García Linera: “Para preservar los cambios hay que profundizar lo conseguido”
Discurso del vicepresidente del Estado, Álvaro García Linera, en la inauguración del XX encuentro del Foro de Sao Paulo, en el campo ferial de La Paz
Hermanos y hermanas, muy buenos días, un saludo cariñoso, respetuoso, fraterno, revolucionario, a cada una de las delegaciones de partidos políticos revolucionarios de izquierda progresista que se han hecho presentes, de nuestro continente, de Europa, de Asia. Bienvenidos a esta patria de gente sencilla, luchadora, peleadora, insurgente y revolucionaria que se llama Bolivia, muchas gracias por su presencia acá.
Hace 24 años, cuando dio a luz el Foro de Sao Paulo, el mundo que vivíamos era otro, se había derrumbado frente a nuestros ojos la Unión Soviética, se imponía y se consolidaba un imperio y una estructura imperial unipolar a la cabeza del poderío económico, ideológico y militar de EEUU. Eran los tiempos de Reagan y de Thatcher en el mundo. Por los medios de comunicación se difundía una ideología planetaria, un modelo planetario llamado neoliberalismo, que comenzaba a cabalgar por el continente y por el mundo de manera aparentemente triunfal.
Quiero mencionar a raíz de estos sucesos cinco conquistas. La primera lección y el primer logro que quisiera mencionar de esta insurgencia latinoamericana, la democracia como método revolucionario, antes habíamos asumido la democracia como una etapa previa a la revolución y nos habíamos preparado para ello como una etapa previa de un proceso superior llamado revolución.
Esto es la conversión de las facultades de ciudadanía, de los derechos de pensamiento, de asociación, de organización, de movilización, en una textura y una red que han permitido a la totalidad de los gobiernos revolucionarios y progresistas de América Latina acceder al poder. Pero tampoco esta conversión de la democracia como método revolucionario ha venido con una mera apropiación de la mirada mutilada, fragmentada de la democracia de los gobiernos conservadores y neoliberales. Lo que ha sucedido en América Latina es una apropiación social de la democracia, como el espacio propio para la hegemonía entendida en el sentido gramsciano del liderazgo intelectual, del liderazgo cultural, del liderazgo ideológico, del liderazgo político.
A partir de las luchas sociales, de la emergencia de las luchas sociales urbanas y rurales, obreras y juveniles, indígenas y campesinas, populares, la democracia ha ido transformando y enriqueciendo su contenido. Atrás hemos dejado las democracias fósiles, las del ritual de la elección cada cuatro o cinco años y en nuestros países, donde han triunfado los gobiernos revolucionarios, ha habido una transformación y enriquecimiento de la democracia entendida como participación, entendida como radicalización, entendida como comunidad, aquí le llamamos democracia comunitaria, participativa.
Una segunda conquista de estos años de lucha revolucionaria es la concepción de la gobernabilidad y la legitimidad a partir de un contenido dual. Hoy las sociedades latinoamericanas y los gobiernos revolucionarios han conseguido su estabilidad y su gobernabilidad no apegándose únicamente a los mecanismos de la victoria electoral y de los mecanismos institucionales del parlamento, del ejecutivo y de sus instituciones, sino que el otro componente fundamental de la gobernabilidad revolucionaria: es la presencia popular y la movilización social en la calle.
No me equivoco al decir que las victorias de la izquierda latinoamericana son fruto de procesos de movilización en el ámbito cultural e ideológico, pero también en el ámbito social y organizativo.
El caso de Bolivia es eso. No se podría entender la victoria de nuestro presidente Evo sin las luchas, sin la guerra del agua, sin la guerra de la coca, sin la guerra del gas, sin las movilizaciones populares, que fueron creando un tejido denso de participación, de movilización social, que garantizó no solamente la victoria electoral, sino también la estabilidad del gobierno revolucionario y la capacidad social para enfrentar las intentonas golpistas, las conspiraciones de derecha que se han sucedido a lo largo de los últimos años.
Tenemos entonces que la conquista del poder en nuestros países puede ser vista como una prolongación electoral de la capacidad de movilización y de resistencia colectiva. La legitimidad de nuestros países viene entonces por victoria electoral pero también por movilización permanente y acción colectiva de los distintos movimientos sociales.
Este es un aporte continental: la organización social, las estructuras sociales diversas como fuerza y como bloque de poder que se traduce electoralmente en partidos políticos que entran en la victoria electoral en las elecciones.
El tercer logro es el desmote del neoliberalismo. Aún vemos con pena como en países de Europa prevalece todavía esta ideología; empobrecimiento de los trabajadores, debilitamiento del estado, enriquecimiento de unas cuantas empresas, pérdida de derechos, eso que aún no se ha acabado en algunos países y en algunas regiones del mundo, en América Latina lo venimos desmontando.
¿Qué significa la entrada al posneoliberalismo? En primer lugar, la recuperación de empresas estratégicas. En segundo lugar, la ampliación de bienes comunes, la ampliación de los recursos que pertenecen a todos y no a unos cuantos. En tercer lugar, la continua redistribución de la riqueza. Si el Estado ha de concentrar los excedentes fundamentales de un país no es para generar un nuevo empresariado, sino para redistribuirlo en el conjunto de los sectores más excluidos. En cuarto lugar, la reconstrucción y ampliación de los derechos laborales, desconocidos en tiempos neoliberales.
Otro componente histórico conquistado en estos 14 años es la construcción dificultosa pero ascendente de un nuevo cuerpo de ideas, de un nuevo sentido común movilizador. No olvidemos que la política es fundamentalmente lucha por la acción de las ideas dirigentes, de las ideas movilizadoras de una sociedad y todo revolucionario lucha por el poder del Estado. Es mitad materia y mitad idea.
Los pueblos no solamente luchan porque sufren. Los pueblos luchan y están dispuestos a entregar la vida porque saben y creen que hay una esperanza de acabar con el sufrimiento. Y cuando la izquierda en estos 14 años ha sido capaz de crear una esperanza, una posibilidad de victoria, una posibilidad de formación de la vida cotidiana, lo ha logrado en la mente y en el corazón y, a partir de ese momento, ha convertido esa fuerza de la idea en fuerza electoral, en fuerza estatal, la fuerza estatal en fuerza económica.
¿Cuáles son los componentes de esta idea fuerza que se están reconstruyendo y expandiendo en el continente de una manera renovada en esta última década? Primero, la pluralidad de identidades; hemos aprendido comprender que las identidades colectivas no son rígidas, tienden a ser flexibles, hay un nuevo movimiento obrero fragmentado, disperso, mayoritario y joven, pero tiene una estructura más difusa y la habilidad de los partidos políticos tiene que ser cómo entroncar, cómo habilitar espacios de articulación de este nuevo movimiento obrero más fragmentado materialmente pero más fuerte, más numeroso que antes.
Un segundo elemento de esta idea fuerza es el antiimperialismo y el anticolonialismo. El antiimperialismo entendido no como un rechazo al pueblo norteamericano, sino como rechazo y resistencia a las estructuras de dominación de otros, EEUU o Europa, respecto a nuestras decisiones. América Latina es para nosotros, nosotros sabremos qué hacer con nuestro continente y no tiene que venir nadie a decirnos ni a darnos lecciones de cómo producir mejor o pensar mejor.
Pero tenemos un pluralismo socialista, en unos países con mayor intensidad que otros, hay una reflexión colectiva de lo que tiene que ser, de lo que significa el socialismo, hay un pensamiento renovado, socialista y, en el caso de Bolivia, comunitarista, respecto a la construcción de una sociedad que vaya más allá no solo del neoliberalismo, sino también del propio capitalismo.
Por último, un quinto logro es un renovado internacionalismo y expectativa de integración regional. La fundación del ALBA, de Unasur, Celac, son construcciones inéditas en la historia de nuestro continente. Hace 20 años se creaban, pero todas eran dirigidas, financiadas y administradas por EEUU. Estas nuevas estructuras, se construyen en la que los latinoamericanos decidimos cómo comenzar a construir nuestra unidad. No necesitamos a EEUU para tener una economía sólida, para ser democráticos, tener crecimiento y para mejorar las condiciones de vida.
La autorreflexión de América Latina, de la necesidad de unificar sus fuerzas, para construir un Estado continental que será plurinacional, con estructuras financieras y tecnológicas que permitan pasar de la unificación política ideológica a la integración económica, material y tecnológica, es el gran reto que tenemos los latinoamericanos en este siglo XXI.
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