Combinación de formas de lucha, ¿táctica o estratagema? II
Contra la irrupción del primer partido socialista en la acción política, desde el Establecimiento comienzan a combinarse diferentes formas, sumadas a la continuada difamación, calumnias y mentiras flagrantes.
Alfredo Valdivieso
secretario general PCC Regional Santander
El simposio sobre la combinación de todas las formas de lucha (CTFL), tal vez por la poquedad del tiempo, ignoró todos los sucesos históricos irrefutables narrados anteriormente, limitándose a la exposición de la táctica del X Congreso Comunista en Colombia, y a la aparición de las FARC e inicio de sus actividades, pretendiendo demostrar –como lo hizo el comisionado de la Verdad, mayor retirado del Ejército, Carlos Guillermo Ospina– que “la combinación de las formas de lucha es una tesis de la entraña del marxismo-leninismo”, haciendo una disertación de pretendido contenido histórico (que luego fue rebatida en su totalidad por el profesor e investigador Eduardo Pizarro), para tratar de fijar en el imaginario, que se reflejará en el informe final de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, que la CTFL es una estratagema e invento del PCC y el marxismo, para imponer el conflicto armado y la acción guerrillera en el país.
Y sigue entonces en boca de los ponentes, en especial de los representantes del estamento militar, la tesis de que la CTFL es la acción malévola de inspiración marxista para combinar la lucha armada con la infiltración en las distintas esferas de la sociedad, con el fin último de tomar y controlar las instituciones del Estado y la sociedad.
Como la “idea y práctica marxista” es entonces vista como “ajena a la nacionalidad”, intenta infiltrarse, no en sentido médico, sino político-militar, término difundido y extendido dentro de la Doctrina de Seguridad Nacional, como “la implantación de una persona o grupo dentro de un cuerpo extraño, del que no hace parte, con el propósito de obtener ventajas e información y controlarlo”. Es la misma vertiente que niega la existencia de unas ideas, una praxis y acción, y un homo sacer comunista, con lo cual al no ser “un grupo nacional” su exterminio no puede catalogarse como genocidio, en los términos del Derecho Internacional Humanitario.
Nada desde luego se señaló de otros hechos irrefutables, al no considerar línea del tiempo anterior a 1961. Primero: A pesar de la “prohibición de las juntas políticas populares de carácter permanente”, normada en la Constitución de 1886, antes de la primera gran masacre contra los trabajadores y artesanos se había fundado un Partido Socialista, que no obstante en su llamamiento fundacional “prohibía” la participación en política partidista.
Por eso frente al partido no se desató, en su primer momento, la arremetida violenta que sería característica luego, sino una campaña de difamación y desprestigio, además de una verdadera cruzada para obstaculizar la vinculación de los sectores populares (es decir una combinación de formas de lucha).
Pero el Partido Socialista, tras la masacre, comienza a promover la organización de los trabajadores de la ciudad y el campo, por medio de sindicatos y de las primeras ligas campesinas, y participa también, tras un largo debate interno en las elecciones de 1921, donde obtiene importantes logros; y en las elecciones presidenciales de 1926 se abstiene, al igual que el Partido Liberal, al considerar que en las presidenciales de 1922 (cuando el socialismo acompañó la aspiración liberal) se presentó un escandaloso fraude electoral contra el candidato liberal, general Benjamín Herrera.
Tras su irrupción en la acción política, desde el Establecimiento comienzan a combinarse diferentes formas, sumadas a la continuada difamación, calumnias y mentiras flagrantes. Se expiden decretos penando la pertenencia al socialismo, se le señala de ateo, contrario a la nacionalidad, subversivo y amoral, y se desata la persecución que lleva a la cárcel a muchos de sus miembros (véase Las Ideas Socialistas en Colombia, Gerardo Molina, Ediciones Tercer Mundo, Bogotá, sin fecha).
Desde luego la campaña de difamación, espionaje y sapeo contra el socialismo se le encomienda al Ejército y la Policía en campos y ciudades, dándose de esa forma a las Fuerzas Armadas el carácter de un partido antisocialista primero y luego anticomunista.
Por la acción combinada del Establecimiento contra el PS, el mismo languidece y luego en la práctica desaparece, pero renace en el mes de noviembre de 1926, en el III Congreso Obrero realizado en Bogotá, cuando aparece el Partido Socialista Revolucionario (PSR).
Precedente al surgimiento del PSR, el 7 de septiembre de 1926, el comandante de la Tercera División del Ejército, con sede en Cali, publicó un documento anticomunista, en que reclamaba ampliar las filas, argumentado ser necesario un mayor pie de fuerza frente a las protestas por las condiciones laborales que iba a generar la construcción del ferrocarril del Pacífico, por el peligro de “infiltración socialista en los cuarteles”, y reclamaba filtros al reclutamiento porque “tales reclutas provienen de las clases más incultas y miserables, por lo cual un gran porcentaje de esos conscriptos son desafectos al Gobierno y a las instituciones que rigen la nación. A los cuarteles llevan la simiente del antimilitarismo, del desconocimiento de toda autoridad y extraviados por las disolventes ideas del socialismo que van apoderándose de la mente maleable de las masas trabajadoras” (como recuerda el documento Orígenes de la Guerrilla, de la Universidad Sergio Arboleda de Bogotá).
Contra el PSR se expide el decreto 707 de alta policía el 27 de abril de 1927, influido por el manifiesto anticomunista del Ejército, y con la preparación de una verdadera estratagema de propaganda negra anticomunista para impedir las reuniones públicas; y se instauró la sospecha, con validez jurídica, para allanar, detener y perseguir a los implicados en huelgas y protestas.
Previa la expedición del decreto, y para justificar la arremetida represiva, el Gobierno echó a andar la especie infundiosa de que un barco desde Europa llegaría a costas de Cartagena, trayendo un gran cargamento de armas y municiones para los socialistas. Para ello falsificaron, con la complicidad de los contrabandistas (que llevaban las armas hacia la China, para el gobierno de la república fundada por el doctor Sun Yat-sen), los documentos respectivos, por lo que la fábula de las armas para el PSR fue desmentida por el Gobierno británico.
Posterior al decreto aludido y a la estratagema de propaganda negra, el 15 de marzo de 1928, el ministro de Guerra Ignacio Rengifo alarmó a todos los generales y comandantes regionales con el supuesto de que su despacho tenía conocimiento de que dirigentes y propagandistas del Partido Socialista Revolucionario se proponían “minar por su base la institución armada”. Con tales argucias se expidió entonces la llamada Ley Heroica (ley 69 del 30 de octubre de 1928).
Es bien sabida toda la campaña de provocaciones y persecución contra los cuadros y militantes del PSR, que llevó a la cárcel a toda su dirección; la actividad desencadenada contra el naciente movimiento sindical, que combinaba las medidas legales con las acciones policiacas y militares contra los trabajadores (como ocurrió en las huelgas de los petroleros), y que finalmente desencadenó la masacre de las bananeras el 6 de diciembre de 1928.
Tras la masacre a los trabajadores, sus dirigentes y a los militantes del PSR no se les pudo aplicar la Ley Heroica, por lo que el Gobierno, en cabeza de Miguel Abadía Méndez y su ministro de Guerra Ignacio Rengifo, expidió el decreto legislativo No. 2 del 31 de diciembre de 1928, que dio origen a la instalación de consejos verbales de guerra, mediante los cuales se juzgó a los dirigentes y activistas sobrevivientes de la huelga más destacados, a quienes el Gobierno calificó de “cuadrilla de malhechores”.
Conocido es también, ampliamente, que a las protestas juveniles y estudiantiles, especialmente en Bogotá, el mismo gobierno de Abadía respondió con la fuerza del Ejército (con la caballería) y la Policía, causando el asesinato de Gonzalo Bravo Pérez, el 8 de junio de 1929. La manifestación “contra la rosca” fue indefectiblemente tildada de “infiltración socialista y subversiva”, y la posterior represión no se hizo esperar, por lo que el PSR, frente a la arremetida violenta, combinada de lucha política y jurídica con la militar contra el pueblo, decide lanzarse a la aventura armada de respuesta, en lo que se llamó la insurrección de julio de 1929.
La represión ligada a la aventura insurreccional, más los profundos debates suscitados en el PSR, llevaron finalmente a su desaparición, y a que parte del mismo decidiera convertirse, en el mes de julio de 1930, en el Partido Comunista de Colombia, que nació en medio de un clima de anticomunismo (anterior a la existencia del partido) preconizado desde el poder del Estado y puesto en marcha en sus medidas represivas y policiacas por el Ejército y la Policía Nacional.
En la próxima entrega nos adentraremos en las acciones, persecución e intento de destrucción del Partido Comunista.
Bucaramanga, abril 2 de 2021.
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