Adolfo Sánchez Vázquez y la filosofía de la praxis
Nunca apaciguó su espíritu, el filo de su crítica laceró por todas partes al capital, su apuesta por un marxismo nuevo significó profanar el templo de la propiedad privada y las conductas individualistas.
Sebastián Cristancho y Yebrail Ramírez
Con la brisa mediterránea, en Algeciras, provincia de Cádiz, nació Adolfo Sánchez Vázquez, el 17 de septiembre de 1915. En la España de entonces regía el dominio monárquico y clerical, y la formación socio-económica del país se caracterizaba por un desarrollo capitalista incipiente. Fue la Restauración borbónica, iniciada en 1874, la que acabó con la I República y permitió que años después Alfonso XIII reinara el país, exactamente a partir de 1902.
Su vida y obra
En este ambiente vivió su infancia y adolescencia Sánchez Vázquez. Luego de terminar sus estudios secundarios en 1931, en Málaga, se relacionó activamente con la lucha política, entusiasmado por el ambiente social convulsionado de España que llevó a la proclamación de la II República el 14 de abril de ese mismo año, proscribiendo la monarquía y construyendo un nuevo régimen profundamente democrático y popular, por lo menos hasta la victoria franquista de la Guerra Civil española. Por ello no fue casual que Sánchez Vázquez se vinculara tempranamente a la Juventud Comunista, donde tuvo el primer contacto con el marxismo; sus propias palabras son elocuentes al respecto: “mi ingreso en las filas de la Juventud Comunista no había sido el fruto de una reflexión teórica, sino de un inconformismo creciente, (…) en el que los grandes ideales desdeñaban medirse con la vara de lo real. Sin embargo, la teoría no podía estar del todo ausente”.
Años más tarde se trasladó a Madrid, donde, en 1935, ingresó a la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central, hasta que sus estudios se vieron interrumpidos por el estallido de Guerra Civil en julio de 1936.
Sánchez Vázquez no eludió su responsabilidad histórica, empuñó con firmeza la bayoneta y la pluma para enfrentar la sublevación fascista. Sin embargo, el desenvolvimiento de la guerra y del panorama internacional favoreció a la reacción, conllevando a la victoria de Franco, el fin de la II República y la instauración de la dictadura fascista en abril de 1939. Sánchez Vázquez fue forzado al exilio. Primero arribó a París y luego llegó a México gracias a que el general Lázaro Cárdenas ofreció refugio a los desterrados españoles. Este noble gesto del pueblo mexicano y su presidente dio la oportunidad para que Sánchez Vázquez continuara su batalla revolucionaria al lado de los estudios filosóficos, ahora desde el continente latinoamericano.
Filosofía de la praxis
Precisamente allí, en México, es donde se puede ubicar el momento más fecundo del pensamiento de Sánchez Vázquez hasta su fallecimiento el 8 de julio del 2011 en México D.F., puesto que, luego de romper las trabas del marxismo dogmático dominante de la época, familiarizándose con la realidad material e intelectual latinoamericana y especialmente con la revolución cubana, proyectó toda una serie de trabajos en función de volver a Marx mismo, rescatar su pensamiento de la “envoltura ontologizante y teoricista” mediante la categoría Praxis.
Justamente su obra principal se titula Filosofía de la praxis (1967). En ella explicó cómo la praxis es definitoria de la esencialidad humana en cuanto es la forma en que consciencia y acción establecen una unidad, de tal manera que por medio de su relacionamiento dialéctico y procesual el hombre exterioriza sus necesidades y fines, y así crea en y con la naturaleza dada una naturaleza (mundo) humano-social. Por ello la praxis es, para decirlo con Bolívar Echeverría, “el rasgo distintivo de lo humano, lo mismo en el individuo que en la colectividad”. Siendo la praxis fundamentalmente creadora, esta también puede presentarse en distintos niveles, a saber: reiterativo, espontáneo y reflexivo; ser intencional o inintencional, y manifestarse en diferentes tipos: praxis artística, praxis experimental, praxis productiva, praxis política, entre otras. Es así como Sánchez Vázquez llegó a concluir que la historia de los seres humanos es la historia de su praxis total, es decir, la historia del proceso humano de transformación de la naturaleza y de la sociedad.
En cuanto al materialismo histórico, en dicha obra también puso de relieve que “el marxismo es, ante todo y originariamente, una filosofía de la praxis, no sólo porque brinda a la reflexión filosófica un nuevo objeto, sino especialmente porque ‘cuando de lo que se trata es de transformar el mundo’ forma parte, como teoría, del proceso mismo de transformación de lo real”.
Todo lo anterior es lo que caracteriza la superación dialéctica de Marx respecto al idealismo y al materialismo metafísico. Por eso mismo, la praxis se convierte en el primer criterio de verdad y fuente originaria del conocimiento, pues conocer el mundo es ante todo crearlo y/o transformarlo. Ni negación absoluta de “la primacía ontológica de la Naturaleza” usando la feliz expresión de Alfred Schmidt (idealismo), ni afirmación absoluta de una realidad como algo existente en sí y por sí mismo, independiente por completo de lo humano (materialismo metafísico). La praxis es el hilo de Ariadna en el pensamiento de Sánchez Vázquez.
Crítica del capitalismo y necesidad de la revolución socialista
En tiempos de apatía e indiferencia generalizada, reincorporar la categoría Praxis también implica la redención de la revolución socialista, necesaria y justificable, ya que la revolución es, en primera instancia, un tipo de praxis política, creadora, reflexiva, intencional y emancipadora.
De ahí que Sánchez Vázquez nunca apaciguó su espíritu, el filo de su crítica laceró por todas partes al capital, su apuesta por un marxismo nuevo significó profanar el templo de la propiedad privada y las conductas individualistas. La convicción revolucionaria de Sánchez Vázquez lo impulsó a defender el proyecto socialista frente a la arremetida neoliberal en los difíciles años 90 cuando se intentó decretar el fin de la historia, batalló incluso contra muchos de los intelectuales de izquierda que daban la espalda a la utopía para plegarse al orden existente. Dentro de la lucha de ideas este comunista, que estuvo siempre en la primera línea, hizo otras contribuciones intelectuales importantes en temáticas como el poder, la moral y la ética, se destacó en el campo de la estética, la crítica y el balance del “socialismo real”, el marxismo latinoamericano, la utopía, entre otras.
Aspiramos que estas apretadas líneas sirvan de sencillo y merecido homenaje a un marxista comprometido con los trabajadores y con la emancipación de la humanidad, y que sean, además, una invitación a estudiar y discutir su destacada obra, a los cien años del natalicio del maestro Adolfo Sánchez Vázquez que, tanto los cumplidos como los que vienen en el seno del movimiento revolucionario, nunca han sido ni serán “de soledad”.
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