Limitaciones del marxismo clásico en la teoría del valor (I)
Uno de los aspectos medulares del marxismo es la teoría del valor, que a nuestro juicio tiene limitaciones que ocasionan desenfoques en la interpretación de la sociedad contemporánea por parte de los partidos y dirigentes marxistas.

Mario Alberto Bobadilla Pérez
“¿Tu verdad? No, la verdad,
y ven conmigo a buscarla.
La tuya, guárdatela”
Antonio Machado, Proverbios y cantares.
Introducción
Los partidos marxistas en todos sus matices en general no pasan por un buen momento. Desde 1970 con las revoluciones de Laos, Vietnam y Camboya, ningún partido de inspiración marxista con excepción de Nepal ha dirigido cambios revolucionarios o liderado Gobiernos. Más aún, no pudieron evitar el colapso de la Unión Soviética y Europa Oriental. Donde ha persistido el socialismo se han visto o se verán obligados a efectuar reformas que contradicen los preceptos del marxismo clásico (neosocialismo).
Sin embargo, la sociedad ni la historia se detienen a pesar de la adversidad de nosotros los marxistas. La lucha por la democracia, el progreso social, la equidad y la preservación del medio ambiente se mantiene. Líderes y movimientos no marxistas son los que han estado al frente de estos procesos. La izquierda marxista, con poquísimas excepciones, ha pasado desapercibida y sus miembros han sido gregarios, no vanguardia.
La mayoría de los marxistas no parecen darse cuenta de la complejidad del mundo moderno. Los marxistas conservadores basados en un presunto determinismo histórico que consideran como un dogma de fe, creen que las crisis periódicas del capitalismo por simple inercia llevarán a su colapso. No hay tal. En los últimos tiempos sus crisis son asmáticas, no coronarias. Así como tiene elementos estructurales que hacen inevitables sus crisis cíclicas con gran sufrimiento para los trabajadores, también posee características que generan atracción para las clases bajas y medias.
Las luchas contra el capital se orientan a sus reformas, no su abolición. Es más: los avances económicos últimamente en las naciones socialistas (neosocialismo) en gran parte se ha producido por la tolerancia y estímulo a prácticas capitalistas ampliando su espacio. El capitalismo resurge de sus cenizas cual ave fénix en las entrañas del socialismo.
Ante este cuadro sombrío, los marxistas ortodoxos entierran la cabeza como el avestruz para no ver la tormenta de arena. Es hora de que se bajen de la nube en que están posados y aterricen. Las críticas que Marx y Engels hacían de los hegelianos, tanto viejos como nuevos, a sus debates de anteponer un dogma contra otro dogma, unas frases contra otras frases, olvidando el “entronque material del mundo” que les rodea, les viene bien. Pululan teóricos marxistas que son buenos expositores pero simples recitadores, declamadores de teoría, no creadores de ella.
“Totalmente contrario de lo que ocurre en la filosofía alemana, que desciende del cielo sobre la tierra, aquí se asciende de la tierra al cielo”, enfatizaban Marx y Engels, describiendo certeramente su concepción materialista (Ideología Alemana, capítulo I). Se resisten a hacer una valoración de lo que sucede, ya que tendrían dos opciones: una, descalificar los procesos de reformas en los países socialistas y concluir que la restauración capitalista es inminente. Pero, ¿cómo oponerse a mejoras evidentes en el nivel de vida de los ciudadanos chinos, vietnamitas y en forma incipiente los cubanos?
Otra opción es avalar los cambios y en tal caso tendrían que hacer profundas modificaciones programáticas y tácticas en sus partidos y empezar a cuestionar aspectos medulares del marxismo clásico. Difícil elección para organizaciones y dirigentes que por décadas han estado inmersos en una comprensión del marxismo como un sistema doctrinario, una teoría cerrada y no como un paradigma científico, una teoría abierta permanentemente para su enriquecimiento.
Contrario a los marxistas de antaño que consideraban las derrotas como sucesos accidentales y efímeros, de las cuales sacaban consecuencias prácticas, los marxistas conservadores y ortodoxos de hoy se habituaron a ellas, conviven con ellas. Su egocentrismo y autismo los ha vuelto insensibles a la realidad. Partidos y organizaciones marxistas que poseyeron gran influencia de masas y política, hoy hacen tránsito a simple sectas ideológicas. Su incapacidad para enriquecer la teoría marxista y rediseñar programas que reflejen las aspiraciones contemporáneas de las clases populares y medias los lleva a desear el fracaso de las reformas en los Estados neosocialistas y el retorno al socialismo real.
Igualmente pretenden que el capitalismo implosione por sí solo. Vana ilusión. Si no existe una fuerza alternativa que interprete las aspiraciones actuales de los trabajadores, el socialismo no lo remplazará. Tampoco el socialismo real volverá. Esta es una fase del socialismo equivalente en el capitalismo a su etapa premonopolista. Los marxistas conservadores y ortodoxos aspiran a que el mundo se adecúe a su pensamiento, no de que su pensamiento se ensamble al mundo.
Uno de los aspectos medulares del marxismo es la teoría del valor, que a nuestro juicio tiene limitaciones que ocasionan desenfoques en la interpretación de la sociedad contemporánea por parte de los partidos y dirigentes marxistas.
Iniciaremos con las generalidades correspondientes al respecto, someteremos a crítica el concepto del valor de uso en su parcialidad al desconocer los factores subjetivos que inciden en él, pero también tomaremos distancia de la escuela austriaca y de la tesis de la utilidad marginal que pretendió concebir el origen del valor de cambio en la actitud de los individuos aislados en cuanto a la jerarquía de sus necesidades.
Igualmente señalaremos las limitaciones en cuanto al valor de la fuerza de trabajo de la teoría marxista. Además estableceremos la diferencia entre la mercancía y el producto mercantil. Los trabajadores producen mercancías pero la sociedad consume productos mercantiles, lo que lleva a cuestionar la tesis de que la plusvalía únicamente se produce en la agricultura y la industria.
Generalidades de la teoría del valor
Primero definiremos el concepto de mercancía. “La mercancía es, en primer término, un objeto externo, una cosa apta para satisfacer necesidades humanas, de cualquier clase que ellas sean. El carácter de estas necesidades, el que broten por ejemplo del estómago o de la fantasía, no interesa en lo más mínimo para estos efectos”. Pero debe de ser producida para el cambio. “Para ser mercancía, el producto ha de pasar a manos de otro, del que lo consume, por medio de un acto de cambio”. Ambas citas de Marx en El Capital. “Una mercancía no es producto para uso personal del productor o de sus familiares sino que está destinado al cambio por otros productos”. (Carlos Kautsky, La doctrina económica de Marx).
Una primera aproximación a la teoría del valor nos la proporciona el gran Aristóteles, a quien Marx consideró el pensador más grande de la Antigüedad. Aristóteles fue el primero en determinar la existencia de dos valores en una misma mercancía: valor de uso y valor de cambio. “Toda propiedad tiene dos usos que le pertenecen esencialmente, aunque no de la misma manera: el uno esencial a la cosa, el otro no lo es. Un zapato puede a la vez servir para calzar el pie o para verificar un cambio. Por lo menos puede hacerse de él este doble uso” (Aristóteles, La Política).
Según Rudolph Hilferdin (1877-1941), el mayor teórico del partido socialdemócrata de su época, “Marx toma de Aristóteles la idea de que el cambio no puede existir sin la igualdad, y la igualdad a su vez no puede existir sin la conmensurabilidad”.
Antes de llegar a los conceptos de los clásicos sobre la teoría del valor es conveniente repasar el pensamiento económico en los albores del capitalismo relacionados con el tema. En la época tardía del medioevo los precios de las mercancías eran fijados por los gremios o las autoridades locales. El clérigo Tomás de Aquino (1225-1274), en tiempos de una economía mercantil simple (mercancía-dinero-mercancía), se refiere al “justo precio” que está determinado por los gastos de producción y una remuneración al productor para satisfacer sus necesidades de acuerdo a su estatus.
Ya en el capitalismo con el predominio de la economía mercantil se califica como legítimo el lucro. El excedente o producto neto como resultado de las transacciones comerciales además de la posesión de dinero, oro y plata se considera como la riqueza de una nación. Es en el cambio, en el área de la circulación, donde los mercantilistas creen se originan las utilidades.
Cuando empieza a tener preponderancia la industria con la manufactura en relación con el comercio, William Petty (1623-1687) trata de encontrar el origen de la utilidad en la actividad productiva de la industria y no del comercio. En Tratado sobre los impuestos y contribuciones, Petty se aparta de los mercantilistas y da al trabajo una importancia primordial en el proceso productivo y como creador de la riqueza. Sin embargo, el valor de cambio para él incluye el trabajo y la utilidad de la tierra: “El trabajo es el padre y el principio activo de la riqueza y la tierra es la madre”.
Petty es considerado por algunos como el que encabezó la transición entre el mercantilismo y la escuela clásica de la economía. Otros, incluyendo a Marx, lo consideran como el iniciador de esta última (Crítica de la economía política).
La utilidad de la tierra como parte del beneficio de la actividad productiva lo retoman posteriormente los fisiócratas con Francisco Quesnay a la cabeza (1694-1774), que consideran que es en el área agropecuaria donde se origina verdaderamente el producto neto, señalando que el trabajo invertido en el comercio o en la industria era improductivo.
Entrando ya en el terreno de la economía clásica consideraremos los conceptos de Adam Smith (1723-1790). Smith se ubica en el final de la manufactura y el comienzo de la revolución industrial. En la teoría del valor reafirma el concepto de Aristóteles de los dos sentidos del valor: “Debemos advertir que la palabra valor tiene dos significados diferentes, pues a veces expresa la utilidad de un objeto particular, y otras, el poder de compra de otros bienes que confiere la propiedad de dicho objeto. Al primero lo podemos llamar “valor en uso”, y al segundo “valor en cambio” (La riqueza de las naciones).
A diferencia de Petty, Smith considera el trabajo como la única fuente de riqueza. Smith confunde el trabajo con la fuerza de trabajo. Ese análisis es válido para una sociedad de economía mercantil simple. Iguala el cambio horizontal entre productores directos con el cambio vertical entre capitalistas y asalariados.
Esta confusión lo lleva a desviarse de reconocer al trabajo como única fuente de valor a afirmar que salarios, beneficio y renta son fuentes originarias no solamente del ingreso sino de todo valor de cambio, lo que lleva a plantear la teoría del costo de producción: “En toda sociedad, pues, el precio de cualquier mercancía se resuelve en una u otra de esas partes, o en las tres a un tiempo, y en todo pueblo civilizado las tres entran, en mayor o menor grado en el precio de casi todos los bienes”.
En el total de lo que anualmente se produce u obtiene por el trabajo de lo sociedad, o lo que es mismo, su precio conjunto, se distribuye originariamente de este modo entre los varios miembros que la componen. Salarios, beneficio y renta son las tres fuentes originarias de toda clase de renta y de todo valor de cambio. Cualquier otra clase de renta se deriva en última instancia, de una de estas tres.
Para Smith el valor de toda mercancía se divide en salario (capital variable), beneficio y renta de la tierra. Su fórmula es en términos marxistas m=v+p. Pero “olvidaba, o más bien pasaba por alto, el hecho de que el trabajo, con la propiedad de crear valor nuevo, posee también la de trasladar el antiguo valor objetivado en los medios de producción a las nuevas mercancías elaboradas con ayuda de los mismos” (Rosa Luxemburgo, La acumulación del capital). Allí está la corrección de Marx que elabora una nueva fórmula para el valor de las mercancías: m=c+v+p, donde c constituye el capital constante constituido por los medios de producción y materias primas, que transfiere valor al nuevo producto.
Ahora examinaremos el pensamiento de David Ricardo (1762-1823) que es considerado la figura más significativa de la escuela clásica.
Ricardo deriva el valor de cambio de dos fuentes: “de su escasez y de la cantidad de trabajo requerida para obtenerlos”. En el primer caso se hallan las estatuas o cuadros raros, libros preciosos o vinos especiales, etc., cuya oferta no puede aumentarse por el trabajo constituyendo una excepción según Ricardo en lo relacionado con la teoría del valor por tratarse de objetos que tienen un precio de monopolio. En consecuencia el resto de bienes que no tienen esa característica funciona la ley del valor.
“Siempre hacemos alusión a aquellos bienes que pueden producirse en mayor cantidad, mediante el ejercicio de la actividad humana, y en cuya producción opera la competencia sin restricción alguna” (Principios de Economía Política y Tributación).
Ricardo formula la ley que determina que el valor en cambio de las mercancías es directamente proporcional a la cantidad de trabajo incorporado en ella e inversamente proporcional a la productividad del trabajo: “Si la cantidad de trabajo cristalizada en los bienes determina su valor en cambio, cualquier aumento en la cantidad de trabajo debe elevar el valor de este bien sobre el que se ha aplicado, así como cualquier disminución debe reducir su valor” (Ídem).
Ricardo critica a Smith que confunde trabajo con fuerza de trabajo. El producto del trabajo es diferente a la capacidad de compra del trabajador materializado en un salario. “El valor de un artículo, o sea la cantidad de cualquier otro artículo por la cual puede cambiarse, depende de la cantidad relativa de trabajo que necesita para su producción, y no de la mayor o menor compensación que se paga por dicho trabajo” (Ídem).
Ricardo sienta las bases de lo que posteriormente Marx llamaría capital constante, o sea: el trabajo anterior materializado que transmite valor ya sea en su totalidad, como en el caso de las materias primas, o fracciones, cuando se trata de las máquinas al conjugarse con el trabajo vivo.
“Aun en aquella etapa inicial a que se refiere Adam Smith, cierto capital, posiblemente logrado o acumulado por el propio cazador, sería necesario para permitirle matar a su presa. Sin arma alguna, ni el castor ni el venado pueden ser cazados, y por tanto el valor de dichos animales dependerá no solamente del tiempo y del trabajo necesario para su captura, sino del tiempo y del trabajo indispensable para que el cazador se provea de su capital, del arma con cuya ayuda efectúa la cacería”.
Aquí Ricardo comete un error al considerar como capital las armas de caza generalizando las condiciones y relaciones que caracterizan al capitalismo con etapas precapitalistas. Al respecto, Rosa Luxemburgo señala: “en todo producto se encuentra no solo el trabajo vivo, presente, que le presta su figura última, sino también el anterior incorporado a la materia, y que el trabajo nuevo le transfiere a aquél”. “No se trata aquí de un proceso que sólo ocurra en la producción capitalista, sino de los principios básicos en que se asienta el trabajo humano, con absoluta independencia de la forma histórica de la sociedad” (La acumulación del capital).
Ricardo trata también de la confusión entre riqueza y valor. El valor está determinado por la cantidad de trabajo de trabajo empleado en la fabricación de un objeto, mientras que la riqueza se refiere a la mayor o menor proporción de valores de uso producto de ese trabajo.
“En consecuencia, la riqueza difiere esencialmente del valor, ya que éste depende no de la abundancia sino de la facilidad o dificultad de la producción. El trabajo de un millón de hombres en la industria producirá siempre el mismo valor, pero no siempre la misma riqueza. Con la invención de nueva maquinaria, la superación de la habilidad técnica, una mejor división del trabajo, o por el descubrimiento de nuevos mercados donde pueda efectuarse intercambios más ventajosos, un millón de hombres puede producir, en un estado dado de la sociedad el doble o el triple de riqueza, es decir, de “cosas necesarias, convenientes y gratas”, de lo que puede producir en otro, pero no agregará, por este concepto, ninguna cosa al valor; en efecto, todas las cosas suben o bajan de valor en proporción a la facilidad o dificultad con que se producen, o, en otras palabras, en relación con la cantidad de trabajo empleado en su producción”.
Finalmente Marx hace suyos los conceptos acertados de la teoría del valor de Aristóteles y de los economistas clásicos aunque ciertos economistas consideran a Marx como integrantes de estos últimos.
A Marx no se le puede exigir que su teoría del valor sea acabada y que no tenga fallas. Al igual que Petty, Smith y Ricardo, sus elaboraciones son reflejos y fruto del capitalismo que vivían. No considerarlo así sería ir en contravía del propio marxismo. Nosotros, sus epígonos, hemos sido incapaces de desarrollar su teoría. Rosa Luxemburgo y Lenin fueron quienes hicieron el intento de elevarla a un nuevo nivel.
Los éxitos en las luchas de liberación nacional, los triunfos en las revoluciones y construcción socialista obnubilaron a los marxistas y consolidaron una postura conservadora y rígida que hoy estamos pagando sus consecuencias en la interpretación del capitalismo contemporáneo y la dificultad para generar propuestas que conduzcan a la opción socialista y a una mejor manera de defender los intereses de los trabajadores.
El gran mérito de Marx es saber captar y asimilar lo mejor de otras cosmovisiones del mundo enriqueciendo sus contenidos y construyendo a partir de allí una sólida teoría. Este proceso no tuvo continuidad y los marxistas envalentonados a raíz de sus éxitos se consideraron los únicos con licencia para tener una interpretación realista de los fenómenos sociales. Hoy los teóricos marxistas se consideran portadores de la verdad revelada. Se ha enquistado una concepción gnoseológicamente sectaria.
A continuación analizaremos los conceptos relevantes en la teoría del valor de Marx.
Entre el valor de uso y el valor y el valor de cambio existe una contradicción que se expresa entre el trabajo privado y el trabajo social. Los valores de uso constituyen expresiones de trabajo distintos. Expresan la forma material que ha tomado el trabajo. Marx lo llama trabajo concreto. Pero encontramos que las cosas representan una cantidad de trabajo invertido por la sociedad en determinadas ramas de la producción, constituyendo la cristalización del trabajo social general que Marx llama trabajo abstracto.
“Desde este punto de vista, el trabajo constituye la substancia del valor; el valor como trabajo indistinto, indiferenciado, cristalizado, coagulado en una mercancía, sin consideración a la materialidad que adopta como valor de uso” (Manuel Agustín Aguirre, Historia del pensamiento económico, 1977).
Marx, al igual que lo había hecho anteriormente Ricardo en forma limitada, crítica a Smith en su desconocimiento del trabajo pretérito como valor que se agrega al trabajo presente. Smith no pudo distinguir la diferencia entre transferir y crear valor. Los medios de producción, objetos y medios de trabajo transmiten valor en formas diferentes.
Los objetos de trabajo, materias primas y auxiliares se integran en su totalidad al producto mientras que los medios de trabajo lo hacen por partes, en un proceso de amortización. Los medios de trabajo “conservan su forma independiente frente al producto lo mismo en vida, durante el proceso de trabajo, que después de muertos. Los cadáveres de las máquinas, herramientas, edificios fabriles, etc., no se confunden jamás con los productos que contribuyen a crear” (El Capital).
“…un medio de producción no puede jamás transferir al producto más valor que el que pierde en el proceso del trabajo al destruirse su propio valor de uso. Si no tuviese valor alguno que perder, es decir, si el mismo no fuese, a su vez, producto del trabajo humano, no transferiría al producto ningún valor. Contribuiría a crear un valor de uso sin intervenir en la creación de un valor de cambio. Tal es lo que acontece, en efecto, con todos los medios de producción que brinda la naturaleza sin que medie la mano del hombre: la tierra, el aire, el agua, el hierro nativo, la madera de una selva virgen…”. Su valor depende, no del proceso de trabajo que alimenta como medios de producción, sino del proceso de trabajo del que brota como producto” (Ídem). Por consiguiente, el capital ni la naturaleza pueden crear valor.
Finalmente, la mayor crítica que hace Marx a los clásicos, sobre todo a Ricardo, es confundir la producción mercantil simple y la producción capitalista. La primera tiene por objeto la producción de valores de uso y su cambio a través de la moneda. La segunda no le interesa el valor de uso sino únicamente como soporte del valor y su objetivo no es otro que el continuo incremento del valor, el acrecimiento del valor, la búsqueda del excedente o plusvalía. En la producción mercantil simple su fórmula es M-D-M. En la producción capitalista se establece D-M-D+d, ya que no tiene sentido para el capitalista recuperar el mismo dinero que invirtió.
A este incremento es el que Marx denomina plusvalía y en este último proceso el dinero se transforma en capital. “Este incremento o remanente que queda después de cubrir el valor primitivo es lo que yo llamo plusvalía . Por tanto, el valor primeramente desembolsado no se conserva en la circulación, sino que su magnitud de valor experimenta dentro de ella un cambio, se incrementa con una plusvalía, se valoriza. Y este proceso es el que lo convierte en capital” (El Capital). Esta mercancía que el capitalista compra es excepcional, ya que es la única que al consumirse produce un mayor valor. Es la fuerza de trabajo.
Valor de uso subjetivo
Para abordar este tema agotaremos algunos pasos previos. Definiremos nuevamente lo que es mercancía según Marx: “La mercancía es en primer término un objeto externo, una cosa apta para satisfacer necesidades humanas, de cualquier clase que ellas sea. El carácter de estas necesidades, el que broten por ejemplo del estómago o de la fantasía no interesa en lo más mínimo para estos efectos” (El Capital). La primera parte de ésta afirmación, quien lo creyera, es una de las causas de que el marxismo no haya avanzado y sus seguidores tengamos dificultad para interpretar el capitalismo moderno.
En la segunda se revela el genio de Marx, quien, cuando por las limitaciones históricas o prioridades no puede analizar un tema, intuye su existencia e importancia y sugiere líneas de investigación. Hemos sido nosotros, sus discípulos, inferiores a la continuidad del legado de Marx. Hay acciones humanas que satisfacen necesidades sin ser “objetos externos “o “cosas”. Por ejemplo: el transporte, las labores de los médicos, los artistas, los docentes, los deportistas profesionales, etc. Tienen valor de uso y valor de cambio, por consiguientes son mercancías.
Es el denominado sector servicios. Aquí falla el marxismo clásico al considerar que sólo se produce valor, y por ende plusvalía, en la agricultura y en la industria. Tesis que refleja un poco la influencia de los fisiócratas en Marx. Para ellos solo se producía valor en la agricultura. Marx tuvo comentarios elogiosos a los conceptos de Quesnay, el ideólogo de la escuela fisiocrática, expresados en el Tableau Economique, en lo referente a su teoría del producto neto como en la circulación de capital (C. Marx, Historia crítica de la plusvalía).
En cuanto a los valores de uso podemos distinguir unos dedicados a la fabricación de cosas u objetos externos y otros a actividades humanas que logran cambiar la ubicación de las personas o mercancías, como es el caso del transporte, o en la modificación o incidencia material del cuerpo de las personas para lograr su mejoramiento como es el caso de la medicina y disciplinas afines. Es la materialidad para satisfacer un tipo de necesidades del hombre. Pero hay otros valores de uso dedicados a satisfacer las necesidades que “brotan de la fantasía”. A los primeros llamaremos valores de uso objetivo. A los segundos valores de uso subjetivo. La satisfacción de necesidades tiene un carácter histórico. Surgen otras nuevas a medida que se solucionan las primeras (C. Marx & F. Engels, La Ideología Alemana).
Una cama, una presa de carne, un medio de transporte, son necesidades universales condicionadas únicamente por la época histórica. Son necesidades objetivas y en una sociedad mercantil son valores de uso objetivo. Pero en la mente del ser humano se desarrolla una inmensa actividad. Desde su evolución como primate de la familia de los homínidos su encéfalo se ha desarrollado. Nuestros antecesores como el Australopithecus robustus y el Homo erectus tenían encéfalos de menor capacidad (450 cc y 1000 cc respectivamente). Nosotros tenemos 1400 cc de volumen y esta es una de las causas de ser la única especie sobreviviente dentro de la familia de los homínidos.
Nuestro encéfalo es un conjunto de centros nerviosos, cerebro, cerebelo, y tronco cerebral, que permite una interacción con el medio a un nivel más elevado. Por consiguiente no somos simplemente consumidores o depredadores de bienes materiales. La vida así sería aburrida. Desde el inicio de su existencia la persona es un acumulado de sensaciones, percepciones, motivaciones, temores, conceptos, ideas, teorías, etc. Quiere decir que al consumir bienes objetivos adherimos a ellos una valorización subjetiva y, en otros casos, en el consumo de valores de uso subjetivo utilizamos los valores de uso objetivo como simples medios.
Por ejemplo, al comprar una cama, adquirir una comida que tenga carne, o utilizar un medio de transporte, un grupo de personas con igual capacidad adquisitiva diferirán en cuanto a sus gustos y preferencias. Es decir: mercancías que son valores de uso objetivo encarnan al mismo tiempo al consumirse valores de uso subjetivo. Por eso ha sido difícil para los marxistas aun hoy descifrar el rol de la mercadotecnia y la publicidad como creadores y reforzadores de valores de uso subjetivo. Hay otros valores de uso subjetivo que constituyen la parte esencial de una mercancía. Utilizan los valores de uso objetivo como un simple medio.
Por ejemplo: la gente va a un estadio de fútbol no a sentarse en las gradas o a alumbrarse con las luminarias en una noche obscura sino a ver jugar fútbol a Messi y a Cristiano Ronaldo. Sus jugadas y sus goles son auténticas mercancías que deleitan al espíritu. La gente que lee a nuestro Nobel García Márquez no compra sus libros para consumir sus hojas de papel o la tinta que se emplea para imprimir las letras sino para disfrutar leyendo sus obras. Igual podríamos decir de la música, del cine, de los feligreses que asisten a oficios religiosos.
El consumo de valores de uso subjetivo es diferente de una persona a otra. Varían de acuerdo a sus vivencias personales. Para unas personas amantes del fútbol, el golf debe ser un deporte aburrido. Unos señores caminando lentamente con unos palos enviando una pelota pequeña para lograr introducirla en un hoyo. Para los amantes del golf que no les guste el fútbol no le encontraran explicación ni disfrute ver 22 jugadores correr tras un balón durante hora y media para empujarla dentro de un rectángulo enmallado.
En las sociedades del socialismo real, aunque se producían valores de uso subjetivo de buena calidad, su volumen no era tan grande como en las sociedades capitalistas, Estaban direccionados por el partido gobernante y las instituciones estatales. La sociedad civil tenía limitaciones para su producción. Entre la producción de valores de uso objetivo y valores de uso subjetivo debe existir cierta proporcionalidad. A un país que tenga una sólida base material de bienes y servicios debe corresponder una prolija producción de valores de uso subjetivos.
La producción de valores de uso subjetivo tiene su mayor importancia en la economía mercantil. Los dirigentes del imperio romano ya valoraban su importancia para mantener su estabilidad política y social. Pan y circo había que darle al pueblo para lograr su fidelidad. Los clásicos y los teóricos marxistas forzosamente se encontraban con la realidad del valor de uso subjetivo y con la producción de valor en el sector servicios, sin embargo su apreciación de esos fenómenos no es coherente con esos hechos.
Por ejemplo, volvamos a David Ricardo: “Poseyendo utilidad, las cosas derivan su valor en cambio de dos causas: de su escasez y de la cantidad de trabajo necesaria para obtenerla” (Principios de economía política y tributación).
“Existen algunas cosas cuyo valor es determinado por su escasez. Ningún trabajo puede aumentar su cantidad y, por consiguiente, su valor no puede ser reducido aumentando la oferta. Entre éstas, figuran las estatuas y las esculturas de mérito, los libros y monedas antiguos, los vinos de calidad especial, que sólo pueden elaborarse de uvas cosechadas de una región determinada y de las que existe una cantidad muy limitada. Su valor es enteramente independiente de la cantidad de trabajo necesaria para producirlas, y varía según el grado de riqueza y las inclinaciones de los que desean poseerlas”. Para salvar el obstáculo David Ricardo confunde precio con valor e introduce el concepto de escasez como determinante del valor de cambio en esta clase de bienes.
Los teóricos soviéticos en 1960, al referirse a los intelectuales señalaban: “A medida que avanzan la industria, la técnica y la cultura, en la sociedad capitalista aparece la amplia capa de los intelectuales, es decir, de los hombres del trabajo intelectual (ingenieros y técnicos, maestros, médicos, funcionarios, científicos, escritores, etc.). Los intelectuales no forman una clase independiente; son una capa social específica que vive de la venta de su trabajo intelectual” (Otto V. Kuusinen y otros, Manual de marxismo-leninismo, 1957).
Pero si viven de “la venta de su trabajo intelectual”, son productores de mercancías, y si esa es su principal fuente de ingreso son trabajadores y proletarios. Son productores de valor en el sector servicios y gran parte de ellos hacedores de valor de uso subjetivo.
Veamos otra afirmación sobre la intelectualidad en el Diccionario Filosófico Marxista de Rosental-Iudin: “A ella pertenecen los ingenieros, técnicos, médicos, abogados, artistas, maestros y científicos, gran parte de los empleados”. ”Nunca han formado ni pueden formar una clase especial, dado que no ocupa una situación independiente en el sistema de la producción social como capa, tampoco están en condiciones de mantener una política propia, su actividad está determinada por los intereses de las clases a las que sirven”.
Quiere decir lo anterior que los intelectuales son unos parias del proceso productivo y su carácter de clase está determinado por la conducta política que asuman en un momento dado y no por su actividad productiva como generadores de valor de uso tanto objetivo como subjetivo. Según esta consideración, los obreros alemanes que ayudaron a Hitler en sus triunfos electorales para su posterior ascenso al poder pertenecían a la burguesía.
Barranquilla
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