Y
después... ¿que le pongan salsa?
Pablo Larraguibel |
Hubo un momento en que "salsa" significaba lo que tenía que significar. Hasta hubo un "Libro de la salsa". No había dudas. No necesitaba apellidos. Pero por las fechas en que salía publicado el libro de marras --principios de los 80--, ya era obvio que la "salsa" comenzaba a ponerse piche. Y, sin consideración con los "bailadores", había quien comenzaba a pedir merengue en las fiestas. Con absoluto descaro, producto de la más insultante ignorancia y desprecio por el buen gusto, había quien suponía que no había pasado nada, que la fiesta continuaba sin variación perceptible (¡o hasta se animaba más!). El convencido, sin embargo, reclamaba, se burlaba, maldecía... La cosa fue a peor: a la "salsa" hubo que comenzar a defenderla. Se trataba de un genérico, una etiqueta que --para disgusto de algunos puristas-- englobaba al son, al guaguancó y hasta el cha cha chá, pero con "sonido" neoyorquino, puertorriqueño, venezolano o colombiano --en el mismo orden: Eddie Palmieri, Willie Rosario, Mango o Joe Arroyo--. A pesar de su notable decadencia como fenómeno real,
de la calle, de la gente, notables exponentes aún hacían
salsa con dignidad. Pero el "genérico" fue minado de
voces engoladas, arreglos afeminados, tambores avergonzados, que pasaron
a formar parte de la salsa "que ya no era", y en defensa del
concepto hubo que señalar al impostor. Eso es "salsa erótica",
"salsa monga", o como les gustaba a sus "ejecutantes"
--nunca mejor dicho-- "salsa romántica". Pero aceptar
el apellido fue un autogol de proporciones inimaginables. El daño
fue de tal magnitud que hoy en día "salsa" puede significar
cualquier cosa. Desde Juan Luis Guerra al Caribe Mix. Desde Jerry Rivera
a Gilberto Santa Rosa. Y según en qué país, región,
o entorno sociobailocultural se pronuncie, es fundamental aclarar de qué
salsa se está hablando. Es necesario decir que no te
interlocutor, ha indagado en su mirada, para saber si será comprendida en su exacta dimensión. Si la percepción no es correcta, uno hablará de carne y el otro entenderá McDonalds. La palabra ya no dice. Y en ocasiones es mejor no usarla. Pero bajando al terreno de juego, hablar de salsa, incluso para el incondicional, inevitablemente remite al pasado. Hay épocas y nombres que no admiten dudas. Los 70, cuando se terminaban de consolidar los triunfadores de la década anterior (Richie Ray, Palmieri, Lavoe, Barreto, Rivera...) y los nuevos actores (Típica 73, Conjunto Libre, el Folklórico, Blades...). Eso es (ojo, no era, es) salsa sin discusión. El panorama ha cambiado y significativos personajes asociados histórica e indisolublemente a la salsa, hacen músicas que no entran en la categoría. Aun siendo muy buena música. Entre el jazz latino, refugio de muchos, y el son, renacido. Entre los conciertos homenajes, mejores y peores, y las viejas glorias, mejores y peores. Entre las grandes ciudades de Europa y los barrios caribeños. Entre Cali y Caracas. Entre La Habana y Nueva York. Tenemos música. No tenemos nombre. |