La Tramacua, de Yezid Arteta

Por: Álvaro Castillo Granada

El prisionero de guerra y escritor colombiano Yezid Arteta

Hay libros a los que es doloroso acercarse. Su lectura nos marca, nos deja una huella profunda en el alma, un sabor amargo en la boca. Muchas veces estos libros cuentan historias simples, sencillas, de todos los días, esas que llamamos "de lavar y planchar", con tal intensidad, con tanta carga emocional, que es imposible olvidarlas.

¿Quién que haya leído alguna vez Una muerte en la familia de James Agee podrá mirar el dolor, el aturdimiento, la sorpresa que causa la ausencia definitiva con los mismos ojos? Otras veces se transforman en testimonios de aquello que sucede en nuestra vida o en nuestro país y que no podemos o queremos ver. De estas dos vertientes, que terminan siendo la misma, se alimenta La Tramacua, primera novela de Yezid Arteta Dávila.

Siguiendo el ejemplo de Gabriel García Márquez en Crónica de una muerte anunciada, donde más importante que el crimen es saber cómo se realiza, Yezid (y lo llamo por su nombre porque después de leer su libro nos sentimos con un amigo de hace mucho tiempo), nos cuenta la historia que hay detrás del asesinato de Quiñónez y la de otros hombres que por decisión propia, mala suerte o destino, terminan compartiendo sus vidas en la cárcel de máxima seguridad de Valledupar (la "Tramacua").

Sus historias, sus destinos, encierran, son un gran fresco de la otra Colombia que sabemos que existe y desconocemos: la que está presa. Aquella donde el destino de un hombre se tuerce en un segundo, donde las esperanzas se van desdibujando con el lento paso de los días, donde la injusticia campea.

Gracias a su excelente construcción, la novela nos va revelando esa otra realidad, haciéndonos sentir por un instante testigos de excepción y dejándonos, al finalizar la lectura en la página 212, un amargo recuerdo en el alma.

Fruto de la misma "serenidad y paciencia" que le recomendaba Kalimán a Solín, esta primera novela nos muestra a un escritor que está aprendiendo a narrar (ya habíamos tenido un magnífico anticipo en su libro de crónicas Trocha de ébano), que quiere y necesita dejar un testimonio y una constancia de lo que se calla y no se escucha, con el gran mérito de no pretender hacer un panfleto o una simple denuncia sino literatura.

Al transformar en arte todas sus experiencias su obra se vuelve más eficaz que el informe más elocuente. "Fuera de la vanguardia o evidente panfleto" (como dice la canción de Silvio Rodríguez) Yezid nos entrega unos personajes, unos trozos de vida, que, gracias al oficio y a las palabras, se vuelven inolvidables, perduran en nuestra memoria. Mientras tanto aguardamos que Martín Sinisterra escriba la segunda parte del libro.

Como diría Alvaro Cepeda Samudio: todos estamos a la espera.

La tramacua, Yezid Arteta Dávila, Ideas y Soluciones Gráficas, Bogotá, Noviembre del 2002.