Un día de septiembre del año 77
Memoria del paro cívico nacional que hizo temblar al régimen colombiano
Ricardo Téllez
Delegación de Paz de las FARC-EP
El primer paro cívico que sacudió al país fue promovido, organizado y dirigido por las oligarquías, las cuales se valieron de los partidos Liberal y Conservador, antes enemigos irreconciliables, para junto con el movimiento sindical y popular dar al traste con la dictadura militar encabezada por Gustavo Rojas Pinilla.
La táctica fue novedosa y les funcionó a la perfección. El poder del dinero se manifestó en todo su esplendor, los dueños del capital enviaron los trabajadores a sus casas prometiéndoles hacerles llegar el salario hasta lograr el objetivo: que Rojas abandonara el poder, lo cual sucedió el 10 de mayo de 1957.
El país realmente se paralizó. No funcionaron la industria, la banca, el comercio, el transporte, los servicios; los alimentos desaparecieron. La situación creada fue de tal magnitud que, al tercer día, Rojas se vio obligado a huir del país rumbo a España.
Con antelación, liberales y conservadores habían pactado el Frente Nacional (1958-1974), un acuerdo político entre los dos partidos tradicionales mediante el cual cada uno gobernaría durante cuatro años cediendo el turno a su oponente. Los puestos y cargos del Estado se dividían en partes iguales. Solo liberales y conservadores podían desempeñar cargos públicos. Nace el partido único de la burguesía y se congela la vida política de la nación.
El principal oponente de tal engendro era el joven político liberal Alfonso López Michelsen, quien en la década de los 60 del siglo pasado crea el Movimiento Revolucionario Liberal (MRL). Desde un principio se muestra solidario con la revolución cubana; denuncia el estado de sitio convertido en permanente; se pronuncia en contra de la persecución y hostigamiento contra el Partido Comunista de Colombia, dando muestras de una posición de avanzada en aquella época.
López Michelsen es quien asume la presidencia de Colombia en 1974, como primer presidente después de haber finalizado el experimento del Frente Nacional.
Las expectativas entre el pueblo que anhelaba cambios eran mayúsculas. López da a su gobierno el nombre de «Mandato claro», es decir que tenía el poder de propiciar transformaciones en todos los ámbitos, cuestión que no abordó por temor a la derecha y por los intereses de clase que representaba.
Al poco de andar y a pesar de contar con la «bonanza cafetera», llamada así por los altos precios del café en el mercado internacional, coincidente con la llegada al país de miles de millones de dólares procedentes de la «economía subterránea»: dineros del narcotráfico, el contrabando, las mafias… amparados en la impunidad ofertada por la «ventanilla siniestra» del Banco de la República que recibía dólares sin preguntar por el origen, los beneficiarios de la danza de los millones siguieron siendo las élites de siempre.
Mientras tanto, el salario real de los obreros y sectores populares fue devorado por la inflación. La respuesta del gobierno frente a la petición de alza en los salarios, el control de precios y los abusos de autoridad, se encontraron con la declaratoria del estado de sitio. Al hambre se unió la represión y la cárcel.
La crisis obligó a las gentes a unirse, es así como Colombia se convierte en torrente de unidad. La Confederación Sindical de Trabajadores de Colombia (CSTC), central clasista, logra la unidad de acción con las demás centrales obreras; los partidos políticos de izquierda trabajan conjuntamente; las federaciones agrarias unifican pliego de peticiones, el movimiento barrial, comunal, juvenil, estudiantil, de padres de familia, mutualista, cooperativo, de mujeres -éstas, como siempre, han jugado un papel decisivo en las grandes luchas de nuestro pueblo-, abogados, presos políticos y hasta la insurgencia buscan acercamientos y trabajo conjunto.
Al analizar la nueva situación creada, los aspectos más cruciales por los que atraviesa el pueblo y sus organizaciones, son plasmados en un sencillo pliego petitorio y las centrales sindicales convocan el paro cívico nacional. Sería el segundo de tal naturaleza y el primero que dirigiría la clase obrera.
El 14 de septiembre de 1977, a partir de la hora señalada, el país, como en el año 57, vuelve a paralizarse.
La respuesta del gobierno es brutal. El ejército y la policía que habían sido apostados en sitios neurálgicos de pueblos, ciudades y en las principales vías, comienzan a provocar a los manifestantes. Se presentan enfrentamientos. La tropa dispara contra gente desarmada. Se producen los primeros muertos en Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla y otras ciudades. Grupos de personas indignadas son arrastradas por la ira hacia el saqueo y quema de supermercados y almacenes.
Las 48 horas iniciales transcurren en medio del crecimiento de la marea humana. El paro se extiende por 72 horas y hasta por una semana en algunos sitios del país. La Fuerza Pública, pese a la utilización indiscriminada de las armas, se ve en calzas prietas para controlar el orden público. En Bogotá los muertos pasan de 150; hasta hoy se desconoce el número de miles que dejó en todo el país el desarrollo de aquella portentosa jornada.
Después del paro, los generales de la guarnición militar de Bogotá, encabezados por el general Luis Carlos Camacho Leyva, se presentaron ante el presidente Alfonso López para exigirle que tomara una serie de medidas de orden público, para impedir que algo similar volviera a repetirse en corto plazo, pues el Ejército y la Policía habían sido rebasados por el gran movimiento de masas y, según ellos, el país se hallaba en inminente peligro de ser tomado por el comunismo internacional.
Así nace el Estatuto de Seguridad puesto a funcionar en 1978 por el presidente Julio César Turbay Ayala. Se inaugura un nuevo ciclo de terrorismo de estado, con paramilitarismo incluido, que sería ampliado y desarrollado por Álvaro Uribe Vélez y la élite gobernante, sustentándolo en la «inseguridad democrática».
La esencia de la estrategia era acabar con los partidos de izquierda, el movimiento sindical, los movimientos sociales y sobre todo con las FARC-EP y toda la insurgencia colombiana.
Con el terrorismo de Estado lograron retrasar algunos aspectos de la lucha pero jamás pudieron doblegar la resistencia de nuestro pueblo que hoy se expresa en múltiples y variadas formas.
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