canal, además de ser un instrumento de control de los mares, entre los dos océanos más grandes del mundo, había sido convertida por los yanquis en una base militar estratégica de sus fuerzas armadas. Realmente fue un eslabón fundamental de la geopolítica de dominación norteamericana, a escala mundial.
La magnitud del significado de la pérdida norteamericana de la Zona del Canal la da el fracaso de la reelección del ex presidente Carter, líder por la parte norteamericana de las negociaciones de los Tratados de 1977, ante las fuerzas neoconservadoras y colonialistas de los EEUU, así como el accidente de aviación mortal del general Torrijos, aún en el misterio, y la invasión genocida yanqui, pretextada para detener y juzgar al general Noriega como narcotraficante.
Lo que los gringos imperialistas escondieron con su agresión fue su disposición de querer cerrar la senda nacional liberadora popular, abierta el 9 de enero de 1964, y confirmada por el rechazo popular de los llamados “Tratados 3 en 1”, mil veces más viles que el Tratado Hay‒Bunau Varilla de 1903.
Como producto de la invasión se cerró en el fondo el camino inspirado por el general Torrijos, al sentenciar que habíamos liberado la Zona del Canal, pero aún seguíamos “bajo el paraguas del Pentágono”. Eso equivalía a la conocida consigna revolucionaria: Hemos avanzado, la lucha continúa”.
En efecto, la agresión y ocupación yanqui, con alevosía y una criminalidad causante de la matanza de niños, mujeres y adultos, aún no contabilizados oficialmente pero considerados en miles; con la destrucción del barrio popular del Chorrillo y otras destrucciones materiales, y las detenciones masivas, significó políticamente la restauración del poder oligárquico liquidado por el proceso trascendental iniciado el 16 de diciembre del 69.
Bajo una forma modernizada se dio esta restauración, consistente en un modelo de democracia burguesa, neoliberal. Como la oligarquía, con una historia de “vendepatria” y de saqueo caciquista, no tenía la autoridad política para gobernar sola en las nuevas condiciones impuesta por la invasión yanqui, necesitaba un socio; y así el PRD, el partido político que fundó y orientó el general Torrijos, ahora en la derrota y muerto el general, acudió a ser su compañero de viaje para administrar ese Estado nacido de la ocupación militar yanqui, que algunos civilistas de aquel momento llamaron “liberación”. El matrimonio administrativo mantuvo el poder bajo la forma del conocido bipartidismo, con el cual se alternó el gobierno cada cinco años.
Fue un periodo de la vida social y política de nuestro país que se agotó en 20 años, dando paso a una realidad peor. La salida fue concebida en la embajada norteamericana en la ocasión preelectoral de 2009 y desde allí se impuso electoralmente. Esta solución fracasó al segundo año del gobierno correspondiente y lo que vino fue el desastre nacional que vive el pueblo panameño actualmente, provocado por el “martinelato”.
Tratar de desviar la situación catastrófica que amenaza al pueblo panameño actualmente, de los aspectos de la criminal invasión yanqui hace 26 años, o es ser un encubridor de la antipatria o simplemente “un tonto útil”, que en lugar de ubicarse de frente a la amenaza trágica y sus autores mira para el cielo.
La historia de todo país es un proceso de hechos sucesivos, unidos por una secuencia lógica de causa y efecto. De allí surge el reto de nuestros días. La invasión del 89 puso el dilema: o nos quedamos en ese “algo peor” en que nos encerró la cruel invasión, o reconstruimos las fuerzas patrióticas y democráticas para lograr algo mejor, en el cumplimiento del mandato de la liberación nacional marcado por nuestros héroes del 64 y los caídos por la Patria en ese diciembre del 89.
Veintiséis años después de concluido este genocidio, cada panameño ha tenido que haber concluido su examen de conciencia… Hoy toca actuar, actuar con la maduración de la conciencia que ha podido acumular nuestro pueblo en su historia.
Loor a nuestros héroes… ¡Que no hayan caído en vano!
Por una democracia pluralista y participativa para la liberación nacional…
Presidium del Partido del Pueblo
Panamá, diciembre de 2015
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