La Guerra Nacional Revolucionaria en España, parte 3

El alzamiento fascista

En las elecciones de febrero, el Frente Popular ganó, obteniendo 278 curules en las Cortes, mientras la derecha sólo obtuvo 134. Los partidos del centro prácticamente dejaron de existir. Incluso Francisco Cambo, el principal capitalista de Catalunya, perdió su curul.

Las elecciones aún no habían terminado cuando ya se planeaba otro golpe derechista, esta vez en gran escala. Franco pidió al Primer Ministro encargado que declarara un «estado de guerra» para impedir que el Frente Popular se posesionara. Su petición fue rechazada aduciendo que tal medida provocaría una revolución (1).

Con este rechazo, Franco empezó a conspirar en secreto, junto con algunos generales, incluyendo a Sanjurjo y Mola (ambos morirían ese mismo año en circunstancias misteriosas, asegurando de forma incidental el ascenso de Franco en el campo fascista).

Entre otros, los conspiradores incluían representantes de las facciones monárquicas enfrentadas, la CEDA, y a través de ellos, varios financieros (2). Juan March, que contribuyó con $15.000.000 para el golpe (3), había ido a Francia, pero siguió en contacto con los conspiradores a través de su enviado, el obispo de la Misión Católica en Francia (4). Francisco Cambo también abandonó el país, depositando la mayoría del capital de su imperio financiero en Buenos Aires (5). Cambo aparentemente no estaba involucrado directamente en el golpe, pero lo apoyó después de ocurrido (6). Los conspiradores recibieron garantías anticipadas de apoyo financiero alemán e italiano a cambio de riquezas metálicas (7).

La pequeña Falange Española, el partido fascista "oficial" de España, participó en la conspiración y junto con los carlistas (monárquicos) de Navarra, brindó el minúsculo apoyo popular con el que podían contar los conspiradores. La Falange estuvo apoyada en sus primeros días por Juan March, el Banco de Viscaya (parcialmente controlado por los jesuitas), varios industriales vascos y los monárquicos borbones (8). Después del levantamiento, se transformó en el partido de Franco (9).

Los rumores de la conspiración estaban muy difundidos. El 13 de julio, el diputado del PCE José Díaz acusó a la derecha en las Cortes: "No podéis negar que estáis conspirando, que estáis preparando un golpe" (10). El mismo día, la portavoz del PCE Dolores Ibaburri ("La Pasionaria") habló en Asturias: "¡Asturianos! Vigilad. La reacción está aún ahora en armas. Si se atreven a levantarse, sabréis qué hacer. Recuperad vuestras armas ahora, de donde las habéis escondido, y mantened vuestra pólvora seca" (11).

El 16 de julio, Franco voló en un avión británico desde su cuasi-exilio en las Islas Canarias hasta Mallorca en el Mediterráneo. En el avión iba con él cierto capitán Pollard, agente del servicio secreto británico. Pollard consiguió que el cónsul británico intercediera ante las autoridades republicanas cuando el avión fue detenido por falta de papeles. Fue liberado (12).

En la tarde del día siguiente, el levantamiento fascista comenzó en Marruecos. Al conocer los eventos de Marruecos, los sindicatos y partidos de izquierda exigieron que los trabajadores fueran armados por el gobierno. En la mayoría de regiones no lo fueron, pero muchas guarniciones rebeldes en la península fueron dominadas por los trabajadores con armas tomadas de la policía y el Ejército. Al finalizar esta primera fase de la rebelión, dos terceras partes del territorio español y tres cuartas partes de su población permanecían en poder de la República. Las principales fuerzas de los fascistas eran la Legión Extranjera y las tropas marroquíes del Ejército de África en Marruecos, pero no pudieron cruzar el estrecho hacia España porque los marineros de la flota habían arrestado a sus oficiales y evitaron que se unieran a la revuelta. Para sacar a Franco de esta dificultad, Hitler envió la primera ayuda militar importante, 20 aviones de transporte para llevar el Ejército de África a España. En su punto culminante, la ayuda alemana a Franco llegó a unos 6.000 soldados especializados de la Legión Cóndor, principalmente tanquistas, pilotos, artilleros y consejeros, además de una vasta cantidad de material. La máxima cantidad de fuerzas italianas fue de 100.000 soldados, con enormes cantidades de material (13). Las "democracias" europeas contribuyeron con una política de "no intervención" que empezó por negarse a venderle armas a la República y culminó en un bloqueo naval conjunto con Alemania e Italia.

En mayo de 1937, el Acta de Neutralidad de los EE.UU. se convirtió en ley, complementando los esfuerzos informales del Departamento de Estado para evitar la venta de armas a España (14). En los primeros días de enfrentamientos, Vacuum Oil se negó a cumplir con un contrato para dar combustible a las naves republicanas en Tánger, y Texaco desvió a los fascistas cinco buques tanque con gasolina que iban dirigidos a la República (15). El departamento de Estado trató de evitar la venta de aviones de México a la República (16). Durante la guerra, Texaco entregó al menos 1.866.000 toneladas métricas de productos del petróleo a Franco. Ford, General Motors y Studebaker vendieron un total de 12.000 camiones a Franco, comparados con los 1.700 de Italia y 1.800 de Alemania. Ni combustible ni camiones fueron vendidos a la República (17).

Las compañías yanquis también vendieron armas a los fascistas enviándolas primero a Alemania nazi, desde donde fueron transbordadas a España. En 1938, la Atlas Powder Company de Dupont envió 60.000 bombas aéreas a Alemania de esta forma, todas marcadas "para transbordo a un destino no declarado" (18). En abril de 1938, Roosevelt admitió públicamente que las bombas que caían en las ciudades republicanas eran de fabricación estadounidense. "Es perfectamente legal", dijo (19).

Aparte de la patrulla de "no intervención" naval, la Gran Bretaña redujo su ayuda a Franco a envíos de munición a través de Gibraltar y reportes de inteligencia sobre la ayuda rusa a la República, además de varios tratos comerciales (20).

Por su parte, el gobierno del Frente Popular en Francia hizo su contribución al fascismo de varias formas aparte de la "no intervención". Después de venderle a la República una pequeña cantidad de aviones obsoletos, cerraron la frontera para armas y voluntarios. Los voluntarios de la República capturados en Francia fueron tomados presos, pero las organizaciones clandestinas dirigidas fundamentalmente por los comunistas lograron que muchos cruzaran la frontera. Grandes cantidades de armas soviéticas y de otros países compradas por la Comintern fueron retenidas en suelo francés. Tras la caída de Catalunya, los refugiados republicanos fueron tratados de la mejor forma por la hospitalidad de la clase dominante, en campos de concentración.

La ayuda de la Unión Soviética a la República empezó a llegar a España en octubre de 1936, apenas a tiempo para que un destacamento de tanques soviéticos ayudara en la defensa de Madrid. El número total de personal soviético en España probablemente nunca llegó a 700 (21). Los envíos de armas soviéticas fueron limitados después del cierre de la frontera francesa por la necesidad de pasar el cerco de submarinos y aviones italianos y la patrulla de "no intervención", y también por el deseo de evitar una guerra mundial, deseo que finalmente no se pudo realizar. Según fuentes franquistas, 53 navíos mercantes fueron hundidos, 324 capturados y 1.000 detenidos en el mar por transportar armas a la República. No todos llevaban material de guerra soviético, por supuesto, pero entre las naves soviéticas que se sabe fueron hundidas estaban el Komsomol, el Timiriazev y el Blagoev (22).

El efecto general de la intervención extranjera fue que la República casi nunca combatió en igualdad de armas, y por lo general se enfrentaba a fuerzas materiales y humanas 3 ó 4 veces superiores (23).

Continúa

Notas

(1) Hugh Thomas, "La Guerra Civil Española", volumen I, pp. 182-183.

(2) Ibid, pp. 188-191.

(3) G. Jackson, "The Spanish Republic and Civil War, 1931-1939", Princeton, 1965, p. 417.

(4) Frank Jellinek, "The Civil War in Spain", London, 1938, p. 285.

(5) Ibid, p. 75.

(6) Richard Robinson, "The Origins of Franco's Spain", Pittsburg, 1970, p. 291.

(7) Jellinek, p. 279.

(8) Stanley Payne, "Falange", Stanford; 1961, p. 45.

(9) Jackson, pp. 356-8.

(10) D. Ibarurri, They Shall Not Pass, New York, 1966, p. 185.

(11) Citada por Arthur Landis, "Spain! The Unfinished Revolution", Baldwin Park, Cal., 1972, p. 136.

(12) Ibid, p. 105.

(13) Jackson, p. 333.

(14) Landis, p. 205.

(15) Ibid.

(16) Ibid., p. 207.

(17) Ibid., p. 208.

(18) Ibid.

(19) Ibid.

(20) Encargado de negocios alemán en la España fascista, citado ibid., p. 239.

(21) Stanley Payne, "The Spanish Revolution", New York, 1970, p. 324.

(22) Landis, p. 243.

(23) Arthur Landis, The Abraham Lincoln Brigade, New York, 1967, passim.