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Daniel Chavarría: Lo mío es la novela política de aventuras

En días recientes, este singular uruguayo, ganador de los premios más importantes de la novela negra, dijo: “Yo soy un comunista que toda la vida he pensado en el futuro de la humanidad, no lo he hecho por conveniencia y nunca he querido hacer carrera política con las ideas, pero para mí es importante decir cosas que se disfruten, pero que conlleven una reflexión, porque me angustia que la gente piense con la barriga”.

Daniel Edmundo Chavarría Bastélica nació el 23 de noviembre de 1933 en San José de Mayo, Uruguay. Reside en Cuba desde 1969. Hablante fluido de cinco lenguas europeas, entre 1975 y 1986 ha sido traductor de literatura alemana para el Instituto Cubano del Libro y profesor de Latín, Griego y Literaturas Clásicas en la Universidad de La Habana.

Es esencialmente un novelista y confiesa que detesta tener que escribir otras cosas, sobre todo cartas a su familia; pero a veces por necesidad o compromisos, ha escrito también cuentos, guiones para cine, un serial para TV, textos docentes, relatos autobiográficos, artículos literarios y políticos, de los que por expresa voluntad suya no doy cuenta en esta entrevista.

Y de sus novelas (13 hasta el momento), sólo ha permitido mencionar las siete que él considera más dignas. Esta prohibición me la ha impuesto de forma tímida pero irrestricta, y se la he concedido como regalo por su septuagésimo cumpleaños. Son ellas, pues, con sus premios: El rojo en la pluma del loro, 2001 (premios 6 y 3); Adiós muchachos, 1994 (5); Aquel año en Madrid, 1999 (única no premiada); El ojo de Cibeles, 1993 (7, 8, 9 y 3); Allá ellos, 1991 (4); La sexta isla, 1984 (3), y Joy, 1978 (1 y 2).

Los números se corresponden con los siguientes galardones:

(1) Premio Aniversario de la Revolución, La Habana 1975.
(2) Premio Capitán San Luis, a la mejor novela policíaca publicada en Cuba. durante la década 70-80.
3) Premio de la Crítica, La Habana, otorgado anualmente por el Ministerio de Cultura.
(4) Premio Dashiell Hammett, Gijón 1992, a la mejor policíaca en lengua española del año 1991.
(5) Premio Edgar Allan Poe, New York 2002, otorgado por la Mystery Writers of America, a la mejor novela policíaca publicada en EU (en inglés), durante el año 2001.
(6) Premio Casa de las Américas, La Habana, 2000.
(7) Premio Planeta-Joaquín Mortiz, México, 1993.
(8) Premio de Educación y Cultura, Montevideo, 1994.
(9) Premio Ennio Flaiano, Pescara, 1998, a la mejor novela publicada en Italia en 1997 por un autor no europeo.

¿Es cierto que a Cuba llegaste en el 69 como secuestrador de una avioneta?

Sí, pero prefiero no dar detalles, porque cuando Bush lea esta entrevista va a decir que Juventud Rebelde ha celebrado el cumpleaños de un terrorista disfrazado de escritor.

¿Qué motivó al profesor de lenguas clásicas a escribir novelas policíacas?

Mi profesorado de letras clásicas ha sido la culminación de un proceso iniciado en la adolescencia. Si en algo fui precoz, fue en saber que el latín y el griego me propiciarían el escribir un día en español, con claridad y elegancia. Y cuando hacía mis primeros pininos autodidactas en latín, no me interesaba tanto acercarme al conocimiento de la antigüedad, como preparar mi futuro de plumífero moderno.

En cuanto a mi interés por lo policíaco, no existió nunca. Lo que a mí me sedujo, fue la novela política de aventuras, tal como la cultivaban los soviéticos en las décadas del 70 y 80; y un día me di cuenta de la excepcionalidad que me brindaba la revolución cubana. Era el único país de Occidente enfrentado a brazo partido con los EU. Todos los demás eran sus aliados más o menos sumisos, o vergonzosos vasallos. Pero como ese enfrentamiento Cuba-EU se expresaba también en la pugna entre la CIA y la seguridad del estado cubano, un día descubrí que tenía vía libre para concebir un héroe cubano, negro, blanco, mulato, indio; que hablara en español, oyera nuestra música, celebrara nuestros chistes, nuestra comida; y que podía ponerlo a fajarse en un callejón de Yakarta o El Cairo, en cumplimiento de una misión. Así surgió el mayor Alba, de mi novela Joy, miembro de la contrainteligencia científica, graduado como biólogo en la URSS, karateca, culto, políglota, que desbarata una covert action de la CIA destinada a arruinar la citricultura cubana. Y tanto el personaje como sus circunstancias son, no sólo posibles, sino en gran parte documentales.

¿Por qué?

Es sabido que los EU llevan casi 50 años atacando y saboteando los esfuerzos de Cuba por salir del subdesarrollo, y han introducido varias plagas en el país.

Y así me di el gusto, por primera vez, de romper el monopolio anglosajón sobre el género, y publicar una primera novela de espionaje en lengua española. Luego siguieron otras, donde los protagonistas son cubanos o latinos o ciudadanos del mundo solidarios con Cuba; y me di el gusto de desechar los modelos por la ficción de habla inglesa.

Cuba fue también el primer país latinoamericano que permitió concebir una ficción novelística cosmopolita; porque es sabido que la inteligencia cubana ha operado y opera a escala planetaria y en el propio territorio del enemigo. Eso sería tema imposible en una novela de cualquier otro país del área. Un mayor Alba argentino, mexicano, brasileño, o incluso español, sería ridículo. Nadie se lo creería; porque ninguno de esos países se enfrenta a los EU; y sus órganos de seguridad están de rodillas, o sirven de alcahuetes y colaboran desvergonzadamente con Washington en reprimir a los patriotas e inconformes del Tercer Mundo.

Y aunque el ejercicio de la docencia clásica fue en mi caso una vocación muy temprana y definida, también lo fue, desde el 59, la causa de la revolución. De modo que al avizorar un día esa mina de oro literario que es el género de la novela política de aventuras, y la posibilidad de inaugurarlo en lengua española con la verdadera historia de la Cuba contemporánea, zambullí de cabeza. Luego, con los años, me he ampliado, y hoy escribo también novela histórica y una picaresca cubana, que ensambla elementos del policíaco, la comedia costumbrista y la novela erótica.

Una aventura con carga política...

Yo me propongo volver a mis inicios en Cuba, que fueron novelas políticas. Ahí está Joy. Al inicio del período especial, en los 90, me cayó cierto pesimismo con respecto al futuro de la revolución. Decidí hacer otra literatura. Si yo hubiera escrito lo que pensaba en ese momento les hubiera hecho el juego a los enemigos de la revolución, algo que no iba a hacer. Escribí El ojo de Cibeles, una novela ambientada en el siglo V, nada que ver con Cuba; después un par de novelitas light… Pero a mí lo que me interesa realmente es lo que los soviéticos llamaban novela política de aventuras, como las que escribía Semionov. (A mí, particularmente, no me gusta Semionov, lo considero un mal escritor. No soporté nunca 17 instantes de una primavera).

Yo, honradamente, trato de escribir cosas inteligentes; no soy un culterano, trato de hacer una literatura que esté al alcance de amplios sectores de la población. Pero con dignidad, sin caer en la estúpida lógica mercantilista.

La literatura tiene una función apelativa, es esa capacidad de trasmitir una información muy sintética por la vía emocional. Es lo que logra Balzac en la Comedia Humana. Lo que logra Víctor Hugo. Yo me definí como una persona de izquierda a los 12 ó 13 años, después de leer Los Miserables. La lectura de un libro puede formar y definir a un ser humano.

No quiero darme importancia como escritor, no padezco esa borrachera estúpida. Pero si una obligación siento es de tipo social. Con la formación de valores… Claro, es importante cómo hacerlo. Yo soy partidario de una envoltura light…

Ahí entran en juego los ganchos

Por supuesto. Soy partidario de la vieja fórmula aristotélica de lo dulce y lo útil. Lo útil sería el contenido ideológico. Lo dulce son los ganchos. La amenidad es sacrosanta.

Les dedica Una pica en Flandes a los cinco cubanos presos en EU. ¿Es simplemente un homenaje?

Algo más. Esta novela evidencia la mentira. Uno vive en un mundo absurdo, gobernado por tarados y criminales. La mentira es un arma poderosísima. Dicen que persiguen el terrorismo —siendo ellos mismos grandísimos terroristas— pero lo que quieren es el petróleo. Mentiras y más mentiras. Y ante la evidente ventaja tecnológica de los poderosos, a los hombres de bien no les queda más arma que las ideas.

Estos muchachos son víctimas de una gran mentira. No estaban atentando contra la seguridad de los EU. Estaban protegiendo a su país del terrorismo de los mafiosos de Miami. Me interesa ponerlo claramente. Hay mucha desinformación en el mundo y pienso mucho en mis lectores europeos. En Cuba no hace falta decirlo. Si esta novela fuera a circular sólo aquí a lo mejor no los pondría en la dedicatoria, pues pudiera parecer guataquería. Pero me interesa que en el resto del mundo se sepa que esos jóvenes son inocentes, que sólo trataban de defender a su país. En esa causa, Una pica en Flandes puede ser un grano de arena.

Hay que no interesarse por el caso de ellos para no sufrir que hayan sido tratados con ese colmo de injusticia, condenados a vivir en condiciones deplorables tantísimos años. Ellos son la flor de la especie cubana. Y Cuba es la sociedad más justa del mundo, aun cuando haya dificultades, carencias, iniquidades, pero eso es muy poquito al lado de las grandes virtudes. Y una persona joven que entrega su vida, —porque meterse en la cueva del lobo es hacerlo—, lo merece. Estos cinco jóvenes, de alguna manera, también están vinculados con mis personajes.

¿Qué opinas de la juventud cubana?

Pregunta difícil, a la que de buena gana le haría un dribbling; pero como le prometí a mi mujer que no iba a decir más mentiras, te la responderé con franqueza. La juventud que veo en las calles de mi barrio (La Rampa) no me entusiasma; y la que trato en círculos literarios tampoco. Yo, que pertenezco a la generación del entusiasmo, tengo que apelar a veces a toda mi tolerancia. Sé que en Cuba hay problemas, carencias y demás, pero los problemas del presente revolucionario suman 10 centímetros y las virtudes un metro y medio. Y cuando algunos jóvenes intelectuales, en su despiste político, suelen verlo al revés, yo me indigno; pero me consuelo al saber que hay otros jóvenes cubanos con los que un viejo lobo de bar como yo, no suele empatarse. Son los que están en sus escuelas, fábricas, hospitales. Esos jamás acuden a los locales de mi circuito. Tampoco me es accesible la juventud que hoy presta servicios médicos, docentes, solidarios, en África, América Latina y otros países del Tercer Mundo, a la que considero flor de la especie cubana. Como ves, no te puedo dar una única opinión...

¿Y en tu literatura, qué papel asignas a la juventud cubana?

Mi literatura son otros cinco pesos... Primero permíteme reiterarte que sólo me interesan las novelas, y que las escribo en tres vertientes: novela política de aventuras, novela histórica y la picaresca. En esta última, donde mezclo sexo, comedia y policiaco, los jóvenes son protagónicos.

Me interesan sobre todo para entender aspectos poco mencionados de nuestra patología social. Y pese a que yo vivo atrincherado en defensa de la revolución, he aprendido a evitar la literatura eufemística. El eufemismo y la literatura se dan de patadas. Una literatura sin conflictos, aburre, nadie te la cree. En mi picaresca, por ejemplo, sería fatal que me dedicara a elogiar los éxitos revolucionarios en la educación o salud pública.

El policiaco te exige marginalidad, violencia. Y para que las tramas sean convincentes tienes que valerte de personajes reales e introducir conflictos. En mi novela El rojo en la pluma del loro, por ejemplo, yo trato con mucho cariño un personaje socialmente negativo. Se trata de una joven jinetera, que por supuesto no estudia ni trabaja. Se prostituye. Pero al mismo tiempo es un ser luminoso, leal, valiente, capaz de arriesgarse e ir presa por defender una causa justa.

A mí me parece válido, desde la literatura, estudiar el dramático destino de muchos marginales, procedentes del campesinado o de la clase obrera, para quienes precisamente se hizo la revolución, y que, en parte por su mala suerte, desestiman las oportunidades que se les ofrecen y terminan en el delito y la cárcel.

Y en este caso de la picaresca cubana, muy fértil para propiciar una reflexión crítica sobre nuestra sociedad, uno debe enganchar al lector con la envoltura light, y con la amenidad descafeinada de la comedia policíaca y el sexo. Luego, para que el mensaje ideológico resulte eficaz debes tirar la piedra y ocultar la mano.

Ángeles y demonios

Cuando se le pregunta sobre la pervivencia de la revolución cubana (a unos días de que se cumpla el 45 aniversario del triunfo de Fidel Castro), Chavarría se refugia en un símil bíblico para explicar la interrelación de Cuba con el resto de los países: "El mundo está dividido entre buenos y malos, ángeles y demonios, pero no debemos perder la brújula, dónde está el norte: mi enemigo personal es el complejo militar de EU y los lacayos de la Unión Europea. Cuba es la luminaria de los sectores del bien, por decirlo en términos mesiánicos".

En concreto, a Chavarría le irrita la actitud beligerante de determinados intelectuales, que este año alzaron su voz contra las duras condenas que el régimen castrista impuso a 75 disidentes y la ejecución de tres secuestradores (ocurridas durante marzo y abril pasados). "Me indigno como persona y como literato contra los escritores que le hacen el juego al demonio que representan EU y su camarilla de la UE, como si el enemigo fuera Cuba, sin conocer realmente lo que está pasando. (José) Saramago y (Eduardo) Galeano (que se sumaron a esas críticas) son buenas personas pero se equivocaron y hay que decírselo", señala Chavarría.

Para el escritor uruguayo-cubano, la revolución cubana atesora más logros que fracasos: "Hay carencias, algunas injusticias, problemas… pero son más las virtudes que los defectos, de eso no hay duda. Aquí en Cuba no hay desaparecidos ni torturados, se cuida a los ancianos, a los niños… Es una vergüenza que en Ginebra se siga condenando a este país por la situación de los derechos humanos", se queja.

Nota:
Este perfil se elaboró ensamblando declaraciones provenientes de varias entrevistas recopiladas y cedidas amablemente por el compañero Álvaro Castillo Granada.