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Riot Grrrls - Grite con ellas
Víctor Lenore - Ladinamo

¿Quiénes son las riot grrrls? ¿Existieron de verdad? ¿Por qué tan pocos las conocen/recuerdan? A comienzos de los 90, las chicas de la escena indie punk decidieron que no querían ser groupies, ni ver los conciertos desde la última fila, ni estudiarse las obras completas de Led Zeppelin antes de considerarse artistas. Así que, dicho y hecho, se pusieron a tocar, chillar, gritar, criticar y comunicarse. "Esto está pasando sin tu permiso", aullaban Huggy Bear. 10 años después, las semillas del movimiento han germinado en grupos esenciales como Sleater Kinney, Quix*o*tic o Le Tigre.

¿Qué es eso de riot grrrl? Como en el caso del punk, se desconoce la fecha de fundación o el origen exacto del término(*). Pero, para orientarnos, se suele citar la International Underground Pop Convention de agosto de 1991, celebrada en Olympia (Washington). Un encuentro de bandas de la escena indie anglosajona que se abrió con un Girl Day: sólo grupos de chicas (discriminación positiva contra el machismo del rock). Entre las participantes, bandas folk, pop o punk-rock como L7, Bikini Kill, Tiger Trap, Bratmobile, Heavens To Betsy, 7 Year Bitch o Mecca Normal. Además de música, muchos fanzines, casi siempre fotocopiados, donde las chicas compartían confesiones, agobios y reflexiones. Historias de todo tipo: desde relatos reales de víctimas de abusos sexuales hasta manifiestos contra la cirugía estética. O incluso modos de enfrentarse a esos empleados de la tienda de instrumentos que tratan mal a las chicas que van a comprar su primera guitarra…

Pero, entonces, ¿qué pedían?

Creo que nada. El riot grrrl fue un movimiento conectado con la escena indie/punk/hardcore de EU y, por lo tanto, partidario de la autogestión. De hecho, en las primeras listas de “discos esenciales” del género, la inmensa mayoría eran recopilatorios. Las riot grrrls creían en el apoyo mutuo, compartiendo giras y vinilos. El primer gran álbum del movimiento fue un elepé dividido entre los dos grupos con más pegada: Huggy Bear y Bikini Kill (Our Troubled Youth/Yeah, Yeah, Yeah, 1992). A la expansión del movimiento contribuyó un reducido entramado de pequeños sellos discográficos de ambos lados del Atlántico: Wiija, K, Simple Machines y Kill Rock Stars (algo así como “Mata a las estrellas de rock”).

Entre las actividades de las riot grrrls figuraban la comunicación y la autodefensa. Por ejemplo, muchos conciertos riot no comenzaban hasta que todas las chicas estaban en las filas de delante y los chicos en las de atrás. En otros, no se dejaba entrar a chicos (o se ponían condiciones como llevar vestido). Era una pequeña venganza (o compensación) por tantos años aplastadas, empujadas o pisoteadas cuando iban a ver a sus grupos favoritos…

¿A qué sonaban los discos? Lo primero que hay que admitir es que las riot grrrls nunca inventaron nada. Su estética ya estaba presente en el post-punk de grupos de chicas como The Slits, The Raincoats, The Au Pairs o X-Ray Spex. Otro grupo tótem, formado por chicos, fueron The Nation Of Ulysses, hardcoretas situacionistas amantes del soul, que titulaban sus discos de forma elocuente, por ejemplo 13 Point Program To Destroy America (91). En realidad, las fuentes de inspiración del movimiento riot grrrl son muchas: Calvin Johnson, Lydia Lunch, Angela Davis, Talulah Gosh, Yoko Ono, el situacionismo, The Runaways… A mediados de los 90, se citaba mucho a Kim Gordon (bajista de Sonic Youth) como icono del movimiento, pero lo cierto es que ahora casi nadie la toma como referente. No debe extrañarnos: la señora Gordon hizo un poco el ridículo montando su propia banda riot grrrl (los pésimos Free Kitten) y, además, nunca tuvo mucho que enseñar. ¿O es que alguien recuerda que dijera algo interesante en dos décadas de entrevistas de Sonic Youth? En fin, volvamos al tema…

¿Por qué tan poca gente conoce a estos grupos? En su mayoría, las riot grrrls se negaban a hablar con los grandes medios porque en muchas ocasiones tergiversaron sus frases, intenciones y principios éticos. Así que optaron por los fanzines propios, los periodistas cordiales (Everett True / Sally Margareth Joy) o por conceder largas entrevistas para libros sobre mujeres y rock. Por supuesto, ni la televisión ni la radio tenían espacio para su punk ruidoso, muchas veces crispante, siempre combativo contra la lógica del sistema. Vivieron un aislamiento asumido, donde ganaron tranquilidad a cambio de perder impacto social. ¿Un buen trato?

Pero, ¿odiaban a los chicos?

En absoluto. Entre los héroes de las riot grrrls figuran muchos hombres, entre ellos Kurt Cobain (Nirvana), Calvin Johnson (del sello K Records), Guy Debord / Raoul Vainegem (por su trabajo con el situacionismo) o el actor y director de cine independiente John Cassavettes (a quien Le Tigre dedicaron una canción). De hecho, había chicos en muchas bandas riot grrrl, dos incluso en Huggy Bear (Chris y Jon). Muy pocas veces se organizaron conciertos “sólo para mujeres” y la intención no fue nunca excluir simpatizantes sino sentirse más cómodas. Lo peor del movimiento riot grrrl fueron sin duda bandas como Voodoo Queens, sumidas en el disparate pop: un día criticaban los estereotipos de belleza en el single “Supermodel Superficial” y al siguiente babeaban con el físico de Keanu Reeves en la canción “Kenuwee Head”. Duraron poco –un solo álbum– y nadie las echa de menos. Advertencia: a pesar de alguna adolescente insulsa, no estamos ante un movimiento de niñatas asustadas, muchas riot grrrls (empezando por Kathleen Hanna, cantante de Bikini Kill) conseguían dinero para instrumentos haciendo unas cuantas sesiones en locales de strip-tease (lo justo para pagar el alquiler o hacerse con un nuevo ampli).

Como decían ellas: “Mejor eso que trabajar de camarera”.

¿Por qué terminó? Me quedo con la versión de Tobi Vail, de Bikini Kill, en el Melody Maker del 13 de marzo de 1993: “El riot grrrl ahora mismo está más pendiente de su identidad que de la acción. Para mí, lo importante no es qué tipo de chica soy, sino qué tipo de subversión necesito. Además, a las bandas de este entorno tampoco les beneficia especialmente la etiqueta. Por eso, desde ahora, ya no me considero una riot grrrl. Pero me sigue importando mucho el movimiento, quiero que el hecho de formar una banda sea algo tan normal para una chica como lo es para un chico. Porque ahora no lo es…”

¿Qué queda de todo aquello? Más de lo que parece. En un planeta rock donde los grupos se apagan poco a poco, la verdad es que los tótems de la escena riot grrrl han sabido avanzar. Kathleen Hanna pasó del grito (Bikini Kill) al baile (Le Tigre). Las ásperas Slant 6 se reciclaron en las delicadas Quix*o*tic. Sleater Kinney mejoran disco a disco y, además, su batería, Janet Weiss, tiene un excelente grupo paralelo llamado Quasi (que, al margen de grabar discos muy buenos, acompañaban a veces al recientemente fallecido Elliot Smith). Por otra parte, hay una nueva generación de activistas musicales, como Erase Errata, que asimilan los fundamentos de la vieja escuela, añadiendo un toque after punk. Sus dos discos son muy recomendables, así como el Dancing Machine: Erase Errata Remix EP (2003), donde se ponen en manos de cuatro prestigiosos remezcladores: Adult, Matmos, Kid 606 y Kevin Blendchdom. Otra sorpresa reciente es la cantautora Scout Niblett, que tocó el pasado noviembre en Madrid, sola con guitarra o batería (preciosa su voz y su disco Sweetheart Fever, de 2001). Más buenas noticias: The Gossip, grupo de chicas estadounidenses que reparten latigazos de blues minimalista. Por último, supongo que hay que mencionar a las alemanas Chicks On Speed, descendientes fashion del movimiento, que aún provocan dudas. ¿Refrescan el discurso combativo o más bien lo desactivan?

¿Llegó aquí la onda expansiva? Pues la verdad es que no mucho. Ni Bikini Kill, ni Huggy Bear, ni Sleater Kinney han tocado nunca en España. Que yo recuerde, de aquella primera oleada de mediados de los 90, sólo pudimos ver a bandas irrelevantes como Linus o Coping Saw. Con el tiempo, Le Tigre actuaron en la primavera de 2002 (gran concierto en el Gruta 77 de Madrid, aunque bostezaban de cansancio) y Quix*o*tic tocaron una noche de otoño de 2000 en la sala Siroco de Madrid (con tan poca promoción que muchos ni nos enteramos). Contra todo pronóstico, existe al menos una banda española muy influida por el movimiento riot grrrl: hablamos, claro, de Hello Cuca. Su excelente directo combina actitud punk con el más selecto rock and roll añejo. ¿Son la única conexión hispana? Yo pensaba que sí pero Borja Prieto, copresidente del sello Yo-Yó Industrias, avisa de que existe una escena post-riot hispana con bandas como Veracruz, The Particles o Las Dolores… A ver si hay suerte y emergen…

Postdata: Kathleen Hanna explica que el término “riot grrrl” nació en Washington, en mayo de 1991. Fue tras una revuelta popular en la ciudad, cuando la gente protestaba por un episodio de brutalidad policial. La policía había disparado por la espalda a un emigrante salvadoreño ante varios testigos, asegurando luego que se había resistido a un arresto. Por lo visto, una artista local, Jean Smith, miraba los disturbios por televisión cuando dijo: “We need a girl riot, too…”. Allí estaban Allison y Molly, de Bratmobile, que decidieron bautizar así un fanzine.

En sus propias palabras

Kathleen Hanna, Bikini Kill, 1996: “En algunas entrevistas, mentía diciendo que había riot grrrls por todo EE UU, citando incluso ciudades concretas. Era todo mentira, pero al año siguiente resultó que había grupos de riot grrrls en esas ciudades. Supongo que, al leer la entrevista, muchas chicas salían a la calle buscando riot grrrls y acaban hablando unas con otras” (del libro Angry Women In Rock, 1996).

Karen, Huggy Bear, 1995: "Cuando íbamos al colegio, el punk y el ska dominaban bares y discotecas para menores. Así queremos sonar: crudos e innovadores. Ahora, en Inglaterra, la gente más joven no tiene memoria histórica, no sabe que esa fue la mejor época de la cultura pop británica".

Janet Weiss, Sleater Kinney, 2002: “Nunca fui una riot grrrl, pero creo que acertaron al no dar entrevistas a los grandes medios. Habría sido una pérdida de tiempo, porque no escuchan. La prensa mainstream silencia o distorsiona todo lo que no entiende. Aquí escogieron distorsionar. El riot grrrl intentaba potenciar la energía de la gente, no despreciar a los chicos o a otras bandas”.

Johanna Fateman, Le Tigre, 2002: “Más que una escena musical, el riot grrrl era algo parecido a una terapia de grupo o un experimento de autoayuda, pero lo cierto es que echo de menos su energía, las ganas de crear algo al margen de lo establecido”.

Discos recomendados

BIKINI KILL
The CD Version Of First Two Albums

Kill Rock Stars, 1992

Seguramente sería mejor recomendar Pussywhipped (94) o The Singles (98), discos que muestran más aristas del grupo. Pero éste, además de tener más canciones, contiene toda la tensión primeriza que hizo posible el riot grrrl (un cóctel explosivo de frustración, coolness y ganas de comunicarse). De acuerdo, cosas como “White Boy” suenan demasiado elementales, pero aquí también hay himnos incontestables como “Rebel Girl”, “This Is Not A Test”, “Resist Psychic Death” o la preciosa balada “Outta Here”.

HUGGY BEAR
Taking The Rough With The Smooth

Wiija, 1993

Fueron unos Pistols de juguete. Grabaron un solo álbum, Weaponry Listens To Love (94), para luego disolverse, sin que apenas nadie recuerde su apasionada chatarrilla punk pop. Más que su álbum, recomendamos esta recopilación de singles, que conserva toda su fuerza, gracia y veneno. Disparaban bocetos nerviosos y asimétricos, pero también singles tan rotundos como “Her Jazz”, “Pansy Twist” o “Shaved Pussy Poetry”. Integrismo romántico y pandillero para intentar derretir el plástico de las listas de éxitos.

LE TIGRE
Le Tigre

Mr Lady, 1999

Su álbum más famoso y completo es el segundo, Feminist Sweepstakes (2001), donde suenan más a banda, mientras que este es una colección de ideas precocinadas, de forma individual o colectiva, en las habitaciones de los integrantes del trío (de ahí esa portada con la cama y las fotos de carnet separadas). Se abre con la mejor pieza que haya compuesto nunca Kathleen Hanna: “Deceptacon”, cruce sencillo y sublime de rock and roll primigenio, rabia punki y base electrónica/nueva-olera. Un perfecto “recorta y pega” al que nunca se le ven las costuras. Destacan también “Hot Topic” (lista de sus heroínas), “What`s your take on Cassavettes” (sobre el director underground) y su capacidad de contagiar con las ideas más sencillas (oigan “My Metrocard”).

SLEATER KINNEY
All Hands On The Bad One

Kill Rock Stars, 2000

Seguramente, tienen discos más frescos, como Dig Me Out (97), con su portada copiada de The Kinks Controversy. También han grabado trabajos más maduros, orgánicos y complejos, como One More Beat (2002). Pero si recomendamos All Hands… es porque es placer inmediato para el oído: canciones pulidas, pegadizas, casi de radiofórmula, al servicio de una firme actitud indie-punk-riot. El mejor ejemplo: “You Are No Rock’n’roll Fun”, que podría estar firmada por unas The Go-Go’s más combativas. “The Professional” y “Male Model” cuestionan los valores masculinos del rock. En “#1 Must Have” hacen autocrítica sobre el riot grrrl. Impecable.

QUIX*O*TIC
Mortal Mirror

Kill Rock Stars, 2002

Surgen de las cenizas de Slant 6, unas riot grrrls de la primera ola, con clase y canciones, sobre todo en su segundo álbum: Inzombia (1995). Siguiendo la evolución lógica, en Quix*o*tic se renuncia a la agresividad a favor de la sutileza, con miniaturas espectrales, que te llaman desde una realidad paralela (muchas quedarían perfectas en una película de Tim Burton). En este segundo álbum, su amplia cultura musical les permite versionear a la vez a Aaron Neville (“Tell It Like It Is”) y Black Sabbath (“Lord Of This World”). La cosecha propia abarca desde el blues pop de “Annonymous Face” hasta la psicodelia gótica de “Ice Cream Sundae”. Una delicia.