Apuntes sobre algunos procesos económicos y políticos en la actualidad
La energía no es sólo un componente crítico de la potencia económica sino también del poderío militar. En tiempos de guerra “económica”, el control de los mercados de recursos estratégicos le permite a un grupo de intereses económicos imponer políticas desestabilizadoras sobre sus rivales.
Carlos Borrero
Partido Comunista de Puerto Rico
Durante la última década, la clase dominante en EEUU ha llevado a cabo lo que equivale a una brutal ofensiva en su lucha de clases en contra los trabajadores. Incluso antes de la llamada “Gran Recesión”, los capitalistas industriales estadounidenses, que hace años han enfrentado mayor competencia a nivel internacional, habían perseguido varias estrategias para contrarrestar las dificultades que enfrentan para mantener niveles de rentabilidad. Este proceso ha resultado en una reorganización del capital estadounidense ante los retos inminentes a su hegemonía mundial.
Como resultado de esta ofensiva, los trabajadores estadounidenses, sobre todo los del sector manufacturero, han experimentado una dramática reducción de salarios reales1 desde hace varias décadas a pesar de aumentos constantes en la productividad. Esto equivale a una intensificación de la explotación del trabajo, o expresado de otra manera, un aumento en la tasa de plusvalía. De hecho, este mismo patrón se repite en todos las viejas potencias capitalistas del mundial.2
Una consecuencia importante de esta tendencia durante los últimos años ha sido la reducción aguda en la diferencia salarial entre China y EEUU3, especialmente en comparación con aquellas regiones económicamente deprimidas, como el sur y el medio oeste de EEUU, donde el salario promedio es aún más bajo. Al sumarle otros factores como el mayor riesgo de interrupciones en las cadenas de suministro de mercancías, debido a la agitación laboral en Asia o la interferencia a lo largo de las rutas comerciales marítimas como el Mar del Este de China, veremos que los motivos para el capital industrial estadounidense mantener sus operaciones productivas en países como China ya no son tan grandes como antes.
Esta situación ha precipitado los comienzos de una reorganización manufacturera dentro de EEUU que se caracteriza por la combinación de una mayor integración de la innovación tecnológica y la creciente incorporación de trabajo asalariado barato a la producción. Por ejemplo, en los últimos años varias compañías como Ford, Caterpillar y GE han ‘repatriado’ miles de trabajos a estados como Kentucky, Texas, Georgia, Florida, Misuri e Indiana de sus plantas en Asia y México.
En cada caso, además de aprovechar las altas tasas de desempleo en estas áreas para pagar salarios bajos, estas compañías extorsionaron grandes concesiones tales como exenciones contributivas e infraestructura productiva subsidiada por los gobiernos locales a cambio de un número relativamente bajo de trabajos en plantas altamente modernas. Es importante destacar que este asalto a los salarios, que incluye la eliminación o la reducción drástica de beneficios de salud y para jubilados, ha tenido lugar con la abierta colaboración de la burocracia sindical, que sirve como una quinta columna contra los intereses de la clase obrera.
Al mismo tiempo que la clase dominante estadounidense ha impuesto esta reducción salarial sobre los trabajadores, ha emprendido en una campaña agresiva para cambiar el balance de poder en el importantísimo campo de la producción energética. La llamada ‘revolución de esquisto’, que se refiere al aumento de la producción de gas natural y de petróleo a través de la fracturación hidráulica, fracking, ha colocado a EEUU en una posición de ser, por el momento, un importante suministrador de recursos hidrocarburos en el mercado mundial.
A pesar de los debates entre geólogos en torno a la sustentabilidad de esta llamada revolución a largo plazo y la ola de especulación financiera que la acompaña, la presencia de EEUU como suministrador petrolero y gasífero a nivel internacional a corto plazo ha contribuido en gran medida a la reciente agudización de una ‘guerra de precios’ en este campo. La controversial decisión tomada la semana pasada por la OPEP, encabezada por los saudíes, de mantener los niveles de producción a pesar de la caída precipitosa de precios del petróleo se ha descrito como una cañonazo en dicha guerra.
A primera vista, la movida saudí parece tener las mismas consecuencias negativas para los intereses petroleros y gasíferos estadounidenses vinculados al esquisto que para los estados de Rusia y Venezuela que dependen de la exportación de hidrocarburos para la mayor parte de sus ingresos. Así es como se ha interpretado la situación tanto en la prensa financiera oficial como en los medios alternativos.
Mas, esta perspectiva nos parece muy estrecha ya que no toma en cuenta la fuerza relativa de compañías y estados en términos de reservas de dinero, eficiencia de la producción además del peso relativo de las ventas de hidrocarburos dentro de la economía total de un país determinado. Al considerar estos factores, el cuadro que se presenta es uno en que los monopolios petroleros y gasíferos estadounidenses están en una mejor posición para capear el temporal que muchos de sus rivales como los rusos, venezolanos e iraníes.4 En el análisis final, la guerra comercial desatada resultará inevitablemente en una mayor concentración de capital ya que las compañías más grandes y eficientes, y con mayores reservas, prevalecerán sobre las menos competitivas.
Tanto los salarios como la energía – junto con las materias primas y otros materiales auxiliares – forman parte de lo que se conoce como el capital circulante. En su investigación del sistema capitalista, Marx dedicó mucha atención al análisis de los diferentes componentes del capital industrial y la influencia de éstos en las tasas de ganancia y de acumulación. De hecho, uno de los grandes logros de Marx en el campo de la economía política fue la aclaración que dio a la relación entre el valor y los componentes fijos y circulantes del capital en oposición a la confusión difundida por la economía burguesa clásica.5
Contrario al capital fijo, por ej., máquinas, planta física, etc., que transfiere su valor a un producto poco a poco durante varios períodos de trabajo, el capital circulante transfiere su valor completamente con cada período de trabajo, independientemente de si el producto final es elaborado completamente o requiere períodos de trabajo adicionales para su finalización.6 Este fenómeno resulta naturalmente en rotaciones desiguales, es decir, diferentes tiempos en que los capitalistas se ven obligados a reponer los distintos componentes de su capital productivo.
Es precisamente durante los períodos de crisis aguda, cuando la lucha por las ganancias es más intensa, que esta diferencia en el tiempo de rotación entre los componentes fijos y circulantes del capital cobra una mayor importancia para los capitalistas. Durante una crisis aguda los capitalistas pueden implementar medidas para reducir los costos de producción con más rapidez en el ámbito del capital circulante como demuestra el período inmediatamente después del 2008 cuando, por ejemplo, la clase dominante en EEUU impuso un recorte salarial de 50% en los obreros de la industria automotriz.
Como tal, en condiciones cada vez más competitivas el impulso de reducir los costos de capital circulante, así como para introducir la tecnología para aumentar la eficiencia, se convierte en un imperativo para toda la clase capitalista aún si esto significa sacrificar un número de productores ineficientes en un sector de la economía.
Podemos añadir que independientemente de los interminables debates en torno a la caída tendencial de la tasa de ganancia y sus tendencias compensatorias, tanto entre los economistas marxistas y la economía burguesa como dentro del mismo campo marxista, la reducción de los salarios además del precio de otros componentes del capital circulante, es una palanca muy poderosa que tienen los capitalistas para aumentar las ganancias. El límite en el uso de esta palanca es la acción revolucionaria consciente de la clase obrera.
No obstante el enfoque económico del análisis anterior, sería un error grave relegar los aspectos políticos de la situación actual a un plano secundario, pues tienen su propia lógica la cual se expresa en base a la imperativa económica en general. Vista desde la perspectiva de la rivalidad imperialista, la reorganización de industrias claves dentro de sus fronteras nacionales se perfila como un claro indicio de los preparativos de la burguesía estadounidense para una guerra en gran escala. Los estrategas políticos de la clase dominante estadounidense entienden muy bien lo que está en juego con el creciente acercamiento entre China y Rusia en particular y reconocen los riesgos de mantener ciertas operaciones industriales claves en el extranjero durante tiempos de conflicto. Como tal, la llamada ‘reindustrialización’ dentro del territorio estadounidense, que por necesidad tiene lugar sobre nuevas bases tecnológicas, surge tanto como una cuestión de consideraciones político-militares como el resultado de procesos económicos.
De la misma manera, la reciente decisión saudí, lejos de basarse en las actuales condiciones del mercado petrolero, refleja la intersección de las exigencias políticas de su patrón occidental con sus propias ambiciones en los conflictos regionales a largo plazo. Por un lado, se caldean los conflictos regionales sobre las fuentes de gas y los correspondientes gaseoductos para suministrar a los mercados europeos y chinos.7
Por ejemplo, el bloque saudí-catarí aliado a EEUU se opone a la creación de un nuevo eje compuesto por Irán, Iraq y Siria que han propuesto un corredor de gas natural que se extiende desde los enormes yacimientos gasíferos de South Pars en el Golfo Pérsico a través de Homs, otra zona rica en petróleo, hasta el puerto sirio de Tartus, actualmente arrendado por los rusos. Tal proyecto amenazaría la actual posición e influencia regional de la monarquía saudí. La correspondencia directa entre las áreas de yacimientos petroleros conocidos en Siria y los más intensos combates entre EI y el régimen de Asad dan evidencia de la verdadera naturaleza de la guerra.
Por otro lado, la clase dominante estadounidense intenta desestabilizar a su rival ruso con una combinación de sanciones económicas y la más reciente manipulación del mercado petrolero. Sus objetivos más amplios son abrir el mercado europeo para un nuevo reparto con los saudíes y prolongar el actual sistema de petrodólares, lo cual le permite enorme influencia sobre la finanza internacional.
La energía no es sólo un componente crítico de la potencia económica sino también del poderío militar. En tiempos de guerra “económica”, el control de los mercados de recursos estratégicos le permite a un grupo de intereses económicos imponer políticas desestabilizadoras sobre sus rivales. Cuando estos conflictos se convierten en militares, el control de todas las fuentes de recursos energéticos además de las rutas de transporte resulta en una insuperable ventaja para quien la tenga.
La ofensiva del capital contra la clase obrera, así como la agudización de los conflictos imperialistas, que van acompañadas de un giro brusco a la derecha en la política y la ideología, se han traducido en un aumento del oportunismo dentro del movimiento obrero y no pocas organizaciones socialistas. Cada vez más, la resistencia a la presión asfixiante del capital ha tomado la forma de movimientos populistas que invariablemente degeneran en la traición pequeño burguesa. Al igual que en los años anteriores a la primera guerra mundial, la lucha contra el oportunismo en el movimiento obrero y las organizaciones socialistas adquiere una importancia crítica.
Como puertorriqueños, a pesar de que el ‘centro de gravedad’ en la geopolítica mundial se haya desplazado por el momento a la masa continental euroasiática, no somos inmunes a los efectos de los procesos que ocurren a nuestro alrededor. De hecho, los efectos perniciosos de la prolongada crisis capitalista han resultado en una sociedad que se tambalea al borde del colapso.
Tampoco podemos quedarnos ajenos a los grandes conflictos entre las potencias capitalistas ya que fácilmente podrían provocar la reactivación del papel de Puerto Rico como puesto militar del imperialismo estadounidense, un desenlace que corre el riesgo de nuestra extinción. Sólo una comprensión profunda de los procesos que dan forma a nuestro mundo puede permitir a la clase llamada por la historia a guiarlos mediante la acción revolucionaria consciente: la clase obrera.
Esto requiere la dirección política, que sólo puede ser definida como la combinación de la claridad teórica y la disciplina organizativa. Esta es la tarea que tenemos ante nosotros.
- El siguiente estudio del Economic Policy Institute de 2103 destaca esta tendencia en EEUU dentro del período 2001 a 2012: http://www.epi.org/publication/a-decade-of-flat-wages-the-key-barrier-to-shared-prosperity-and-a-rising-middle-class/ ↩
- Es importante destacar que mientras los trabajadores en las principales economías de Europa occidental y el Japón han experimentado una reducción salarial similar, el aumento del salario promedio en China corresponde a la decisión política de expandir el mercado interno. Como marxistas, afirmamos que este proceso ascendente invariablemente llegará a su límite. ↩
- http://www.reuters.com/article/2013/03/08/column-wasik-manufacturing-idUSL1N0C04C020130308 ↩
- La prensa financiera en las últimas semanas ha destacado la precariedad de varios gobiernos dependientes de las exportaciones petroleras. Véase por ejemplo: http://www.ft.com/intl/cms/s/0/b7a2ee04-5478-11e4-84c6-00144feab7de.html#axzz3KbXu1bFL y http://rt.com/business/209579-opec-oil-supply-russia/ ↩
- Véase los capítulos 10 y 11 de El Capital Tomo II (Teorías de capital fijo y circulante. Los fisiócratas y Adam Smith; Teorías de capital fijo y circulante. Ricardo.) ↩
- Como siempre, es importante distinguir entre la producción de valor, lo que estamos considerando aquí, y su realización a través de la venta de mercancías. ↩
- http://www.globalresearch.ca/the-secret-stupid-saudi-us-deal-on-syria/5410130 ↩
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