César Vallejo
(1892-1938)

por Miguel Gutiérrez Correa

Mariátegui y Vallejo, los dos más altos representantes de la cultura democrática en el Perú hasta la actualidad, fueron marxistas «convictos y confesos». Después de décadas de ocultamiento, de indecoroso tráfico de su memoria (y con su cadáver y sus huesos húmeros) y de exégesis talmúdica de sus poemas generalmente abstraídos de los contextos en que fueron escritos, empieza a aceptarse que la grandeza de Vallejo –como poeta, como escritor, y en suma, como intelectual- resulta incomprensible sin su encuentro vital y teórico con el marxismo.

De haber publicado sólo Los heraldos negros y Trilce, Vallejo, qué duda cabe, habría sido uno de los más altos poetas de la literatura peruana; pero la dimensión universal y su condición de uno de los mayores poetas del siglo XX empezó a forjarse desde que estudió la naturaleza, la sociedad y el hombre a la luz de la ciencia del proletariado, estudio que implicaba una cierta práctica en pro de la transformación revolucionaria de la realidad. ¿Pero cómo llegó Vallejo al marxismo?

En las siguientes notas nos proponemos señalar este proceso que determinó la renovación de su lenguaje poético, la ampliación de sus facultades creativas y el cambio de actitud en torno a la responsabilidad de los intelectuales; cambio o más bien transformación que lo llevó a sostener: «El tipo perfecto del intelectual revolucionario, es el del hombre que lucha escribiendo y militando, simultáneamente». El itinerario vital de Vallejo, entonces, puede dividirse en dos grandes etapas: una premarxista, y la otra, marxista. Veamos este proceso, apuntando a lo esencial.

Etapa marxista

Hacia el marxismo.- Después de principios de 1928, Vallejo empieza a dirigir la mirada a la Rusia bolchevique. Es una mirada cargada de curiosidad y esperanza, aunque algo distanciada y no exenta de ironía e irreverencia. En una carta memorable del 18 de abril de ese año, dirigida a Pablo Abril de Vivero, a propósito de la situación de Latinoamérica, Vallejo, con un tono hasta entonces inusual, escribe:

«Me parece que hay la necesidad de una gran cólera y de un terrible impulso destructor de todo lo que existe en estos lugares. Hay que destruir y destruirse a sí mismo. Eso no puede continuar; no debe continuar. Puesto que no hay hombres dirigentes con quiénes contar, necesario es, por lo menos, unirse en un apretado haz de gentes heridas e indignadas y reventar, haciendo trizas todo cuanto nos rodea o está a nuestro alcance. Y, sobre todo: hay que destruirse a sí mismo (subrayado de V.) y, después lo demás. Sin el sacrificio previo de uno mismo, no hay salud posible».

Con estas palabras, y más allá del rapto emocional, producto acaso de un profundo desasosiego, Vallejo ha dado un paso decisivo en la comprensión de la necesidad de la violencia, superando la rebelión individual y abstracta –o metafísica, como diría Camus- por la rebelión social, concreta e histórica. Sin embargo, por la carga de utopismo, por la apelación al espontaneísmo de las gentes «heridas e indignadas» y por el deseo de autoinmolación (que presupone un cierto mesianismo), esta cólera impelida hacia una apoteosis de destrucción dista aún de la acción revolucionaria que de manera organizada sigue un movimiento continuo de destrucción-construcción.

Los artículos que escribe en febrero y octubre de 1928 revelan una creciente simpatía por Rusia y el socialismo e igualmente se puede constatar la radicalización de su lenguaje en el sentido clasista. Ahora cualquier tema le servirá para intercalar alguna reflexión o sentencia en torno a la revolución bolchevique y el marxismo; léanse si no, entre muchos otros, La pasión de Charles Chaplin, La consagración de la primavera, Ciencias sociales, Sobre el proletariado literario, Falla y la música de escena, Obreros intelectuales, Sociología de los dinamiteros, La Semana Santa en París, Los dos polos de la época, Literatura proletaria, Lowenstein, Tolstoy y la nueva Rusia, El espíritu polémico.

En estos artículos Vallejo denota: 1) una adhesión fáctica a la experiencia soviética: «El ideal ruso es, sin duda, el dueño del porvernir de la humanidad» (Tolstoy y la nueva Rusia); 2) un intento de explicar todos los fenómenos a la luz del marxismo: «La caída de Lowenstein al mar de la Mancha, desde el avión que le conducía de Londres a París, es una defunción totalmente imperialista» (Lowenstein); 3) confusión política en relación a la lucha que por entonces se libraba en el seno del PCUS: «(...) si el soviet no les sienta las manos a la pequeña burguesía de Rusia, todo lo que sueña será inútil. El comunismo de guerra o la reacción. Trotsky o Stalin» (Consagración de la primavera); 4) confusión teórica en torno al marxismo «Dentro del propio espíritu nuevo –creado en gran parte por el materialismo histórico- el sentido fatalista de Marx no logra ahogar totalmente nuestra actitud ética» (El espíritu polémico); y 5) reservas teóricas y políticas en cuanto a la noción de la literatura proletaria y a la situación de los escritores dentro del socialismo: «Aún no se ha llegado en Rusia a dar con la naturaleza de la literatura proletaria. Mientras quiera dominar en el debate un criterio extraño a las leyes sustantivas del arte, tal como el criterio político o el moral, la cuestión seguirá cada vez más oscura y confusa» (Literatura proletaria); «La filosofía marxista, interpretada y aplicada por Lenin, tiende una mano alimenticia al escritor mientras que con la otra tarja y corrige, según las conveniencias públicas, toda la producción intelectual» (Sobre el proletariado literario).

Esta actitud no del todo resuelta frente al marxismo y la revolución la manifiesta Vallejo de manera algo sibilina en Contra el secreto profesional (CSP), libro escrito paralelamente a la última serie de Poemas en prosa en 1929. El título del libro, que había sido utilizado por Vallejo en un artículo de 1926 en el que enjuiciara de manera drástica a los poetas latinoamericanos de su propia generación (entre los que menciona a Borges), constituye en parte, una refutación al libro de Jean Cocteau Le secret profesionnal, de 1922, que ejerció considerable influencia entre los escritores durante buena parte de la década de los 20. Pero el valor e interés de CSP excede ampliamente este aspecto, porque a fin de cuentas el libro de Cocteau obró como reactivo para desencadenar el pensamiento, la imaginación y el poder creativo de Vallejo.

Libro abierto, múltiple y apasionante, CSP está conformado por pensamientos, sentencias y juicios, de un lado, y por pemas en prosa, impresiones captadas al vuelo, parábolas y brevísimos apólogos o fábulas. En el orden del pensamiento los textos seducen por el raciocinio paradojal, no deductivo sino inductivo-simbólico, de analogías por el absurdo y de sentido muchas veces hermético; por ejemplo, «La cabeza y los pies de la dialéctica: Ante las piedras de riesgo darwineano, de que están construidos los palacios de las Tullerías, de Postdam, de Peterhof, el Quirinal, la Casa Blanca y el Buckingham, sufro la pena de un megaterio, que meditase parado, las patas traseras sobre la cabeza de Hegel y las delanteras sobre la cabeza de Marx», por cierto, también hay proposiciones directas y transparentes como aquella que empieza: «Una nueva estética: transportar al poema la estética de Picasso», u otras que apuntan a posiciones ideológico-políticas, como éstas: «No es poeta el que hoy pasa por insensible a la tragedia obrera. Paul Valéry, Maeterlinck, no son», «Los intelectuales son rebeldes, pero no revolucionarios».

Muy sugestivos son textos como Teoría de la reputación, Ruidos de pasos de un gran criminal, Conflicto entre el ojo y la mirada, Vocación de muerte, que recuerdan a los relatos irónicos-sentenciosos del Señor K, de Brecht, y a las palabras y apólogos de Kafka; poemas en prosa como Lánguidamente su licor o reflexiones que contienen gérmenes de futuros poemas, como éste que cristalizará después en Masa: «La piedad y la misericordia de los hombres por los hombres. Si a la hora de la muerte de un hombre, se reuniese la piedad de todos los hombres para no dejarle morir, ese hombre no moriría»; y comprimidas fábulas que encierran un humor cruel: «Conozco a un hombre que dormía con sus brazos. Un día se los amputaron y quedó despierto para siempre», «El perro que por fidelidad no consintió que se acercase nadie a curar la herida de su amo. Este, naturalmente, murió», «Un gato al pie de una iglesia da lugar a una charla sobre los animales legendarios. Anécdotas del libro sobre la gata que criaba pollitos, el león y el esclavo, el gato y la paloma que él devoró después de lamerle sus heridas, por olor de la sangre».

Libro deleitable (¿Cómo no recordar el espléndido texto a propósito del monumento a Baudelaire?) nos permite sorprender a Vallejo en sus primeros encuentros con el marxismo, con sus lecturas de Spinoza, Hegel, Feurbach, Marx, Darwin y Pascal cuya lectura parece haber sido constante en Vallejo y que acaso explique (por lo menos en parte) ciertos aspectos existenciales de algunos de sus «poemas humanos». En suma, Vallejo marcha con pasos seguros al marxismo, aunque no ha superado del todo ciertas aprensiones, como de manera irónica lo expresa en los siguientes versos:
«¿Queréis más? Encantado./ Políticamente, mi palabra/ emite cargos contra mi labio inferior/ y económicamente,/ cuando doy la espalda a Oriente,/ distingo en dignidad de muerte a mis visitas».

El 19 de octubre de 1928, el mismo día que emprenderá su primer viaje a Rusia, Vallejo le esccribe a Pablo Abril de Vivero: «(...) Me doy cuenta que mi rol en la vida no es éste ni aquél y que aún no he hallado mi camino. Quiero, pues, hallarlo. Quizás en Rusia lo halle (...)». En contra de su deseo de establecerse de manera permanente en Moscú, dos semanas después retorna a París, principalmente por el desconocimiento del idioma que le impide la comunicación.

Por entonces las condiciones de vida en la joven república de los soviets es dura, muy dura, como consecuencia del establecimiento de un nuevo sistema económico y del cerco y boicot permanente de los países imperialistas. Pero Vallejo, que ha asunido ya la posición de clase del proletariado, sabe descubrir por detrás de las apariencias los brotes de un espíritu y de una vida nuevos.

El 27 de diciembre escribe a Pablo Abril: «Debemos unirnos todos los que sufrimos de la actual estafa capitalista, para echar abajo este estado de cosas. Voy sintiéndome revolucionario y revolucionario por experiencia vivida, más que por ideas aprendidas». Al día siguiente, 28 de diciembre de 1928, toma dos decisiones que darán un nuevo rumbo a su vida, sus ideas y a su obra creativa; la primera, firma un documento de ruptura con el APRA «por la nueva orientación contrarrevolucionaria que le insuflan las nuevas teorías de Haya de la Torre»; y la segunda, constitución de la célula comunista de París afiliada al Partido Comunista del Perú fundado por Mariátegui.

La definición marxista-leninista.- Una constante en el pensamiento de Vallejo es la primacía que le otorga a la experiencia vital sobre la razón y las ideas o, dicho en términos marxistas, a la práctica sobre la teoría. Puede aceptarse que son, principalmente, imperativos éticos –fundados en sentimientos de solidaridad por los sufrimientos humanos que datan desde Los heraldos negros, pero ahora profundizados por su propia experiencia de la enfermedad y la extremada pobreza- los que conducen a Vallejo al encuentro y aceptación del marxismo.

Sin embargo, la propia práctica de la lucha de clases le hace comprender que no basta la adhesión ética al marxismo, pues la estrategia y táctica de la revolución se basan en una concepción general del mundo con tres partes consecutivas e interrelacionadas: filosofía, economía y socialismo científico. Entonces Vallejo, hombre de gran cultura y de inteligencia superior, emprende un estudio sistemático del marxismo paralelamente a su práctica política en la que destaca su rol de propagandista –ya que ha dejado de ser un mero espectador de la escena contemporánea- del proceso de conducción del socialismo en Rusia.

El estudio lo lleva a cabo de manera individual, dentro de la célula comunista que dirige Eudocio Ravines (quien una década después habría de convertirse en feroz renegado del comunismo) y a través de charlas y mítines que realiza el Partido Comunista de Francia, cuya librería y órgano de expresión L´Humanité sirve a Vallejo como fuente de información y meditación en torno al movimiento comunista internacional.

Como es sabido, el 29 de diciembre de 1930 Vallejo, junto a su compañera Georgette Philipphart, sale rumbo a España expulsado por la policía francesa por sus múltiples actividades «subversivas». Este hecho -que en relación a V. no pasa de ser un accidente de trabajo, según la recordada frase de Mariátegui- nos ha privado de conocer con más profundidad y detalle la evolución del pensamiento marxista de Vallejo, pues la policía le incautó casi la totalidad de su biblioteca. Sin embargo las citas que hace en los escritos de 1929 para adelante revelan la familiaridad de Vallejo con las obras de Marx, Engels, Lenin, Trotsky, Stalin, Plejanov, Lunacharsky, Bujarin, Rosa Luxemburgo, además de Hegel, Darwin y Freud.

Ahora bien, entre 1929-1930 Vallejo concluye la asimilación fundamental del marxismo; dentro de ese proceso Vallejo empieza por un estudio comprensivo de la dialéctica materialista que implica una ontología y una teoría del conocimiento, de ahí que el libro El arte y la revolución se abra con el capítulo titulado Función revolucionaria del pensamiento, en el cual, basándose en la IX Tesis Filosófica de Marx, contiende con el pensamiento idealista burgués en sus dos variantes fundamentales: la metafísica y la empirocriticista; luego reclama su atención la economía, estructura fundamental de las formaciones sociales que determinan las formas de conciencia.

En el artículo de setiembre de 1929, El último discurso de Briand (dado ante la Liga de Naciones) Vallejo sostiene: «Los problemas sociales no pueden ser resueltos sino por la ciencia, y la ciencia, en este caso, se reduce puramente a la economía. Briand, en vez de hablar en nombre de la 'ética de las naciones' y del `amor a la paz´, debía hablar en nombre de los hechos y conflictos económicos del momento».

Luego de recordar con Marx que «la política es la economía concentrada», continúa: «El reciente discurso de Briand –tan celebrado y difundido por la prensa mundial- es de una sola pieza y en puridad de verdad, un auténtico capítulo de economía imperialista»; más adelante agrega: «La Liga de las Naciones no es más que una Liga de los imperialismos, que trata de resolver los conflictos financieros resultantes de la evolución histórica de la sociedad burguesa, repartiéndose la totalidad de las riquezas y fuerzas productivas del mundo»; y concluye: «Mientras tanto, las contradicciones económicas del capitalismo se agravan más y más y la futura guerra sigue preparándose».

En Mundial en el oriente europeo (octubre de 1929) Vallejo sienta el siguiente método de observación para comprender la realidad de un país: «Marx enseña que para conocer el carácter, desarrollo y destino ulterior de un país, hay que guiarse por el estado y fisonomía de su técnica de producción. El viajero deberá dejar para segundo término del juicio, el arte, la literatura, la religión y la filosofía que él trata de conocer. En primer lugar y si quiere ir derecho en su encuesta y en sus observaciones, debe poner el ojo en las fuerzas, medios e instrumentos de la producción económica». Y no será otro el método que emplee en sus reportajes a Rusia, en especial Rusia ante el Segundo Plan Quinquenal.

Asimismo, el materialismo histórico le servirá para enjuiciar a las figuras políticas y comprender los nuevos tipos humanos generados por la revolución. En Clemenceau ante la historia, a la visión que la burguesía francesa tiene de este personaje, Vallejo opone su propia visión fundada en la posición de clase del proletariado:

«Todo esto fue Clemenceau para el pasado y a los ojos de los dirigentes del pasado: un gran filósofo, gran político, un Superhombre. Mas para la historia nueva, para la posteridad, la verdad es y será otra... Patriotero intransigente, chauvinista fanático, pequeño burgués, testarudo y ambicioso... refleja todo el proceso psicológico y social de toda la Tercera República. Médico, alcalde de Montmartre, periodista, diputado, senador, ministro, Presidente del Consejo, `Padre de la victoria´, especuló, como buen burgués, con el mal del prójimo, sirvió a Thiers contra la Comuna de París; reprimió, con su astucia característica y el portafolio del Interior, las huelgas obreras del Norte y de Lens...».

Meses después de su segundo viaje a la URSS, en Filiación del bolchevique, hace la siguiente caracterización de los militantes que llevaron a cabo la Revolución de Octubre y que ahora llevan adelante la revolución socialista: «Al subjetivismo contemplativo y baldado del reaccionario, opone el bolchevique un objetivismo pragmático, constructivo. Al espiritualismo estático, un materialismo dialéctico. Al absorbente individualismo, un colectivismo racional. A la abstención amarga, una saludable ofensiva creatiz» (subrayado de V.). Pero el materialismo histórico no le sirve sólo para enjuiciar a los demás, sino a sí mismo con este texto estupendo: Mi retrato a la luz del materialismo histórico.

En cuanto al socialismo científico Vallejo se revela como marxista-leninista esencial por las siguientes razones: 1) Por su antirreformismo al plantear la necesidad de la violencia como única vía para hacer la revolución; 2) por reconocer el rol dirigente del Partido Comunista como vanguardia organizada del proletariado, y 3) por aceptar la dictadura del proletariado en tanto subsista el imperialismo y no triunfe la revolución en todo el orbe, es decir en los países capitalistas y en los países coloniales y semicoloniales.

Escuchémosle en relación al punto 1) «(...) Lenin ha repetido con frecuencia: Hay que obligar al capitalismo a reconocer en el proletariado a un enemigo suyo, de ningún modo a un colaborador» (Las fuerzas militares del mundo); «La única forma de condenar la guerra y trabajar por la paz, consiste en hacer la revolución» (Un libro sensacional sobre la guerra, agosto, 1929); «Existe una palabra que ha causado y causa confusiones inextricables: la palabra `revolución´. Esta palabra ha perdido, con frecuencia, su alcance y contenido vitales, para convertirse en máscara para el impostor, del renegado y del oportunista» (Escolllos de la crítica marxista, 1930); en relación al punto 2) «(...) la literatura proletaria debe servir a los intereses de la clase proletaria y, específicamente, debe enmarcarse dentro de las directivas y consignas prácticas del Partido Comunista, vanguardia de las masas trabajadoras» y, en fin, en relación al punto 3) «El arte bolchevique es principalmente de propaganda y agitación. Se propone, de preferencia (subrayado de V.), atizar y adoctrinar la rebelión y la organización de las masas para la protesta, para las reivindicaciones y para la lucha de clases (...) Su destino abraza un ciclo de la historia, que va desde los comienzos del movimiento obrero, hasta la dictadura universal del proletariado, o sea, hasta la implantación del comunismo».

Dentro de este proceso de asimilación del marxismo es que debemos estudiar la actitud de Vallejo frente a Trotsky. Es verdad: Vallejo en más de un artículo, como por ejemplo Las lecciones del marxismo (enero, 1929), muestra simpatía por Trotsky de manera inocultable: «Otras tantas lecciones de libertad ha dado Trotsky. Su propia oposición a Stalin es una prueba de que Trotsky no sigue la corriente cuando ella discrepa de su espíritu».

Sin embargo, en un proceso similar al que siguiera Mariátegui, Vallejo va matizando sus opiniones a medida que va profundizando su conocimiento del marxismo y de la realidad de la lucha de clases en la URSS y en el PCUS; así, en su artículo Mundial en Rusia, escrito en Leningrado en octubre de 1929, afirma: «(...) No data de hoy el extremismo de Trotsky. Gran parte de sus desacuerdos con Lenin se explican por el izquierdismo, incurable y también temperamental de Trotsky. Durante los días de la revolución, mucho tiempo después de su adhesión al partido bolchevique (subrayado MG), trató siempre con exacerbada intransigencia los problemas de la guerra civil y de la organización del Estado proletario».

Pero es en El arte y la revolución, libro terminado en 1930 y corregido en 1932, donde Vallejo deslinda de manera definitiva con Trotsky al asumir y defender las posiciones contra las cuales de manera embozada, abierta y después desenfrenadamente luchaba aquél (además, por cierto, la adhesión explícita a Stalin); en síntesis estas posiciones son: 1) aceptación del leninismo como una segunda etapa del desarrollo del marxismo; 2) aceptación del partido como vanguardia organizada del proletariado y de su rol dirigente de la revolución; 3) aceptación de la dictadura del proletariado para la defensa de la revolución y construcción del socialismo; 4) aceptación de la posibilidad histórica de la revolución dirigida por el proletariado en los países atrasados y en los países coloniales y semicoloniales con masas mayoritariamente campesinas, y 5) la aceptación de la literatura proletaria dirigida por el partido y al servicio de la revolución como la llevó a la práctica el propio Vallejo en obras como El tungsteno o Lock-out.

¿Qué enseñanzas pueden sacarse de la trayectoria seguida por Vallejo? Tratemos de resumirlas en los siguientes tres puntos:

1) contra lo que dogmatiza el discurso de la crítica reaccionaria y academicista y de los escritores reformistas, anarquizantes, francotiradores y «marginados» en el sentido de que el marxismo militante coacta y mutila la capacidad creadora, la experiencia vallejiana demuestra que la teoría y la práctica marxista-leninista potencian, en un verdadero salto dialéctico, las facultades creativas cuando se trata de un auténtico creador de honesta, firme y constante vocación popular. Con Poemas humanos y España, aparta de mí este cáliz, Vallejo alcanzó la jerarquía de uno de los mayores poetas del siglo XX y acaso la de más alto poeta de la lengua española de todos los tiempos; pero, simultáneamente, la revolucionarización de su conciencia hizo de Vallejo el paradigma de escritor e intelectual total: excepcional reportero, ensayista, teórico del arte, pensador y audaz experimentador de todas las formas literarias y afines a la literatura: narrador (con obras perdidas o extraviadas como El cóndor de la tierra), autor dramático (también con piezas perdidas como ¡Alemania despierta!), autor de guiones para cine, vale decir infatigable explorador de formas para mejor expresar el drama y la grandeza del hombre, prácticas que constituyen retos e incitaciones para nuestras modestas generaciones;

2) Vallejo, por su filiación comunista y el sentido total de su obra, pertenece a los obreros, campesinos y masas explotadas y a los hombres de buena voluntad del Perú y el mundo, en especial de los países coloniales y semicoloniales oprimidos por el feudalismo y las burguesías nativas y por el imperialismo; por tanto Vallejo, por las condiciones de nuestro país, es un enemigo implacable de los gobiernos que ejercen la dictadura burgués-terrateniente y de los reformistas y oportunistas coludidos con el gobierno de turno que se oponen a la justa cólera de los pobres en cuya gran gesta hasta «el niño pega/ sin que le diga nadie que pegara», y

3) lo humano en la obra vallejiana tiene un profundo sentido de clase; es decir, para Vallejo los portadores de lo humano y lo potencialmente humano son los pobres de la tierra cuya sustancia –materia, cuerpo, espíritu- está hecha de dolor, sapiencia y rebeldía. Y así habrá de ser hasta que con la instauración final del comunismo sobre la tierra desaparezcan el Estado, las clases sociales y el propio partido del proletariado. Entonces, Vallejo adquirirá el definitivo rango de uno de los grandes clásicos de la humanidad liberada.