La Guerra Nacional Revolucionaria en España, parte 4

Los Comunistas se organizan para la victoria

Después de haber sido transportados desde Marruecos por los aviones de Hitler, el Ejército de África avanzó rápidamente desde Sevilla hacia el norte, empujando a las mal armadas e inexpertas milicias del Frente Popular. Mientras las milicias retrocedían hacia Madrid, sin embargo, la resistencia se hacía más dura. El PCE pidió al gobierno republicano, encabezado por el socialista "de izquierda" Francisco Largo Caballero, que organizara la fortificación de la ciudad. Su respuesta fue: "Los españoles pueden combatir ocultos tras los árboles, pero nunca en las trincheras" (1). Ministro de Guerra y Primer Ministro, Largo demostró su incompetencia sorprendente sólo en horas específicas. ¡Firmaría documentos sólo entre las 8:30 y las 9:00 A.M., y dió órdenes para no ser molestado después de las 10:00 P.M.! (2). El 6 de noviembre, el gobierno renunció formalmente a su responsabilidad en la defensa de la capital y fue trasladado a Valencia. Todos los ministros, excepto los comunistas, se fueron con Largo Caballero, llevándose incluso los archivos del ministerio de Guerra (3). El 9 de noviembre, mientras los combates arreciaban en la ciudad, Largo envió a un mensajero a Madrid por sus cubiertos de plata, pero recibió sólo la respuesta de que "quienes permanecen en Madrid todavía comen" (4).

Largo había dejado la defensa de la capital a Miaja, un incompetente general republicano de dudosa lealtad, y a una Junta de Defensa con representantes de los sindicatos y el Frente Popular. Afortunadamente, el general soviético Goriev, nominalmente consejero de Miaja, estaba a mano para manejar el plan militar de defensa (5).

El aún más importante lado político de la movilización de la población de la ciudad fue dirigido por el PCE. Al comienzo de la rebelión, las alocuciones y discursos de La Pasionaria llamaban a la defensa resuelta de Madrid: "¡No pasarán!" "¡Madrid será la tumba del fascismo!". Desde entonces, el PCE se había organizado para hacer esto una realidad. Su famoso Quinto Regimiento había reclutado a más de 60.000 milicianos (la mitad de ellos militantes del PCE), que pronto se convertirían en la columna vertebral del Ejército Popular. Siguiendo el modelo del Ejército Rojo soviético de los días de la guerra civil rusa, el 5º Regimiento tenía un sistema de comisarios políticos responsables de la instrucción política de las tropas y comandantes, y que actuaban como comandantes cuando era necesario. Decenas de miles de trabajadores fueron entrenados en el Regimiento, incluyendo quienes luego serían famosos comandantes Lister (un trabajador de las canteras), Modesto (un leñador) y El Campesino. Se organizaron barracas, comisaría y escuelas de entrenamiento, así como comités para velar por las familias de los reclutas. La disciplina se hizo más dura y se organizó una compañía especial como ejemplo. El comisario del 5º Regimiento describe esta compañía a un periodista:

"La llamamos la 'Compañía de Acero' y exigimos requisitos estrictos. Para unirse a esta compañía un hombre debe tener conocimiento de armas, tener buena salud y ser recomendado por algún grupo como antifascista destacado. Para esta compañía establecimos consignas especiales para crear una unidad férrea. 'Nunca abandonar un camarada, herido o muerto, en manos del enemigo' fue una. 'Si mi camarada avanza o retrocede sin tener una orden, tengo el derecho de dispararle', era otra.

Cómo se rieron en Madrid de eso. El español es tan individualista que nadie aceptará esa disciplina, decían. Entonces nuestra primera Compañía de Acero, en su mayoría comunistas y trabajadores metalúrgicos, desfiló por la ciudad: causaron sensación. Después de eso hemos creado 28 de esas compañías de hombres escogidos, aparte de las tropas regulares de nuestra milicia del Quinto Regimiento" (6).

En parte por la seriedad y efectividad con las que los comunistas organizaron las milicias, la afiliación al PCE, la Juventud Socialista Unificada (JSU) y el PSUC (Partido Socialista Unificat de Catalunya, también afiliado a la Comintern) creció: de 30.000 al comienzo de la guerra a 200.000 a finales de 1936 y 1'000.000 en junio de 1937 (7).

Voluntarios extranjeros reclutados mayoritariamente por los partidos comunistas fueron organizados en Brigadas Internacionales dirigidas por comunistas. Cerca de 40.000 pasaron por las Brigadas, que contaban con 17.000 hombres (8). Como el Quinto Regimiento, los Internacionales fueron famosos por su disciplina y coraje. Hemingway describió la colina de Teruel defendida por los exiliados alemanes de la Brigada Thaelmann como "una posición defendida con tanta pasión como cualquier posición en otra guerra" (9). Los Internacionales jugaron un papel significativo en los primeros días de la contienda, cuando las tropas entrenadas eran escasas, y se destacaron durante toda la guerra. Su reclutamiento fue un acto de internacionalismo enormemente apreciado por los trabajadores españoles. En la parte final de la guerra, muchos españoles se unieron a las Brigadas. Los extranjeros fueron retirados en 1938 en un vano intento de asegurar la acción de la Liga de las Naciones contra la intervención alemana e italiana. Para esa época, sin embargo, ya había muchas unidades destrozadas en el Ejército del Pueblo.

A medida que las tropas fascistas se acercaban a Madrid, los comunistas asumían las funciones de los empleados civilies que se retiraban. A través de radio, volantes y pancartas se animaba a los trabajadores madrileños a cavar trincheras y construir barricadas. Los distritos obreros fueron organizados cuadra por cuadra. Los volantes del 5º Regimiento daban instrucciones sobre la batalla antitanques y el combate casa por casa (10).

El 7 de noviembre, las tropas de Franco, esperando una victoria fácil, asaltaron la ciudad desde el oeste, suroeste y noroeste, pero fueron rechazados por las milicias escasas de recursos, particularmente del Quinto Regimiento, en combate cuerpo a cuerpo. El 8, los defensores se prepararon para renovados ataques, que sabían serían a través de la Ciudad Universitaria. Las fuerzas fascistas evitaron intencionalmente atacar a través de los distritos obreros "plagados de trabajadores comunistas" (11).

La Resistencia fue tenaz en la Universidad, con obreros y tropas fascistas ocupando diferentes pisos del mismo edificio. En algunos lugares los rifles eran tan escasos que los obreros esperaban a cubierto a que alguien armado fuera herido para correr, recoger el arma y seguir el combate (12). En la mañana, la vanguardia de la recientemente constituída 11ª Brigada Internacional marchó por la Gran Vía, cantando la Internacional. Multitudes aclamaron a los voluntarios de los batallones Edgar André (belga), Dombrowski (polaco) y Comuna de París (francés), gritando "Uníos Hermanos Proletarios", la consigna de la revuelta de Asturias en 1934. Muchos creyeron que las Brigadas eran rusas y daban vivas a "los rusos".

Por la noche, las muy necesarias armas del Edgar André estaban en posición en la Facultad de Filosofía en la Universidad, y otros batallones fueron distribuidos en puntos vitales. Al día siguiente los tabores marroquíes rompieron dos veces las líneas de las milicias en los puentes de Toledo y princes, pero fueron rechazados con grandes pérdidas (13). En la tarde, los Internacionales aventajaron a los marroquíes en la Casa de Campo, expulsándolos con enormes pérdidas (14).

Del 8 al 15 de noviembre, nueve unidades de milicias vinieron de otras regiones a ayudar a Madrid. Una, la columna anarquista de 3.000 hombres del Frente de Aragón, merece ser mencionada por su ejemplo de organización militar anarquista. La columna era dirigida por Buenaventura Durruti, cuya exigencia de una sección independiente del frente "para que sus logros no fueran reclamados por otras unidades" fue apoyada por el ministro anarquista de Justicia (15).

A los anarquistas se les dió un sector de la Ciudad Universitaria, con artillería y apoyo aéreo, pero se negaron a atacar. Al día siguiente, los fascistas atacaron y los anarquistas rompieron filas y huyeron, abandonando un puente y posiciones claves en la Universidad. Los contraataques de los milicianos e Internacionales exhaustos retomaron parte del terreno perdido. Las líneas fueron reestablecidas y se mantuvieron hasta el final de la guerra. Avergonzado por el comportamiento de sus hombres, Durruti trató de persuadirlos para no dejar Madrid pero murió por un disparo accidental de su propia arma (16).

Continúa

Notas

1. Arthur Landis, "Spain! The Unfinished Revolution", Baldwin Park, Cal., 1972, p. 246.

2. Ibid., p. 247.

3. Hugh Thomas, "La Guerra Civil Española", volumen II, p. 521.

4. Citado por Landis, p. 269.

5. Burnett Bolloten, The Grand Camouflage, New York, 1961, p. 239.

6. Anna Louise Strong, Spain in Arms, 1937, New York, 1937, pp. 42-3.

7. P. Broue & E. Temime, The Revolution and the Civil War in Spain, Cambridge, Mass., 1970, p. 229.

8. Landis, p. 252.

9. Citado por Arthur Landis, The Abraham Lincoln Brigade, New York, 1967, p. 376.

10. Landis, p. 262.

11. Citado en ibid., p. 259.

12. Ibid., p. 267.

13. Ibid., pp. 268-9.

14. Ibid., p. 370.

15. Ibid., p. 273.

16. Ibid., pp. 275-6.