Argentina: Juventud excluida y criminalizada

Ante el fracaso de las dirigencias, muchachos y muchachas se unen a manifestaciones callejeras con variadas tendencias y consignas

Enrique Oliva

'Si no hay sangre no hay morcilla' dice un proverbio andaluz. Lo duro de su contenido, es una constante dramática de la historia del hombre y sus luchas sociales. Sólo el fenómeno peronista fue la excepción. Esa creación criolla se hizo sin sangre, dignificando al ser humano. ¿Porqué no repetir algo parecido en esta crisis?

Un espectáculo cotidiano: la juventud ganando las calles, como en 1945. Ruidosos bombos y redoblantes, bailes y alegría animan esas protestas esperanzadas. Muchos la califican como peligrosa, sin conocerla y sin la menor intención de acercarse a ella para socorrerla con soluciones. A las puertas de perder la paciencia, sin presente ni futuro a la vista, se enganchan en todas las manifestaciones. Unas veces van con los jubilados, otras con los hambrientos; hoy con los sin techo y mañana junto a los desocupados. Constituyen ya una fuerza que, por el momento, crece inatajable. Además, no tienen nada que perder. Por tradición oral, trasmitida por padres y abuelos que vivieron tiempos mejores, saben de justicia social basaba en soberanía política e independencia económica. Principios así de simples y suficientes que los alientan a expresarse.

Los mayoritarios jóvenes son una versión actualizada de los descamisados, el mote con que el privilegio quiso condenar a los peronistas que hicieron el 17 de octubre hace 58 años. Hoy falta una dirigencia peronista que recoja el guante del insulto, se saque el saco y se ponga a trabajar al frente de un movimiento realmente popular. Descreída de las formas convencionales de las dirigencias que la ignoran, esas masas en las calles están pariendo futuros dirigentes sociales y políticos. No sería la primera vez.

Si en el granero del mundo salir a pedir trabajo, comida, vivienda, salud, instrucción, seguridad, derecho a repudiar las listas sábanas y poder participar, etc. es un crimen, es por no creer en las leyes que dictan legisladores temerosos de caminar por las veredas. Sus countrys y barrios privados se han convertido en cárceles doradas pero tediosas.

¿Dónde se puede expresar la juventud?

Muchachas y muchachos sólo disponen de las calles como salas de asambleas, para conocerse y solidarizarse entre ellos haciéndose escuchar juntos, pues no tienen dinero para alquilar anfiteatros de convenciones en los extranjeros hoteles cinco estrellas ni para pagar caras solicitadas. La bronca justificada del hambre requiere entonces soluciones políticas con la colaboración de toda la sociedad. Si, toda la sociedad. Pues cuando estalle esa bomba social el caos arrojará esquirlas por doquier.

La muchachada concurre masivamente a grandes bailantas para divertirse barato, y como su alegría es auténtica y contagiosa, jóvenes de clase media y hasta alta, se unen progresivamente a ellos, tanto en los bailes y las manifestaciones, como ocurrió en el peronismo cuando estaba proscrito. ¿Los descamisados de 1945, amantes del folklore criollo, acaso se diferencian mucho de los que han adoptado con orgullo las 'cumbias villeras'?

Ante las monopólicas grabadoras internacionales que intentan imponer culturas extrañas a la Argentina y Latinoamérica, aparecen las 'cumbias villeras' con sus creaciones simples pero contagiosas y generando sus propias empresas. Lo mismo ocurre con las coloridas murgas que crecen en todos los barrios expresando sus originalidades en música y baile.

Además, ya hay cumbias villeras que están saliendo a actuar ante multitudes en países latinoamericanos. Y un hecho innegable: las cumbias villeras juntan semanalmente más gente que otras promocionadas estrellas que se presentan de vez en cuando.

Esto de las cumbias villeras merece una reflexión, sin caer en comparaciones odiosas. ¿Acaso no nació así el tango en las orillas prostibularias y conventillos, sin admisión en los barrios de clase económica alta? Pero cuando se impuso en el exterior 'culto', en especial en París, concurrían allí los hijos de 'buenas familias' a aprender a bailarlo. También se conmovieron cuando el Papa se interesó en verlo bailar al 'Cachafás' y admitió que no era una danza 'indecente'.

Una juventud en busca de su identidad

Admitamos que hay un mínimo sector juvenil que integra las barras bravas futboleras, sin pensar en las mafias de dirigentes 'deportivos' que corrompen a desocupados, pagándoles ese 'trabajo sucio'. Reconozcamos también que el alcohol y las drogas seguirán creciendo mientras los adolescentes enfrenten la cruda realidad de la corrupción política, policial y judicial que los margina sin darles otras opciones.

Esto no se calma con represión o leyes condenatorias. 'Prohibido prohibir' fue la consigna más trascendente de las juventudes que se adueñaron por un mes de París en 1968. Algo parecido fue la Reforma Universitaria, más burlada que triunfadora, en la Argentina del siglo pasado. Pero fue una semilla.

Una característica universal de toda crisis es que genera cambios culturales. Aunque la intelectualidad perezosa no piense en ello. Como es habitual, recurren a viejas fórmulas y metáforas rebuscadas para burlarse de todo lo nuevo, sin reconocerle a nada perdurabilidad creativa. Cuando se ocupan de algo importante ya está en los museos y no ven lo que nace y crece a su lado.

Recordemos que el diario centenario que hasta la llegada del peronismo era el vocero del Imperio Británico y la oligarquía criolla, sólo en la 'Sección Policía' publicaba lo referido a box y... gremiales.

Las multitudinarias manifestaciones antiglobalización que se producen en el mundo falsamente calificado de occidental y cristiano, oponiéndose al capitalismo salvaje como lo llama Juan Pablo II, ya son una fuerza sorprendente y por ahora pacífica. Nuclean a millones de jóvenes señalando a los responsables del hambre, la usura y la marginación. Tanto llenan las calles de cualquier gran ciudad del mundo, que ahora los ocho grandes países industrializados (los tradicionales 7 más la hoy agregada Rusia), ya no se reúnen en centros de congresos tradicionales sino en barcos en el mar, en islas o lugares muy aislados y de difícil acceso, no sólo por la seguridad sino también por no ver a los jóvenes y, así, pensarlos inexistentes.

Una lección a tener en cuenta

Es histórica una conferencia del Che Guevara, de nuestro compatriota que figura entre las 10 personalidades más importantes del siglo XX. Un periodista le preguntó si la guerrilla era vencible y él respondió: 'Sí'. Casi a coro los hombres de prensa exclamaron: '¿Cómo?' Y el Che respondió otra vez con una palabra: 'Evitándola'. Y eso debe hacerse: atacar las razones de la protesta antes de que la desesperanza la desmadre.

Los altos cercos electrificados de los country están rodeados de crecientes villas miseria con millares y millares de excluidos. A sólo 200 metros de la lujosa Avenida Alvear, del Jockey Club y de los palacios de las embajadas del Vaticano, Francia y Brasil, está el polvorín de la Villa 31. Allí sobreviven, con todas las carencias imaginables, sus 35 mil habitantes por ahora sólo vistos desde los rascacielos. Cuando en este 'barrio de emergencia' o cualquier otro en condiciones similares no soporten más, mirarán a las torres vecinas y apreciarán la injusta distribución de la riqueza argentina. Eso puede llevar a un caos donde nadie saldrá ganancioso y menos la Argentina. Ante esa situación no faltan cretinos proponiendo una solución a lo Bush: la represión preventiva.

Conclusión

Los jóvenes en las calles, manifestándose por ahora masiva y pacíficamente, aunque sean a veces víctimas de provocaciones mafiosas, no obstante disgustar a muchos, hoy poseen un poder que escapa al control de las multinacionales. Están fuera de las leyes del mercado. Además, no responden a partidos políticos determinados sino a necesidades concretas: hambre en especial.

Debemos tener presente el resultado que la agresión está dando en los destruidos Afganistán e Iraq, como se vivió antes en Vietnam y Argelia. Se verá que no existen armas, por sofisticadas y caras que ellas fueren, capaces de acallar a los pueblos sublevados por la recuperación de su tierra e identidad.

Única solución: evitar las razones de la protesta, entre todos, solidariamente, con salidas concretas, antes de que los piquetes se coman, por no tener otro alimento, a la democracia, partidos políticos, gremios y a la patria.

Demostremos con grandeza la existencia de muchas otras comidas que pueden hacerse sin sangre ni represión preventiva.

 
Actualizado: 06.12.2003 13:54