Economía política cubana
José Blanco
La Jornada
El Partido Comunista de Cuba pospuso indefinidamente su sexto congreso –acaso el último que encabezará la dirigencia histórica actual del partido–, en busca de un consenso sobre el «modelo» económico que seguirá la isla en los próximos años, según información de La Jornada (1/8/09). Nuestro diario informó también el pasado 27 de julio que Raúl Castro, en la conmemoración del 56 aniversario del asalto al cuartel Moncada –la fecha más importante del calendario revolucionario– dijo que los frijoles en Cuba son un asunto de «seguridad nacional», la primera prioridad, por encima de las consignas políticas.
«No es cuestión de gritar: ¡patria o muerte!, ¡abajo el imperialismo!… Y la tierra ahí, esperando por nuestro sudor». El presidente cubano estalló: el país no puede seguir gastando «cientos y miles de millones de dólares» en importar su alimentación.
Cuba, país agrícola, importa 80% de los alimentos que consume. No sé si exista otro caso con un drama similar. En 2007, la mitad de las tierras en manos del Estado estaba sin cultivar, y Raúl Castro dio la orden de acabar con aquel despropósito y repartirlas en usufructo entre campesinos y cooperativistas. Pero nada prospera todavía.
Muchos podemos contribuir a repensar el futuro cubano, aunque será una vasta pluralidad; toca a Cuba tomar lo que ellos mismos crean que les es útil. Yo lo haré transcribiendo algunos párrafos que escribí en este espacio el 14 de abril de 1992, poco después de iniciado el «periodo especial» que comenzó en 1991 tras el colapso de la Unión Soviética y del Comecon, porque sigo viendo vigentes aquellas tesis.
“La isla, a finales de los años 60, orientó sus decisiones primordiales por una tesis política según la cual sólo en el marco del área socialista mundial, y con el apoyo sustantivo y continuado de ésta, sería posible en nuestros días desarrollar el proyecto socialista en una pequeña economía atrasada. La solidaridad internacional, de la URSS especialmente, servía también así al efecto estratégico de ampliar la propia área del socialismo a escala mundial. En su tiempo el presidente Mao propuso y siguió una tesis distinta: ‘atenerse a las propias fuerzas’.
“Es claro que la tesis a la que se adhirió la posición cubana sólo podría haberse sostenido si el centro rector y organizador del conjunto –la URSS– hubiera podido mantenerse como tal. Pero es el caso que, en el que constituye uno de los sucesos históricos más dramáticos de este siglo, ese centro está extinguiéndose como resultado de su propia arquitectura política y económica.
“Durante las tres décadas en que ha estado vigente la Revolución Cubana –escribí en 1992–, con un genuino y admirabilísimo sentido humano, la isla impulsó proyectos de desarrollo social de gran alcance y de enorme importancia para el bienestar de la población cubana, y aun desplegó (a su modo) un vigoroso internacionalismo, lo que pudo realizar merced a un excedente económico, que en medida muy significativa era generado en la URSS y en Europa del Este, y no en Cuba, pero que era transferido a la isla y usado por la sociedad y el gobierno cubanos.
“En ausencia del excedente económico originado por el bloque socialista, Cuba no habría podido alcanzar la educación y la salud que meritoriamente los cubanos supieron alcanzar, ni habría podido desplegar el tipo de internacionalismo que decididamente practicó (especialmente en África). El nivel de vida, de bienestar y de actividad alcanzados por la isla, no se correspondía con las realizaciones productivas efectivas de su sociedad.
“Una vez que los apoyos externos comenzaron a ser disminuidos por la crisis final del sistema soviético, en Cuba comenzaron a hacerse patentes las posibilidades reales del esfuerzo productivo propio. Estas posibilidades, por ahora, hablan de una grave escasez de alimentos, de energéticos y de otras de las pocas manufacturas que había.
“Este estado de cosas significa, dicho con toda crudeza, que Cuba tendrá una regresión social, si se le mira con los parámetros del desarrollo y la modernidad, cuya tendencia ha sido la conformación de sociedades cada vez más urbanas. Una cierta proporción de los sectores medios urbanos cubanos tenderá sin remedio a hacerse nuevamente población rural, lo cual será irresistiblemente demandado por la necesidad de alimentar a los algo más de diez millones de habitantes de la isla.
“Ello, sin embargo, será un proceso tanto más difícil cuanto más tiempo pase sin que el Gobierno abra el mercado agrícola y pecuario. Ese proceso, de otra parte, podría ser atemperado en la medida en que actividades como el turismo –u otras– produjeran un volumen de divisas suficientes como para emplear al menos una parte en la compra de alimentos en los mercados internacionales.
«Acrecer el excedente, de otra parte, será prácticamente imposible con una economía burocratizada. La enseñanza mayor del trágico fin de la URSS, respecto de la economía, es haber mostrado de manera brutalmente contundente los límites estrechos de un estado totalitario como centro único de decisiones económicas».
Un traslado significativo al campo no aconteció en Cuba, y ahora se los impone la historia. No ocurrirá con órdenes estentóreas, sino con una apertura real del mercado agrícola. Es el punto de partida de un nuevo «modelo» económico. Si los propios cubanos no lo hacen, llegará el capital externo a tomar su lugar: sin duda.
Comentarios recientes