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Los maoístas inician la reforma en la República de Nepal
por Alberto Cruz (Ceprid)
2 de septiembre de 2008
El
Partido Comunista de Nepal (maoísta) ya está dirigiendo el gobierno del
país del Himalaya. No ha sido un camino fácil. Desarrolló una guerra
popular revolucionaria durante más de 10 años que le permitió controlar
el 80% del territorio, a excepción del valle de Katmandú, y basado en
ese hecho incuestionable, así como el haber infringido sonoras derrotas
militares al ejército, aceptó firmar un acuerdo político con una
Alianza de Siete Partidos que permitió la realización de una serie de
movilizaciones populares que supusieron la derrota de la monarquía
feudal que había gobernado el país durante 240 años.
A esa
derrota la siguió un gobierno provisional que elaboró una constitución,
también provisional, y, posteriormente, la celebración de unas
elecciones que se tuvieron que retrasar en dos ocasiones ante el
incumplimiento reiterado de la Alianza de Siete Partidos a cumplir
aspectos del acuerdo de 22 puntos alcanzado con los maoístas. En esas
elecciones, el PCN(m) resultó ser el partido más votado con el 30% del
total de los votos. Los partidos reaccionarios y “moderados” sufrieron
una aplastante derrota sólo maquillada por la adopción del sistema
proporcional, lo que les garantizó un número suficiente de escaños como
para obligar al PCN(m) a pactar e, incluso, hicieron todo lo posible e
imposible por maniobrar para apartarles del nuevo gobierno.
Esta
situación, que ha durado cuatro meses, ha permitido que el presidente
de la nueva república de Nepal –la monarquía ha sido abolida como
primera medida tras las elecciones- sea un derechista del Congreso
Nepalí y que el vicepresidente sea un representante del Foro de los
Derechos del Pueblo Madhesi (FDPM) –que hizo el juramento de toma de
posesión en hindi, no en nepalí, tal y como está recogido en la
Constitución Provisional-, una organización de corte hinduista que
plantea una amplia autonomía para la zona más rica del país,
políticamente promonárquica y partidaria de mantener los actuales
vínculos con India. No contentos con arrebatar los principales puestos
del Estado a los maoístas, los partidos reaccionarios y sus aliados
socialdemócratas del Partido Comunista de Nepal-Unificación Marxista
Leninista (PCN-UML) reformaron la constitución provisional para que el
primer ministro pueda ser removido por mayoría simple de la Asamblea y
no por los dos tercios, como se había decidido antes del triunfo
electoral maoísta, en una clara demostración de cómo afrontan la
voluntad popular cuando les es desfavorable y, al mismo tiempo, de los
problemas a que se iba a enfrentar el PCN(m) si conseguía presidir el
gobierno, como así ha sido finalmente.
Las alianzas en Nepal son
muy frágiles y el lema podría ser “todo por el poder”. Los aliados de
ayer son enemigos de hoy y los enemigos de hoy volverán a ser aliados
mañana. Tras ser derrotado en la elección para los cargos de presidente
y vicepresidente, el PCN(m) decidió no encabezar el gobierno, pese a su
incontestable triunfo electoral, y mantenerse en la oposición. Dos
semanas más tarde cambió de postura y accedió a asumir el cargo de
primer ministro y formar el gobierno tras alcanzar un pacto con los
socialdemócratas del PCN-UML –el nombre de esta organización no debe
engañar, renunciaron hace muchos años al marxismo-leninismo, incluso a
cualquier atisbo de marxismo, colaboraron con la monarquía en su etapa
más dura, llegando a presidir el gobierno durante nueve meses, apoyaron
de forma incondicional las acciones del ejército contra la guerrilla
maoísta y mantienen una postura absolutamente conservadora en temas
cruciales como la reforma agraria; su fuerza radica, casi
exclusivamente, en la clase media urbana-, con el FDPM (que reconoce
que la apuesta maoísta por la autodeterminación les interesa) y otros
partidos pequeños con quienes desde siempre ha mantenido una estrecha
alianza. Según el acuerdo, el PCN(m) contará con nueve ministerios, el
PCN-UML con seis, el FDPM con cuatro y otras formaciones menores como
el Partido Comunista de Nepal-Unidos, el Janamorcha Nepal y el
Sadbhawana con uno cada uno.
Por lo tanto, si se permite al
PCN(m) dirigir el gobierno sin contratiempos al menos dos años, que es
la duración que debe tener mientras se elabora la constitución
definitiva y se vuelve a ir a las urnas, lo que se va a poner en marcha
en Nepal no es más que una reforma, nunca una revolución puesto que
carteras importantes como la de Asuntos Exteriores o la de Agricultura
y Cooperativas quedan en manos de los madhadesistas mientras que los
socialdemócratas consiguen las de Interior e Industria. Como platos
fuertes de los maoístas están los ministerios de Defensa, Finanzas y
Trabajo.
La formación del nuevo ejército
¿Qué
ha pasado para este drástico cambio en la postura de los maoístas?
Básicamente, el miedo a que no se cumpliese uno de los principales
objetivos del PCN(m): la formación de un nuevo ejército con la
incorporación al mismo de la mayor parte de la estructura del Ejército
Popular de Liberación, su brazo armado durante la guerra
revolucionaria. Desde que en noviembre de 2006 se alcanzase un acuerdo
con la alianza denominada de los Siete Partidos, la integración del EPL
en el ejército nepalí se ha venido retrasando una y otra vez hasta
convertir a los ex guerrilleros, acantonados en campamentos bajo
control de la ONU, en poco menos que mendigos. Los retrasos en el pago
de salarios han sido frecuentes (en la actualidad llevan cuatro meses
sin cobrar), la situación sanitaria en los campamentos es deplorable,
la electricidad escasea y están apareciendo enfermedades debido a las
deplorables situaciones higiénico-sanitarias existentes en los campos
donde están acantonados. Lo que se busca con este tipo de actuaciones,
por parte de la reacción y de sus aliados socialdemócratas, es la
renuncia voluntaria de los ex guerrilleros a integrarse en el nuevo
ejército, a que abandonen los campamentos en busca de una solución para
su vida. Según la ONU, 19.602 ex guerrilleros aún permanecen
acantonados en siete campamentos (otros 12 mil les han abandonado para
realizar actividades políticas) y este sería el contingente que se
incorporaría al nuevo ejército nepalí.
El Congreso Nepalí, el
partido tradicional de caciques, terratenientes y reaccionarios que ha
gobernado Nepal desde tiempos inmemoriales aceptó en un primer momento
la incorporación de los ex guerrilleros, tal y como se recogía en los
acuerdos de noviembre de 2006, pero tras el triunfo electoral maoísta
matizó diciendo que sólo se haría “de uno en uno y tras la realización de pruebas físicas y escritas, como cualquier otro candidato a soldado”.
Esta es, hasta el momento, también la postura oficial de los generales
del ejército. Además, el CN ha hecho todo lo posible e imposible porque
la cartera de Defensa no quedase en manos maoístas y propuso que fuesen
los socialdemócratas del PCN-UML quienes la asumieran, propuesta que no
fue mal acogida por estos sostenedores de la tesis de la viabilidad (la
alianza con la derecha y sectores neoliberales como la única posible en
un mundo globalizado) y que son considerados, cómo no, “la izquierda
correcta”, aquella que no tienen ningún afán revolucionario y sólo se
interesa por hacer más funcional el sistema, al estilo del Chile de
Bachelet o el Brasil de Lula.
El PCN(m) había venido insistiendo
en que sólo un Ministerio de Defensa controlado por ellos podría poner
en marcha el proceso de formación del nuevo ejército y consideraba este
hecho no sólo como irrenunciable, sino como causa de guerra. Los ánimos
en los campamentos están muy calientes y sólo la solución de este caso
puede evitar el recrudecimiento del conflicto. Eso lo sabe todo el
mundo, y esa es la razón por la que se han producido esos sorprendentes
y variables cambios de alianzas y la razón principal del por qué el
PCN(m) ha dado marcha atrás y ha aceptado dirigir el gobierno.
El
reto que tiene por delante no es pequeño. El primer ministro ha dado un
plazo de seis meses para que dicha integración esté terminada y eso ha
apaciguado un poco los ánimos en los campamentos. Pero la desconfianza
de los maoístas hacia el ejército es grande, puesto que no ha podido
lograr el castigo o el retiro de los generales más implicados en la
represión monárquica ni en las matanzas durante la guerra popular
revolucionaria. Además, el ejército se ha opuesto sistemáticamente a
discutir siquiera cualquier reforma estructural durante estos dos años
y sólo ahora, ante la evidencia, se aviene a algún tipo de trato. En
teoría, el ejército se mantiene quieto y sin interferir en el proceso
político, pero en la práctica sigue siendo autónomo, más allá de
cualquier control democrático. De hecho, una de las instancias creadas
tras la firma del acuerdo de paz, el Consejo de Seguridad Nacional,
sólo existe sobre el papel y se ha reunido una sola vez en dos años y
aún está por reunirse tras las elecciones de abril. Tanto Estados
Unidos como India ven en el actual ejército nepalí un apoyo firme para
evitar que los maoístas se hagan con el control del país (1). De ahí la
importancia de la propuesta maoísta y la presión que ejerce en ese
sentido para que sus combatientes se incorporen al nuevo ejército.
Esta
incorporación de los ex guerrilleros supondría la real democratización
del ejército de Nepal. A pesar de que la jefatura del ejército ha dicho
que va a obedecer las órdenes del gobierno legítimo, en la práctica se
resiste ferozmente a perder sus privilegios aduciendo que la
incorporación de ex guerrilleros supondría un “adoctrinamiento político”.
Y eso lo dice sin sonrojarse cuando durante decenas de años la
principal misión del ejército ha sido defender la monarquía. No es
extraño que en Nepal, y de forma especial en Katmandú, circulen
rumores, interesados o no, de una rebelión incipiente en el ejército si
tal integración se produce sin las condiciones impuestas por ellos: de
uno en uno. El general en jefe lo ha dicho bien claro: “El
primer ministro debe entender que los intentos de romper la cadena de
mando no se van a tolerar y, por lo tanto, será un lamentable
enfrentamiento” (2). Desde el nuevo Ministerio de Defensa se ha respondido diciendo que “la decisión sobre la integración no es del ejército, sino del gobierno elegido por el pueblo” (3).
Amenaza
ficticia o real –no hay que olvidar que el ejército nepalí fue
derrotado en el campo de batalla por la guerrilla, aunque en estos tres
años se ha podido reabastecer y mejorar su preparación gracias a la
ayuda prestada por los EEUU, Gran Bretaña e India- los síntomas no son
buenos y el PCN(m) puede aceptar una solución intermedia, parte de sus
componentes al ejército y el grueso a la policía, en un proceso similar
al ocurrido en El Salvador cuando la guerrilla del FMLN se incorporó
sólo a la policía y no al ejército, aunque a cambio se decidió una
reducción del número de componentes del mismo. Los maoístas plantean
que el ejército de Nepal tiene que reducirse de los 90 mil efectivos
actuales a 50 mil.
Según la constitución provisional (artículo 145) es el Consejo de Seguridad Nacional quien controla “la movilización, el funcionamiento y la utilización”
del ejército. Dicho CSN está compuesto por el primer ministro como
presidente, el ministro de Defensa y otros tres ministros nombrados por
el primer ministro. Esto es así porque la tradición en Nepal indica que
el ejército siempre ha actuado a su aire y dependiendo, únicamente del
Palacio Real. El Ministerio de Defensa en Nepal ha sido siempre
meramente decorativo.
Una muestra de que las relaciones con el
ejército son tensas es que durante la toma de posesión del máximo
dirigente maoísta, Pushpa Kamal Dahal "Prachanda”, como primer
ministro, la escolta no fue prestada por efectivos del ejército o de la
policía, sino por ex combatientes del Ejército Popular de Liberación.
Un aviso de los maoístas a las advertencias del jefe del ejército, sin
duda.
El “negociacionismo” del PCN(m)
Los
maoístas han asumido una postura moderada y consensual conscientes de
que el Establecimiento de Katmandú y las fuerzas monárquicas harán todo
lo que puedan para frenar la transición a una democracia estable,
igualitaria, republicana y secular. De ahí que en el PCN(m) se hable de
iniciar un proceso de reformas en Nepal, no de revolución.
Ese
proceso de reformas se quiere visibilizar en el acuerdo impulsado por
los maoístas y que consiste en aspectos como el combate a la
corrupción, el nepotismo y el favoritismo dentro de las diferentes
esferas del gobierno, aspectos que son los responsables del desaforado
incremento de precios de los alimentos básicos como el arroz (que ha
subido el 13,5% en lo que va de año), el aceite y la mantequilla de
búfalo (el 18,8%). Sólo estas mercancías absorben cerca del 52% del
gasto habitual de los nepalíes.
La tarea a que se enfrentan los
maoístas es ingente y el camino no es ni fácil ni corto. Sin embargo,
dentro del partido ha surgido un cierto debate sobre lo que en las
estructuras maoístas se conoce ya como el “negociacionismo”.
El
marxismo acepta la posibilidad de llegar a compromisos para alcanzar
ciertos objetivos pero, desde luego, considera imposible lograr la
revolución con demasiados compromisos y este es un debate que se está
produciendo hoy en el interior del PCN(m). Los maoístas han disuelto la
mayoría de sus gobiernos locales, que funcionaron durante la etapa
guerrillera, así como las cortes de justicia del pueblo. Las
cooperativas, comunas e instituciones de salud y educativas son ahora
más débiles que en el pasado guerrillero. Y en una última decisión,
clave para alcanzar el acuerdo que les ha permitido encabezar el
gobierno, disolvieron la estructura militar en la que se encuadraban
sus juventudes. Un sector importante del partido considera que son
demasiadas concesiones en muy corto espacio de tiempo. La tarea del
PCN(m) en el nuevo gobierno deberá ser retomar el rumbo o, en caso
contrario, se podrá decir que la revolución ha terminado en Nepal. Pero
habrá que esperar acontecimientos y ver el margen de maniobra con que
cuenta. Ni qué decir tiene que el botón de muestra será el nuevo
ejército.
Los maoístas indios
Todo el proceso nepalí está siendo seguido muy de cerca por los maoístas indios.
A pesar de ser una lucha prácticamente desconocida en Occidente, los
maoístas indios crecen cada día que pasa a nivel político y militar,
así como expanden su influencia por diferentes estados del país. Actúan
en 14 de los 28 estados de India (Chatisgarh, Jharkhand, Uttar Pradesh,
Asma, Uttaranchal, Kerala, Tamil Nadu, Bengala Occidental, Gujarat,
Andhra Pradesh, Madhya, Orissa, Maharashtra y Bihar) y que, en cifras,
significa que en 182 distritos, de un total de 602 en que está dividido
administrativamente el país, son los maoístas quienes controlan la
situación (4). Hay que hacer notar que en el mes de abril se
consideraba que actuaban en 165 distritos, por lo que el que ahora
estén activos en 17 distritos más indica claramente su progresión
imparable que se produce no sólo en el campo, sino que está comenzando
a extenderse a las ciudades, especialmente a las zonas obreras e
industriales de Delhi, Mumbai, Pune y Jammu alternando las acciones
propagandísticas con las militares.
Los maoístas indios
(naxalitas) apoyan de forma cautelosa al PCN(m), aunque le advirtieron
de que no formase parte del gobierno y le animaron a que continuase
impulsando la lucha de clases en Nepal, sin conciliación alguna con la
oligarquía. En una resolución del Comité Central del Partido Comunista
de India (maoísta) se saludó el triunfo electoral de los maoístas
nepalíes como “un veredicto contra la monarquía feudal, el expansionismo indio y el imperialismo de EEUU”.
Ellos esperan que el PCN(m) cumpla su compromiso de revisar los
tratados firmados entre India y Nepal, desde 1950, todos favorables a
India. Y han saludado como un gesto “valiente”
el hecho de que el primer país que ha visitado en nuevo primer ministro
haya sido China y no India, como se había venido realizando de forma
tradicional y poniendo de manifiesto la dependencia de los anteriores
gobiernos respecto a sus vecinos indios.
Notas:
(1) Alberto Cruz: “2065, el comienzo del nuevo Nepal”
(2) The Katmandu Post, 12 de agosto de 2008.
(3) The Himalayan Times, 28 de agosto de 2008.
(4) The Hindu, 23 de agosto de 2008.
Alberto Cruz es periodista, politólogo y escritor especializado en Relaciones Internacionales.
albercruz@eresmas.com
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