Revolución
Rock
Joe Strummer |
Desde su irrupción en la escena del rock, en el verano de 1976, The Clash se impuso como un gran grupo, emblemático de esta nueva ola que habría de sumergir en poco meses al Reino Unido, junto a los Sex Pistols. Carcomida por la crisis, Inglaterra estaba al borde de la implosión. Desempleo, revueltas raciales Las costuras del país se rompían por todas partes. En esta atmósfera de caos, que pronto llevó a Margaret Thatcher al poder, los Pistols y su nihilismo apocalíptico volaron todos los tabúes: llenos de ganchos de nodrizas, se deshacían en obscenidades en la televisión, parodiaron el himno nacional, injuriaron a la reina, lucían insignias nazis, llamaban a la anarquía, gritaban No Future También rebeldes, los Clash querían ser más constructivos y más radicales. El grupo, organizado alrededor de la personalidad carismática de John Mellor, alias Joe Strummer (el rascacuerdas), reivindicaba una consciencia social y política. Los textos del primer álbum (The Clash, 1977), oda a la guerrilla urbana, son una manotada de petardos a la cara de la vieja Inglaterra. Los títulos golpean como eslogans, llamando a la subversión: Londres se quema de aburrimiento, Estoy mamado de los Estados Unidos, eructa Strummer, quien luce en escena una intensidad fenomenal. El cantante, autor de la casi totalidad de los textos junto al guitarrista Mick Jones el músico de la banda-, estigmatiza también a los dinosaurios, esos grupos de los años 60 y 70 acusados de haber traicionado el ideal del rock en el altar del vedettariado. No más Elvis, Beatles ni Rolling Stones en 1977, asegura una de las canciones del grupo. Otra se titula Hate and War (odio y guerra), burlándose del Peace and Love de los hippies, a quienes detestan los punks.
Hay que ver las cosas en su contexto, explicaría varios años después. En esa época, en Inglaterra, sentíamos que la vieja sociedad estaba volando en pedazos. Peleábamos en la calle contra los tombos La situación era prerrevolucionaria, sentíamos que valía la pena implicarse, que el cambio estaba al alcance de la mano. Hoy día, la situación es diferente. El dinero compró la política, es la dólar-democracia Los políticos se burlan de nuestros problemas, por eso el 60 % de la gente no vota. En escena, los Clash reflejaban perfectamente el clima insurreccional. Ataviados con ropa militar, o camisas abigarradas de eslogans y con estrellas rojas bordadas, Strummer, Jones y sus dos acólitos el bajista Paul Simonon y el baterista Topper Headon- electrizaban a las masas con espectáculos incandescentes y crepusculares. Cultivaban una forma de estética revolucionaria que les costó a veces ser calificados de posudos. Entre canción y canción, Joe Strummer exhortaba a su auditorio a la rebelión. Negándose a ceder al culto de la personalidad, el cantante minimiza el alcance de sus textos y compromisos. En Rude Boy, un documental sobre la vida del grupo realizado a fines de los años 70, respondía, riendo, a un fanático que preguntaba sobre el significado de la inscripción Brigate Rosse (brigadas rojas) que figuraba en su camiseta: ¡Es el nombre de una pizzería!. Hace poco, cuando le preguntaban si los Clash se definían como un grupo marxista o anarquista, respondía con un gesto afligido: Nada de eso. Éramos rockeros, eso es todo. Sin embargo, hace dos años declaró: Queríamos cambiar el mundo, y la única alternativa que podíamos ofrecer era el socialismo.
Llegado a la madurez, el grupo está en su apogeo. Pero las nuevas direcciones que emprende despistan a los primeros seguidores, quienes sospechan que la banda ha traicionado el ideal punk. Strummer: Un día en Berlín debía ser en 1980-, un skinhead, llorando, vino a mi encuentro. Le dije: ¿Qué te pasa? Me respondió: Es el álbum, London Calling. Confundido, repliqué: Bien, ¿cuál es el problema? Y me dice: Mi abuela adora ese disco. ¡Pobre tipo, estaba derrumbado!
La ruptura llega en 1983. Strummer y Simonon, ya sin Jones ni Headon, tratarán de hacer andar la máquina con Cut the Crap (1985). El álbum, improbable mezcla de punk y electrónica, será un fracaso completo. Pocos meses después, The Clash se disolverá definitivamente Fieles a sus valores, los Clash pronunciaron su autodisolución, en forma de hara-kiri artístico, en el momento mismo en que accedía a la notoriedad. En una entrevista reciente, suspiraba Strummer: No pasa un día sin que me pregunten por una eventual reunión, bajo pretexto de que las disqueras están dispuestas a ofrecernos millones. Eso me enferma. Pero ahora respondo: ¡Nos reuniremos cuando yo tenga setenta y ocho años, Wim Wenders nos filmará, y lo llamaremos Buena Vista Clash Club!
Si bien ha evolucionado, el cantante siguió siendo visceralmente contestatario, y políticamente incorrecto. Hace algunos años defendió a unos hooligans que habían devastado Amsterdam, calificando las lujosas vitrinas de esa ciudad como una provocación. Así hablaba, sentado sobre una butaca en un típico bar ingés, el antiguo ídolo de los punks. Uno de los clientes del bar, de unos 40 años, se acerca y, tomando de testigo al público, apunta un índice tembloroso hacia el cantante. Con la voz emocionada, dice, indignado: ¿Saben ustedes lo que representa este tipo? Dirigió a toda una generación, la educó musical y políticamente. Cambió nuestra vida. Adiós al amigo, adiós al poeta, adios al rebelde |