Las culpas de EEUU por los crímenes de Estado en Colombia
El interés perverso de Estados Unidos ha definido históricamente el territorio de América Latina como su patio trasero. La mediocridad de la dirigencia bipartidista colombiana ha facilitado el sometimiento del país a los intereses de la administración norteamericana

Álvaro Uribe fue condecorado por George W. Bush, el tristemente célebre ex mandatario de Estados Unidos
Luis Jairo Ramírez H.
Durante el proceso de paz y sobre todo en el contexto de la discusión del punto de víctimas en la agenda de La Habana, poco se ha hablado de la responsabilidad de los gobiernos de los Estados Unidos en el patrocinio de un régimen de violencia crónica y de la antidemocracia en Colombia.
El interés perverso de Estados Unidos ha definido históricamente el territorio de América Latina como su patio trasero. Las invasiones militares directas o veladas, el establecimiento de bases militares extraterritoriales, la asistencia militar a gobiernos títeres (como los sucesivos gobiernos del bipartidismo en Colombia), la imposición de golpes de Estado y dictaduras militares, hicieron parte de la política estadounidense a lo largo del siglo XX para reforzar su posición de potencia hegemónica mundial.
Colombia no ha escapado a esa política imperial. La histórica mediocridad de la dirigencia bipartidista colombiana ha facilitado el sometimiento del país a los intereses de la administración norteamericana. En 1961 llega al país John F. Kennedy, finalizando el gobierno de Lleras Camargo, para afianzar la Alianza para el Progreso y fortalecer la estrategia de lucha contra el comunismo, para lo cual establecieron la Doctrina de la Seguridad Nacional y las estrategias para eliminar el enemigo interno, lo que se convirtió en la ideología de las fuerzas armadas en América Latina so pretexto de impedir que la Revolución Cubana se repitiera en este hemisferio.
Es así como en 1962, un equipo de Guerra Especial del Ejército de Estados Unidos, encabezado por el general William P. Yarborough, visitó Colombia para ayudar a afinar el Plan Laso, una nueva estrategia de contrainsurgencia que primeramente realizó operaciones militares contra los campesinos que colonizaron la región de Marquetalia y que, de paso, recomendó la constitución de grupos paramilitares para auxiliar al ejército en sus operaciones militares. Lo que en efecto se hizo.
La Escuela de las Américas
En 1946 ya EEUU había instalado en Panamá la Escuela de las Américas (SOA por sus siglas en inglés). Luego fue trasladada a Fort Benning, Georgia, en 1984. El presidente de Panamá, Jorge Illueca, describió al SOA como “la base militar más grande para la desestabilización en América Latina”. En este lugar se adiestró y entrenó a más de diez mil oficiales militares de Colombia en guerra psicológica, inteligencia militar, tácticas de interrogatorio, métodos de tortura, asesinato y represión; de ahí por qué Colombia tiene actualmente el peor historial de violaciones de los derechos humanos en Latinoamérica: los manuales militares de instrucción de esta iniciativa, entonces confidenciales, se desclasificaron en 1996 por el Pentágono.
La asistencia política, militar y económica de los EEUU a los sucesivos gobiernos de Colombia coincide con el régimen de antidemocracia que prevaleció durante la época de la Violencia y a lo largo del Frente Nacional, donde imperaron la Doctrina de la Seguridad Nacional, el estado de sitio, las detenciones masivas (1979) y las torturas.
A pesar de que los gobiernos de Andrés Pastrana de Colombia y Bill Clinton de Estados Unidos presentaron el Plan Colombia como un proyecto contra el narcotráfico, después quedó demostrado que su finalidad era contrainsurgente y para eso se necesitaba financiar y rearmar al Ejército; es el periodo en que el fenómeno paramilitar se extiende a todo el país bajo la cobertura de la Fuerza Pública. Así pues, mientras el gobierno de Andrés Pastrana fingía unos diálogos de paz con las FARC, Estados Unidos repotenciaba militarmente las Fuerzas Armadas con el Plan Colombia. Se convierte así al país en el tercer mayor receptor de asistencia militar norteamericana, después de Israel y Egipto.
Bush y la “seguridad democrática”
El gobierno de George Bush patrocinó abiertamente el desastre humanitario de la “seguridad democrática” que impuso el gobierno de Uribe Vélez. Presupuesto de guerra para derrotar a las FARC, sacrificio del gasto social y generalización del “paseo de la muerte”, negociación y rearme paramilitar, más de dos millones de desplazados y más de diez mil desaparecidos durante ese gobierno, fusión del latifundismo y la gran ganadería con las mafias del narcotráfico, lo que devino en el fenómeno de la parapolítica y la paraeconomía que coparon el Palacio de Nariño, el Parlamento y el sistema judicial en las regiones. La corrupción elevó su perfil como nunca antes.
Los 8,5 billones de dólares de “cooperación” de los EEUU para el Plan Colombia entre el año 2000 y 2011, significaron la asistencia militar para cientos de unidades del Ejército; para el año 2007 once brigadas o divisiones tenían asesores militares de Estados Unidos (muchas de ellas implicadas en falsos positivos). Por vía de las brigadas militares los dólares también sirvieron para financiar el paramilitarismo y sus sanguinarias operaciones de exterminio y despojo a los pobladores, al mismo tiempo que el Departamento de Estado de EEUU certificaba en derechos humanos a los sucesivos gobiernos de Colombia. Todo esto incrementó el conflicto a nuevas alturas y nuevos niveles de barbarie.
El Plan Colombia
No es coincidencia que una vez inaugurado el Plan Colombia por el presidente Bill Clinton en el año 2000, se desencadenó la mayor victimización, con un pico en el 2002 de 744.799 víctimas. La Unidad Nacional de Víctimas del Gobierno ha tenido que reconocer que el número de víctimas del conflicto supera los siete millones de colombianos. Este número incluye el genocidio, asesinados, desaparecidos, desplazados y exiliados. Para un país de menos de 44 millones de ciudadanos estas cifras son alarmantes.
Además el Estado colombiano pide a su contraparte en los diálogos de La Habana dar la cara a las víctimas, en cambio se hace el de la vista gorda con su propia responsabilidad acerca del despojo, la barbarie y la miseria en que sumió a la población colombiana. Por su parte el gobierno de los EEUU guarda silencio por su propia culpa, mantiene una enorme deuda por el sufrimiento que patrocinó y aún no habla de la reparación por los daños causados a la población colombiana. Para colmo recibe en su territorio y da asilo a los victimarios que huyen de la Justicia en Colombia. Es la miseria humana convertida en imperio.
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