Prepotencia, chulería e ignorancia de los sinólogos occidentales

Por: José Antonio Egido

“China levanta hoy su cabeza con tantas victorias que va resultando difícil negárselas”. Rafael Alberti (poeta)

Leyendo los análisis retrospectivos de los expertos universitarios y periodísticos occidentales es fácil percatarse de sus muchos defectos: su actitud dogmática que les impide entender la realidad y realizar la mínima predicción seria, su prepotencia y aire de superioridad en relación a la compleja sociedad china, el carácter viciado y vicioso de sus fuentes, la alegría con la que pronuncian sentencias que no tienen nada que ver con los hechos sociales, la mala intención y el poco respeto en relación al pueblo chino con que escriben.

Los dogmas de Roland Lew

Uno de los mas dogmáticos es el profesor de la Universidad Libre de Bruselas (ULB) Roland Lew, quien se aferra a su dogma durante años ignorando que la realidad lo desmiente de manera insistente. Es un autor mimado por la revista francesa de izquierda no marxista moderna Le Monde Diplomatique. Sus artículos son un modelo de mala fe. Ya en 1992 pronuncia su sentencia inapelable: el socialismo chino ha muerto y ha nacido un capitalismo salvaje. Si le hacemos caso el sistema político estaría en plena agonía: “Hay algo de siniestro, un reconocimiento de la decadencia del régimen, en el hecho que el futuro de más de mil millones de personas dependa de la sorprendente resistencia de un puñado de ancianos” [“Un capitalisme chinois nommé socialisme”, Le Monde Diplomatique, julio 1992]. Es decir que, según este autor, son mil millones de borregos manipulados por un puñado de viejecitos al borde de la muerte, lo que lleva a la ruptura total entre el poder y el conjunto de la sociedad. Pero a este señor no le importa nada contradecirse a si mismo ya que un poco más tarde lamenta la “gran docilidad” del campesinado en relación al poder. ¿En qué quedamos, ruptura total o apoyo total de la mayoría de la sociedad, el campesinado, al poder socialista? Otro “experto” se refiere a grandes revueltas en las zonas rurales en el año 93 que no se dirigen en contra del poder socialista sino contra abusos cometidos por déspotas locales y en relación a reivindicaciones concretas [Jean-Louis Rocca, “Populations et dirigeants locaux unis contre le centre”, Le Monde Diplomatique, marzo 1995. Citando la publicación honkonesa Zhenguming de agosto de 1994, habrían tenido lugar 6.200 incidentes en los que se produjeron el incendio de edificios administrativos, del Partido y de la Policía con un saldo de 8.200 muertos o heridos, incluidos 385 policías y soldados muertos. Imposible para mí confirmar estos datos por el momento].

Sus predicciones son chapuceras. En el año 1992 escribía que era inminente la rehabilitación del ex secretario general Zao Ziyang, caído en desgracia en 1989 por su apoyo a la liberalización burguesa, pero que hoy, en el 2004, aún no ha tenido lugar.

Amante de las frases grandilocuentes vacías de contenido como por ejemplo: “Socialismo, comunismo, maoísmo no significan casi nada mas allá del imperativo de grandeza, unidad y cambio”. Según él, el “proclamado socialismo no tiene otro contenido que el mantenimiento del aparato comunista”. ¿Ciencia social o simple charlatanería? Sus predicciones catastrofistas no se cumplen: anuncia “grandes peligros” debidos a las “fracturas sociales”.

Sus convicciones expresan sus deseos: “Una sola convicción: el socialismo real chino agoniza”. Sus fuentes son sospechosas: la BBC inglesa, la revista derechista honkonesa Far Eastern Economic Review.

Un año más tarde, este señor profesor seguía aferrado a sus dogmas [“Les espoirs du capitalisme en Chine”, Le Monde Diplomatique, abril 1993]: “el capitalismo triunfa en China socialista más que en la Rusia desovietizada”. Reprocha con altanería a la población de olvidarse de la “masacre” de 1989. Sus predicciones siguen en la misma línea chapucera: las clases medias de Hong Kong se exiliarán a Gran Bretaña, Australia, Canadá y Estados Unidos a partir de 1997, lo que no ha ocurrido. Se ríe con suficiencia de las definiciones oficiales chinas.

En 1994 sigue inalterablemente en su misma línea [“Sur les flots agités du developpement chinois”, Le Monde Diplomatique, diciembre 1994]. Sus predicciones son igual de inservibles. Anuncia que “China es un mar agitado, tal vez cercano a la tormenta”. Según él, la situación política sería de crisis y el líder del Partido y del Estado Jian Zeming estaría en una posición frágil comparable a la de Huakuofeng [líder comunista que sucedió a Mao tras su muerte de manera efímera un par de años hasta la consolidación en el poder del verdadero líder, Deng Xiaoping]. La realidad es que Jian se asentó solidamente al frente de la dirección, que ha sido presidente del Estado y secretario del Partido hasta el 16 Congreso celebrado en el año 2002 y que hoy ocupa el importante cargo de presidente de la Comisión Militar Central, que es el que ocupó Den Xiaoping.

No hay ni un asomo de autocrítica por sus anteriores análisis políticos equivocados. Por supuesto tiene que repetir su dogma más querido: “del 'socialismo de mercado' sólo queda el mercado”. El sector estatal estaría “gravemente amenazado”. 10 años después los hechos desmienten estos vaticinios. En 1999 trabajan en el sector público 86 millones de trabajadores. En el 2002 funcionan 42 mil empresas industriales estatales y el sector estatal entre los años 1995 y 2002 ha tenido un 163,6% de aumento de sus ganancias. En el 2003 el total de empresas de capital estatal es de 155 mil y se anuncia un programa de reformas que incluye liquidar las deficitarias. El Estado controla los sectores estratégicos como la energía (carbón, petróleo, electricidad...), siderurgia, construcción naval, ciertas redes comerciales, telecomunicación, comunicación, transportes, industria militar, la propiedad de la tierra, la enseñanza universitaria, la ciencia...

Señala que “el éxito económico es frágil”. En los años 90 el crecimiento de su producto interior bruto ha crecido de promedio anual un 11,5%, en el año 2003 es el principal receptor de inversiones extranjeras con 53 mil millones de dólares, produce el 12,7% de los bienes y servicios a nivel mundial [El País, 21-12-2003] y muchos expertos aseguran que China será la principal potencia del siglo XXI. Lo que es frágil es su análisis. Por un lado denuncia el supuesto “capitalismo salvaje” implantado en el país y por el otro lamenta que no exista una burguesía organizada y autónoma como en Taiwán que fuese capaz de crear una “oposición estructurada”. ¿Tal vez cree que semejante burguesía pondría fin a ese presunto capitalismo salvaje? Sería para reírse si este “empleado directo del Estado en las facultades”, es decir un “burócrata”, como dice el sociólogo Heinz Dietterich [“Los delirios de Toni Negri”, periódico electrónico Rebelión], no gozase de una influencia intelectual notable y sea referencia obligada para otros supuestos “expertos” en China.

Sigue con sus vaticinios catastrofistas: “el actual modo de gobierno ha llegado a su límite”. La realidad es que la influencia política del eje vertebral del sistema, el Partido Comunista, crece y se refuerza como lo señalan estos datos: 52 millones de afiliados en 1993, 55 millones en 1995, 60 millones en 1999.

El mito de la “asimilación”

Otro dogma recurrente al que es aficionada esta publicación francesa, influyente en los medios de izquierda, es la “perversa” voluntad de los comunistas chinos de “asimilar” a las minorías nacionales. Ya en 1987 uno de sus autores les acusaba de practicar una asimilación basada en el materialismo histórico enunciado por Federico Engels [“Les minorités nationales au gré des variations de la politique genérale”, Le Monde Diplomatique, diciembre 1987] lo que suena a provocación antimarxista vulgar. En el 2002 la revista repite la misma acusación bajo la firma de una periodista italiana con base en Hong Kong [“Assimilation forçee dans le Xinjiang chinois”, Ilaria Maria Sala, Le Monde Diplomatique, febrero 2002].

La falta de rigor y de perspectiva histórica de los análisis son llamativas. En el artículo de 1987 se ocultaba cuidadosamente toda mención al horrible sistema lamaísta de opresión del campesinado que fue derribado por la acción conjunta de las masas tibetanas y del PC chino. Se denuncia la superioridad arrogante de los han hacia los uigures y los tibetanos y se silencia la fuerte denuncia de Mao en contra del nacionalismo gran han [en 1953 Mao escribió el ensayo titulado "Criticar el chovinismo de gran han". En 1956 en su discurso “Sobre 10 grandes relaciones” dijo: “Ponemos el acento en el combate al chovinismo de gran han... En el pasado los gobernantes reaccionarios, sobre todo los de la nacionalidad gran han, levantaron toda una clase de barreras entre las diversas nacionalidades y atropellaron a las minorías nacionales... Debemos trabajar porque haya buenas relaciones entre la nacionalidad han y las minorías nacionales y consolidar la unidad entre ellas para edificar nuestra gran patria socialista con los esfuerzos de todos”]. Los etnólogos chinos son despreciados porque presuntamente consideran a las culturas de las pueblos minoritarios como “fósiles”. En el 2002 la revista sigue utilizando la mentira y la verdad a medias. Pone en boca de un líder separatista uigur que “los uigures no han sido nunca extremistas religiosos”, aunque se sabe que los clérigos musulmanes presionan continuamente a las mujeres uigures para que se cubran el rostro y el cuerpo. El terrorismo uigur sería un “pretexto”, aunque ha volado autobuses con inocentes dentro, ha recibido apoyo de las redes integristas de Al Qaeda, ha recibido entrenamiento en Turquía y ha combatido o combate aún en Chechenia.

El autor de 1987 afirma que la represión de la rebelión contrarrevolucionaria de 1957-58 apoyada, armada y financiada por la CIA, provocó “la destrucción sistemática de la cultura local”. Eso quiere decir que él considera que la “cultura local” equivalía a la opresión brutal y sistemática de la población local por parte de los feudales, los terribles castigos físicos de los que eran objeto, su carencia de tierra, su muerte temprana por hambre y enfermedades, el destino horrible de la mujer tibetana, las supersticiones que regulaban la vida social, la tremenda ignorancia de las masas populares y la sumisión de dichos feudales a las potencias imperialistas occidentales. Porque efectivamente con la derrota de los feudales todas esas lacras fueron destruidas sistemáticamente.

La incomprensión de los fenómenos sociales

Otro supuesto “experto” escribe después de haber estado un mes en Beijing y con la “autoridad” que le da el ser profesor de la Universidad Católica de Lyon, que “los antiguos grupos privilegiados estarían rencorosos” [“A Pekín, ruraux et citadins en quête d’enrichissement”, Jean-Louis Rocca, Le Monde Diplomatique, septiembre 1991] con la emergencia de sectores prósperos. Así una simple hipótesis obtiene categoría de verdad científica sin la necesaria investigación que permita desmentirla o confirmarla.

Un profesor de economía de la Universidad de Ottawa afirma en 1986 que las relaciones sociales se basarían en una mezcla de “autoritarismo confuciano y taylorismo occidental”.

El mencionado profesor Rocca escribe en 1995 sobre una supuesta “explosión de la criminalidad” que haría del país un paraíso de ladrones, asesinos y violadores que asolan a los viajeros [“Population et dirigeants...”, op.cit.] ...como ocurre en los EU. Pero aunque es cierto que aumentan los delitos y crímenes, el país es fundamentalmente pacífico, tranquilo y la gente muestra un alto sentido cívico. El tren nocturno en el que personalmente he viajado de Beijing a Changchun era mas seguro, limpio y confortable que el que hace el recorrido Irún-Madrid.

En los EU las cosas son distintas: tienen en los años 90 una tasa de criminalidad 33 veces superior a la china. En dicho país, en 1993, 9,8 personas por cien mil habitantes han sido asesinadas cada día. China tenía una proporción 5 veces inferior. Las violaciones son en los EU 17 veces más numerosas que en China. En 1994, 565 ciudadanos norteamericanos sobre cien mil estaban en la cárcel, una proporción cinco veces mas elevada que en China. La tasa de reincidencia era superior al 40% en EU, mientras que en China era del 7%. La tasa de crecimiento de la criminalidad en 1995 respecto al año anterior fue un 6% (se registraron un millón de crímenes frente a 827 mil en 1989) mayor. Pero en un país tan gigantesco y en plena transformación se está lejos de la “explosión de la criminalidad”. Un autor español reconoce que en materia de crímenes “las cantidades son todavía muy moderadas en comparación con Occidente” [Vicente Verdú, China superstar, El País-Aguilar, 1998, p. 45].

El desprecio a los valores chinos

Este individuo se permite insultar el modelo de referencia de los valores altruistas y humanistas del comunismo chino encarnado en la figura del joven héroe modelo de referencia Lei Feng llamándole “despersonalizado y fanático”.

Un profesor catalán estima frívolamente que “ha desaparecido el fondo ideológico del Partido Comunista Chino (que acaba de acordar la militancia de capitalistas) pero no su afán de controlar de manera centralizada la evolución de la economía y la política de la sociedad” [Sean Golden, “Modernidad versus postmodernidad en China. El debate entre los 'valores asiáticos'y los 'valores universales'”, Revista D’Afers Internacionals, 63, Barcelona, 2003]. ¿Es cierto? El Partido Comunista sigue afirmándose marxista-leninista y en China se mantiene el socialismo en pugna con tendencias fuertes a favor del renacimiento de una nueva burguesía, del enriquecimiento individual, del cambio constitucional completo. Pero en absoluto han desaparecido ni las definiciones ideológicas socialistas ni los ideales igualitarios, de justicia social, de progreso colectivo, de atribuir el poder a la mayoría popular, de libertad nacional, de lucha contra los abusos y la corrupción que hicieron posible el triunfo de la revolución. Incluso hay quien dice que detrás de las huelgas y los movimientos de protesta hay militantes comunistas que ven con desconfianza ciertas reformas.

El español Verdú acusa a Mao de ser “otro emperador más” en abierto desprecio a lo que ha supuesto la proclamación de la República Popular. Afirma que el modo de ser chino adolece de “enigmática centralidad”. En cambio Pablo Neruda tras su estancia en Asia y sus viajes por China decía que no había nada de enigmático en la personalidad popular china.

La eminente sinóloga española Tatiana Fisac se deshace en elogios del disidente chino Fang Lizhi protegido por el gobierno norteamericano: defensor de los “valores democráticos... férreo defensor de la independencia intelectual en el campo científico y universitario”. Oculta las posiciones de este intelectual a favor de una total occidentalización y su ataque al socialismo chino desde una óptica derechista: “Comparto el principio de la plena 'occidentalizacion'. Desde el punto de vista del sistema social, lo que hemos hecho durante los 30 últimos años es un fracaso” [Citado en “Contra la liberalizacion burguesa”, Revista Internacional, 7, Praga, 1987, p. 51].

Ignorancia total

El citado profesor canadiense afirma en su libro que las universidades chinas implantan el modelo de las universidades norteamericanas. Mi experiencia de docente en la universidad estatal de Jilin en el curso 2003-2004 indica lo contrario: los estudiantes de Lenguas Extranjeras reciben cursos complementarios de marxismo-leninismo y de pensamiento Mao Tsetung y Deng Xiaoping, además por supuesto de otras lenguas extranjeras, economía, informática e incluso historia de los Estados Unidos de Norteamérica. La universidad ofrece títulos de postgrado de master y doctor en ciencias políticas y concretamente en las especialidades de “Socialismo científico y movimiento comunista internacional”, “Historia del Partido Comunista Chino”, “Marxismo y educación política e ideológica”. No parece que esto tenga nada que ver con el modelo imperante en Harvard, Yale, California o Princeton.

Afirma también que la economía desprecia la producción de bienes de consumo popular. La realidad es la contraria como se comprueba visitando los bien abastecidos mercados populares.

Al profesor Rocca no le tiembla el pulso a la hora de sentenciar al poder comunista: “La clase dirigente reprime las oposiciones no en nombre de un sistema, de una convicción, sino simplemente porque desea preservar los oropeles de un poder cada día mas amenazado por la evolución de las mentalidades” [“A Pekín....”, op. cit.]. En el año 2004 se aprecia un sistema político firmemente consolidado, lo que no se puede decir de las ideas de este profesor. Parece que tanto los medios de prensa como los jefes académicos de este profesor le exigirían afirmaciones demagógicas y anticientíficas que juzgan malamente intenciones para aceptar sus textos.

Vicente Verdú escribe que “en 1997 por razón de la presión feminista, un 21% de los diputados eran del género femenino” [Op.cit., p. 78]. Pero dado que esa proporción es inferior a la que había en los años 70, un 25% de mujeres diputadas, cabe dudar de la fiabilidad de la frase citada.

Un marco teórico insuficiente

Un sinólogo francés adscrito al CNRS, que por otro lado maneja fuentes y datos con más prudencia, manifiesta con rotundidad la insuficiencia del marco teórico que manejan las ciencias sociales occidentales para analizar los fenómenos de la sociedad china. Por un lado maneja el concepto ambiguo de “sociedad civil” [la “sociedad civil” es un término postmoderno que describe la sociedad según la trilogía Estado-mercado-sociedad civil haciendo desaparecer a las clases sociales. La estrategia de la “sociedad civil” está básicamente por el mantenimiento de la propiedad privada de los medios de producción, y en el caso chino por la constitución de una nueva burguesía china. En alemán "sociedad civil" significa sociedad burguesa] sin definirlo ni concretarlo. Así, para él, la rebelión de Tienanmen [movimiento fuertemente apoyado por los gobiernos de Taiwán y Hong Kong y por los servicios secretos occidentales e influido por algunas grandes empresas chinas como Sitong y Kangshua que exigían un programa liberal radical como lo afirma el historiador chino Wang Hui en su artículo “Aux origines du neoliberalisme en Chine”, Le Monde Diplomatique, abril 2002. Tuvo como símbolo la “estatua de la Libertad” norteamericana] no sería un intento de derribar el orden socialista instigado por fuerzas poderosas sino una expresión del “divorcio entre una naciente sociedad civil y un estado gangrenado por el mercantilismo del poder” [Guilem Fabre, “La Chine gangrenée par le mercantilisme du pouvoir”, Le Monde Diplomatique, diciembre 1990]. Pero cabe otra interpretación: sólo un poder sólidamente respaldado por sectores mayoritarios de la sociedad y del pueblo puede permitirse usar la fuerza contra un grupo social que aspira a derrocar el orden social sin generar un efecto contraproducente. En agosto de 1991, cuando una parte de la dirección soviética empleó el ejército para cambiar de orientación al país, no obtuvo el suficiente respaldo social y su intentona terminó en fracaso.

Además este “especialista” se permite mostrar a plena luz su irresponsabilidad: “La deconstrucción del aparato del Estado es una condición esencial para el renacimiento de la sociedad civil sin la que las diversas variantes de la democracia y de mercado son creaciones frágiles y reversibles”. La “deconstruccion” del estado soviético ha permitido el nacimiento de una cierta “sociedad civil”: la de las bandas mafiosas que han saqueado el patrimonio nacional, la de los políticos corruptos que han destruido el bienestar social, la de los criminales responsables de crueles guerras civiles [sobre este tema léase los trabajos de dos sociólogos. De Petras La generación poscomunista:prostitutas y maleantes y de Ziegler Los señores del crimen. Las nuevas mafias contra la democracia, Editorial Planeta, Barcelona, 1998]. Afortunadamente el Partido Comunista Chino ha defendido el Estado socialista como garantía para el desarrollo económico y el progreso popular.


El autor es profesor de la Universidad de Jilin (noreste de la Republica Popular China). Febrero de 2004

 
Actualizado: 12.02.2004 16:00