La Bielorrusia popular
Un islote emergido de la Unión Soviética que resiste a los embates del imperialismo neoliberal

por Civilización Socialista
Febrero de 2006

En Bielorrusia, la Gran Revolución Socialista de Octubre recibió un apoyo entusiasta y masivo de los obreros y campesinos. El país se convirtió en República Socialista Soviética y en 1922 fundó la Unión Soviética junto a Rusia, Ucrania y Transcaucasia.

El pueblo recuerda el horror nazi

Seguramente para entender al pueblo bielorruso de hoy es necesario saber que el ejército hitleriano en 1941 no fue precisamente recibido con flores en Minsk, la capital (como fue el caso de los que si recibieron con flores a los nazis: la derecha polaca, los nacionalistas lituanos o croatas y otros). El pueblo resistió enérgicamente el avance alemán y los nazis mataron sin contemplaciones a tres millones de habitantes y redujeron a cenizas Minsk y 700 poblaciones más con sus habitantes. Los bielorrusos siguieron combatiendo sin tregua a los nazis desde los bosques en las filas de los partisanos. El pueblo conserva hasta hoy un odio profundo y legítimo a la barbarie nazi-fascista y sabe lo que significa defender su libertad.

La Unión Soviética reconstruyó en un plazo breve las ciudades destruidas y el pueblo siguió empeñado en construir el socialismo. El país fue de los centros industriales de toda la Unión Soviética.

La destrucción de la URSS: grave amenaza contra el pueblo bielorruso

La destrucción del gran estado soviético de obreros y campesinos a finales de 1991, fue otra gravísima amenaza para la vida del pueblo. Como en otras repúblicas soviéticas, los jefes burocratizados gorbachovianos del PCUS traicionaron al pueblo y empezaron a destruir el socialismo. Pero a diferencia de otras repúblicas, el pueblo les dió una patada en el trasero en la primera ocasión que se presentó. En las elecciones del 20 de julio de 1994 votó como presidente no a este tipo de traidores (como Karimov en Uzbekistán, Nazarabaiev en Kazajstán, Aliev en Azerbaidján, Kuchma en Ucrania, Shevarnadze en Georgia, Eltsin en Rusia, etc.) ni a fascistas (como Gamsajurdia en Georgia o Landsbergis en Lituania) sino a un cuadro comunista de bajo nivel que carecía del apoyo de la CIA yanqui o de las poderosas oligarquías y de las mafias que se estaban constituyendo en ese momento. Alexander Lukashenko había sido modesto instructor ideológico en el Ejército Rojo, comisario político de las tropas guardafronteras, nombrado en 1987 jefe de un sovjós (granja colectiva), elegido diputado al soviet supremo bielorruso soviético en 1990 y parlamentario después.


El renacimiento de una Bielorrusia prosoviética

Su programa correspondía absolutamente a las necesidades de un pueblo que estaba siendo duramente golpeado por la contrarrevolución triunfante en la antigua URSS. Obviamente, Lukashenko no pudo seguir construyendo el socialismo, pero consiguió lo que casi nadie ha hecho en las antiguas repúblicas soviéticas: detener el desmantelamiento de las estructuras soviéticas, la privatización de la economía, la destrucción de las conquistas del socialismo y de la vida de la gente.

Lukashenko se negó a seguir los dictados del Fondo Monetario Internacional y a entregar la economía del país a una incipiente oligarquía local o a la poderosa oligarquía rusa. La tierra se ha mantenido como propiedad socialista y los koljoses y sovjoses no han sido desmantelados y han seguido trabajando. Combatió por echar de las calles a la mafia (que se había apoderado de Moscú). Se negó a sustituir la amistad soviética fraternal entre todas las comunidades étnicas por el chovinismo reaccionario que llevó a la guerra civil en la vecina Moldavia, en el Caúcaso y en el Asia Central y a la opresión de las minorías en los países bálticos, en el Caúcaso y en otros lugares. En Bielorrusia siguen conviviendo con el típico espíritu de amistad soviética los bielorrusos con los rusos, polacos, ucranianos, judíos, armenios, azeríes y hasta un total de 150 nacionalidades. Pero también se negó a perder los mercados soviéticos para los tractores, fertilizantes y otros productos de su república y se empeñó en consolidar las relaciones con empresas y regiones de la desaparecida Unión Soviética. De manera que hoy el 64% de su exportación se dirige a Rusia y mantiene relaciones estrechas con Tadjikistán, Kazajstán y Kirguistán. Además ha incrementado las relaciones con China, firmó un acuerdo en el 2000 de colaboración económica y comercial con Cuba y mantiene buenas relaciones con el Tercer Mundo.

El régimen ha conseguido controlar la inflación. Las diferencias entre ricos y pobres son menores que en Rusia. La corrupción se mantiene bajo control. El estado paga puntualmente salarios y pensiones, a diferencia de Rusia y Ucrania. El nivel educativo se ha mantenido y los teatros y ballets siguen abiertos. El nivel de vida popular es superior al de cualquier otra república post soviética.

El régimen se esfuerza en mantener los símbolos del poder soviético. Así eliminó la bandera antisoviética vigente de 1991 a 1994 e implantó la misma bandera de la República Socialista Soviética pero sin la hoz y el martillo. La calle donde está la presidencia se llama Carlos Marx. Se pueden ver imágenes de Lenin en Minsk. En el 2005 la presidencia inauguró un conjunto monumental dedicado a la Gran Guerra Patria llamado “Línea Stalin” para satisfacción del pueblo e indignación de los imperialistas occidentales.

Obviamente el campesinado, el proletariado, la mayoría del pueblo y varios partidos comunistas locales apoyan al presidente y sólo un reducido grupo apoya a la oposición. También el Partido Comunista de la Federación Rusa y los sectores prosovieticos de la antigua URSS le apoyan.

Rechazo firme al imperialismo y al capitalismo neoliberal

Lukashenko ha seguido la política soviética de paz y amistad con los pueblos del mundo y, a la vez, de rechazo a las agresiones del imperialismo euro-norteamericano. Así, mantuvo relaciones con el Iraq baasista hasta su invasión en el 2003. En 1999, cuando los aviones de la OTAN bombardeaban incansablemente la pequeña Yugoslavia federal para doblegar su resistencia, Lukashenko propuso la creación de un estado formado por Serbia, Rusia y su país. Declaración retórica pero que contó con el apoyo popular y que fue un mensaje claro dirigido a la OTAN: rechazamos vuestros crímenes, nos oponemos a vuestra expansión y jamás seremos vuestros criados como lo son otros. En 1998 acordó con Rusia una unión confederal con un parlamento y moneda únicos que aún no se ha llevado a la práctica.

Peligrosas maniobras imperialistas para derribar el poder prosoviético

Como cabe pensar, tanto los imperialistas yanquis como los europeos han acogido con rabia la política prosoviética de Lukashenko que se ha convertido en auténtica barrera en sus planes de expansión y de control y saqueo de las amplias áreas post soviéticas. Inmediatamente la CIA y todas las ONG y media a sus órdenes consideraron al presidente bielorruso un “dictador” a eliminar. Y los gobiernos de la Unión Europea han seguido la misma política. Para destruir el poder antimperialista de Minsk han intentado poner en marcha los escenarios que les han resultado favorables en Serbia, Georgia, Ucrania y Kirguistán. Pero sin dudarlo un instante, el régimen bielorruso ha expulsado las embajadas occidentales en 1998, a los agentes de la CIA camuflados como “activistas de las ONG” y ha cerrado las oficinas de la Fundación Soros, especializada en restauración del capitalismo en el Este bajo el angelical nombre de “sociedades abiertas”.

Para el próximo 19 de marzo están previstas elecciones presidenciales y las encuestas señalan que el 76% de los siete millones de electores votarán a Lukashenko y sólo entre el 3 y el 4% votará al candidato apoyado por el imperialismo occidental. Dado que se prevé que la oposición pretenda alterar el orden y provocar disturbios siguiendo instrucciones de los servicios especiales de la OTAN, el pasado 1 de febrero el presidente advirtió seriamente que de producirse tal eventualidad, las embajadas de los países imperialistas serán expulsadas en 24 horas.

La Bielorrusia popular configura el futuro de renacimiento soviético cuando el poder capitalista se desmorone en Rusia y caigan los gobiernos marionetas de la OTAN en Lituania, Estonia, Letonia, Ucrania y Georgia. Mientras llega ese momento, Civilización Socialista expresa su solidaridad con la lucha del pueblo bielorruso y su dirección por la paz, la independencia, el desarrollo económico y la defensa de sus conquistas.