¿Llorar sobre la leche derramada? O actuar racionalmente
La realidad-real está mostrando que solo contando activamente con Venezuela llegaremos a ese ansiado acuerdo de paz.
Alberto Pinzón Sánchez
Tal pareciera que el único analista de todo el oligopolio mediático contrainsurgente colombiano, quien ha calado sobre las apariencias emocionales y penetrado al fondo contradictorio que mueve el asunto de la llamada crisis de la frontera colombo-venezolana, es Alfonso Cuéllar.
Estratega contrainsurgente, educado primero en la sección internacional del diario El Tiempo de Bogotá, luego en Inglaterra por la British Petroleum (BP) (siempre el petróleo de por medio) en seguridad internacional y después en los EEUU en guerra internacional contra el narcotráfico y manejo de crisis entre naciones, quien momentáneamente escribe interesantes y destacadas columnas de opinión en la revista del sobrino del Presidente Santos, Semana.com. No es sino mirarle los ojos en la foto para saber quién es.
En su último análisis titulado “Durmiendo con el enemigo”, al analizar las tres decisiones que en un mediano plazo enfrenta el gobierno en la actual situación con Venezuela, la tercera decisión la describe así:
“La tercera decisión, que en el momento parecía lógica, es hoy un lastre que restringe la capacidad de reacción del gobierno colombiano a los desmanes venezolanos: la participación oficial de Venezuela en las conversaciones de paz. Ha sido documentado el papel favorable que desempeñó Hugo Chávez en persuadir a las FARC de sentarse a negociar. Por ese rol y las aparentes relaciones amistosas entre los dos países –o por lo menos entre Santos y Chávez–, se acordó la designación de un delegado de Caracas como acompañante del proceso.
El involucramiento de Venezuela como observador es más sui géneris de lo que muchos se imaginan. Al consentir la presencia de numerosos comandantes de las FARC y campamentos guerrilleros en su territorio, el gobierno venezolano ha sido y es un actor del conflicto. La efectiva implementación de un acuerdo de paz depende en una altísima proporción a qué hace y qué deja de hacer el régimen de Maduro. Si las FARC pueden seguir utilizando al vecino país como su retaguardia estratégica, lo que se firme en La Habana quedará cojo, muy cojo.
Durante cinco años, la garantía de la buena voluntad y conducta de Venezuela estaba sustentada en la normalización de las relaciones entre las dos naciones y la solidaridad regional con Colombia. Esos dos pilares quedaron destrozados con los acontecimientos de estas semanas. Es ingenuo intentar disgregar el rol venezolano en el proceso de paz de la crisis bilateral, como han pregonado algunos. Son inseparables. El primer delegado venezolano a las negociaciones fue su embajador ante la OEA, Roy Chaderton, quien el lunes pasado dejó claro qué opinaba de los colombianos deportados a la fuerza.
Es evidente que la política de apaciguamiento con el gobierno de Caracas perdió su utilidad. Éste no correspondió a la confianza ofrecida por la administración Santos. La permanencia venezolana en la mesa de La Habana es una amenaza a la seguridad nacional de Colombia. Excluirla será costosa en el corto plazo –las FARC podrían incluso amenazar con levantarse de la mesa– pero peor es no hacer nada. El futuro de la República de Colombia no puede pender de los intereses de la República Bolivariana de Venezuela”.
Es decir, el llamado conflicto interno de Colombia no solo es externo o transnacional, como lo hemos sostenido desde hace mucho tiempo, sino que se ha encarnado finalmente en el conflicto colombo-venezolano.
Claro, como míster Cuéllar no maneja la dialéctica material, no entiende aquello de la unidad y lucha de contrarios y por eso ve la contradicción en movimiento como una dicotomía estática en blanco y negro: Si Venezuela se va del proceso de paz, como lo desean el Comando Sur de los US Army y sus cipayos en Colombia, malo (y eso que míster Cuéllar no menciona el papel esencial de Venezuela en los eventuales diálogos con el ELN), pero si se queda durmiendo en la cama, como dice míster Cuéllar, peor. Por eso su conclusión es incierta o equivocada, pues Venezuela ha entrado a formar parte del futuro pacífico o guerrero de Colombia.
Y es que este es el problema de fondo que ha saltado como liebre en el camino, “patarribiando” o poniendo patas arriba toda la “morronguera” o desgano y apatía gatuna tan colombiana de dejar para última hora todo (nada está acordado hasta que todo esté acordado), principio inamovible con el que JM Santos y sus plenipotenciarios de paz han pretendido conducir los acuerdos en la mesa de La Habana, con la errada pretensión o ilusión de que a última hora y después de una campaña masiva de desprestigio por los medios del oligopolio mediático contrainsurgente, los insurgentes muy acosados y desprestigiados van a firmar lo que les pongan delante: la rendición y el sometimiento incondicional a la Fiscalía corrupta de Colombia, que en otra columna paralela de la misma revista Semana desenmascara la periodista Jimena Duzán.
En breve: los diálogos de La Habana han llegado, para usar una imagen gráfica, a la parte final de un muy largo túnel, donde por fin se vislumbra la luz de su final y desde donde sería más que costoso recular o regresarse, y en donde es esencial entender que Venezuela ya entró a formar parte constitutiva (querámoslo o no) de toda la situación conflictiva regional.
Por esto las decisiones del gobierno colombiano, analizadas por míster Cuéllar, no podrán ser otras que la diplomacia directa o bilateral entre las dos naciones hermanas siamesas inseparables, para resolver el largo y complejo “problema” del hoyo negro en que se ha convertido la frontera, que para bien o para mal (para la paz o para la guerra) ha entrado a formar parte integral del llamado conflicto interno colombiano, sin cuya solución tampoco podrá haber paz en Colombia.
Es un sofisma politiquero de campaña aquel desafortunado lema electoral que presionado por las “afugias” o dificultades electorales ha lanzado el jefe del glorioso Partido Liberal: “con Venezuela, sin Venezuela o contra Venezuela, haremos la paz”. La realidad-real está mostrando que solo contando activamente con Venezuela llegaremos a ese ansiado acuerdo de paz.
Tampoco continuando la campaña mediática de ridiculización (no hay día en que no se caricaturice o insulte al presidente de Venezuela como burro, tonto, idiota, mal hablado, torpe, etc.) se va a ganar el terreno perdido, pues lo que el presidente venezolano ha mostrado en los últimos días ha dejado en claro todo lo contrario: que se ha preparado muy inteligentemente.
Mientras la inteligencia militar de Colombia estaba con todos los fierros y tecnologías gringas imaginables buscando cabecillas guerrilleros o líderes sociales de la movilización popular para “neutralizarlos” en bolsas negras, la inteligencia militar venezolana preparaba un plan militar contundente ejecutado con precisión y eficacia, sin que los héroes colombianos se dieran cuenta para evitarlo o por lo menos tratar de pararlo. Lo demás ha sido plañir, con ira e intenso dolor y el callar otorgando de Mindefensa, responsable de la seguridad de todos los colombianos. Con esto, lo más conveniente es actuar racionalmente, en lugar de seguir llorando sobre la leche derramada.
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