Trascendencia del triunfo del FMLN

por Narciso Isa Conde
19 de enero de 2009
Tengo
razones poderosas para desear vehemente la victoria electoral del
Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) de El
Salvador.
Viví muy de cerca su gestación y su historia, conocí a
no pocos de sus dirigentes y cuadros desde mucho antes de su formación
y desarrollo como fuerza político-militar.
La vía inicial fue el
Partido Comunista Salvadoreño (PCS), uno de los más aguerridos,
audaces, inteligentes y astutos de nuestra América. Pero también conocí
y traté a muchos y valiosos camaradas de la FPL, la RN, el ERP y el
PRTC, que junto al PCS, conformaron esa fuerza de vanguardia del pueblo
salvadoreño.
Entonces yo desempeñaba la función de secretario
general del Partido Comunista Dominicano (PCD), otro de los componentes
herético y combativo del movimiento comunista latino-caribeño.
Por
eso conocí muy de cerca y forjé una gran amistad, prácticamente una
verdadera hermandad, con el camarada Jorge Schafik Handal, uno de los
más preclaros, sensibles, talentosos, sabios y firmes secretarios
generales de la región.
Por mis funciones, junto a otros
camaradas de dirección, me tocó seguir muy de cerca todo el proceso de
colaboración entre ambos partidos durante los 11 años de guerra
revolucionaria. Alrededor de 20 combatientes dominicanos participaron
en lucha junto al FMLN, además de un número significativo de
periodistas, publicistas, cuadros políticos, médicos, economistas...
que aportaron un saber y su pasión revolucionaria a ese proceso.
Cuatro
de ellos cayeron en combate en tierra salvadoreña: Ramón Luna Cornelio
(capitán Pedro García), Roberto Santana, Nicolás Compré y Bienvenido
Mejía. ¡Sangre dominicana se sumó a la leyenda del Farabundo Martí!
Son
innumerables los lazos de camaradería, amistad, afecto y cariño que se
crearon entre nuestras organizaciones antes, durante y después de
aquella digna y heroica resistencia armada. Personalmente tengo un
especial cariño por ese terruño de luchadores y luchadoras ejemplares.
Tengo
una enorme admiración, no sólo por la manera como el FMLN, protagonista
de una verdadera hazaña político-militar, abordó las tareas de la
guerra revolucionaria (integralmente relacionada con la lucha política
y diplomática), sino también por la forma como se comportó después de
la paz pactada por factores adversos y como asumió los nuevos riesgos y
tentaciones de la lucha legal e institucional y las nuevas tendencias
al ablandamiento y a la renegación que surgieron a su interior.
El
FMLN legal avanzó depurándose, sin que todavía esté libre de ciertos y
serios riesgos, más aun cuando llegue al gobierno, lo que no implica
tomar todo el poder, mucho menos construirlo a escala de toda la
sociedad.
El FMLN cuenta quizás con una de las mejores
estructuras de cuadros revolucionarios de la región; y sus componentes,
en varias ocasiones, han impedido los procesos de derechización
emprendidos por los sectores blandos y oportunistas de esa organización.
El
FMLN, como decían los vietnamitas en sus buenos tiempos, han sabido
combinar la flexibilidad táctica con la firmeza estratégica.
Supo
acumular fuerza militar y supo acumular fuerza política con conciencia
revolucionaria, e incluso fuerza electoral; hasta el punto de
mantenerse como la contrapartida para el cambio, en el contexto de una
bipolaridad que incluye del lado contrario a una de las fuerzas más
experimentada, más perversa y más medularmente reaccionaria de la
derecha continental: el Partido Arena.
Contrapartida en
crecimiento, primero lentamente, y en las últimos dos cuatrienios a
mayor velocidad, hasta superar progresivamente, y ahora por mucho, a
los señores del Partido Arena.
Soy de los que pienso que el FMLN
ganó realmente las pasadas elecciones presidenciales con el comandante
Schafik Handal a la cabeza. Pero el empleo a fondo del miedo y del
fraude sofisticado a cargo de los areneros, impidió entonces esa
trascendente victoria tan merecida por su principal figura histórica.
Confieso
que anhelé apasionadamente ver a Schafik en la presidencia de El
Salvador y que sentí pena y rabia cuando presencié aquellos resultados
amañados.
Y más tarde, cuando asistí a su sepelio, confirmé que
el pueblo-pueblo salvadoreño lo consideraba su verdadero presidente.
Aquello fue realmente apoteósico. Parecía cualquier revolución de
verdad, menos un entierro. Recuerdo cuanto hablamos de eso con nuestro
entrañable amigo común, el soviético guevarista Kiva Maidanik, mientras
ambos llenos de emoción contemplamos a aquella muchedumbre gritar: “¡Se queda, se queda, nuestro comandante se queda!ʺ.
El
viraje previo hacia la izquierda y el liderazgo de Schafik sembraron
definitivamente la posibilidad de que la victoria se acercara, la cual
precisamente por las bregas internas y los desplazamientos hacia la
derecha de ciertos personajes y facciones, se había diferido demasiado.
Más posibilidades y nuevos desafíos
En verdad ahora el FMLN se encuentra en una posición todavía más ganadora, sin que por ello deba emborracharse a destiempo.
La
derecha salvadoreña, repito, es muy perversa y en estos días hay que
estar muy alerta, prestos a defender con vigor todo lo que se ha
avanzado y a avanzar mucho más.
La candidatura de Mauricio Funes
es fresca y concita amplitud y diversidad. La presencia de Salvador
Sánchez Serén (comandante Leonel González) en la candidatura
vicepresidencial, es la expresión de toda firmeza desplegada y
acumulada en varias décadas de combate.
De todas maneras la
profundidad, el impacto popular de su liderazgo y la experiencia de
Schafik, y sobre todo las perspectivas de cambios profundos que se
abrieron a raíz del auge de su candidatura y de la compactación de las
estructuras efemelenistas, no son fáciles de alcanzar de nuevo; a no
ser por la suma, integración y potenciación de las capacidades del
formidable colectivo revolucionario con que cuenta el FMLN; a través,
además, de una constante reafirmación, en las nuevas condiciones de
posible partido de gobierno, de las metas históricas y la lealtad a la
idea de hacer revolución de verdad; esto es, de su preservación como
colectivo de vanguardia con voluntad transformadora.
Esto último
tendrá todavía mucho más importancia al otro día de ganar la
Presidencia, sobre todo para evitar las tentaciones a recoger banderas,
a evadir confrontaciones obligadas e imprescindibles para hacer los
cambios necesarios y a renunciar a transformaciones esenciales.
No
digo que esto vaya a pasar, pero sí hay que tener muy en cuenta esa
posibilidad, para no repetir nada parecido, o cercano, a las
experiencias negativas tipo PT-Lula o tipo Frente Amplio-Tabaré
Vázquez, las cuales se quedaron bastante por debajo de las
expectativas, anhelos y necesidades de sus respectivos pueblos y de los
pueblos del continente
Es claro sí, que independientemente del
devenir posterior, la posible victoria electoral del FMLN habrá en lo
inmediato de alimentar la ola de cambios que tiene lugar en nuestra
América. Será un hecho muy estimulante, capaz de potenciar
coyunturalmente la subjetividad a favor del viraje a la izquierda en
toda la región.
En Centroamérica, donde El Salvador es una
especie de bisagra política, tendría todavía un mayor influjo
esperanzador y dinamizador del proceso hacia la nueva independencia.
Pero
todo esto se multiplicaría y profundizaría, si a la victoria electoral
del FMLN le sigue la firmeza en las transformaciones estructurales, el
desmonte a fondo del modelo neoliberal, los cambios en el sistema
político hacia una democracia participativa e integral y la lealtad en
perspectiva al programa del nuevo socialismo, del cual el FMLN ha sido
pionero y abanderado desde que como organización reafirmó y renovó sus
metas socialistas, a instancia de Schafik y de muchos sus cuadros más
firmes y combativos.
Si importante es este próximo “primer día”,
el de la victoria electoral (importante e imprescindible en sí mismo),
más trascendentales serán, conquistado el gobierno por el FMLN y sus
aliados, los siguientes triunfos progresivos en la lucha por las
transformaciones sociales y políticas en el marco del prolongado
“segundo día” postelectoral; decisivo para sentar las bases de la
transición hacia una nueva democracia y una nueva sociedad.
Ambos
propósitos, uno a corto y otro a mediano plazo, precisan hoy de la
convocatoria de la “Ceremonia de las Almas”, donde los revolucionarios
salvadoreños del presente se abracen, al compás de los tambores,
pianos, trompetas, acordeones y guitarras, a Farabundo y Schafik, y a
todos los próceres de nuestra América, a los pensadores revolucionarios
de todos los tiempos, a los héroes de la emancipación de todos los
oprimidos, para vencer resistencias y derrotar las patrañas
reaccionarias que habrán de presentarse antes, durante y después de las
próximas elecciones.