La Guerra Nacional Revolucionaria en España, parte 6

Los "Sucesos de Mayo"

A medida que las necesidades de la guerra apremiaban a resolver toda una serie de problemas, tanto en el frente como en la retaguardia, a fin de aunar medios y esfuerzos encaminados a hacer frente a las fuerzas fascistas, las inconsecuencias de las demás organizaciones obreras, al igual que su progresiva pérdida de influencia entre las masas, se hacían cada vez más patentes.

En Cataluña a finales del 36 y comienzos del 37, la desorganización de la producción, la inflación, la falta de compromiso en la guerra, y el crecimiento de los partidos comunistas (PCE y PSUC) se combinaron para desacreditar el POUM y la FAI. Enfrentado al claro fracaso de sus teorías utópicas, el movimiento anarquista se empezó a desintegrar. En septiembre del 36, la FAI-CNT transigió sus principios grotescamente antipolíticos y entró a la Generalitat catalana, junto con el PSUC y los partidos nacionalistas catalanes, con un delegado del POUM (1). A pesar de atacar a los "stalinistas" por su defensa del Frente Popular, el POUM estaba muy contento de estar incluído. ¡Su increíble defensa era que la "pequeña burguesía" estaba colaborando con ellos, y no viceversa! (2).

Todo ello llevaba, paralelamente, a aflorar el antagonismo latente de la mayoría de los dirigentes socialdemócratas, faístas o poumistas hacia los comunistas, haciéndose frecuentes las provocaciones, en algunos casos apoyadas por las bases que todavía estaban bajo su influencia. Una de esas provocaciones, la más sangrienta, tuvo lugar a principios de mayo de 1937, en Barcelona, en plena ofensiva del ejército fascista sobre Vizcaya, Santander y Asturias, cuando más necesaria era la concentración de fuerzas y energías del pueblo en la lucha contra el enemigo.

La correlación de fuerzas en las filas obreras, especialmente en Cataluña, donde el anarcosindicalismo tenía más peso, fue cambiando en favor del PSUC, lo que, inevitablemente, se tenía que reflejar en los órganos de gobierno. En diciembre de 1936 el Consejo de la Generalitat de Catalunya fue reorganizado, saliendo del mismo un representante de la CNT y el poumista Andreu Nin. Pero en esa reorganización se volvió a hacer una concesión a los anarquistas, dejando en sus manos la Consejería de Defensa, aun a sabiendas de que estaban llevando a cabo toda una campaña contra la movilización general y la integración de todos los combatientes en el Ejército Popular. Por aquellas fechas, una hoja anarquista decía que en la guerra moderna "tiene importancia la técnica y la estrategia, pero no la disciplina, que presupone la negación de la personalidad".

Así, en el frente de Aragón, en el que al principio de la guerra combatían 42.000 hombres pertenecientes a diferentes agrupaciones anarcosindicalistas, meses después sólo quedaban 18.000, que poco a poco fueron volviendo a Barcelona o al resto de las ciudades catalanas para apoyar los llamamientos de sus jefes a "hacer la revolución". "Ruta", el periódico de las juventudes libertarias, pregonaba su negativa a defender la República, a la que calificaban de régimen burgués. Otro tanto hacía la prensa de los trotskistas. Los anarquistas, que controlaban las fronteras con Francia, los puertos y las comunicaciones, llegaron hasta interferir las conversaciones del Presidente de la República. Los incidentes se multiplicaban.

En marzo de 1937, el gobierno central ordenó la confiscación de las armas de los partidos políticos (3). En Barcelona, se tomaron medidas para contener los numerosos asesinatos callejeros cometidos por "incontrolables" -asesinos que se habían vinculado a la FAI (4)- y para dispersar las milicias. La CNT y el POUM se negaron a deponer las armas o a ponerse a disposición del ejército (5).

Numéricamente insignificante, incapaz de construir una base entre los trabajadores y desacreditado por su "completa ineficiencia e incompetencia total" (6), la quiebra política del POUM era completa. Declinando cualquier pretensión de combatir a los fascistas, el POUM se decidió por una batalla total contra los comunistas.

El 3 de mayo de 1937, el jefe de la Policía Catalana Rodríguez Sala y el representante de la Generalitat de la Telefónica fueron al departamento de censura de la Telefónica para quejarse de la interferencia anarquista en las llamadas telefónicas gubernamentales. Milicianos anarquistas, que controlaban la Telefónica desde el comienzo de la guerra, dispararon desde un piso alto. Siguió un breve tiroteo, que fue detenido por un líder de la FAI. Rumores sobre una "provocación" circularon entre miembros del CNT y se erigieron barricadas en toda la ciudad. Cuando empezaron esporádicos combates entre militantes de la CNT y el PSUC, los líderes del POUM le propusieron a los líderes de la FAI-CNT que los comunistas fueran expulsados del gobierno y que la influencia "stalinista" fuera eliminada en Cataluña de una vez por todas (7). La propuesta fue rechazada de inmediato (8). Apoyado sólo por un pequeño grupo anarquista llamado los "Amigos de Durruti" y una sección de las Juventudes Libertarias, el POUM llamó al derrocamiento de la Generalitat y al establecimiento de una Junta Revolucionaria. Los faístas presentaron un ultimátum al gobierno catalán exigiendo la disolución de todos los partidos políticos y de las fuerzas armadas de la Generalitat. Grupos armados llegados del frente (que no se derrumbó gracias a los esfuerzos de algunos responsables cenetistas que, junto a combatientes del PSUC, lograron mantenerlo) se lanzaron al asalto de las sedes institucionales, del PSUC, de la UGT, del "Casal Carles Marx", etc. Los líderes anarquistas trataron de obtener una tregua en la lucha de barricadas y eventualmente lo lograron, después de varios comienzos en falso. La llegada de 4.000 Guardias de Asalto desde Valencia aseguró su continuidad. Las bajas reportadas fueron de 400 muertos y 1.000 heridos (9).

En el gobierno central, el PCE exigió la prohibición del POUM por esos crímenes. Largo Caballero se negó, pero fue el golpe de gracia incluso para los militantes de su propio partido. Largo fue despedido y el socialista Juan Negrín se convirtió en Primer Ministro. El POUM fue prohibido, y cerca de 40 POUMistas fueron arrestados. El líder traidor del POUM Andrés Nin fue aparentemente ejecutado por agentes soviéticos, pequeña retribución por las muertes de Barcelona (10). Otros poumistas fueron juzgados por espionaje, traición, instigación a los combates de Barcelona, y desvío de tropas bajo su mando del frente para Barcelona. En el juicio, los poumistas negaron haber ayudado a provocar los combates, "olvidando" convenientemente los artículos de su propio periódico La Batalla (11). Incluso negaron haber comandado las tropas que habían dejado el frente en Huesca, algunas de las cuales fueron obligadas a devolverse bajo amenaza de bombardear sus buses (12). El "secretario político" del POUM Julián Gorkin pudo "recordar" que La Batalla había reproducido un volante fascista que atacaba al gobierno, el cual había sido distribuido tras las líneas de batalla. Cuando Don José Gomis Soler, el fiscal público, preguntó a Grokin por qué la fuente del volante fascista aparecía en letras muy pequeñas bajo la proclama, Gorkin dijo riendo: "Es un asunto meramente tipográfico" (13).

Los acusados fueron hallados inocentes de espionaje y traición. Todos, a excepción de uno, fueron hallados culpables de los demás cargos y sentenciados a diferentes penas.

Durante los meses que siguieron a los sucesos de Mayo, el PSUC trató de impedir el choque armado entre organizaciones obreras, no respondiendo a las continuas provocaciones y los asesinatos de sus militantes. Pero ante el levantamiento de los faístas y los poumistas, tanto el Partido como las Juventudes y la UGT movilizaron todas sus fuerzas para sofocarlo. De todos modos esa aventura estaba condenada al fracaso, pues ni los faístas ni los trotskistas consiguieron arrastrar a la masa de obreros confederales, que se mantuvo en todo momento al margen.

El levantamiento de Mayo costó muy caro al anarquismo. La CNT, principal sindicato obrero de Catalunya hasta entonces, perdió mucha influencia, siendo paulatinamente desplazada por la UGT. La autonomía de Catalunya también resultó perjudicada, pues si bien era correcta la decisión de colocar bajo el mando del gobierno central todas las fuerzas militares, para crear una única dirección de la guerra, no lo era la de incautarse también de las funciones de orden público, atribuidas a la Generalitat por el Estatuto del 32. Esta medida contra las prerrogativas autónomas hirió los sentimientos nacionales y tuvo serias consecuencias para el futuro.

En parte, el PCE adquirió mucho más peso en el nuevo gobierno, pero ese mismo hecho tuvo algunas repercusiones negativas.

Su temor a romper la unidad en el Frente Popular le llevaba a no denunciar clara y abiertamente las vacilaciones del gobierno y del resto de los partidos que lo componían y, sobre todo, a no desenmascarar la tendencia a la creación de un bloque anticomunista, encabezado por los caballeristas y sus nuevos aliados anarquistas y por algunas otras formaciones republicanas y nacionalistas. En realidad, bajo la capa de esa alianza anti-PCE que se estaba fraguando, lo que realmente se escondía era una política de capitulación ante los fascistas y de entrega de la República Popular a la que, a partir de ese momento, sólo el PCE defendería encarnizadamente.

Los sucesos de Mayo no fueron más que el preludio de lo que más tarde sucedería en Cartagena y del posterior golpe casadista.

El PCE y el PSUC no supieron extraer experiencias de lo sucedido en Barcelona. No vieron que la lucha contra el anarquismo no se podía llevar a cabo desde la posición de defensa a ultranza de la legalidad republicana, sino desde una posición de lucha independiente, de defensa de la República Popular que preservara al mismo tiempo la unidad combativa de la clase obrera y sus conquistas revolucionarias. Además, el PCE y el PSUC no supieron hacer distinciones entre las diferentes corrientes anarquistas, ni sacar partido de las disensiones que había entre ellas; ni siquiera se plantearon atraerse la amistad de sus líderes más combativos y honestos. De esa forma, muchos obreros cenetistas, hartos de aventuras, pero completamente desorientados, cayeron bajo la influencia de los socialdemócratas y de los nacionalistas.

Continúa

Notas

1. Arthur Landis, "Spain! The Unfinished Revolution", Baldwin Park, Cal., 1972, p. 337.

2. The Spanish Revolution, 11/4/36.

3. Stanley Payne, "Falange", Stanford; 1961, p. 294.

4. Ibid.

5. Ibid.

6. F. Borkenau, citado por Landis, p. 320.

7. Julián Gorkin (líder del POUM), Nota sobre las Jornadas de Mayo de 1937, manuscrito inédito en el Hoover Institute; citado por Payne, p. 297.

8. Ibid.

9. Hugh Thomas, "La Guerra Civil Española", pp. 706-713.

10. Ibid., pp. 759-761.

11. "The Treason Trial of the POUM," World News and Views, vol. 18 (1938), #50, pp. 1143-4.

12. D. Ibarurri, They Shall Not Pass, New York, 1966, p. 286.

13. E. Rolfe, en The Daily Worker, 12 Oct., '38.