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Entrevista a Omar Barghouti, analista palestino «Ningún estado tiene derecho a existir como un estado racista» Omar
Barghouti pertenece a esta nueva generación de palestinos que no
ha apoyado nunca la solución de «dos estados, dos
pueblos» y que llaman al boicot, la desinversión y las
sanciones a Israel. Partidario de un “estado laico y
democrático” en el que palestinos e israelíes
compartan derechos iguales una vez que se hayan reparado las
injusticias históricas y se haya permitido retornar a los
refugiados, ha concedido una entrevista a Red Voltaire en la que habla
del abismo que hay entre su pueblo y sus dirigentes reconocidos
internacionalmente.
por Silvia Cattori 11 de diciembre de 2007 Silvia
Cattori: Tuve el privilegio de asistir conferencia que dio usted en
Milán el 8 de octubre de 2007 [1]. Su análisis de la
situación en Palestina es diferente del discurso y las
concepciones tradicionales, también dentro del movimiento de
solidaridad con Palestina. ¿Le parece que el público
italiano es receptivo respecto a sus posturas?
Omar
Barghouti: El pasado mes de marzo estuve de gira en Italia y
hablé de diferentes temas. Uno de ellos fue arte y
opresión. También hablé de la solución de
“un estado”, así como del boicot a Israel
[2]. En Italia hay un movimiento creciente que entiende la necesidad de
una presión eficaz a Israel. Ya no basta con participar en los
actos tradicionales de solidaridad, como manifestaciones y escribir
cartas. Está muy claro que estas manifestaciones convencionales
de solidaridad no podrán solas mover a Israel porque no aumentan
el precio político que éste tiene que pagar por ocupar y
oprimir a los palestinos. Los europeos pueden manifestarse cuanto
quieran, a Israel ya le tiene sin cuidado.
Desde luego, muy
importante concienciar y hay que seguir haciéndolo mientras
continúe el conflicto colonial. Pero esto ya no es suficiente.
Tras
el 11 de septiembre Israel se volvió mucho más
beligerante de lo que lo era antes y ahora le importa realmente muy
poco la opinión internacional. En los años 70 y 80,
incluso en parte de los 90, Israel era extremadamente sensible a la
opinión pública occidental. En cambio, a lo largo del
siglo XXI se ha ido volviendo cada vez menos sensible debido a su
enorme poder y a sus influencia sin paralelo sobre Washington, que
sigue siendo el amo político de los europeos. Y así es
cómo Israel ve las cosas es: “tenemos a Washington en el bolsillo, ¿a quién le importa lo que realmente quieran los europeos?”.
Por
poner un ejemplo: cuando Bélgica trató de llevar a juicio
a Ariel Sharon por el papel que había desempeñado en las
masacres de Sabra y Chatila, Condoleezza Rice amenazó al
ministro de Asuntos Exteriores belga con que, en respuesta a ello,
entre otras medidas drásticas Estados Unidos sacaría [las
oficinas de] la OTAN de Bélgica. En unos pocos días la
ley fue derrocada y el Tribunal nunca llegó a citar a Sharon.
Estados Unidos hizo lo mismo con Alemania y Francia durante su disputa
acerca de la guerra anglo-estadounidense contra Iraq.
Israel es consciente de que su inmensa influencia sobre el Congreso [estadounidense]
se traduce automáticamente en una influencia sustancial, aunque
indirecta, sobre Europa. Por consiguiente, a los israelíes no
les importa particularmente la opinión pública europea.
Cada
vez más italianos se están dado cuenta ahora de que ha
llegado el momento de presionar de manera eficaz a Israel; no es el
momento de limitarse a decir: “chicos malos, os estáis portando mal”.
Silvia Cattori: En el Wall Street Journal se escribió hace poco: “El sueño que era Palestina ha muerto finalmente” [3]. ¿Cómo reacciona usted ante este tipo de declaración?
Omar Barghouti: Creo que se trata de falsas ilusiones. Los neoconservadores,
que controlan el Wall Street Journal, van camino de la papelera de la
historia tras sus fracasos en Iraq y Afganistán. Les
gustaría pensar que los palestinos están acabados. Creo
que son ellos los que están acabados. Llevará
algún tiempo, desde luego, pero honradamente creo que se ha
demostrado que su cruzada es criminal e inútil, y sus argumentos
han sido refutados.
Se ha roto en pedazos su gran plan
ideológico, que se suponía iba a empezar con Iraq y tener
después un efecto dominó por toda la zona árabe
rica en petróleo, hasta controlar todo el universo. Ha quedado
demostrado que su visión es fundamentalmente racista,
dogmática y profundamente imperfecta. Gracias a la resistencia
en, principalmente, Iraq, Líbano y Palestina, esta gran
visión imperialista neocon del imperio va camino de su derrota
definitiva.
Silvia Cattori: ¿Cómo juzga usted a los dirigentes palestinos que colaboran con el ocupante?
Omar
Barghouti: Aquellos “dirigentes” palestinos que
están actuando en connivencia con la ocupación son,
indudablemente, parte del problema, no la solución. Los condeno
en los términos más tajantes. He expresado
públicamente mi opinión sobre ello, incluso cuando Hamas
tomó el control de Gaza [4]. Aunque por diferentes motivos soy
muy crítico con Hamas, reconozco que una mayoría de
palestinos bajo la ocupación los eligió
democráticamente para gobernar y dirigir su lucha por la
libertad y la autodeterminación. El mundo tiene que respetar
esta elección democrática de los palestinos, aunque
sólo un tercio del pueblo palestino haya participado en estas
elecciones. Ni siquiera se ha tenido en cuenta a los otros dos tercios,
los refugiados palestinos repartidos por todo el mundo y los ciudadanos
palestinos de Israel.
Deberían ser los palestinos quienes
exigieran responsabilidades a Hamas si fracasan en gobernar
correctamente o en realizar los derechos de los palestinos, no Estados
Unidos ni Europa y, desde luego, tampoco Israel.
Algunos
dirigentes políticos palestinos son cómplices, de una
manera insidiosa, del mantenimiento del dominio colonial y racista de
Israel. En vez de aprobar abiertamente la ocupación su papel es
dar al mundo la falsa impresión de que se trata de una mera
disputa, de que nos podemos sentar tranquilamente y negociar, en Suiza
o en cualquier otro sitio. Ocultan así la realidad de que se
trata de un conflicto colonial que necesita una lucha generalizada
sobre el terreno y el apoyo de una continua presión
internacional para acabar con él.
El uso de la palabra
“disputa” es un verdadero desastre que nos aqueja desde los
acuerdos de Oslo [5]. Empezó desde Madrid, antes de Oslo; pero
el proceso de Oslo fue el golpe más devastador contra la lucha
palestina por la autodeterminación porque llevó a un
cambio de paradigma: de una lucha de un pueblo oprimido contra sus
ocupantes y colonizadores a una disputa entre dos grupos nacionales con
derechos y reivindicaciones morales en conflicto, pero
simétricos.
Silvia
Cattori: Entonces, ¿cómo podemos explicar el hecho de que
a pesar de que todas las negociaciones con Israel no hayan supuesto
sino más sufrimiento para los palestinos, personas como Erekat,
Abbas, Abed-Rabbo [6] sigan adelante con este “proceso de
paz” y sigan obstinadamente por el mismo camino.
¿Qué esperanza pueden tener los palestinos ante esta
catastrófica situación?
Omar Barghouti: Si
usted observa el ejemplo de Sudáfrica, los años
más represivos del apartheid fueron los años
inmediatamente anteriores a su final, no los 60 y 70, sino el final de
los80 y principios de los 90. El apartheid llegó a su cumbre de
poder, a su cumbre de represión, y entonces se desmoronó.
Este momento, en el que el movimiento sionista tiene tanta influencia en el mundo, no lo veo como el final de la cuestión palestina.
Al
contrario, lo veo como el principio del fin del propio sionismo. Israel
y el sionismo han perdido cuanto respeto y admiración
internacional gozaron alguna vez. Se están convirtiendo
rápidamente en unos parias. Para conseguir sus objetivos Israel,
un estado cuyas incesantes limpieza étnica y criminal
deshumanización de los palestinos son más o menos
conocidas, hoy depende únicamente de la intimidación, del
terror intelectual y de la presión sobre la comunidad
internacional y los altos cargos occidentales. Como demuestran varias
encuestas recientes, a los pueblos del mundo no les gusta el sionismo y
no lo apoyan; simplemente le tienen miedo, y la diferencia es enorme.
En los años 50 y 60 del siglo pasado los europeos querían a Israel (el país de los kibutz,
presentado con tintes románticos), como un dechado de
“democracia liberal” en una zona en la que abundaban la
autocracia y el “atraso”. Al fin y al cabo, los europeos
habían ayudado a construir Israel en más de un sentido y
desde entonces lo consideraban su “criatura” en medio de un
“bárbaro mar de árabes”. Israel se
consideraba una entidad blanca, ilustrada, civilizada en medio de una
“selva habitada por nativos del Sur, de color y rebeldes”.
Como
sus homólogos estadounidenses, los responsables políticos
europeos se enfrentan ahora a la difícil decisión de
seguir obedientemente la línea oficial israelí o perder
sus carreras y, con frecuencia, también su reputación. La
complicidad europea en el mantenimiento de la ocupación y
represión israelí se obtiene por medio de amenazas,
intimidación, acoso, y no por medio de la persuasión.
Desde el punto de vista histórico ésta es la perdida
más significativa del sionismo. Ha despilfarrado las
simpatías de las que una vez disfrutó y ha perdido
completamente su habilidad para llegar a los corazones y a las mentes,
incluso en Occidente. Ahora el sionismo consigue lo que quiere por
medio del palo.
Pero, ¿cuánto tiempo
permanecerá la gente asustada y acobardada? Finalmente se
rebelarán, si no por nosotros, al menos para salvaguardar su
propia libertad, dignidad y sentido de la justicia. Estoy hablando de
los ciudadanos europeos y estadounidenses, que disfrutan de unos
derechos democráticos establecidos, no de los pueblos
empobrecidas del sur que carecen de medios para llevar a cabo cambios.
Ustedes,
los europeos, son pueblos que viven en relativa democracia (y es muy
relativa), viven en el bienestar económico, pueden expresan su
opinión en elecciones regulares y pueden usarlas para provocar
cambios, pero para despertarlos va a hacer falta un enérgico
llamamiento del Sur neocolonizado que reafirma su voluntad y su demanda
de justicia, de desarrollo sostenible y de reparación de siglos
de dominación colonial. Los ciudadanos europeos pueden estar
firmemente convencidos de librarse de su herencia colonial y de
recuperar el control de sus destinos de las manos de sus claudicantes
elites dominantes que les ha tomado como rehenes y que traicionan cada
vez más sus intereses. Pero se necesitará un enorme
trabajo de concienciación y muchas campañas de
persuasión a pequeña escala aunque continuas y
susceptibles de ir creciendo gradualmente. Este trabajo de fondo es
crucial e indispensable para acabar con el abismo Norte-Sur, no
sólo en el plano económico sino también en el
conceptual y cultural.
Silvia
Cattori: Ustedes, los palestinos, saben mejor que nadie que Estados
Unidos e Israel han utilizado el 11 de septiembre para calificar
cualquier resistencia de “terrorismo”. Hoy sus propias
autoridades están comprometidas también en este mismo
camino. Abbas proclama que luchará “contra los terroristas de Hamas” en nombre de los “musulmanes moderados”.
Pero, ¿el objetivo real no es luchar contra la única
resistencia anticolonial que todavía existe en Palestina?
Omar
Barghouti: Sí, pero el movimiento sionista ha desempeñado
un papel clave en promover frenéticamente esta teoría del
“choque de civilizaciones” basada en la falsa premisa de
que el 11 de septiembre fue una lucha entre los musulmanes y el resto
del mundo, entre el Islam y la denominada civilización
“judeo-cristiana”. Por desgracia, este concepto
neoconservador adoptado por el sionismo ha ganado mucha preeminencia en
Occidente y ha influido a muchos europeos.
Si usted abre
cualquier periódico europeo de la corriente dominante, siempre
encuentra algo que refuerza el retrato de los musulmanes como el del
“otro” demonizado. Con toda tranquilidad se etiqueta a los
musulmanes de “terroristas”. Nunca se habla de nada
relativo a la civilización islámica. Se les bombardea a
todos ustedes con imágenes y sonidos de musulmanes enfadados
gritando, quemando banderas o apoyando a Ben Laden. Completamente fuera
de contexto. Y ustedes nunca oyen a estas personas hablando por
sí mismas. Siempre hay algún sabio experto occidental que
las está interpretando, explicando lo que dicen, hablando por
ellos, recreando sus palabras.
Por supuesto, algunos de nuestros
“dirigentes”, que tienen mentalidad de esclavo y carecen de
visión y de principios, han interiorizado estos conceptos hasta
el extremo de olvidar que la vida existe fuera de esta miserable
simplificación. Desde su punto de vista ser es ser como el
opresor, tal como lo escribió una vez el educador
brasileño Paulo Freire.
Silvia
Cattori: Pero, ¿no es esto terriblemente eficaz para llevar a la
opinión pública a temer a estos árabes y
musulmanes contra los que Israel y Estados Unidos llevan a cabo una
guerra sin fin, y condicionarla para que no se conmueva cuando aquellos
son masacrados?
Omar Barghouti: En este
“choque”, tal como se percibe, lo que permanece en la
superficie es esta fachada religiosa. En lo más profundo el
conflicto no tiene nada que ver con la religión. Sólo
tiene que ver con el racismo, la explotación económica y
la hegemonía. Por supuesto, llevará mucho tiempo
convencer a los europeos de ello, porque el 11 de septiembre fue un
golpe muy traumatizante para ellos. Quienquiera que hiciera el 11 de
septiembre sabía perfectamente lo que estaba haciendo. Fue casi
una profecía que acarrea su propio cumplimiento para crear la
base de este “choque de civilizaciones” de manera
dramática y criminal. Pero yo no creo en el “choque de
civilizaciones”; creo que los pueblos y las naciones, en su rica
diversidad, tienen muchas cosas que los unen, tienen mucho en
común.
Sí, indudablemente este racismo europeo
anti-musulmán (si lo prefiere, la verdadera nueva forma de
“antisemitismo”) es un fenómeno muy peligroso.
Incluso se considera que los musulmanes son menos humanos de lo que lo
fueron en el pasado los judíos europeos. Le pondré el
ejemplo de las caricaturas danesas, las caricaturas racistas contra el
Islam y el Profeta. Escribí un artículo sobre ello [7] en
el que decía: imaginen que un caricaturista danés hiciera
lo mismo contra los judíos, ¿qué habría
pasado en Europa? Desgraciadamente muchos europeos no ven las cosas de
esta manera porque para ellos hoy en día es tolerable ser
racista contra los musulmanes.
Aún así, no lo
considero un fenómeno duradero, porque el Holocausto ya ha
obligado a los europeos a la experiencia traumática del abismo
moral y psíquico al que los había llevado el racismo.
Silvia
Cattori: ¿Cuál fue su reacción cuando supo que
Suiza había organizado durante dos años encuentros
secretos entre palestinos e israelíes que llevaron a los que se
llamó los “Acuerdos de Ginebra” o la
“Iniciativa de Ginebra” [8]?
Omar Barghouti:
La “Iniciativa de Ginebra” contradice los requisitos
fundamentales para una paz justa. Ignora la injusticia básica,
el centro de la causa palestina que es la negación
israelí del derecho inalienable de los refugiados palestinos a
retornar, como cualquier otro refugiados del mundo, a sus tierras y a
sus hogares de los que fueron expulsados.
Por consiguiente, es
muy sorprendente que, en particular, el gobierno suizo, un defensor
consecuente del derecho humanitario internacional, haya patrocinado y
apoyado este acuerdo que viola flagrantemente este derecho.
Silvia
Cattori: ¿No cree usted que los diplomáticos suizos
pueden haber sido ingenuos, que pueden haber sido engañados por
aquellos que tienen una inclinación pro-israelí como, por
ejemplo, Alexis Keller [9], aquellos que daban una orientación
más favorable a Israel? Si no, ¿cómo explicar que
en el lado palestino se haya elegido a unos negociadores que, en
conjunto, me parecen poco honestos y que, como Yasser Abed-Rabbo,
estaban dispuestos a apoyar todo lo que agradara al ocupante?
Omar
Barghouti: Nunca he defendido a los políticos palestinos
corruptos que ponen sus egoístas intereses personales por encima
de cualquier otra cosa. Pero, independientemente de eso, aquí se
trata del derecho internacional y Suiza no necesita que nadie le
dé lecciones sobre ello. Es la depositaria de las Convenciones
de Ginebra. Por consiguiente, su aprobación de esta iniciativa
no puede deberse a una ingenuidad. Quería complacer a Estados
Unidos, a la Unión Europea y a otras potencias. Y creo que el
momento elegido tampoco eran totalmente inocente.
No está
completamente relacionado con ello, pero creo que uno de los factores
que llevó a Suiza a promover esta iniciativa fue el
escándalo bancario relacionado con las reparaciones por el
Holocausto que surgió en Estados Unidos y la enorme
acción judicial contra importantes bancos suizos en la que se
demandaban miles de millones de dólares como compensaciones
financiera. La imagen de Suiza quedó empañada en Estados
Unidos y, por supuesto, esto afecta a los negocios. Más que de
cualquier otra cosa, Suiza vive de los bancos. Así, cuando la
reputación de su sector bancario se empaña en Occidente,
en Estados Unidos y en el resto de Europa, esto es muy malo para Suiza.
Como conocía muy bien la habilidad del lobby de Israel en
Estados Unidos para calmar la tormenta, en aquel momento Suiza estaba
dispuesta a hacer lo que fuera para complacer a Israel, aun cuando para
ello hubiera que dejar de lado ciertos principios.
Silvia
Cattori: Cuando se cometen crímenes de semejante magnitud en
Palestina, nadie tiene derecho a cometer esos errores. Es absolutamente
lamentable que durante estos largos años de liquidación
de la resistencia palestina se haya dado la palabra a personas que
condenaban la ocupación, pero que también apoyaban
soluciones racistas, inaceptables para el pueblo palestino, mientras
que deberían haber apoyado unas medidas eficaces de lucha, como
el boicot a Israel.
¿No
tienen ustedes hoy derecho a culpar a quienes desvirtuaron su causa al
no insistir en el derecho inalienable de los refugiados, culpar a
quienes siempre ha apoyado a la Autoridad Palestina surgida de Oslo
afirmando que ésta representaba al pueblo “que luchaba
contra el ocupante” y que siguen pretendiendo que la
ocupación empezó en 1967 y no en 1948?
Omar
Barghouti: ¿De qué serviría acusarlos de
traición? Yo digo lo que tengo que decir, pero no quiero
denunciar. Quiero convencer a la gente de seguir adelante, de abandonar
las viejas consignas ineficaces del movimiento de solidaridad y de ir
en una nueva dirección, de acuerdo con lo que está
demandando sociedad civil palestina.
Así, en vez de
condenar a los dirigentes de la solidaridad, quiero simplemente
decirles: quizá estaban ustedes mal informados, quizá han
sido engañados por la propaganda israelí repetida a veces
por loros palestinos, quizá se han centrado en algunas consignas
que ustedes han repetido tantas veces que se han convertido en
constitutivas de su perspectiva.
La consigna “dos estados
para dos pueblos” se ha convertido en un dogma. Y el movimiento
de solidaridad ha caído de manera generalizada en el hechizo de
este dogma consolidado. Por consiguiente, debemos desafiar esta
doctrina y arrastrar a la gente con nosotros en vez de alejarnos. Y,
según mi experiencia, muchas personas experimentan una
transformación y una radicalización cuando se ven
confrontadas a unos hechos, a unos argumentos racionales y a una
visión moral que impone el respeto. Cuando nos sentamos con
ellos y los ganamos para nuestra causa, nos damos cuenta de que muchas
de estas personas son fundamentalmente honestas. Son sinceras; al igual
que nosotros, apoyan la justicia, quiere la paz, pero, simplemente,
están mal informadas porque han oído a tantos oradores,
también palestinos, que les dicen: “dos estados para dos pueblos, eso es lo que quieren los palestinos”.
Silvia
Cattori: En esta situación de asimetría debe de ser
reconfortante para ustedes ver que cada vez más personas se
alzan y no tienen miedo de llamar por su nombre a las violaciones de
los derechos humanos por parte de Israel, como acaba de hacer el
Relator Especial ante el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas
sobre la situación de los derechos humanos en los territorios
palestinos ocupados, John Dugard [10]. ¿Qué mensaje les
transmitiría?
Omar Barghouti: El profesor Dugard
es un valiente jurista y hombre de principios que nos inspira. Tengo
una cosa muy clara que decirle. En su último informe sobre los
“territorios ocupados” utilizó por primera vez la
palabra “apartheid” para describir las políticas de
Israel. Escribió: “Algunas políticas de la ocupación israelí se parecen al apartheid”.
Viniendo
de una persona de la talla de John Dugard, no es una
constatación menor. Esto es lo que me gustaría decirle:
por favor, siga empujando por este camino porque la ONU dispone ya de
resoluciones que indican cómo tratar el apartheid, dondequiera
que esté en el mundo. El apartheid es un crimen de alcance
general. No se trataba sólo de Sudáfrica. Ahora tenemos
un precedente, no tenemos que reinventar la rueda. Todo lo que
necesitamos es justificar y popularizar este diagnóstico que califica a Israel de estado de apartheid.
Aunque en diferentes dominios Israel sea muy diferente de la
Sudáfrica del apartheid — mucho peor, según Desmond
Tutu y otras personas— tiene suficiente en común para
justificar la comparación. A fin de cuentas, dos pacientes nunca
desarrolla exactamente los mismos síntomas bajo el efecto de la
misma enfermedad. Si se juzga que Israel es culpable de practicar el
apartheid, existen elementos del derecho internacional, como las
sanciones, que Naciones Unidas puede aplicar para tratarlo.
Silvia
Cattori: ¿No hubiera preferido usted que Dugard dijera
francamente que se trata “de apartheid” y no de algo que
“se parece” al apartheid?
Omar Barghouti:
Dugard es un diplomático. Apreciamos enormemente que haya tenido
el valor y la claridad moral de mencionar la palabra muy cargada de
sentido que es el término “apartheid”.
No se
puede esperar de un funcionario de la ONU que sea el primero en decirlo
de esta manera. Somos nosotros, lo palestinos, quienes tenemos que ser
los primeros en decirlo de esta manera, en demostrarlo, en imponerlo.
El movimiento de solidaridad debe decirlo. Y después,
quizá, la ONU.
En este momento no se puede esperar gran
cosa de Naciones Unidas, particularmente con el nuevo secretario
general, en mi opinión un burócrata mediocre que se
comporta como si fuera un empleado menor pagado por el departamento de
Estado estadounidense. Pero Naciones Unidas sigue siendo el
único foro en el que tenemos alguna esperanza de hacer valer
nuestro derechos según el derecho internacional. No comparto la
idea de que debemos actuar al margen de la ONU o ignorarla.
¿Qué otra cosa tenemos? Por muy parcial y sometida a los
intereses estadounidenses que se haya vuelto la ONU, todavía hay
posibilidad de reformas para hacerla más sensible y hacer que
responda mejor a las aspiraciones de la humanidad y, particularmente, a
las de los pueblos oprimidos del Sur, incluidos los palestinos. En todo
caso, es un largo camino.
Silvia
Cattori: Las autoridades israelíes han rechazado
sistemáticamente los informes de Dugard. Yo estaba presente en
la sede de Naciones Unidas de Ginebra cuando ante un auditorio de
diplomáticos el embajador israelí expresó en
términos muy humillantes su desacuerdo oficial con el Relator.
Le acusó de mentir, de hacer declaraciones agresivas y sesgadas.
¿Le sorprendió esta reacción?
Omar
Barghouti: Ésta es la táctica a la que más
recurren cada vez los altos cargos israelíes y quienes les
apoyan; no se toman la molestia de convencer ni de argumentar. Podemos
ver lo que están haciendo ahora en Estados Unidos y Gran
Bretaña: suprimen cualquier debate sobre la política
israelí; simplemente, el debate es demasiado peligroso para
ello. Abre el espíritu de la gentes. Ésa es precisamente
la razón por la que nosotros luchamos por este debate.
No
debería ser aceptable que en las sociedades que se definen como
democráticas se censure o deslegitime el debate sobre Israel
– sólo sobre Israel.
Silvia
Cattori: ¿Ha contactado usted con el ex presidente
estadounidense Jimmy Carter después de la publicación de su libro que denuncia el apartheid practicado por Israel? [11]
Omar
Barghouti: Muchas personas enviaron cartas de apoyo a Carter, pero los
poderosos grupos de presión sionistas movilizaron contra
él a toda la clase dirigente estadounidense. Ahora Carter, un ex
presidente y también galardonado con el Premio Nobel de la Paz,
ya no es entrevistado en la televisión en las grandes cadenas
estadounidenses o en los grandes periódicos. Carter necesita una
ayuda mucho más importante que nuestro cordial agradecimiento.
Silvia Cattori: ¿Cómo reaccionó usted cuando Bush propuso a Tony Blair como “hombre de paz”?
Omar
Barghouti: Tony Blair no hará nada para ayudar a instaurar la
paz o la justicia. Muchos ciudadanos británicos le acusan, de
manera convincente, de ser un oportunista falto de honradez y un lacayo
de Estados Unidos. Estoy de acuerdo con ambas definiciones. En mi
opinión tampoco tiene ni la visión ni el valor necesarios
para hacer algo significativo por una paz justa.
Silvia Cattori: ¿Qué opina de la conferencia de Annapolis celebrada en Estados Unidos en noviembre de 2007?
Omar
Barghouti: Insistiendo en el hecho de que los
“negociadores” palestinos tienen que reconocer a Israel
como “estado judío”, Israel realmente dio una patada
al león dormido, por retomar la metáfora utilizada por Uri Avnery
– con quien, por otra parte, estoy en completo desacuerdo. La
imprudente y obstinada insistencia de Ehud Barak durante las
discusiones de Camp David II, en 2000, en llevar a Yasser Arafat a
renunciar al derecho al retorno de los refugiados palestinos,
provocó un auténtico despertar de la comunidad de los
refugiados que llevó a una movilización masiva y a una
presión concertada sobre Arafat para que no cediera. Y, en
efecto, fue asesinado sin haber abandonado este derecho.
Esta
vez había dos leones a los que Israel dio una patada pidiendo la
aceptación oficial palestina de su derecho a existir como estado
judío: el mismo león enorme que representa a los
refugiados y otro más pequeño, normalmente mucho menos
feroz, que representa a la comunidad palestina en el interior de
Israel, esto es, aproximadamente un millón y medio de palestinos
indígenas con ciudadanía israelí que hasta el
momento han sido completamente marginados, dejados de lado en todas las
“negociaciones” que tienen por objetivo acabar con este
conflicto colonial.
En la preparación de Annapolis Ehud
Olmert y la actual elite política israelí se han mostrado
tan obtusos como sus predecesores. ¡Al parecer es el precio que
tiene pagar Israel para ser el campeón del mundo de reciclaje de
ex dirigentes! Todos los dirigentes israelíes que acceden al
poder (a excepción de aquellos que mueren o que son asesinados
por colonos israelíes de extrema derecha) se ven
rápidamente desacreditados y mezclados en todo tipo de
escándalos: sexuales, financieros, crímenes de guerra,
etc. ¡Caen entonces en el olvido sólo para ser
reencarnados y reinventados unos años después en una
nueva “esperanza” para una nación extraviada, y se
ven milagrosamente reelegidos con un número considerable de
votos! Los israelíes no sólo sufren una amnesia
selectiva, sino que además tienen un considerable déficit
de dirigentes. No como los palestinos, según parece.
Otro
punto importante respecto a Annapolis es que Mahmoud Abbas no tiene
ningún poder para ceder nada que sea significativo. No es
Arafat. Carece de pasado histórico en la lucha contra Israel. Su
popularidad, aunque mayor que el patético 3% con el que
está acreditado Olmert, es, con todo, muy triste. En mi
opinión, tiene una grave carencia de visión. Hamas
controla Gaza, lo que le debilita aún más. En resumen, no
es un dirigente capaz de hacer “negocios” y entregar los
“bienes” dictados por Israel y Estados Unidos. Va a hablar
y sonreír mucho, a viajar aún más, a tratar de
parecer valiente, pero va a flaquear. Con la desaparición de
Arafat, Israel ha perdido su última oportunidad de empujar la
solución de los dos estados que, de todos modos, es una
solución injusta e inmoral. No hay que lamentarlo.
La
solución “un solo estado”, la alternativa moral, ya
no se considera una idea utópica; cada vez se estudia más
y se presenta como una posibilidad seria que está presente, por
encima de todos estos “negociadores”. No hay más que
ver el reciente aviso lanzado por Olmert en el diario Ha’aretz,
que si fracasa el proceso de Annapolis, Israel se va a dirigir al
apartheid (¡como si éste no hubiera empezado ya!). El
proceso de Annapolis sólo puede fracasar. No ataca las
raíces del conflicto ni promete justicia ni igualdad.
Silvia
Cattori: ¿Qué siente usted cuando ve a sus representantes
políticos hacer el mismo trabajo que los ocupantes
israelíes?
Omar Barghouti: Los condeno
tajantemente. Es una vergüenza que la Autoridad Palestina (AP)
desempeñe el papel de subcontratistas de los ocupantes
descargándoles de algunos de sus fardos coloniales.
Silvia Cattori: ¿Eso es lo que opinan al mayoría de los palestinos?
Omar
Barghouti: Estoy seguro de que en mayor o menor grado la mayoría
de los palestinos denuncian la complicidad de la AP. Casi ninguno de
los que conozco, universitarios, intelectuales, trabajadores de la
cultura, artistas, etc., perdonan, por ejemplo, las detenciones
ilegales y arbitrarias por parte de la AP de los militantes disidentes
o el papel de la AP para disculpar a Israel.
Silvia
Cattori: Entonces, ¿para la mayoría de los palestinos los
miembros de Hamas no son “terroristas” sino simplemente
ciudadanos normales?
Omar Barghouti: Fueron elegidos
democráticamente. Arrestar a las personas porque resisten a la
ocupación es una vergüenza. No han violado las leyes
palestinas; resisten a la ocupación israelí. Israel
quiere que la AP les sirva de policía, que haga el trabajo por
él.
Silvia Cattori:
Fuera de Palestina, las cosas tampoco son tan simples. Durante mucho
tiempo aquellos que querían hablar del “lobby
pro-israelí”, del boicot o del apartheid israelí
fueron apartados del debate, vilipendiados por los responsables de la
solidaridad. ¿No es eso una manera de proteger a Israel? Si no,
¿cómo explicar que la izquierda, la mayoría de los
responsables de la solidaridad, nunca hayan visto a Israel en el mismo
plano que la Sudáfrica del apartheid y que siempre se hayan
mostrado tan reticentes a calificar a Israel de estado de apartheid
[12]? ¿Les ha sorprendido el poco eco que han tenido los
llamamientos que desde 2004 han hecho ustedes al boicotear a Israel?
Omar Barghouti: En el movimiento de solidaridad algunos “sionistas blandos” hacen todo lo que pueden para decir “no, Israel no practica el apartheid”,
porque saben exactamente lo que significa esta etiqueta. Puede muy bien
llevar a sanciones y a un vasto abanico de boicot internacional.
Muchas
personas en el mundo saben cómo castigar el apartheid. Y los
“sionistas blandos” lo han comprendido. Han comprendido que
se trata de un arma mucho más poderosa, mucho más eficaz
que todas las armas palestinas. Por mucho que los palestinos
desarrollen indefinidamente sus “Quassam” (cohetes
artesanales), estos nunca dañarán tanto a Israel como una
campaña mantenida de boicot, una campaña no violenta de
boicot, de desinversiones y de sanciones a la manera sudafricana, en
Europa, en Estados Unidos, en Canadá, etc.
Silvia
Cattori: ¿Le resulta difícil compartir tribuna con
personas que pueden, desde luego, denunciar los crímenes de
Israel, pero que no cuestiona verdaderamente la naturaleza de este
estado y que no comparten sus posturas en relación al boicot o
su postura sobre la solución de “un solo estado”, como Michael Warschawski?
¿No serían los palestinos ciudadanos de Israel que viven
la opresión y el racismo sionista en el seno mismo del estado de
Israel los mejor cualificados para hablar de lo que están
sufriendo en su propia carne a causa del racismo israelí?
Omar
Barghouti: No, no me importa, porque Warschawski se define como
“antisionista” y apoya la mayoría de los derechos de
los palestinos. No estamos de acuerdo en las tácticas, no
estamos de acuerdo en la manera de defender algunos derechos. Pero no
hay inconveniente en compartir una tribuna de debate con él para
debatir sobre los medios de poner fin a la opresión
israelí.
Yo no compartiría una tribuna con un
representante de una institución israelí que, por
ejemplo, no tome postura respecto a la ocupación o que no apoye
los derechos de los palestinos. Con Michel Warschawski lo que hay es un
debate. Le respeto, pero es muy grande el desacuerdo entre nosotros
respecto al tema del debate, es decir, el papel que desempañen
la religión y de la etnicidad en el racismo israelí.
Necesitamos
unir todas la fuerzas. Por consiguiente, debemos distinguir entre las
personas con las que no estamos de acuerdo en las tácticas y las
personas que son verdaderos enemigos, con las que no estamos de acuerdo
en los principios esenciales de justicia, de derecho internacional y en
el principio supremo de la igualdad.
Podemos no estar de acuerdo
con alguien en la manera cómo acabar con la injusticia o incluso
en las formas de injusticia contra las que debemos luchar; pero
tendremos que mantener este desacuerdo en su contexto, como un
desacuerdo entre personas que se entienden en relación a un
objetivo clave: acabar con la injusticia. Nuestro principal combate es
contra quienes apoyan ciegamente a Israel y se oponen incluso a acabar
con la ocupación. Hay que hacer, pues, esta distinción.
Sin embargo, eso significa no ser ingenuos y aceptar algunos
límites artificiales al debate.
Como palestino no puedo
aceptar que nadie en el movimiento de solidaridad me diga lo que estoy
autorizado y lo que no estoy autorizado a proponer o a defender. Somos
nosotros quienes decidimos lo que está autorizado. Aunque
personas que tienen unos principios muy sólidos en el movimiento
de la solidaridad con los palestinos sean nuestros socios, nuestros
camaradas, sin embargo no son “nosotros”. No
deberían hablar en nuestro lugar como si nosotros
hubiéramos dejado de existir.
Silvia
Cattori: Pero, ¡eso es lo que ocurre en gran parte! La voz de los
palestinos que tienen una visión como la suya es muy
pequeña en el debate. Las posturas del “campo de la paz israelí”
suponen una voz muy fuerte en el debate en Europa. Una voz a la que le
gusta denunciar la ocupación pero que no tolera que se toque la
naturaleza del “estado judío”. Y esta es la voz que
define de facto los límites del debate apoyando soluciones que
pueden asegurar a Israel la “supremacía
judía” en Palestina. La voz que usted tiene es casi
inaudible. En
Francia, por ejemplo, hay asociaciones tradicionales, que trabajan con
representantes de la AP, y que son las que deciden quienes son los
“verdaderos amigos” de Palestina y quienes no . La
mayoría de sus publicaciones emanan de autores que pertenecen al
“campo de la paz” israelí y de quienes trabajan con
ellos en Europa [13]. Lo mismo ocurre en las reuniones. ¿No
deberían tener un lugar mayor los palestinos que los verdaderos
representantes de la resistencia contra el ocupante?
Omar
Barghouti: Estoy de acuerdo en que no podemos aceptar esta
situación desequilibrada. El problema es que algunos palestinos
sumisos han permitido al denominado “campo de la paz
israelí” hacerlo. En Israel no existe en realidad un campo
de la paz, en el sentido de un movimiento que apoye una paz justa, la
única paz que merecería este nombre. Pero,
desgraciadamente, tenemos a algunos palestinos que están en este
negocio de la paz. Sí, es un negocio: viajan con sus
“socios” israelíes, hablan juntos, se hospedan en
hoteles lujosos, son invitados por lo gobiernos suizo y noruego a
lugares de vacaciones, etc. A ellos les encanta esto, es una empresa
lucrativa. Y el precio que pagan por ello es hacer compromisos que se
refieren a los derechos fundamentales de los palestinos e,
indirectamente, compromisos que se refieren a su propia dignidad. Dejan
de hablar por sí mismos y permiten a estos falsos hacedores de
la paz hablar en nombre de los palestinos.
Silvia
Cattori: Entonces, ¿atribuye usted la responsabilidad a aquellos
palestinos que aceptar formar parte de este “negocio” de la
paz?
Omar Barghouti: No toda la responsabilidad, sino
parte de ella incumbe a estos palestinos que trabajan de tal manera que
renuncian incluso a representar a los palestinos.
Silvia
Cattori: El hecho es que este “negocio” de la paz ha sido
sin duda un factor muy desmoralizante y perjudicial para las
víctimas de la opresión israelí. En 2002, durante
la guerra emprendida por Sharon, hubo un movimiento de protesta en
Europa. En las calles de Paría hubo 30 mil personas. En 2005,
cuando los prisioneros palestinos se pusieron en huelga de hambre y los
aviones israelíes causaron más de cien muertos en
Jabalyia (una masacre de las dimensiones de la de Jenin) no hubo
más que un centenar en París. Esto
debería ser tomado muy en serio porque en Palestina las personas
sufren y mueren por todos los errores y manipulaciones cometidos en su
nombre. Se trata de una guerra despiadada y no de un conflicto entre
dos fuerzas iguales como se suele presentar. Si hay partes que
intervienen cuyo objetivo oculto es contener el movimiento en un marco
aceptable para la supervivencia de Israel como estado judío,
esto sólo puede ser muy desmoralizante para quienes quieren que
los palestinos obtengan el reconocimiento de sus derechos.
Omar
Barghouti: Creo que está bien que haya personas que quieran
trabajar sólo para acabar con la ocupación, mientras no
digan que se equivocan quienes trabajan con todo el abanico de los
derechos palestinos y contra las injusticias israelíes. En otras
palabras, si alguien dice “estas
son mis limitaciones, quiero trabajar contra la ocupación y
organizar un grupo que desarrolle la concienciación sobre este
tema”, que trabaje por los derechos de los palestinos. Si
no podemos trabajar con estas personas, nos alienaremos y perderemos
mucho en la corriente dominante.
Silvia
Cattori: ¿Se puede esperar que gracias a voces como las de Ilan
Pappe, John Mearsheimer, Stephen Walt, Jimmy Carter, John Dugard, que
han roto ciertos tabús, y gracias a los esfuerzos
anónimos que ayudan a que estas voces se oigan, se encuentran
ustedes al inicio de una nueva era en lo que concierne a una
radicalización respecto a Israel? ¿Ayudarán estas
nuevas voces a aportar un equilibrio con voces como la de Uri Avnery
(que son sin duda útiles pero que no de dejan de apoyar
soluciones injustas), para hacer que estas voces sean inaceptables para
los palestinos?
Omar
Barghouti: Cada vez más voces antisionistas se alzan para
denunciar el engaño de los “sionistas blandos” como
Avnery. Ser sionista hoy significa esencialmente creer que la limpieza
étnica de Palestina era aceptable o justificable para permitir
el establecimiento del estado judío y que no se debe permitir
retornar a los refugiados palestinos para poder mantener el
“carácter judío” - léase, la
supremacía racista – del estado.
Ésta es
para mí la prueba de moralidad para cualquiera que trabaje por
una paz justa. La justificación de la limpieza étnica y
la negación de los derechos de los refugiados sobre la base de
la necesidad de mantener la supremacía judía de Israel es
racismo. Quien apoya estas posturas no puede ser considerada una
persona moral. Si alguien dice, “la
Nakba fue horrible; fue, en efecto, un crimen de guerra, pero creo que
la solución de “dos Estados” es la mejor”,
entonces podemos hablar, podemos debatir. Pero si dicen que la limpieza
étnica fue aceptable, entonces se trata de racistas que
consideran a los palestinos “cucarachas”. Yo no puedo tener
ningún diálogo razonable con estas personas. Ahí
es donde yo sitúo el límite.
Silvia Cattori: Entonces, ¿el movimiento contra la guerra no ha fracasado completamente, como sugiere el periodista Jeff Blankfort, entre otros?
Omar
Barghouti: No creo que haya fracasado. No ha logrado tanto como
debería haber conseguido teniendo en cuenta el impulso y el
sentido de la solidaridad que animan a tantas personas en el mundo.
Estoy de acuerdo en que una de las razones -hay muchas razones –
es que los “guardianes”, quienes fijan los límites
de lo que está permitido y lo que no lo está, y las
líneas rojas, no tienen una agenda suficientemente radical. Su
agenda es demasiado débil y demasiado tímida para
afrontar las tres formas fundamentales de opresión
israelí contra los palestinos: la negación del derecho de
los refugiados palestinos, la ocupación militar y
colonización del territorio palestino de 1967, y el sistema de
discriminación racial o lo que yo llamo “apartheid
inteligente” contra los ciudadanos palestinos de Israel.
Por
supuesto, hay muchas razones globales por las que ahora es mucho
más difícil llevar a cabo un trabajo de solidaridad con
Palestina, particularmente desde el 11 de septiembre, cuando los
palestinos fueron demonizados, deshumanizados y descritos como
“terroristas” por Israel y Estados Unidos. Incluso en
Europa también se desarrolla este fenómeno.
Y
debido a la influencia sionista en los medios de comunicación y
en el Congreso de Washington, todo universitario, todo intelectual,
todo artista, todo político que ose expresar su apoyo a
Palestina corre el riesgo de ser víctima de difamación o
de ver su carrera terminada. El precio pagado por aquellos que por
conciencia se comprometen a defender a los palestinos y reclaman el fin
de todas las formas de injusticia israelí y sionista hoy es
más elevado que nunca. Saludo especialmente a todos aquellos
que, a pesar de todas las intimidaciones, siguen luchando por los
derechos de los palestinos.
Silvia
Cattori: Cuando fui a Israel, en 2002-2003, me supuso un choque
descubrir que mientras que en Palestina se llevaban a cabo masacres y
destrucciones de semejante magnitud, además de los
internacionalistas y de los palestinos con la ciudadanía
israelí sólo había unos cuantos centenares de
israelíes dispuestos a salir a la calle, en Tel-Aviv o en
Jerusalén, para protestar contra los crímenes cometidos
por sus “reservistas”. Entonces
me di cuenta de que nunca había existido el “movimiento
por la paz israelí” tal como nos lo imaginamos en Europa y
de que algunos habían hecho un tipo de manipulación para
hacer creer a la opinión pública que en Israel los
activistas por la paz eran un elemento motor en favor de los derechos
de los palestinos. Cuando, en realidad, los palestinos no pueden
esperar gran cosa de este movimiento. ¿Qué opina usted al
respecto?
Omar Barghouti: La “izquierda”
israelí es un enorme engaño, es una mentira descomunal.
No existe izquierda israelí, según cualquier
definición internacional de este término, y
desafío a quien sea a demostrar lo contrario. El pasado mes de
mayo en la conferencia de Bil'in me expresé a este respecto y dije que “con
su rechazo de los derechos de los refugiados palestinos y su
insistencia en la supremacía judía y la
discriminación racial contra los ciudadanos palestinos de
Israel, la “izquierda” israelí hace que, en
comparación, la derecha xenófoba europa parezca tan moral
como la Madre Teresa”.
Alguien del grupo Gush Shalom me desafió y me lanzó: “todo
depende de cómo defina usted la izquierda. Usted define la
izquierda como aquellos que aceptan el derecho al retorno de los
refugiados palestinos. Yo puedo definir la izquierda como aquellos que
simplemente se oponen a la ocupación. Por lo tanto, no estoy de
acuerdo con su definición de izquierda”.
“Muy bien”, respondí yo, “dejemos
de lado las definiciones relativas de la izquierda. Pongámonos
de acuerdo en una definición universal de izquierda.
¿Estamos de acuerdo en que la igualdad es el principio de base,
el principio fundamental con el que debería estar de acuerdo
cualquier persona de izquierda merecedora de tal nombre, a saber, que
todos los seres humanos son iguales?”.
“Sí”, me contestó.
Y yo le respondí: “Entonces,
estamos de acuerdo en que quienes se niegan a conceder a los refugiados
palestinos el derecho al retorno simplemente porque no son
judíos, de hecho piensan que los palestinos (ya sean musulmanes
o cristianos) no son iguales a los judíos, son menos humanos.
Esto convierte a quienes piensan así en racistas, desde luego,
no en personas de izquierda”.
Esta
definición no es mía, es una definición universal.
Según esta definición universal, la gran mayoría
de las personas que en Israel se reclaman de izquierda en realidad son
fanáticos de derecha. No son en absoluto de izquierda.
Están en contra del derecho al retorno de los refugiados,
están en contra de reconocer la Nakba (la “limpieza”
étnica de 1948), la mayoría de ellos está incluso
en contra de acabar por completo con la ocupación de
Jerusalén y de otras partes de Cisjordania de acuerdo con el
derecho internacional.
Los israelíes inventaron y
difundieron el mito de que existe un vasto campo de izquierda. Y cuando
emprendimos nuestra acción de boicot a las instituciones
universitarias israelíes, estas mismas “personas de
izquierda” clamaron deshonestamente: “Las
universidades israelíes están en primera fila de la lucha
contra la ocupación. ¿Cómo pueden ustedes
boicotear nuestras universidades?”.
Esto no es sino
un mito. Según investigaciones fidedignas llevadas a cabo por
estudiosos israelíes, el número total de
académicos israelíes que han firmado un escrito de
condena de la ocupación - por no hablar ya de su
participación en una manifestación pública –
no llega a algunos centenares de un total de nueve mil
académicos. Si se les pregunta su opinión respecto al
derecho inalienable de los refugiados palestinos al retorno o sobre el
final de la discriminación racial contra los “no
judíos” en Israel, no encontrará más que un
puñado de académicos judíos israelíes que
apoyen estos derechos. Ésta es la dimensión real de la
izquierda en Israel. Es un grupo diminuto de antisionistas valientes y
moralmente consecuentes.
A pesar de esto, nuestro llamamiento al
boicot es de naturaleza institucional, no tiene por objetivo a los
académicos individualmente y por sí mismos. Así
pues, nos encontramos en un terreno sólido a todos los niveles,
en particular teniendo en cuenta la bien documentada complicidad de
todas las instituciones académicas israelíes en el
mantenimiento y promoción de los diferentes aspectos de la
opresión israelí contra los palestinos.
Silvia
Cattori: ¿No será también parte del problema este
diminuto grupo “de izquierda” que por medio de diversas
estratagemas ha logrado tener una gran audiencia y contener el
movimiento de solidaridad internacional dentro de ciertos
límites? ¿No ha hecho avanzar aún más la
causa de Israel apoyando los “Acuerdos de Oslo”, la
“Iniciativa de Ginebra”, etc.?
Omar
Barghouti: Los palestinos deberían dejar claro al movimiento de
solidaridad y al mundo que nadie debe hablar en nuestro nombre. Somos
lo bastante “maduros”, lo bastante “mayores”
para hablar en nuestro propio nombre. No necesitamos condescendencia
alguna, ya sea de amigos o de enemigos.
Tras decenios de
ocupación, muchos israelíes “de izquierda”
han adquirido la costumbre de hablar por los palestinos y de dictar
después a los palestinos lo que deben pensar y exigir, con el
objetivo último ¡de ayudar a la “izquierda”
israelí en “su” lucha! Cuando lanzamos el movimiento
de boicot, les dijimos definitivamente: “¡Ya está bien, hasta aquí hemos llegado!”.
Los
llamamientos palestinos al boicot han dejado muy claro a quienes se
consideran de la izquierda israelí que su actitud paternalista
respecto a nosotros era humillante y colonial, y que la
autodeterminación significa, por encima de todo, nuestro derecho
a decidir nuestro destino y a formular nuestra aspiraciones a la
justicia y a la igualdad. Tienen la costumbre de percibirnos como
indígenas estereotipados, casi como niños inmaduros a los
que hay que decir lo que deben hacer para que sepan comportarse.
En
2005 la sociedad civil palestina expresó su voluntad difundiendo
su llamamiento al boicot, la desinversión y las sanciones [a
Israel] (BDS) aprobado masivamente. Nadie en el movimiento de
solidaridad con Palestina puede ignorar ya este llamamiento y seguir
con unas formas de apoyo tradicionales e ineficaces. El BDS hoy es
simplemente la forma de solidaridad con Palestina más sana
moralmente y más eficaz políticamente.
Silvia
Cattori: Pero siguen siendo muy influyentes en el debate los
políticos interesados en frenar toda acción contra el
apartheid. ¿Comparte usted la opinión del
politólogo palestino Abdel-Sattar Qassem de que los
“verdaderos palestinos” siguen desempeñando un papel
muy pequeño en el debate sobre Palestina? [14]]
Omar
Barghouti: Los auténticos representantes de la opinión
pública palestina raramente tienen la ocasión de hacerse
entender porque los grandes medios de comunicación occidentales,
las grandes conferencias internacionales, las organizaciones de
financiación europeas y estadounidenses no están
interesados en cualquier postura palestina de principios que abogue en
favor de la aplicación del derecho internacional y de los
derechos universales. Invitan a personas maleables, a
“moderados” que en seguida van a renunciar, por ejemplo, al
derecho al retorno y a aceptar “el derecho de Israel a
existir” en tanto que estado racista fundado sobre el apartheid a
cambio de derechos palestinos muy menores. En este tipo de foros
internacionales sólo se busca a estos “árabes
buenos”.
Silvia Cattori:
¿Se puede calificar de “traidores” a estos
palestinos que no han actuado correctamente? Y particularmente desde
2002 en que la situación se ha vuelto tan terrible para los
resistentes a los que se ataca con asesinatos selectivos
extrajudiciales israelíes.
Omar Barghouti: Yo no
calificaría a todas estas personas de traidores porque hay todo
tipo de traidores. Es un término relativo. Por supuesto,
nosotros también tenemos nuestros
“colaboracionistas” que colaboran abierta o secretamente
con Israel. Pero la mayoría de los palestinos implicados en la
industria de la paz están engañados o son
egoístas, o ambas cosas. Muchos de ellos están en este
“negocio” por el dinero, por los privilegios personales y
querrían autoconvencerse de que a su manera están
sirviendo a la causa. La manera más rápida de
enriquecerse hoy es crear un grupo conjunto palestino-israelí
para ocuparse de lo que sea: de los derechos de las mujeres, de
fútbol por la paz, de los derechos de los niños, de
teatro para la coexistencia, del cine para superar las barreras
psicológicas, del medio ambiente, de la democracia, de relatos
históricos paralelos, de investigación académica y
científica... ¡verdaderamente de cualquier cosa excepto
las luchas comunes para acabar con la ocupación y la
opresión!
Los proyectos conjuntos
palestino-israelíes que se proclaman
“apolíticos” - y por ello están
políticamente sesgados y son engañosos – atraen
mucho dinero europeo. Y, desgraciadamente, muchos palestinos - dado el
medio carente de recursos en el que viven bajo la ocupación - y,
por supuesto, muchos israelíes se han implicado en este negocio
beneficioso. Algunas elites políticas europeas van a financiar
generosamente todo proyecto susceptible de aliviar sus profundos
sentimientos de culpabilidad respecto al Holocausto. Nuestro derechos
cuentan verdaderamente muy poco en esta agenda manipuladora y falaz.
Silvia
Cattori: Antes de ir a Palestina yo era como todo el mundo:
creía que realmente existían personas muy malas llamadas
“antisemitas”. Pero, de pronto, tras escribir uno o dos
artículos en defensa de los derechos de los palestinos, me
encontré con la sorpresa de descubrir que yo misma era acusada
ser “antisemita”. Ahora sé que esta palabra es un
arma muy eficaz en las manos de quienes quieren hacer callar a las
personas que critican libre y honestamente a Israel. El
antisemitismo existía en los años 30. Pero hoy veo que
hay muchas personas que odian a los árabes, incluso entre la
izquierda. Por lo que a mí respecta nunca he conocido a
ningún “antisemita”, esto es, a alguien que odie a
los judíos por ser judíos. En cambio, conozco a muchas
personas interesadas en hacer creer al mundo que el
“antisemitismo” es un fenómeno de gran magnitud,
para justificar la existencia de Israel en tierra árabe.
¿Cuál es su postura al respecto?
Omar
Barghouti: El antisemitismo no justifica a Israel. Creo que el
antisemitismo sigue existiendo (es decir, personas que odian a los
judíos por ser judíos), particularmente en Estados Unidos
y Europa. Pero este fenómeno ahora es más marginal de lo
que lo fue en su día y está lejos de ser influyente en
ningún país. La islamofobia, por otra parte, está
creciendo peligrosamente en la corriente dominante por toda Europa y
Estados Unidos. Como dijo Noam Chomsky, el odio racista a los
árabes y a los musulmanes verdaderamente es hoy el nuevo
“antisemitismo” .
Aquí es importante hacer
una distinción muy clara: nuestro conflicto es un conflicto con
el sionismo y con Israel en tanto que entidad colonial. Me opongo a
toda forma de racismo, incluido el antisemitismo y el sionismo. Yo
mismo, como la mayoría de los palestinos, no tengo absolutamente
nada en contra del judaísmo o contra los judíos en tanto
que grupo religioso, absolutamente nada.
Estamos en contra del
estado de Israel no porque sea “judío” sino porque
es un opresor colonial que niega nuestros derechos. Si los
judíos israelíes renuncian a su existencia colonial y
reconocen nuestros derechos, nosotros no tenemos ningún problema
en coexistir con ellos en una Palestina des-sionizada, que
incluiría necesariamente el derecho al retorno de los refugiados
y una igualdad total para todos, sin distinción de
religión, de etnia, de sexo o de origen nacional.
La
oferta más generosa que nosotros, nativos palestinos, podemos
hacer a los colonos judíos israelíes es aceptarlos como
iguales que viven con nosotros, no por encima de nosotros. Ni amo ni
esclavo. Pero es imposible aceptar Israel como “estado
judío” sobre nuestra tierra. Ningún palestino
racional con algún sentido de la dignidad puede aceptar en su
propia tierra un estado racista, que le excluya y le trate como un ser
humano relativo.
Silvia
Cattori: Sin embargo, la palabra “antisemita” tiene un
impacto mucho mayor que la palabra “racista” porque en
muchos países de Europa existen consecuencias judiciales para
quienes son acusados de ser “antisemitas”. ¿No
deberíamos considerarnos como iguales en derecho, judíos
y no judíos? ¿Por qué habríamos de aceptar
esta manera sesgada de hacer culpable a alguien de algo que ya no
existe, pero que resulta ser muy útil para los propósitos
de la propaganda de guerra israelí?
Omar
Barghouti: Sí, deberíamos luchar también contra
esto. Hay que luchar para rechazar por igual toda forma de racismo y no
aceptar estas leyes europeas vigentes que tratan el
“antisemitismo” como una categoría de crimen
diferente, mucho peor que todas las demás formas de racismo,
incluidos la islamofobia o el racismo contra los negros del que se
puede afirmar que hoy es la expresión más extendida del
racismo blanco.
Estas leyes son ellas mismas discriminatorias.
El antisemitismo no es más que otra forma de racismo, ni
más ni menos; se debería tratar como una rama del
racismo, no como una super-rama de éste. Pero, en cualquier
caso, no justifica la naturaleza racista de Israel, no justifica los
crímenes de Israel. Se debería disociar antisemitismo de
antisionismo: mientras que el primero es una forma de racismo, el
segundo es una postura moral contra el racismo.
Silvia
Cattori: Pero, esto no será posible mientras los palestinos se
encuentren en una posición de desigualdad y mientras los
oprimidos no nos puedan contar su experiencia cómo viven. En
cambio, tengan las riendas quienes hacen el juego de la
“normalización”, lo cual es un tipo de
colaboración.
Omar Barghouti: Los representantes
palestinos debe respetar y unirse a nuestro llamamiento, hecho por la
sociedad civil, al boicot, la desinversión y las sanciones, para
luchar contra las tres principales formas de injusticia israelí
y no sólo contra una de ellas; la ocupación y la
colonización territorial de 1967 no es más que una de
estas formas de injusticia.
El centro de la cuestión
palestina sigue siendo una injusticia mucho mayor, la negación
de los derechos básicos de los refugiados, que constituyen la
mayoría del pueblo palestino.
Y existe una tercera forma
de injusticia que se olvida con frecuencia: el régimen de
racismo institucionalizado contra los ciudadanos palestinos en Israel.
Incluso si mañana Israel pusiera fin a al ocupación, no
acabaría este conflicto colonial. El movimiento de solidaridad,
en Europa y en el mundo, debe respetar la voz genuina de la sociedad
civil palestina en vez de promover a estos
“colaboracionistas” palestinos o a estos pequeños
burócratas que viajan por el mundo para decir lo que sea con tal
de que se les pague bien. Estas personas no representan a los
palestinos, no hablan en nombre de los palestinos .
Silvia Cattori: Muchas gracias.
Traducido del francés por Beatriz Morales Bastos
Notas: [1]
Invitado por ISM Italia. Omar Barghouti, miembro fundador de la
Campaña Palestina por el Boicot Académico y Cultural a
Israel (PACBI : Palestinian Campaign for the Academic and Cultural
Boycott of Israel), es un investigador independiente cuyos
artículos políticos y culturales se publican en diversos
medios. Es militante de los derechos humanos implicado en la lucha para
acabar con la opresión y el conflicto israelo-palestino por
medio de la resistencia civil. Posee un Master en ingeniería
eléctrica por la Universidad de Columbia y actualmente
está haciendo un curso de doctorado en filosofía
(ética) en la Universidad de Tel Aviv. Ha colaborado en la obra
de filosofía publicada recientemente con el título de
Controversies and Subjectivity (John Benjamins, 2005). También
ha colaborado en la obra titulada The New Intifada: Resisting
Israel’s Apartheid (Verso Books, 2001). Aboga en favor de una
visión ética para un solo estado laico y
democrático en el territorio de la Palestina histórica.
Es coreógrafo y enseña danza. Ha participado en varias
conferencias sobre las relaciones entre arte y opresión.
[2]
En julio de 2004, 171 organizaciones y sindicatos palestinos hicieron
un llamamiento a la comunidad internacional a apoyar el boicot, la
desinversión y las sanciones (BDS) contra Israel hasta que
éste acate plenamente el derecho internacional y los derechos
humanos. http://www.pacbi.org/boycott_news_more.php?id=66_0_1_10_M11
[3] «Sigue
siendo una pura conjetura saber si hubiera podido haber una
solución mejor. Pero el sueño que era Palestina ha muerto
finalmente». Cita del artículo de Bret Stephen
“Who Killed Palestine? A failure with a thousand fathers” ,
The Wall Street Journal, 26 de junio de 2007. (B. Stephen es miembro de
la redacción del Wall Street Journal. y también fue
director del Jerusalem Post)
[4] «A Secular, Democratic State Solution – the Light at the End of the Gaza-Ramallah Tunnel»
(“La solución de un solo Estado laico y
democrático. La luz al final del túnel
Gaza-Ramala”), Omar Barghouti, Counterpunch, 20 de junio de 2007.
[5]
Los Acuerdos de Oslo se firmaron en 1993 en Washington en presencia de
Yitzhak Rabin, primer ministro israelí, de Yasser Arafat,
presidente del comité ejecutivo de la OLP, y de Bill Clinton,
presidente de Estados Unidos.
[6] Consejeros ayer del presidente
Yasser Arafat, hoy en el poder, acusados de servir ante todo a sus
propios intereses materiales y de prestigio.
[7] «Secular Arabs Detest Hypocrisy too» (“Los árabes laicos también detestan la hipocresía”), Omar Barghouti, ZNet, 6 febrero de 2006.
[8]
La Iniciativa de Ginebra o Acuerdo de Ginebra, firmada el 1 de
diciembre de 2003 en Ginebra, fue presentada por el historiador Illan
Pappe como una “burbuja de jabón” , pero como una “esperanza de paz real” por Dominique Vidal (http://www.monde-diplomatique.fr/dossiers/geneve/voir
). Iniciativa “apoyada sin reservas” por la Unión
Francesa Judía de Paz (UFJP, por sus siglas en francés) y
saludada con emoción por el Movimiento de Paz http://www.nordpalestine.org/dossiers_presse_accordsdegeneve_041203.htm.
[9]
Alexis Keller, promotor de la “Iniciativa de Ginebra”
declaró durante una conferencia en 2003 que esta iniciativa “representa
lo máximo que pueden ceder los israelíes...Que ambas
partes tiene líneas rojas que no pueden traspasar, como el
derecho al retorno de los refugiados palestinos. Que Israel no puede
aceptar este retorno porque debe permanecer un estado
judío” (con una mayoría judía).
Aparentemente no plantea problema alguno Keller el concepto
discriminatorio de un “estado judío”.
[10] En su informe de febrero de 2007 Dugard afirma que “algunas políticas de la ocupación israelí se parecen al apartheid”.
[11] Palestine: Peace not Apartheid, Jimmy Carter, Simon & Schuster, 2006.
[12]
Hasta hace muy poco tiempo, una revista progresista como Le Monde
Diplomatique no asociaba Israel al apartheid. Como mucho, en 2004 Alain
Gresh escribió “se parece al apartheid”.
Según el militante P-Y Salingue, existen dos grupos de personas
que, por razones diferentes, no están de acuerdo con el uso del
término apartheid en el caso del estado de Israel : - Quienes
aceptan hablar de discriminación, pero no de apartheid, aceptan
decir que habría desigualdades e injusticias de las que
serían víctimas los palestinos que viven en Israel, pero
nada comparable a la situación de la población negra de
Sudáfrica. Respecto a los palestinos de Cisjordania y Gaza,
hablan de ocupación miliar e incluso de ocupación
colonial, y denuncia la ocupación militar y el comportamiento
del ejército de ocupación. También aquí
niegan toda asimilación con el apartheid de Sudáfrica. -
Quienes (muy raros) se niegan a utilizar la noción de apartheid
porque no les parece que sea un buen análisis y, por lo tanto,
no es pertinente para adoptar una línea de conducta. Consideran
la política sionista como una política de limpieza
étnica que tiene el objetivo de vaciar la tierra de Israel de
toda presencia autóctona de árabes. Los árabes no
serían considerados por el colonizador como un recurso que
conviene explotar, sino como una amenaza que hay que eliminar. Forma de
análisis que lleva a emitir reservas respecto al término
apartheid, según el postulado de que la colonización
tiene por objetivo mantener a los indígenas en la misma
economía y, por consiguiente, en la “misma sociedad”
que la de los colonos, pero sin los derechos y de manera separada,
evitando una mezcla de las poblaciones en la vida social. Los blancos
de Sudáfrica no querían expulsar a los negros porque los
necesitaban para la economía (principalmente su fuerza de
trabajos). Si bien el apartheid puede ser derrotado, otra cosa muy
diferente es anular los efectos de la limpieza étnica, no hay
que engañarse con la estrategia del adversario. En el primer
caso, decir que Israel no explota a los palestinos como los negros en
Sudáfrica es hacer una defensa de Israel, concediendo, como
mucho, cierta discriminación. En el segundo caso, decir lo mismo
tiene una consecuencia muy diferente: es decir que hablar de apartheid
es muy débil porque el primer objetivo de Israel no es oprimir a
los palestinos sino proceder a su eliminación por medio de la
limpieza étnica.
[13] Apoyan el “campo de la paz
israelí” y a los palestinos que aceptan renunciar a
más del 80% de Palestina. En Francia las asociaciones y partidos
de izquierda están agrupados en el colectivo nacional “Por
una paz justa entre palestinos e israelíes”. Hay que
señalar que sitúan a ambas partes en un mismo plano, como
si se tratara de una disputa “entre dos pueblos” por la tierra, de dos “nacionalismos igualmente legítimos”. Disputa
que, según ellos, habría comenzado después de la
ocupación de 1967, con lo que hacen caso omiso de los 19
años anteriores de ocupación, y que podría “resolverse por medio de la negociación y del diálogo”, evitando así hablar de “resistencia”.
Todo ocurre como si en cada conferencia, la voz de los palestinos
oprimidos no fuera creíble si no va acompañada de un
orador israelí o de confesión judía. Así
durante años se ha visto a Leila Shaid flanqueada de Dominique
Vidal y de Michel Warschawski.
[14] “Los palestinos no se rendirán nunca”, entrevista con Abdel-Sattar Qassem por Silvia Cattori.
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